“Lo laico de las catedrales y lo sagrado de las mujeres”
Desde los grandes ventanales del Café Pandora se divisa la sierra de Guadarrama y la catedral de La Almudena. He quedado aquí con Hugo Pérez de la Pica. Este mes (los días 22, 28 y 29 diciembre) presenta ‘Mujeres Catedrales’ en el Teatro Tribueñe, el único teatro de repertorio que queda en Madrid y que él mismo dirige junto a Irina Kouberskaya. También ha trabajado con la Compañía Nacional de Danza, la de Antonio Gades y la Orquesta y Coro de Radio Televisión Española. Cuando habla, no desvela los secretos de su arte, más bien invoca a los espíritus de la tradición para hacernos sentir una corriente misteriosa que conecta voces, géneros y geografías distintes. En esta entrevista nos acompañan Raquel Meller, Isadora Duncan, Lola Flores, Anna Pavlova, Gloria Fuertes… y un largo etcétera de mujeres que son catedrales.
¿De qué trata ‘Mujeres Catedrales’?
Trata sobre la vida a la sombra de las catedrales verdaderas, de las mujeres que son en sí mismas catedrales. No habla de lo que sucede dentro, sino de lo que pasa en el semblante, que es a su vez el semblante de las mujeres fuertes. Es un asunto sagrado, porque la gente es sagrada, porque ellas lo son, pero no por la alquimia de la arquitectura. Me interesa lo laico de las catedrales y lo sagrado de las mujeres. Resulta que lo laico es lo más sagrado.
¿Estas mujeres tienen nombre y apellidos?
Ellas son nuestras abuelas. Son esas mujeres fuertes de Castilla la Vieja, de Castilla la Nueva, de Aragón, de Navarra, de Andalucía… de toda España. Podrían tener nombre y apellidos perfectamente. Podrían ser Concha Espina, Hildegarda de Bingen, Pilar Millán Astray, Colombine o Emilia Pardo Bazán. Pardo Bazán, como Galdós o Blasco Ibáñez, es una escritora cosmogónica, que está sujetando el mundo entero en su literatura. Ella es una catedral en sí misma.
¿Por qué mujeres y no hombres catedrales?
Sería más fácil para mí hablar de los hombres. Yo jamás tendré la visión de una mujer, por mucho que lo pretenda. Las mujeres nacen perdiendo y eso nosotros no lo podemos ni imaginar, aunque lo sepamos. A nosotros nos consideran primero personas y luego hombres, a ellas primero las tratan como mujeres y luego como personas. Su mundo me interesa muchísimo, hay que darles la palabra, cederles la voz. En escena son siete actrices y una pianista. Como en Mujeres, de George Cukor, ellas hablan de los hombres, pero los hombres no aparecen.
¿Y qué dicen estas ‘Mujeres Catedrales’ de los hombres?
Dicen cosas muy buenas, la verdad. Es una obra muy pacífica.
No es la primera vez que tu teatro se interesa por el universo de las mujeres.
Siempre serán pocas obras para un tema tan importante. En Donde mira el ruiseñor cuando cruje una rama, la Virgen María es la protagonista. Y en Paseíllo, el torero representa a la mujer, el torero es andrógino. Cuando torea es Antoñita Moreno, otra mujer que me fascina, la mejor tonadillera de España.
‘Por los ojos de Raquel Meller’ ha sido uno de tus grandes éxitos. La estrenasteis en 2006 y desde entonces no habéis parado. Ella fue una estrella internacional que llevó el cuplé a París y Nueva York.
En Madrid la hemos tenido muchos años en cartel. Gracias a Raquel Meller nos han pasado cosas increíbles. Cuando la llevamos a Barcelona, vinieron los hijos de los anarquistas y la gente de los teatros del Paralelo. Las personas que habían tratado a la artista me acercaron a su corazón verdadero. No sabes lo que me dijeron, fue maravilloso. Carmen Piquer, una de las personas más elegantes que he conocido en mi vida, era amiga íntima de Raquel Meller. Nos dijo que Irina Kouberskaya se parecía muchísimo a ella. Irina encarna a la cantante cuando es mayor.
Ahora preparas una película sobre Raquel Meller.
