Lanzarote ha vivido una semana de plena erupción cinematográfica
‘El Asombrario’ voló a Canarias para cubrir la octava Muestra de Cine de Lanzarote, que se inauguró el pasado viernes con la película ‘Dentro del Volcán’, dirigida por Werner Herzog, y que concluyó ayer con la proyección de 24 cintas que no siguen los patrones convencionales y que buscan hacer reflexionar al público, con el fin de ampliar su visión del mundo y reconectarle con su isla.
“Una nueva erupción del volcán del Fuego obliga a la evacuación de 4.000 personas en Guatemala”. “Una bomba de lava causa al menos 23 heridos al perforar un barco turístico en Hawai”. “¿Cuáles son los volcanes más peligrosos del mundo?”. Estos son algunos de los titulares que estamos acostumbrados a leer en la prensa: noticias que tienen que ver con la destrucción de los volcanes cuando entran en erupción. Una imagen subrayada desde el cine hollywoodiense. Pero más allá de ese binomio belleza-cataclismo que despierta tanta atracción en la mayoría de seres humanos, los volcanes aportan mucho más. Paisajismo, agricultura, creencias, geología y cultura son algunas de las muchas áreas que despiertan en las comunidades donde conviven volcanes y seres humanos.
Esta apertura de miras, estas diferentes formas de acercamiento a los volcanes es lo que buscó la Muestra de Cine de Lanzarote el pasado fin de semana a través de su sección Trasfoco (el resto del festival continuó hasta ayer, 1 de diciembre; con la exhibición de siete películas en la Sección Oficial). En ella, se han expuesto cintas que van desde un cortometraje de 1902 de Georges Méliès, hasta películas más conocidas de los directores Roberto Rosellini o Werner Herzog. En una de las más célebres de este último cineasta, Into the Infierno (2016), Herzog comparte protagonismo con Clive Oppenheimer, prestigioso vulcanólogo, quien presentó la cinta en la Muestra. Este documental tenía especial cabida aquí, ya que una de las finalidades para la que fue creado el documental era “llegar un poco más allá, mostrar todo lo que rodea a los volcanes”.
Esto le llevó a filmar civilizaciones tan alejadas en el espacio físico como en el cultural (por ejemplo, poblaciones de Indonesia o de Islandia), pero unidas por un nexo común: la admiración por estas montañas tan especiales. “Me interesaba acercarme a estas culturas, ya que si vives cerca de un volcán y no conoces su actividad, puedes inventar diferentes mitos al respecto”. Leyendas como la del volcán de Corea del Norte, país en el que las tres generaciones que han accedido al poder han nacido en el Monte Paektu, un volcán todavía activo que se ha convertido en territorio sagrado y de culto espiritual tanto para los coreanos del Norte como del Sur. Hay muchos pueblos que dotan a los volcanes de un aura especial. En la cinta de Clive y Herzog relatan la curiosa leyenda detrás del volcán activo en el Monte Yasur, en la isla de Tanna. Éste ha dado una deidad a la población que vive en las faldas del monte llamada John Frum, un marine norteamericano que descendió de las nubes y que prometió volver con grandes cantidades de bienes de consumo.
Explicaciones que los vulcanólogos toman muy seriamente ya que “estas historias pueden aportar información sobre erupciones de las que no hay constancia” y porque, para proteger a la gente que vive cerca de los volcanes, “no es suficiente con utilizar la tecnología; hay que comunicarse con ellos”, apunta Clive. Para llegar a este punto, previamente es necesario entenderlos, saber en qué creen y a quién escuchan.
Lanzarote, una isla de cultura alrededor del volcán
Para Clive Oppenheimer, cualquier paso por una zona volcánica resulta siempre apasionante, ya que desde muy joven, cuando todavía no había alcanzado la veintena, se despertó en él una fuerte atracción por estos montes especiales. Ahora, tras su estancia en Lanzarote, vuelven a reavivarse en él estos sentimientos, puesto que la isla es “un lugar privilegiado para venir como vulcanólogo”.
Esta última frase de Clive se debe al momento más relevante, en términos volcánicos, que sucedió en Lanzarote: entre los años 1730 y 1736 ocurrieron una serie de erupciones que cubrieron una cuarta parte de la isla. Estas erupciones son conocidas desde entonces como Timanfaya. Para Cayetano Guillén Martín, geógrafo lanzaroteño, la frase de Clive está cargada de verdad: “En muchos lugares del archipiélago canario la duración de la erupción volcánica es mucho menor. Tenemos desde unas pocas semanas a quizá algún mes. En Lanzarote, sin embargo, fue de seis años y el material fluido era de mayor tamaño que en el resto.” Una singularidad de la que todavía no se ha descubierto el porqué.
Estas erupciones de Timanfaya cambiaron el paradigma previamente establecido en Lanzarote. Al quedar sepultada bajo material volcánico tal cantidad de isla, las costumbres se vieron forzadas a cambiar. De esta manera, la sociedad lanzaroteña se vio obligada a desarrollar estrategias de supervivencia exclusivas para esa isla. Por ejemplo, instauraron en sus tierras los sistemas de cultivo conocidos como los enarenados. “Los
agricultores se vieron y se ven obligados a llevar su actividad en tierras que están cubiertas por mantos de picón (restos del volcán) que en algunos casos son hasta de decenas de metros”, apunta Cayetano.
Sin duda, la adversidad obliga a agudizar el ingenio. Así, para poder cultivar, los campesinos tuvieron (y tienen a día de hoy también) que realizar un agujero en el manto de picón hasta alcanzar la tierra y poder plantar. Pero no hay contrariedad que no venga acompañada de beneficio: el manto de picón protege a la cepa y conserva la humedad en un clima tan seco, además de darle unas propiedades únicas a sus productos. De aquí nace, por ejemplo, el reconocido vino lanzaroteño. Pero más allá de este característico caldo, los volcanes influencian otras muchas áreas de la vida y costumbres de los isleños. Sus huellas se pueden apreciar en la impronta paisajística, la cual crea unas panorámicas muy singulares o, incluso, en el terreno religioso: a la Virgen de los Dolores (la de Lanzarote) se la conoce también como la de los Volcanes. En definitiva, los volcanes han obligado a la población lanzaroteña a relacionarse con ellos. Y los isleños, sin ninguna duda, han sabido aprovecharse de manera fructífera de la nueva coyuntura; y otro ejemplo puede ser la interesante muestra de películas volcánicas que este año hemos visto en su Muestra de Cine
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