‘La reina del grito’: los miedos femeninos de la mano de Desirée de Fez
En su ensayo autobiográfico ‘Reina del grito’ (Blackie Books, 2020), la crítica de cine Desirée de Fez repasa algunos de los grandes temores de su vida, muchos de ellos típicamente femeninos, y nos cuenta cómo el cine fantástico y de terror le ha proporcionado herramientas para aprender a sobrellevarlos. En el Día Mundial contra la Violencia de Género, que se celebra hoy, 25 de noviembre, nos detenemos en todo eso que os asusta a vosotras, a menudo por cómo está construida nuestra sociedad occidental. Vamos a ver ‘Carrie’, ‘Una chica vuelve a casa sola de noche’, ‘La semilla del diablo’, ‘Baby Blood’, ‘La profecía’… ¿Estás sola?, ¿notas que alguien te mira fijamente?, ¿oyes un crujido extraño en casa?
Desde que puedo recordar, y sin ningún suceso traumático mediante, tengo un miedo atroz a los espacios cerrados. Claustrofobia lo llaman. Odio montar en ascensor, y si lo hago es porque el ataúd metálico en cuestión ya me resulta familiar o porque tengo que subir a un decimosegundo piso y, bueno, hasta nuestros peores miedos tienen un límite. No echo el pestillo en los baños públicos, y esta manía me ha metido en unas cuantas situaciones vergonzosas y/o un poco divertidas. Cuando juego a una escape room, como a los 20 minutos de empezar siempre pienso que si al game master de turno le da un infarto en la sala de control, ¿cómo diablos voy a salir de ahí? Soy una –casi– fetichista de las ruinas antiguas, pero de las que están al aire libre, con olor a sal y el sol refulgiendo sobre el mármol carcomido por el paso del tiempo. Si hay que meterse bajo tierra… Eso ya es otro cantar. Así que, como podréis imaginar, por nada del mundo practicaría ese infame deporte, hobby o lo que demonios sea llamado espeleología. ¿Cuál es el miedo que desencadena la claustrofobia? Quedarte encerrado en un espacio angosto, que nadie te pueda sacar de ahí dentro, que no te encuentren. Solo necesitas una llave para abrir un ascensor y una buena patada para reventar la puerta de un urinario. Pero ¿qué pasa si te quedas atascada dentro de las entrañas de la corteza terrestre?
El cine de terror como exorcismo
Y sin embargo, me encantan –qué digo “encantar”, siento devoción, adoro– las películas de terror sobre cuevas y catacumbas. Me las he visto todas: The Descent –la primera y la segunda–, La cueva, La caverna maldita, Así en la tierra como en el infierno… Si me dejo alguna, por favor, informadme. ¿Por qué me gusta ver películas de terror sobre lo que más me aterroriza en el mundo? No conozco la respuesta freudiana, que la habrá. Lo único que sé es que, cuando el grupo de amigas se mete en esa cueva que no sale en los mapas, con unas sospechosas huellas ensangrentadas en la boca de entrada en las que ninguna repara, y entonces va y una de ellas se queda enganchada en un asfixiante túnel de roca, –¡socorro! ¡estoy atascada!– yo me pongo a dar saltos en el sofá y mi cuerpo exuda adrenalina.
Dice Desirée de Fez (Barcelona, 1977), crítica de cine especializada en fantástico y terror, que, curiosamente, muchos fóbicos disfrutan de las películas de miedo. Ella misma, por ejemplo. “Tengo mucho miedo. Todo el rato”, cuenta nada más empezar su nuevo libro, el ensayo autobiográfico Reina del grito que publica Blackie Books. Y puede que sea porque, al ver nuestros miedos desde fuera –cobijados por la seguridad de la butaca del cine o de nuestro sofá–, los analizamos con más detenimiento, los diseccionamos, descubrimos su posible origen, qué tienen de racional o irracional, por qué motivos se nos agarran dentro durante años, quizás incluso cómo hacerles frente. De Fez no defiende que el cine de terror que tanto ama sea la cura, quizás ni siquiera sea terapéutico, pero al menos a ella le ha proporcionado herramientas para, si no vencer sus temores, sí comprenderlos y sobrellevarlos. Igualmente ha pasado con la escritura de Reina del grito: “Con el libro no he encontrado la solución a esos miedos, sigo teniendo los mismos que cuando empecé a escribirlo. Pero sí me he dado cuenta de lo consciente que soy de ellos y de que dispongo de muchos más recursos de lo que imaginaba para analizarlos, convivir con ellos y desactivarlos en la medida de lo posible”, nos explica.
