La vida recuperada de Cortesina, la primera cineasta española
Cuando se han cumplido 100 años del estreno de ‘Flor de España’, único largometraje que produjo, dirigió e interpretó a los 17 años Helena Cortesina, una exposición y un estudio sobre el proceso de creación y la repercusión de este filme mudo perdido recuperan la memoria de la artista valenciana. Se presentaron en noviembre en la Mostra de Valencia, donde se reivindicó la personalidad audaz, creativa y valiente de Cortesina, muerta en el exilio de Buenos Aires en 1984.
Una errada evolución histórica del cine español ha oscurecido el trabajo pionero de Helena Cortesina. Comparte con la catalana Elena Jordi la avanzadilla de la dirección cinematográfica femenina en España. Si Jordi fue la primera mujer en ponerse detrás de una cámara para rodar, en 1918, el cortometraje Thaïs, Cortesina la siguió tres años después con Flor de España, el primer largometraje español realizado por una mujer. Pero tras su estreno, su autoría no quedó del todo definida en la prensa. Y en estudios posteriores fue atribuida al guionista del filme, José María Granada. A este perjuicio contribuyó desde luego que la película se perdiera; solo se conservan de ella seis fotogramas.
El centenario de la presentación de esta película muda ha restituido el valor de esta precoz y adelantada artista, que ha sido reivindicada por investigadoras como Barbara Zecchi, Elena Cordero e Irene de Lucas Ramón, doctora por la Universidad de Valencia, directora, guionista y autora del estudio Helena Cortesina, una cineasta pionera en España, presentado en la Mostra de Valencia y centrado fundamentalmente en el rodaje de Flor de España.
La vida de Helena Cortesina, nacida en Valencia en 1903, es la de la progresiva y veloz conversión de una bailarina adolescente en una estrella cinematográfica y de una estrella cinematográfica en una actriz teatral. Detrás de este movimiento consciente y decidido, se hallaba una personalidad impetuosa, que contó con un apoyo familiar fundamental. Impresiona, resalta Irene de Lucas a El Asombrario, “su determinación, su vocación artística y su ambición profesional”. Pero, sobre todo, una valentía “para explorar nuevos caminos artísticos, incluso cuando ello requería reinventarse a sí misma”.
El desempeño de la madre, Manuela García Altabás, en la promoción de Cortesina y de otras dos hijas (Ofelia y Angélica) fue determinante. “Es indudable que jugó un papel importante en la carrera profesional de sus hijas, como matriarca y como agente de las tres, en gran medida”, explica De Lucas de esta popular cantante valenciana de café teatro de principios del siglo XX, casada con un literato y bohemio de fugaz éxito.
Cortesina vivió, por tanto, desde niña en un ambiente artístico. “A los 17 meses me llevaron a un baile infantil vestida de Tosca y me acuerdo que hice bailar de coronilla a todos los pollos de mi edad”, contó en una entrevista publicada en la revista Cine Popular en 1921. Con 13 años, en 1916, debutó profesionalmente como bailarina en un teatro catalán. Su recorrido en los cuatro años siguientes fue acelerado y sorprendente. Atrajo inmediatamente la atención del público y la prensa. Anunció una loción de leche de almendras vestida con un erótico traje de baile, la pintó Sorolla, que la bautizó como la “Venus de Valencia”, apuntalando una imagen femenina atrayente y atrevida; hizo gira en espectáculos de variedades, mientras iba tomando conciencia de su ambición. No se conformaba con ser esa artista admirada solo por su cuerpo, a pesar de que se preocupó por imprimir a sus números una pátina esteticista, con ecos del mundo griego. Y no cabe duda de que su madre maniobró mediáticamente para acrecentar la promoción de su hija. Cortesina se exhibió en fotografías publicitarias montando en moto y en coche, y viajó a Estados Unidos, en “una triunfal excursión”, como reflejó la prensa, proyectando la imagen de “mujer moderna, urbanita, independiente y resolutiva”, según Irene de Lucas.
