La situación del mundo: tiempos de ‘sosteniblablá’

Foto: ©ConzNL

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The WorldWatch Institute, una prestigiosa organización de estudios globales sobre el medio ambiente con sede central en Washington, publica desde 1991 su informe anual de repaso a los problemas del planeta, que se ha convertido en la ‘biblia’ de quienes creemos que nos estamos equivocando de camino en lo que entendemos por desarrollo. Repasamos en diez puntos las partes más interesantes y novedosas de su último trabajo, ‘La situación del mundo 2013’, cuyo punto de partida es que hemos caído en la «sosteniblablá»; o sea, que no estamos haciendo nada efectivo, que ni fu ni fa.

1. La crisis como oportunidad. El informe de 664 páginas (Fuhem / Icaria editorial) titulado ¿Es aún posible lograr la sostenibilidad? parte del principio de hacer virtud de la necesidad, de aprovechar los malos tiempos para facilitar un cambio deseable, de asumir la crisis para enfocar el horizonte de otra manera: «A principios del primer mandato del presidente Obama, en medio de la debacle financiera de Estados Unidos, se publicaba la siguiente cita de su jefe de Gabinete, Rahm Emanuel: «Regla número 1 de Emanuel: Nunca dejes escapar una crisis sin sacarle partido, pues en las crisis hay posibilidades de lograr grandes cosas». La teoría de Emanuel sobre las crisis se remonta al siglo XVI, cuando Nicolás Maquiavelo escribió en El Príncipe: «Nunca desperdicies las oportunidades que ofrece una buena crisis».

2. ‘Sosteniblablá’. «Vivimos actualmente en una era de la sosteniblablá, en la que el término sostenible se utiliza profusa y cacofónicamente con significados que pueden ir desde mejor ambientalmente hasta guay». Así da inicio el presidente del WorldWatch Institute, Robert Engelman, al informe. «En la actualidad el término sostenible se presta más habitualmente al comportamiento empresarial denominado con frecuencia lavado de imagen. Frases como diseño sostenible, coches sostenibles, incluso ropa interior sostenible contaminan los medios de comunicación». «La sosteniblablá tiene un precio muy alto. El uso excesivo de los términos sostenible y sostenibilidad ha hecho que pierdan significado e impacto». Más aún, «tras las fracasadas cumbres internacionales ambientales y sobre el clima, con unos gobiernos nacionales que no adoptan medidas acordes al riesgo de un cambio ambiental catastrófico». La prueba está en que, «a pesar de los esfuerzos internacionales por frenar las emisiones de dióxido de carbono procedentes de los combustibles fósiles, dichas emisiones son actualmente mayores que nunca y posiblemente estén aumentando a un ritmo acelerado. Su fugaz descenso en 2009 no tuvo relación alguna con la acción coordinada de los gobiernos, sino que se debió al declive económico mundial. Se estima que el aumento global de dióxido de carbono procedente de los combustibles fósiles en 2011 fue de un 3% respecto a 2010, casi tres veces el ritmo de crecimiento de la población, a pesar de una economía mundial que todavía languidece».

3. La falsedad del crecimiento perpetuo. «Resulta desalentador, pero hemos de reconocer que la idea del crecimiento perpetuo es tan solo una construcción social, promovida como estrategia de transición para relanzar la economía tras la Segunda Guerra Mundial. Y como toda construcción social, podría en teoría de-reconstruirse y sustituirse por un nuevo ideal. Ha llegado el momento de establecer un nuevo contrato social que reconozca el interés colectivo de toda la humanidad en diseñar una forma de prosperidad mejor para un mundo donde los límites ecológicos son demasiado evidentes y donde el creciente abismo entre ricos y pobres resulta moralmente inadmisible», señalan dos expertos de la British Columbia (Canadá), Jennie Moore y William E. Rees.