La película ya está acabada. Tenemos que ver cómo la comercializamos. Es muy difícil. Lo hemos hecho todo nosotros, como en el teatro. El vestuario es histórico, es parte de mi colección. Tengo una nave con muchísimos trajes, corpiños, mantones, mantillas, madroñeras… La peineta que lleva Candela Pérez en algunos planos perteneció a Raquel. También se puso unas lentillas de color negro para parecerse más a la cantante, casi no podía ni ver. Se pasó dos meses medio ciega. Está increíble, aguanta muy bien los primeros planos. Pero es una película muy teatrera. He descubierto que el montaje cinematográfico equivale a la luz en el teatro. En el teatro se necesitan muy pocos elementos para hacer magia. Yo lo corto todo con la luz como si fuera una guillotina. La clave de toda la belleza es arrojar luz sobre las cosas.
Me hablas del Paralelo y de Barcelona. Otra artista que me viene a la cabeza es la gran Tórtola Valencia, que revolucionó la danza en la época de entreguerras.
En Tribu Ñ Raquel Valencia hizo una coreografía a partir de la manera que tenía Tórtola Valencia de bailar flamenco. Me fascina, pero no podemos abordarlo todo. Me interesan Amalia Molina y Pastora Imperio, ellas también son mis ídolos. Tórtola me supera, Tórtola es la Isadora Duncan de España. Es incluso más que Isadora, acabó dando clases de estética en la Universidad de Múnich.
También hiciste un espectáculo sobre Isadora Duncan, pionera de la danza moderna.
Fue un encargo y se vio en el Teatro Español hace muchos años. Desde los 17 años la he amado: recuerdo el día y el lugar exacto en el que me acabé sus memorias, fue en el metro de Iglesia. Compuse una serie de poemas dramatizados, Las estaciones de Isadora. Era una artista como la copa de un pino. Estaba clavada en el dolor y finalmente no pudo salir de ahí y se autodestruyó. Ella trajo a Europa una espiritualidad nueva que nacía con Walt Whitman. Grecia volvería a surgir en América. La obra comienza con Ana Pavlova bailando La muerte del cisne, de pronto se desestructura y entra Isadora Duncan. La gente que baila de verdad desdibuja los pasos, como Lola Flores. No es que bailen bien o bailen mal, es que son una fuente o una escuela, son diosas. Tanto Pavlova como Isadora lo eran. La expresividad es algo distinto a la técnica. A una de las funciones vino un hombre que había dormido en casa del hermano de Isadora Duncan, sobre las mismas cortinas azules que la bailarina usaba como escenografía. Fíjate que cosas más emocionantes me han pasado. Isadora y yo nos tocamos las manos a través de aquel hombre.
Hace años vi la obra que hiciste sobre Gloria Fuertes. Me descubrió a una escritora distinta de la que yo conocía.
Cualquier persona puede identificarse con Gloria Fuertes. Su poesía va de lo que duele la existencia, de lo que duele el vivir. Su poesía fue un regalo para nuestra infancia.
En tus espectáculos la danza y la música siempre tiene mucho protagonismo. ¿Qué podremos escuchar en ‘Mujeres Catedrales’?
Por supuesto al Maestro Quiroga, que es el gran genio de la música española del siglo XX. Hay piezas desconocidas, pero que son matrices, como el pasodoble Doña Mariquita de los dolores y la zambra Curro Molina. Del Maestro Mostazo tenemos Triana, Triana. Era el único que hubiese podido hacer sombra a Quiroga, pero murió de repente. La música española va toda junta en un mismo barco: la escuela bolera, los compositores nacionalistas, las bandas… Todos beben unos de otros, es el mismo género, por eso casan tan bien en mis espectáculos. Yo no he descubierto nada. Una muñeira dialoga con el Olé de la Curra. La gente a veces no quiere verlo y me siento con la obligación de poner en pie este tipo de espectáculos musicales. Me da igual lo que piensen de mí, no tengo ninguna política ni la pienso tener jamás.
Además has escrito seis canciones para ‘Mujeres Catedrales’.