En esa conversión destacó el golpe publicitario que urdió en la playa de la Concha de San Sebastián. Vestida de negro de pies a cabeza, como el personaje del filme Les vampires de Louis Feuillade Irma Vep, un éxito del cine francés, varios fotógrafos contratados la retrataron a conciencia, y la imagen insólita de oscura villana la reprodujeron los periódicos dentro y fuera de España.
Esta estrategia publicitaria al servicio de su carrera desembocó en 1921 en su irrupción en el cine, protagonizando La inaccesible, una exitosa comedia sobre la seducción de una artista, estrenada en los momentos en que ya estaba gestando su propia película. Para realizar su proyecto había creado la productora Cortesina Films, de carácter familiar y posiblemente apoyada también por amigos. El rodaje comenzó en mayo y concluyó en septiembre de 1921.
Flor de España era un melodrama de tema taurino que describe el ascenso de una pareja de modestos orígenes (un organillero y una florista) a la gloria; él como torero y ella como bailarina (con el nombre artístico Flor de España). Ambos habían sido novios antes de separarse para afrontar sus propias carreras y vuelven a unirse al final de la película, renunciando a sus famas para fundar una familia.
Una de las acertadas decisiones de Cortesina fue encargar la banda sonora al hijo del popular compositor de zarzuelas Tomás Bretón. Mario Bretón utilizó melodías conocidas (pasodobles, fox-trot, chotis, zarzuela) y compuso otras expresamente para la película que se interpretarían al piano o con una pequeña formación durante las proyecciones.
Es imposible establecer un juicio sobre una película desaparecida, de la que solo han sobrevivido seis fotogramas. Como subraya De Lucas, “la gran mayoría del cine mudo no se ha conservado porque los esfuerzos de conservación por parte de instituciones llegó mucho más tarde a España que en otros países”.
Pero no descarta que se conserve alguna copia sin identificar en filmotecas internacionales. “De existir, con suerte daremos con ella antes o después”. La reconstrucción de la película hecha por esta investigadora se ha basado en los fotogramas de nitrato preservados, en fotografías e informaciones publicadas en la prensa y especialmente en las anotaciones escritas sobre la partitura por Bretón, que informan de que la película se dividía en cuatro partes y aludía a localizaciones, acciones y momentos concretos de la historia.
En los fotogramas que guarda la Filmoteca Española puede verse a dos hombres pelando ante la puerta de una tasca de vinos, a los protagonistas sentados, cogidos de la mano, apoyados en un árbol; a un hombre boquiabierto y con una boina; a un barbero que arregla en un salón el pelo del torero sentado y a medias vestido para el festejo, y un primer plano de la protagonista con pendientes largos y una pamela lujosa.
La acogida del pase de prensa el 23 de octubre en Madrid fue dispar y encendida. Una “españolada”, un “fracaso”, escribieron unos periodistas. Una “finísima comedia”, “un prodigio”, el logro de una “estrella española de cine”, escribieron otros.
Nada de ello podían atestiguarlo los espectadores, porque el estreno mundial de la película se produjo, con éxito, en La Habana seis meses después. Hubo que esperar hasta enero de 1923 para la primera proyección española con público en Badajoz. Entonces los ditirambos de los admiradores se reprodujeron: “Película extraordinaria de costumbres”, en la que resalta “el arte impecable de Elena Cortesina”, “nuestra primera estrella cinematográfica”. La importante difusión de Flor de España y su larga vida en la cartelera la convirtieron en un éxito.
Pero ya entonces, Cortesina, posiblemente desencantada por las dificultades que le había ocasionado levantar su proyecto, había renunciado a seguir haciendo cine y se volcó en el teatro. “Estábamos mujeres solas… Quedamos muy cansadas, muy hartas”, contó en una entrevista Ofelia, una de las hermanas de Cortesina. De lo que no cabe duda es de que el cine le permitió progresar como actriz, ganarse el respeto de la profesión y desterrar la imagen de chica de revista con la que se había abierto paso.