4. Agua potable para todos. «El fracaso en asegurar un acceso universal al agua potable segura constituye uno de los mayores problemas del desarrollo humano. Unos 780 millones de personas -más de 1 por cada 10- carecían en 2010 de un suministro seguro de agua para satisfacer sus necesidades básicas de beber, cocinar y lavarse», dice Sandra Postel, directora del Global Water Policy Project y colaboradora de los informes anuales del WorldWatch Institute desde los años noventa. «El problema no es de falta de agua: proporcionar 20 litros por persona y día a 780 millones de personas requeriría solamente el 0,1% de las extracciones actuales de agua en todo el mundo. Existe agua suficiente, pero no existe por ahora suficiente voluntad política y financiación para asegurar un acceso universal a un suministro hídrico seguro».

5. Océanos enfermos. Entre todos los problemas que acosan a los mares, hay uno del que no se habla lo suficiente y resulta de una gravedad de mucho calado. Lo cuentan desde la Universidad de Stanford: «Entre 1992 y 2007, el pH de los océanos bajó de 8,11 a 8,01. Este ritmo de acidificación es posiblemente el más elevado de los últimos 300 millones de años. Una de las consecuencias del descenso del pH es la incertidumbre sobre el futuro de los arrecifes, dado que la acidez del agua marina afecta negativamente a los corales y las algas fotosintéticas». «Además, la creciente acidez de las aguas afectará negativamente al fitoplancton del que depende prácticamente la mitad de la producción primaria de la Tierra. Al bajar el pH de las aguas marinas se reduce la disponibilidad de minerales esenciales, como el calcio y el carbonato».

6. Alternativas al consumismo. El capítulo 10, escrito por Erik Assadourian, codirector del informe y director del Transforming Cultures Project, es de los más interesantes y revolucionarios: «El consumismo no es un paradigma cultural viable en un planeta cuyos sistemas están sometidos a grandes tensiones y que alberga actualmente 7.000 millones de personas, y menos con una población estimada por Naciones Unidas entre 8.000 y 10.600 millones de personas para 2050. Para crear una civilización humana sostenible, que pueda prosperar durante milenios sin degradar el planeta del que depende, será preciso en definitiva transformar las culturas consumistas en culturas de sostenibilidad, de manera que vivir sosteniblemente resulte tan natural como ser consumidor actualmente». «No es tarea fácil. Se resisten y se resistirán a ello multitud de intereses que se benefician enormemente del mantenimiento de la cultura del consumo, desde la industria de los combustibles fósiles y la gran agroindustria hasta la industria alimentaria, los fabricantes de coches, las empresas de publicidad… Pero debemos encontrar la forma de liberar nuestras culturas del yugo de quienes tiene intereses personales en mantener el consumismo, o de lo contrario el declive de los ecosistemas de la Tierra hará desmoronarse la cultura consumista de una manera mucho más cruel para la inmensa mayoría de la humanidad».

Pone Assadourian varios ejemplos que son manifestaciones de los males del sobreconsumo: «La epidemia de obesidad, con 1.900 millones de personas con exceso de peso u obesas a nivel mundial; la dispersión urbana, el tráfico, la contaminación de los coches y la dependencia de un número creciente de fármacos como los antidepresivos». «La parte más difícil de la transición hacia una sociedad sostenible será indudablemente abandonar el consumismo, apuntalado actualmente por más de 500.000 millones de dólares anuales de publicidad, por cientos de miles de millones de dólares de subvenciones y degradaciones fiscales de los gobiernos, por miles de millones adicionales invertidos en relaciones públicas y grupos de presión, y por la inercia de generaciones que han vivido el espejismo del consumo».

Instagram subida por el artista urbano Banksy en una instalación realizada en Nueva York crítica con McDonald's.

Instagram subida por el artista urbano Banksy en una instalación realizada en Nueva York crítica con McDonald’s.