Una mancha de sangre en los pantalones
¿Recuerdas qué fue lo primero que te produjo terror? Es bastante complicado rastrear el origen de nuestros miedos, y es que a menudo se pierden en la memoria o directamente no tienen un detonante en concreto. Desirée de Fez sí que conserva un recuerdo muy claro: la cinta VHS de La profecía atascada en el aparato de vídeo del salón cuando era una niña.
Ahora es una mujer adulta que, precisamente, ha hecho del terror su profesión, pero una mañana, cuando su hija le espetó que no quería ir al colegio porque tenía “muchísimo miedo”, decidió pararse a analizar –y escribir– los miedos que habían ido apareciendo a lo largo de las distintas etapas de su vida, y de la mano de magníficas películas de terror en las que vio reflejados dichos temores, se dio cuenta de que muchos de ellos eran exclusiva y tradicionalmente femeninos.
Desirée de Fez creció en un barrio periférico de Barcelona y, junto a su primo, era una asidua al videoclub y al cine. Las carátulas de películas como Pesadilla en Elm Street o Poltergeist la aterraban a la vez que la atraían. Como cualquier otra adolescente, a medida que fue creciendo desarrolló una serie de miedos: al reflejo de su propio cuerpo en el espejo, a no gustar a los chicos, a no ser aceptada por sus compañeras de colegio, ser la diana de las burlas de las más populares, parecerse a una final girl –esa chica apocada y virginal que sobrevive hasta el final de la noche sangrienta– en lugar de a una de esas deslumbrantes scream queens que, vale, sí, mueren acuchilladas en todo buen slasher que se precie, pero ¡cómo detienen el mundo con sus gritos!
Una de las películas de terror que mejor simboliza el convulso tiempo de la adolescencia femenina es, sin duda, Carrie, la joya de Stephen King adaptada por Brian de Palma. Esa mancha de sangre que asoma en los pantalones del chándal, que escurre bajo la falda del uniforme, nos ha traumatizado a todas en algún momento de nuestras vidas por la mirada que despertaba en los otros: rechazo, ridículo, asco. Pero la llegada de la menstruación, como cuenta De Fez rememorando las conversaciones susurradas entre madres, tías y abuelas, acarrea un nuevo miedo: el de ser una mujer adulta y lo que los hombres te pueden –o quieren– hacer.
Entonces aparece el monstruo al acecho en cualquier descampado, callejón oscuro o portal. Ya sabéis de lo que hablo, porque otro de los miedos que todas las mujeres compartimos es el de volver solas a casa. Ana Lily Amirpour, la directora iraní de Una chica vuelve a casa sola de noche, supo analizar este temor colectivo a través de la figura de una vampira justiciera al más puro estilo western. ¿Cómo convivimos con este miedo? ¿Está en nuestra mano hacerle frente? “Sola y borracha, quiero llegar casa”, rezaba uno de los lemas feministas de las pasadas manifestaciones del 8M. Por lo menos ahora cuestionamos su origen y negamos su inevitabilidad. “Hasta que fui adulta no tomé consciencia de la gravedad de asentir ante la advertencia de no caminar sola de noche por la calle, de dar por hecho que se trataba de algo que simplemente era así, de que siempre había sido así, y tenía que aceptarlo”, escribe Desirée de Fez en Reina del grito.
¿Qué es esto que me está creciendo dentro?
Cuando tenía unos 20 años y volvía a casa del trabajo, mi madre cruzaba un descampado a una hora inhóspita. Entonces, una furgoneta con varios hombres dentro ralentizó la marcha, se puso a su altura y empezaron a gritarla. Mi madre echó a correr. Años después, siendo madre viuda de dos hijas, nos pediría a mi hermana y a mí que por favor la llamásemos cuando estuviésemos volviendo a casa de noche, daba igual la hora de la madrugada que fuera, tan solo para velar por nuestro regreso desde el otro lado de la línea.
He heredado este miedo de mi madre, pero no es el único. También me ha contagiado los siguientes miedos: a viajar sola, a hacer la declaración de la renta y cualquier otro trámite burocrático, a romper un aparato si toqueteo muchos botones, a que se vaya la luz en casa… La aclamada película Hereditary, de Ari Aster, aborda esos miedos y obsesiones que pasan de una generación a otra como una maldición. Desiderée de Fez confiesa que comparte manías y temores con su madre y su hermana, como la de tener ropa siempre cerca de la cama por si se declara un incendio y hay que salir corriendo. El miedo –valga la redundancia– de transmitir sus miedos a su hijo y a su hija fue uno de los motores para escribir Reina del grito.