Irene de Lucas se mueve con tiento sobre la atribución definitiva de la autoría de Flor de España, aunque en su estudio afirma: “Hay numerosos indicios de peso que confirman la labor de Helena coproductora y directora”. Y esto es debido a la, a veces, imprecisa redacción de los periodistas cuando se refieren a la dirección del filme.
Pero De Lucas da más valor a los testimonios que reconocen la labor de directora de Cortesina. La investigadora cree lo más probable que “la experiencia previa de Helena como artista, tanto en escenografía como en interpretación, eran suficientes como para asumir la dirección de actores y de puesta en escena de la película, si me apura también la planificación”. Mientras que el operador (el cámara) del filme, Enrique Blanco, se ocupó de la parte técnica.
Menos convencida se muestra Elena Cordero en su tesis doctoral El acceso de las mujeres al cine mudo en Portugal y España: Los casos de Virginia de Castro y Almeida y Helena Cortesina (que traduzco del inglés en que está escrito pues no hay traducción disponible). Considera que “no hay pruebas suficientes para afirmar si Cortesina fue la directora o codirectora de la película”. Prefiere destacar que Flor de España fue la primera y única producción de Cortesina Films y propone “sustituir el término ‘director’ por ‘cineasta’, que es un concepto más amplio y menos engañoso”.
Tras abandonar la producción y dirección de películas, Cortesina se incorporó a la compañía teatral de Gregorio Martínez Sierra, uno de los autores y directores más respetados de entonces (gracias, fundamentalmente, a su mujer, María Lejárraga, autora o coautora, desde el anonimato, de diversas obras que estrenó Sierra). En aquellos años probó fortuna en París con su pareja, Manuel Fontanals, viajó por Argentina y Uruguay entre 1931 y 1935, representando obras de los hermanos Álvarez Quintero, Jacinto Benavente y Marquina, participó en encuentros de autores de la Generación del 27, entre ellos Federico García Lorca, con quien colaboró en el teatro itinerante de La Barraca y de cuyas Bodas de sangre Cortesina interpretó en Buenos Aires el papel de La Novia.
El golpe de Estado militar de julio de 1936 rompió su vida, como la de tantos millones de españoles. “La guerra y el exilio tuvieron gran impacto en su trayectoria vital y profesional”, asegura De Lucas. Desde luego, era improbable que la imaginara a miles de kilómetros de España. Aunque no tardaría en decidirse. A la altura de la primavera de 1937, llegó hasta Le Havre, en Francia, y se embarcó hacia Argentina. Tenía 28 años.
Salvo una visita ocasional a España en los 50 con la compañía de Lola Membrives y para rodar la película Intriga en el escenario, ya no regresó. Poco después de arribar a Argentina, volvió a recurrir a los periódicos para promocionarse y envió una nota al diario La Nación en la que escribió: “Soy morena, tengo un metro sesentaicinco de estatura, nariz aguileña, ojos negros y rodeo los 28. En lo de nacionalidad, española y valenciana, actriz de cine y muy feliz de trabajar en Buenos Aires con la compañía de García León- Perales y primera actriz ¡nada menos!”.
Enseguida se incorporó a la vida cultural bonaerense y se abrió para ella “un periodo profesionalmente muy fructífero”. Trabajó en la radio, el teatro y el cine. En 1938 participó en la primera adaptación fílmica de Bodas de sangre, de Lorca, y se incorporó a la compañía de Margarita Xirgu. En 1940 fundó su propia compañía con el actor Andrés Mejuto y prosiguió su entrega a la interpretación hasta su retirada a finales de los años 60. Aún viviría casi dos décadas más, hasta 1984, cuando murió a los 81 años. Pero esa muerte no ha significado su olvido. Desposeída durante décadas de su relevancia profesional, disuelto su nombre en el exilio, el rescate de Helena Cortesina y del tesoro de esos seis fotogramas le devuelve su posición de aventajada en el cine español.
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