Añade un ejemplo muy interesante: «La empresa McDonald’s, que sirve diariamente más de 69 millones de comidas en todo el mundo, constituye actualmente una potencia global. Puede resultar sorprendente que la hamburguesa -hoy día la comida americana por excelencia- se considerase hace menos de un siglo como una comida tabú, de riesgo, poco higiénica y apropiada únicamente para personas pobres. Pero los cambios tecnológicos ayudaron a crear unas condiciones propicias para transformar nuestra forma de comer: sobre la marcha, rápidamente y fuera de casa. McDonald’s no solo se aprovechó de ello, sino que aceleró la transformación, reeducando el paladar de generaciones enteras de americanos y ahora de los 119 países en los que opera la compañía. McDonald’s no se limitó a crear una comida barata y sabrosa, sino que se centró eficazmente en los niños, atrayéndolos a sus establecimientos desde pequeños y acostumbrando su paladar a su economía y a una dieta con elevado contenido en azúcares, sal y grasas. McDonald’s fue una de las primeras compañías que hizo publicidad dirigida a los niños. Creó personajes de dibujos animados, incorporó espacios de juegos en sus restaurantes, y sorteó juguetes en los menús infantiles para ilusionar a los niños por comer en sus establecimientos. Si a ello añadimos los más de 2.000 millones de dólares invertidos anualmente por la compañía en publicidad, y el enorme poder económico y político que ejerce actualmente para mantener sus precios bajos, el resultado es una poderosa influencia de alcance global, e incluso generacional, para la formación de normas culturales y dietéticas».

Sigue su argumento Assadourian proponiendo otras vías: «Del mismo modo que la promulgación de los derechos humanos transformó el ámbito jurídico y sirvió de catalizador para cambios sociales en todo el mundo, los derechos de la Tierra podrían tener el mismo potencial. Durante los últimos años, Ecuador y Bolivia han incorporado los derechos de la Tierra a sus respectivas Constituciones, empoderando a las personas para defenderlos legalmente, incluso en ausencia de daños directos para algún ser humano, por ejemplo, paralizando proyectos mineros en zonas deshabitadas». Además, «existen actualmente cientos de ecoaldeas en todo el mundo que ofrecen un modelo de estilos de vida sostenibles y de bajo consumo. Y cientos de Ciudades en Transición se esfuerzan por transformar las comunidades existentes para hacerlas más sostenibles. Aunque la escala y el alcance de todas estas experiencias son aún pequeños, su potencial para inspirar y para experimentar nuevas normas culturales es exponencialmente mucho mayor». Y concluye Assadourian: «El desafío será convencer a más gente de que los esfuerzos para extender la cultura consumista constituyen realmente pasos en la dirección equivocada, y que cuanto antes pongamos nuestro talento y nuestras energías al servicio de una cultura de sostenibilidad, mejor le irá al conjunto de la humanidad».

Foto: ©Tartaricacid

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7. Por una auténtica democracia. Otro de los capítulos que más profundamente toca cualquier espíritu sensible es el que reclama una mayor igualdad en el reparto de la riqueza del planeta y una auténtica democracia participativa como mejores cauces para asegurar un futuro realmente mas sostenible: «La desigualdad social sistemática puede socavar también la capacidad de las personas para prosperar. Es difícil mantener el sentido de comunidad necesario para la democracia con diferencias de renta tan enormes -en la empresa privada americana las diferencias salariales pueden superar un rango de 500 veces». «El capital social generado por una democracia fuerte respaldará y mantendrá finalmente unas comunidades prósperas. Una participación amplia requiere eliminar influencias distorsionadoras, como la ejercida por grupos de interés y la financiación de campañas políticas».

8. Nuevo modelo empresarial. El WorldWatch Institute alerta del serio peligro de dejar a las empresas que crezcan desmesuradamente y perviertan el sistema. Lo dice Pavabn Sukhde, fundador y director de Corporation 2020. Estas empresas consideradas por los gobiernos «demasiado grandes para caer «(o para dejarlas caer), «son el caldo de cultivo de los riesgos morales; por su propia naturaleza tienen incentivos para correr riesgos que llevan al sistema económico entero a la inestabilidad, pues les tranquiliza la confianza de que en caso de colapso el Gobierno socializará sus pérdidas». En España, con las cajas de ahorros, nos hacemos bien a la idea de lo que habla. «El problema de tener tantas empresas de este tipo es que se traduce en riesgos sintéticos. El apalancamiento financiero ha desempeñado un papel importante en las cuatro últimas grandes crisis económicas en el mundo: la crisis de la deuda latinoamericana, la crisis de ahorro y crédito en Estados Unidos, la crisis de la deuda asiática y la reciente crisis financiera mundial originada por el sector inmobiliario». Y pide algo que cada vez vemos más utópico, pero que quienes se preocupan de la ecología se ocupan también de la relación de todo con todo: «La empresa del mañana debe ser un centro de aprendizaje y formación, que proporcione a sus empleados una base cada vez mayor de conocimientos y de capacidades que aportarán valor añadido a la empresa y al perfil generador de ingresos de cada persona individual».

