Libros del Asteroide: a la búsqueda de obras entretenidas, emocionantes y sabias
Me encuentro con Luis Solano en la sede de Libros del Asteroide, situada en el barrio barcelonés de Sarriá. Doce años de trayectoria profesional, doce años en los que Libros del Asteroide no sólo se ha hecho un hueco en el mundo editorial y literario castellano, sino que se ha confirmado como una editorial de referencia, sobre todo gracias a la publicación en castellano de clásicos modernos de distintas tradiciones literarias. ‘Memoria por correspondencia’, de Emma Reyes, es uno de los últimos títulos de su catálogo, una obra epistolar de extraordinario valor literario y testimonial.
¿Cómo definirías Libros del Asteroide?
Libros del Asteroide nace con la idea de que la lectura es algo importante, que se trata de un pasatiempo caro, no por el precio del libro sino por el tiempo que el lector invierte en leerlo y, ante todo, pretende ser una editorial que ofrezca a sus lectores sólo buenos libros. Los libros que publicamos deben reunir siempre tres características: en primer lugar, han de ser libros entretenidos, tan entretenidos como cualquier otro pasatiempo que pueda tener el lector; en segundo lugar, tienen que ser libros emocionantes, es decir, libros que de alguna manera toquen la fibra sensible del lector y, en tercer lugar, tienen que ser libros sabios, libros a través de los cuales el lector amplíe su visión del mundo.
El catálogo se rige, por tanto, a partir de tres presupuestos muy claros y muy definidos.
¡Exacto! Al inicio de su trayectoria, además de estos presupuestos que acabo de mencionarte, la editorial se marcó la regla de sacar únicamente libros que llevaran publicados en su país de origen más de diez años. Conforme fue pasando el tiempo, esta regla se rompió: si bien es cierto que la mayor parte de lo que hoy publicamos son clásicos modernos que sí llevan más de diez años publicados en sus países y que se siguen leyendo, también ofrecemos literatura contemporánea, obras actuales que creemos que están llamadas a ser clásicos, a ser leídas todavía de aquí a 50 años. Asimismo, en el último año Libros del Asteroide ha comenzado a publicar también literatura española y literatura hispanoamericana contemporánea; hemos empezado con Eduardo Halfon y Marcos Ordóñez, hemos seguido con Jordi Nopca –Premio Documenta- y nuestra intención es seguir por este camino.
Además de estos presupuestos sobre lo que debe ofrecer la editorial, imagino que como editor te construyes una idea de lector a quien dirigir los libros. ¿Piensas en un lector como tú o te construyes la imagen de un lector que no debe forzosamente parecerse a ti?
En el momento de editar, más que pensar en un lector como yo, pienso en seleccionar libros para mis amigos, ellos son el modelo de lector que suelo tener en mente. Pienso, por tanto, en gente que no es lectora compulsiva, gente que lee una media de 10 o 15 libros por año y que quieren acertar con las lecturas que realizan. Yo me planteo la editorial como un menú de recomendaciones de libros para un lector inteligente, un lector formado, aunque trato de que los libros que publico no sean particularmente difíciles, puesto que encuentro una falacia decir que la buena literatura tiene que ser una literatura difícil. No creo que sea siempre así, en cualquier caso dificultad no es sinónimo de buena literatura. De una obra como Guerra y Paz se puede decir que es muy larga, pero no es un libro difícil, como tampoco lo son las novelas de Galdós.
Podemos decir que en cierta manera tratas de romper con la tradicional asociación entre buena literatura y dificultad.
Yo creo que en España se ha abusado de la idea de que lo literariamente más valioso era aquello que era más vanguardista y normalmente lo más vanguardista es y ha sido lo más difícil de leer. Durante mucho tiempo se ha entendido que la buena literatura sólo puede ser difícil y es una opinión que no comparto; los dos autores que te he mencionado, así como los grandes novelistas del siglo XIX, son grandes autores relativamente fáciles de leer. La facilidad de lectura, que no la simpleza, no implica peor literatura.
