Un libro indio que huele a cardamomo y sabe a pistacho
La artista Karishma Chugani Nankani ha hecho de ‘Las visitas de Nani’ (ediciones Ekaré) un libro mágico que huele a cardamomo y sabe a pistachos verdes, pero también a mil viajes. Habla de un hogar acogedor que cabe en una maleta, y es tan grande y tan pequeño como un corazón. Es un homenaje a su abuela, a la cultura, familia y cocina indias, con forma de diario ilustrado repleto de sabores y aromas, esencias e historias.
Las visitas de Nani es tradicional y moderno a la vez. No oculta el pasado, pero prefiere tener la vista puesta siempre en el presente y en el futuro de las nuevas generaciones que han de desentrañar la madeja de saber de donde vienen para saber adonde van. Tras haber huido del pudor de mostrar la intimidad de una familia india, Karishma Chugani Nankani nos ofrece la vida de su abuela Nani, que no es otra que su propia vida. Una invitación a viajar por nuestra propia historia familiar.
Cuando Karishma empezó a escribir el libro Las visitas de Nani lo hizo porque necesitaba saber de dónde venía todo, incluida ella misma. Necesitaba conocer a su manera su origen, saber por qué era una mujer india, a pesar de haber nacido en Marruecos, en Casablanca. Saber de dónde venían sus tradiciones, poner en orden parte de su vida y parte de la vida de su abuela Nani. Lo necesitaba para construir su propia identidad. Necesitó alejarse mucho y formarse bien como una mujer del siglo XXI para mirarlo todo con la distancia de las nuevas experiencias y los ojos de la nostalgia.
El resultado es este libro en forma de diario ilustrado, que nos invita a entrar en un viaje a lo delicado, a lo más intimo del alma de una familia que está repartida por todo el mundo. Estamos ante la saga de una familia que reivindica el poder del afecto sobre la distancia geográfica. Un libro que habla de la vida y de la muerte, y de reencuentros, y de que se pueden hacer muchas cosas a la vez, si sabes quien eres.
¿Quién es Karishma Chugani?
Karishma cuenta historias y esto se traduce en su trabajo como artista, como artesana, como ingeniera de papel, como escritora y diseñadora. Nació en Casablanca en una familia Sindi y tiene familia repartida por la India, Ghana, España, Inglaterra y Estados Unidos. Ha vivido y estudiado en Londres, París y en Madrid. Todo esto continúa inspirando mi trabajo. He tenido una infancia donde se incluía la mitología hindú, la vida cotidiana de la Casablanca en los años 80. He contado con una educación internacional, rodeada de películas de Bollywood como fondo de pantalla. He aprendido a descifrar la lengua Sindi con mi hermano porque es lo que hablaban los adultos cuando no querían que entendiéramos los secretos familiares. Hablo árabe, francés y español. Viajo a ver a mis primos a otros continentes y Las visitas de Nani han marcado quien soy.
¿Cuál fue el primer paso que diste para escribir este libro?
Lo primero fue darme el permiso para contar esta historia. Sin pudor, sin tener que cambiar los nombres como me pidió mi madre. Tenía que contar esta historia por Nani, pero también por mi familia.
¿Quién es Nani?
Nani nació en Hyderabad y por culpa de la Segunda Guerra Mundial empezó una larga vida errante. A primera vista, Nani parece una abuela como cualquiera otra, pero si la conoces un poco más, te darás cuenta de que es mágica. Nani tenía 91 años y ha viajado por todo el mundo, llevando una vida de mudanzas y aventuras. Como su nieta que soy, creo que es una historia maravillosa que debe contarse.
¿Qué tres cosas de Nani hay en ti?
La capacidad que tenía ella de hacer de cualquier momento una fiesta, sobre todo de las cosas difíciles. En el cumpleaños del fallecimiento del abuelo, ella nos daba regalos, algo muy doloroso para ella. Su capacidad de llevar su casa dentro de sí misma. Y su capacidad de hacer muchas cosas a la vez.
A lo largo del libro tradición y comida tienen mucho peso…
Ay, la comida. La nutrición es una palabra clave, es una de las primeras que he utilizado en la exposición. (Como broche de oro a este maravilloso libro, Karishma presentó en la librería Panta Rhei de Madrid una exposición donde se mostraban las ilustraciones originales del libro acompañadas de multitud de objetos y fotografías familiares, fruto de una larga vida familiar de recuerdos y tradiciones). Nutrir es sentirse bien, mamá me decía que si comía, iba a tener energía y esta energía me iba a permitir bailar, saltar y hacer muchas más cosas. La comida es amor, es recuerdo, es nostalgia… La comida transmite mucho. Si la mayoría de las comidas que aparecen en el libro son dulces es porque a Nani le encantaban los dulces. Hay un dicho sindi muy importante que dice “mitto vat kar”, que significa “endúlzate la boca”. Y es que hay que endulzarte la boca en momentos de celebración de la felicidad, porque da mucho placer para ti y para los dioses. Pero también hay que endulzarse la boca durante los momentos difíciles para darte fuerza. En el ultimo capítulo, cuando pasé diez días a solas con Nani, me explica una tradición que siempre ha estado en mi casa. Cada vez que me iba de casa, en la puerta había dos boles pequeños de plata con azúcar y agua. Nunca pregunté el porqué de esta tradición. Pero siempre que salía de casa me daban cinco cucharadas de azúcar y cinco de agua. Poco a poco me fui dando cuenta de que significaba llevar el sabor dulce de la casa como memoria, pero también para darte fuerzas para el viaje a emprender.
¿Cuál era la motivación de las ‘visitas’ de Nani?
Nani viajaba para unir a las familias y para estar presente en todas las ocasiones importantes de la familia. Estuvo en todas las bodas, en todos los nacimientos, en todos los funerales. Siempre acudía cuando sabía que pasaba algo importante. Nani tenía un deseo muy grande de estar con las nuevas generaciones. Pensaba que había que enseñarles lo importante. Ha enseñado a todos los niños los mismos mantras que a mí me enseñaba de pequeña. Ahí estaba la magia de Nani.
¿Cómo fueron los últimos años que viviste con Nani?
En los últimos años de su vida hablaba sindi. Para que no perdiéramos la lengua. Llegó a ver el libro y se rio mucho cuando vio como la había dibujado. Me prometió enseñarme todas sus recetas si regresaba pronto. Volví una semana más tarde. Como Nani se cansaba en la cocina, le instalamos una silla cómoda. Mamá, Fatiha, la cocinera que trabajaba en casa, Lina y yo seguíamos sus órdenes: pon más ahí, quita, con eso es suficiente, ahora añade esto que le dará sabor… Todo lo hacía a ojo, y eso demostraba mucha maestría. En menos de una hora preparamos muchísimos dulces.
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