9. El precio de los alimentos. El hambre y la desnutrición siguen siendo una cruel realidad para muchos pobres del mundo. La Organización para la Alimentación y la Agricultura de Naciones Unidas (FAO) considera que están desnutridas más de 239 millones de personas del África subsahariana. Asia tiene el mayor número de personas desnutridas, con 578 millones de un total mundial de 925 millones en 2010. En cambio, en Latinoamérica y el Caribe el hambre disminuyó espectacularmente durante la década de 1990, y afecta actualmente a 53 millones de personas». Y siguen, encima, subiendo los precios alimentarios. «Desde 2007, el índice de precios de la FAO ha registrado un salto del 70% en los precios internacionales de los alimentos. Los datos del Banco Mundial revelan que, solo entre octubre de 2010 y enero de 2011, los precios alimentarios aumentaron un 15% en muchos países en desarrollo, sumiendo en la pobreza a una cifra aproximada de 44 millones de personas. Muchos agricultores y consumidores del África subsahariana y del Sudeste asiático ganan solamente uno o dos dólares diarios, lo que hace que se vean afectados gravemente por cualquier incremento en el precio de los alimentos. En vez de adquirir legumbres, huevos, carne o vegetales nutritivos, muchos hogares solamente pueden permitirse consumir alimentos básicos pobres en nutrientes, como el arroz o la mandioca».

10. ¿Y España? El apéndice del informe pinta la insostenible situación del desarrollo español: «Si tenemos en cuenta que en el momento álgido del reciente boom inmobiliario se llegaron a iniciar 900.000 viviendas -superando conjuntamente a las iniciadas en Alemania y Francia- y que cada metro cuadrado de una vivienda exige por término medio una tonelada de energía y materiales, la dimensión del despilfarro parece obvia. Un absurdo ecológico y económico tanto más llamativo cuanto que casi dos tercios de lo construido no ha estado justificado por la demanda de primera residencia, sino que ha ido a parar a viviendas desocupadas a la espera de revalorización o a viviendas secundarias con utilizaciones medias de 22 días al año. Poco importa que para ello hayamos batido el récord europeo en producción de cemento (60 millones de toneladas) y de hormigón armado (185 millones de toneladas)» -índices de desarrollismo ciego que los medios de comunicación siguen apoyando como barómetro de crecimiento, sin ningún sentido crítico-, o lo que es lo mismo, que hayamos producido cantidades que darían de sobra para asfaltar todo el territorio nacional (50 millones de hectáreas)». España, una vez más, diferente.

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Comentarios

  • Sílver

    Por Sílver, el 04 marzo 2014

    Nuevamente se queda en el tintero (¿qué sustituye hoy a los tinteros?) el omnipresente petróleo.
    Antonio Turiel, científico del CSIC y toda una autoridad en el denominado «Peak oil» (Pico del petróleo), nuevamente advierte (¿cuántos avisos van ya? ¿cuántos más necesitaremos?) de lo que se avecina:
    https://www.facebook.com/antonio.turielmartinez/posts/10200746319059146?stream_ref=1

  • José Manuel García Rupérez

    Por José Manuel García Rupérez, el 04 marzo 2014

    Quienes pueden cambiar el curso de este río turbulento no ponen ni una pizca de voluntad en ello.
    La reflexiones del artículo nos sirven como materia de autoanálisis para ver qué hacemos los que pertenecemos a esta intrahistoria moderna.

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