Las mil identidades de Laura Ponte

Un retrato de Laura Ponte que la modelo ha subido a su cuenta de Instagram.

Un retrato de Laura Ponte que la modelo ha subido a su cuenta de Instagram.

Un retrato de Laura Ponte que la modelo ha subido a su cuenta de Instagram.

Un retrato de Laura Ponte que la modelo ha subido a su cuenta de Instagram.

Ha sido una de las modelos españolas con más fama tras su intrigante expresión. Ha diseñado joyas. Se casó con un aristócrata. Ahora pinta y se ha enamorado de un poeta. Digamos que Laura Ponte ha roto con cualquier molde de lo que se esperaba de ella, de encasillamiento, para construir mil identidades ahora asociadas con el arte. Es la nueva mujer reflejada en los espejos y espejismos de la escritora Sonia Fides.

«Lo he vuelto a hacer. / Lo consigo una vez cada diez años / Una especie de milagro andante, mi piel / resplandece como la pantalla de una lámpara nazi».

Esto escribió Sylvia Plath como si en lugar de narrar su intento de suicidio estuviese escribiendo el cuaderno de viaje de otra de las mujeres a las que admiró aún sin conocerla.

Madrid acaba de olvidar el invierno y las aceras arden mientras las sombras de los árboles son ya una ridícula mueca para divertir a las ciudades. El diablo es el prestidigitador que abre las puertas de los cafés, el que nos señala el camino hacia el verano. Sin embargo, ya no hay líneas rectas. Todo es circular cuando pienso en Laura. Lo son los abismos, pero también la línea del cielo. Quizá sea porque parece construida con pedazos de otros cuerpos. Porque me recuerda la inextinguible fragilidad de Karen Blixen y su gusto por las contradicciones y la elegancia, porque ambas sabían que su lugar en el mundo no iba a ofrecérselo un hombre, sino la honestidad y la memoria.

O quizá porque me recuerda a Charlotte Rampling y su mirada hecha con milímetros, mientras miraba a su antiguo verdugo en aquella pintura transgresora que filmó Liliana Cavani. O quizás porque las dudas construyen todos los caminos que habitan la Tierra, son el polvo del que nadie puede desprenderse aunque al final acabe situándose frente a todas las certezas del mundo. No es fácil habitar muchas vidas, pero tampoco lo es sostener la mala carne de la vida que no se desea, ni su aliento. Cuando algo huele a podrido, hay que saber huir, saber correr como lo haría la protagonista de una película de la nouvelle vague. Ponerse ropa holgada y emular a Jeanne Moreau. No temer la afilada lengua de las alambradas y buscar el mar. Sin embargo, Laura Ponte lo ha hecho y ha sido la Catherine de Truffaut, y la baronesa de largos e inolvidables párrafos, y también la heroína capaz de amar a un poeta. Es sin duda la Tess Gallagher del siglo XXI. Porque hay caminos que jamás podrían ser descubiertos por un poeta si no los imagina antes una mujer.

La visualizo sentada frente al silencio, leyendo estos versos de Tess, construyendo sin miedo un presente que huele a destrucción, porque no hay tiempo verbal que dañe más un cuerpo que él:

«Habiendo perdido el futuro con él,
estoy dispuesta a amar a quienes
no me ofrezcan futuro -la forma
que tiene el corazón de extraviarse
en el tiempo-. Él me lo dio todo, hasta
el último y jaspeado instante, pero no como un exceso,
sino como si un propósito oculto fuese
una fuente junto al camino»

Sirviéndole un Martini helado a cualquier tiempo verbal, aunque ella sabe que todo es efímero, que el mar se muere muchas veces durante un día, y aunque es imposible creer en el futuro si el hombre más poderoso del planeta sabe morir a diario, ha querido construirse una vez más.

¿Cómo no creer entonces en la resurrección si una mujer ha escogido como sudario lo que va a ofrecerle la poesía?

Dejo de escribir, la preguntas retóricas no pagarán la cuenta.

Los cristales no se han empañado ni una sola vez mientras escribía esto. Los secretos son siempre hijos del invierno. No me importa, hay verdades que están por encima del secreto profesional de un escritor. Y a mí me apetecía contar que en la ciudad que habito hay una mujer de la que se esperaban movimientos limitados y que ha incumplido con el objetivo fijado. Una mujer que pinta y que le ofrece a los objetos el oxígeno que les niega la definición que les otorga el diccionario.

Quizás no le importe a nadie esta larga reflexión, pero hay palabras que no comulgan con la oscuridad, palabras que nos ayudan a que se sepa que la libertad no es ese trozo de pan duro con el que llevan años tratando de expoliarnos el alma. Y para mí Laura Ponte, y sus palabras, y sobre todos sus hechos, cumplen con ese objetivo de habitar la luz aunque su finísimo tuétano acabe por cegarnos.

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