‘La tienda de la calle Mayor’, fascismo, cobardías… y conciencia
«Cuando las leyes están en contra de la gente inocente, es el fin. El fin de quienes las aprobaron». Gran frase sobre la justicia histórica de la película en la que nos detenemos hoy, ‘La tienda de la calle Mayor’, dirigida en 1965 por el dúo Ján Kadár y Elmar Klos. Una de las mejores películas de la historia del cine sobre el holocausto, y también sobre la culpa, la cobardía, la codicia, la ignorancia, la intolerancia, pero también los sentimientos, las dudas y el brote de conciencia, la humanidad escondida.
En 1942, Hitler y su Tercer Reich habían conquistado gran parte de Europa con su salvaje guerra y colocado, a través de la fuerza, a gobiernos satélites a las órdenes de Berlín, cuyas leyes nazis se hacían cumplir por parte de las hordas fascistas de dichos territorios. Gobiernos títeres totalitarios en cuyas fronteras la persecución y el exterminio de los judíos se llevó a cabo con el mismo entusiasmo que en la propia Alemania.
Y es ahí, en uno de estos territorios, la Eslovaquia de 1942, donde sucede la historia de La tienda de la calle Mayor (Obchod na Korze), dirigida en 1965 por el dúo Ján Kadár y Elmar Klos. Una historia aparentemente sencilla, lejos del ruido de tanques y bombas o de brutales secuencias, que hipnotiza, no obstante, al mostrar con aparente delicadeza los devastadores efectos del horror cotidiano desatendido, del miedo reprimido, de la ignorancia, del conformismo cómplice del hombre frente a la bestia, abordando los dilemas morales y el sufrimiento provocado por las leyes antisemitas en los territorios conquistados. En este caso, en una pequeña población eslovaca y en particular en un hombre corriente, Antonin Brtko (Jozef Kroner), que recibe la oportunidad ofrecida por las autoridades fascistas de ser el «arianizador» de una viuda judía, dueña de una mercería en la calle Mayor del pueblo. La señora Lautmannová (Ida Kaminska) es una anciana confundida y encantadora que acoge a Brtko bajo la creencia de que es enviado por amigos para ayudar como empleado. Una vez que comienzan a convivir, esta relación particular empezará a convertirse en amistad, pero, al poco tiempo, las autoridades deciden expulsar a los judíos de la ciudad camino a los campos de concentración. Se descarga así sobre los hombros de Brtko, un hombre pequeño, débil, la más terrible decisión.
Construyen Ján Kadár y Elmar Klos, si no la mejor, sí una de las mejores películas de la historia del cine sobre el holocausto, el drama humano en el que se vieron envueltas aquellas generaciones, aprisionadas en sus cuerpos y sus almas, bajo los crímenes megalómanos de Hitler y su -no olvidar nunca- numeroso y apasionado ejército de seguidores y aliados.
Desde el principio, La tienda de la calle Mayor se distancia de patriotismos y propagandas, y alejándose de clichés propios de películas de guerra, nos introduce en la historia bajo el palio de la ironía, el humor sardónico que establece una conexión inmediata con el espectador, atrapándolo, casi relajándolo en manos de su tono cómico, casi aliviándolo, para descargar con más fuerza en sus conciencias el desgarrador desenlace. La comedia entonces se desplaza hasta la crítica social y en última instancia hacia la tragedia, el funesto entendimiento del conflicto con el miedo, el temor al otro, a uno mismo. La crisis de las conciencias.
La culpa, la cobardía, la codicia, la ignorancia, la intolerancia, pero también los sentimientos, las dudas y el brote de conciencia, la humanidad escondida tras el desinterés que ha dejado aparcadas la moral y las actitudes de este pequeño pueblo bajo el talón salvaje de las botas asesinas, la esperanza de un pueblo como cualquier otro, las de un hombre común como Tono Brtko
Ján Kadár y Elmar Klos crean un cuento moralizante, lúcido, que intenta llamar la atención del espectador para examinar la catástrofe que llega a suponer la intolerancia social y las políticas populistas de alarma y diferencia. Lo hacen los directores sin apenas mencionar a Hitler, subrayando que son los propios vecinos quienes fomentan de un modo u otro, por acción u omisión, la funesta persecución y que el tormento que padecerá el protagonista será la mortificación del ser humano en general.
La estructura narrativa del filme se ampara en el realismo más cercano, salpicado en momentos por la magia surrealista del sueño o la imaginación, la esperanza. Su planificación sencilla y certera acompaña unas interpretaciones magistrales, las apoya y engrandece, de un lado a otro, con una fotografía y una luz a su servicio, a disposición de su ánimo y del transcurso de los hechos, iluminándola u oscureciéndola a través de los ojos de Tono -con los cuales se narra prácticamente toda la historia-, enfatizando así su proximidad al espectador, que llegará a sentir como propios el paso por sus transversales conflictos emocionales y morales. Del mismo modo, la música refleja y enfatiza las actitudes y supone en muchos casos el punto de optimismo que, a pesar de todo, subyace, allí, en el fondo de la naturaleza humana.
La tienda de la calle Mayor supone una obligación doble para quienes amamos el cine, no sólo en su esencia, sino en su forma, aunque a algunos les pese. Esta obra magistral sacude las conciencias desde la base, sin entrar en apologías discursivas, tan sólo apelando al entendimiento de que para salvarse hará falta algo más que la decencia con uno mismo, contemplando la única posibilidad de que el miedo puede que sea la fuente de todo mal, y haciendo hincapié una vez más en que hay que recordar, pues «todos conocemos el pasado, pero nadie conoce el futuro».
Comentarios
Por Maria, el 05 febrero 2016
Muy interesante, gracias. interesante que use el concepto de populismo, al que mucho asocian solo con la izquierda. Interesante el concepto del miedo como base de la maldad. Y interesante la mirada sobre le futuro
Por Dolores, el 05 febrero 2016
Maravillosa película , deberían reponerla en televisión todos los años, buen artículo, que no olvidemos nunca!
Por Pilar, el 06 febrero 2016
Me encanta este artículo, este viernes de cine nos ha traído una obra de arte y nos la muestra desde todos los prismas y con todo lujo de detalles, creando esa necesidad de volverla a ver . Gracias.
Por Roberto, el 06 febrero 2016
Como decía la señora Lautman:»un corazón en paz es un don de Dios. Excelente Artículo y excelente recordar este film que ganó el oscar a la mejor película de habla no inglesa si mal no recuerdo. Y ojalá todos consigamos un corazón en paz de esos.
Por Auri, el 10 febrero 2016
Confieso que no la había visto y confieso más aún que me ha encantado, animada por este artículo.