Ellos, Nico y Elliott –a los que dedica este libro–, en su día también fueron un miedo en sí mismo. El cine de terror está lleno de embarazadas que sufren gravísimas alteraciones psicológicas y corporales, por ejemplo, Rosemary´s baby (La semilla del diablo). La decisión de ser madre le trajo a De Fez una ristra nueva de temores femeninos. “El miedo a la transformación física, a no reconocerme, a no identificar mi propio cuerpo”, escribe. La tripa va creciendo, se mueve, y ella piensa en fetos y partos terroríficos como los de Cromosoma 3 y Baby blood. Pero una vez que los hijos están en el mundo, aparece un miedo aún mayor, lapidario, inmisericorde y profundamente machista: el de ser una mala madre.
“El exorcista va de mí”, le soltó un día Desirée de Fez a su novio y padre de sus dos hijos, y él, en un primer momento, obviamente no entendió nada. Porque aunque lo que todos tenemos en mente es al cura y a la niña poseída andando de espaldas por la escalera, De Fez explica en su ensayo que, para ella, el personaje central de esta película es el de la madre de la niña, una actriz independiente, que cría a su hija sola y que se encuentra ante una situación desesperada en la que todo el mundo la trata de forma paternalista y ella no sabe qué hacer. La sociedad no tolera a las malas madres, y todo el mundo cree estar en la posición de aleccionarte sobre cómo criar a tus propios hijos.
Otro terreno que se vuelve resbaladizo después de ser madre es el laboral. De repente ya no eres solo una profesional, sino una mujer con hijos que pueden estorbar. En un curso sobre cine que Desirée de Fez impartía –ella sola entre otros muchos profesores hombres– el coordinador de la escuela reconoció que le había quitado clases porque el curso anterior le había dejado colgadas algunas con “excusas de tus hijos”. ¿Es que acaso ninguno de esos profesores era padre? Por desgracia, no era la primera situación sexista con la que se topaba. Al fin y al cabo, De Fez llevaba muchos años trabajando en el sector eminentemente masculino del cine fantástico y de terror.
Una chica con un vestido de flores llega a Sitges
La imagen es cautivadora: una riada de hombres vestidos de negros, con camisetas de películas de terror o grupos de metal, y entre medias, como una luciérnaga en la oscuridad, una chica con mechas rubias y un vestido floreado. Ella era Desirée de Fez cuando eran muy pocas, no solo las críticas especializadas en terror, sino también las directoras –que siguen apareciendo con cuentagotas, pero cada vez son más–. En los últimos años, títulos como Crudo (Julia Ducournau), Babadook (Jennifer Dent), La invitación (Karyn Kusama) o Prevenge (Alice Lowe) vienen a atestiguar un cambio de paradigma.
“El cine de terror es uno de los géneros más sensibles al latir del momento, y no ha tardado en absorber y proyectar los tiempos del Me Too y del nuevo feminismo, una época en la que muchas mujeres hemos pasado de callar nuestros miedos a contarlos, compartirlos y enfrentarnos a ellos”, escribe la autora en Reina del grito.
“No lo has entendido” o “Mira, niña. Cállate” son algunas de las perlas que Desirée de Fez ha tenido que soportar en el mundo profesional del fantástico y el terror. Compañeros de jurado en un festival que descalificaban su gusto y opinión personal. Periodistas radiofónicos que la entrevistaron solo para decirle todo lo que ellos consideraban que estaba mal en su libro de cine. Y ella misma siendo dolorosamente consciente de que los referentes femeninos eran escasos o, si los había, la historia masculina los había ocultado deliberadamente.
Pero las cosas han cambiado mucho: ahora Desirée de Fez es miembro del equipo del Festival Internacional de Cinema Fantàstic de Catalunya-Sitges y conduce el podcast Marea Nocturna (Radio Primavera Sound) entre otras muchas cosas. “En mi caso, la suma de la experiencia, de un cambio evidente de coyuntura y el hecho de sentirme muchísimo más acompañada e inspirada por otras mujeres me han hecho ganar en seguridad y crecer profesionalmente. Pero no hay que bajar la guardia”.
Resistió y perduró, como la gran final girl que es.
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