Las ha musicado Albertina Domínguez, una amiga mía que tiene 80 años y ha empezado a componer ahora. Tenemos un tango de Cádiz, que habla con humor de ese abanico enorme llamado pericón de papel. Otras se refieren al peso de las catedrales de Castilla, las de Burgos, Zamora, Palencia… Son tan recias que nos traspasan el corazón. La alzada burgalesa es como si fuera la alzada de los novios, pero en la Edad Media También hay muchísimas catedrales que están a medias, que son sueños sin cumplir. Las catedrales españolas son una suerte de cambalache. Cada catedral se ha quedado encerrada en un tiempo, que no necesariamente es el de su construcción. Por ejemplo, la de Sevilla es el siglo XIX, como la copla española que sigue ambientada en esa época.
¿Qué te inspira La Almudena?
Nada, es un pastiche. Para mí la iglesia importante en Madrid es la Colegiata de San Isidro, por eso en la obra aparece Ole catapúm de Quiroga, que hizo tan popular Imperio Argentina, y el fandango de la zarzuela La zapaterita. En el espectáculo también una buhonera de El Rastro.
Si tuvieras que elegir una, ¿cuál sería?
La de Toledo, o la de Palma de Mallorca. Elegiría una gran catedral gótica transformada. La acción del barroco o del modernismo sobre el gótico es muy bonita. Solo de pensar en El transparente de la catedral de Toledo me estremezco. De la Seo de Zaragoza me emociona el virtuosismo con el que se ha trabajado el azulejo.
Entiendo que todo lo habéis hecho de manera artesanal. El Teatro Tribueñe me hace pensar en las antiguas compañías de cómicos.
Todo lo hacemos nosotros. Somos una gran familia. Yo mismo me ocupo de los decorados, el maquillaje y el vestuario. Trabajamos alrededor de 30 personas. A veces se contratan actores concretos para determinadas producciones. Amamos el teatro. Los ensayos pueden convertirse en un infierno o en un placer. Puedo desesperarme porque no llego donde quiero. Y cuando ya estoy allí, nos tenemos que marchar. Los ensayos me resultan escasos. Pero este es el teatro de los pobres. ¡Ya quisiera yo tener una subvención!
Estoy pensando en ‘El viaje a ninguna parte’, de Fernando Fernán Gómez.
Fernando Fernán Gómez era un genio, como Fernando Arrabal. A ninguno le hemos hecho suficiente caso; Arrabal casi no existiría si no fuera por los franceses. Quizá no es perfecto, pero es un genio. Menos mal que Juan Carlos Pérez de la Fuente se ha empeñado en montar sus obras. Solo por eso Pérez de la Fuente ya merece un respeto.
¿Cómo surgió el Teatro Tribueñe?
Surgió de la imposibilidad para poder hacer otra cosa. Lo montamos Irina Kouberskaya y yo, porque no encontrábamos teatros en los que pudiéramos desarrollar plenamente nuestros proyectos. Nosotros necesitamos ensayar, nuestras obras son un work in progres, nunca paran de crecer. Esto nos enorgullece. Aunque Irina no lo dice, ella tenía ya una larga trayectoria como actriz de cine en Rusia, antes de venir a España a los 27 años. Tribu Ñ cumple más de dos décadas, es un templo. La vida nos va pasando por encima.
En Tribueñe también se presentan espectáculos inspirados en los grandes nombres de la cultura rusa.
¿Te digo en qué se parecen la cultura rusa y la española? Se parecen en que lo popular se confunde con lo culto y no es posible hacer una separación. Ellos lo admiten, pero nosotros no, por eso somos tan desgraciados. No entendemos que la cultura popular es lo más excelso, lo más sofisticado. A veces se vuelve a la tradición de una manera muy superficial. Hay gente capaz de destruir una zambra cambiando el ritmo profundo que tiene o con unos arreglos de jazz, pero acaba siendo un jazz malo, no el jazz de verdad. Eso no nos sirve para nada. Me arranco los pelos uno a uno cuando lo escucho. Le quitan todo el teatro y sin teatro no me interesa.
¿Y tú qué propones?
Pero yo no propongo nada, yo no digo a los demás lo que deben hacer. Sencillamente hago lo que yo creo.
No hay comentarios