En sus inicios, Libros del Asteroide se caracterizaba por su interés por la tradición anglosajona desde la segunda mitad del siglo XIX hasta la primera mitad del XX. ¿Por qué este interés inicial?
Cuando la editorial se estaba poniendo en marcha, hace ya unos 12 años, y tenía como idea no publicar obras que no llevaran al menos diez años publicadas, observé que por entonces había muy pocas editoriales publicando clásicos modernos. Me parecía que en este caso había un vacío que era necesario rellenar, un vacío que, sin embargo, hoy, diez años después, ya no es tal, puesto que ha sido rellenado por muy distintas editoriales. Aunque empezamos publicando literatura anglosajona, siempre tuvimos claro que no queríamos limitarnos a ella, puesto que en mi opinión se estaba y se está publicando demasiada literatura anglosajona. De hecho, desde el principio nos hemos interesado en distintas tradiciones literarias, y hoy es posible decir que Libros del Asteroide publica autores de muy diferentes procedencias culturales y geográficas y de 18 lenguas distintas. Dicho esto, sin duda la literatura anglosajona tiene una presencia protagonista, una presencia que se explica por mi interés y mi preferencia por la tradición anglosajona del siglo XX respecto, por ejemplo, a la tradición francesa.
Es decir que, si pensamos en las grandes tradiciones literarias occidentales, te sientes más cercano a la anglosajona.
Sí, seguro, y eso que me encanta Proust. Por lo general, no he encontrado tantas obras y tantos autores que llamasen mi atención en el ámbito francés como sí los he encontrado en el mundo anglosajón. Hay tres posibles razones que explican este hecho y las tres son, en gran parte, de carácter industrial: en primer lugar, no se trata de que en Estados Unidos haya más talento que en Francia, sino de que hay un ecosistema, una industria editorial, que permite que haya mayor número de escritores publicando; en segundo lugar, en el ámbito anglosajón y, en particular en Estados Unidos, hay un mercado más homogéneo en el que es más fácil lanzar nuevos autores y que éstos se mantengan; y, por último, en tercer lugar, en Estados Unidos hay un sistema universitario que ofrece másteres y posgrados de escritura creativa así como una industria del cine que permite que bastantes escritores sobrevivan y se desarrollen como guionistas.
Cuando publicasteis ‘Diario de una dama de provincias’, de E. M. Delafield, o las novelas de las hermanas Mitford, ¿os enfrentasteis al tópico que en parte envolvían estas obras de ser meramente literatura para mujeres?
Había cierto prejuicio respecto a estas autoras, pero nuestro reto era precisamente desmontarlo. Ya no sólo con estas obras que mencionas; por lo general, Libros del Asteroide se propone acercar y despertar el interés por autores y obras sobre los que existen un cierto tipo de prejuicio. Tratamos de que con el diseño editorial y con el diálogo que dichas obras establecen con otras que también componen el catálogo, el lector se desprenda de los prejuicios. Creo que con Diario de una dama de provincias conseguimos que aquello que podía parecer una novelita acerca de una dama de clase alta se leyera como algo más, como una novela de formación, como una crítica al medio social del que provenía E. M. Delafield y como un ajuste de cuentas de la autora con su familia.
Esto me hace pensar que tú como lector tienes pocos prejuicios ante la literatura.
Tengo muy pocos prejuicios sobre de qué tipo de temas es posible escribir, pero sí que hay realidades e historias sobre las que no me gustaría leer. Por ejemplo, en el caso de la pedofilia, no me gustaría leer a fondo sobre esa realidad. Hemos publicado algún libro que trata tangencialmente el tema, como El rey de los tejones, de Hensher, pero esa realidad es tomada como una excusa para hacer una crítica de la sociedad británica actual.
Esto me hace pensar en la novela ‘Rosa Bombón’ en la que el autor, Nicolas Jones-Gorlin, se pone en la piel de un pedófilo. En Francia, ante las protestas, el libro fue retirado del mercado.
Sí, pero mi rechazo va más allá de que la voz narrativa se sitúe del lado del malvado, para mí la pedofilia es algo sobre lo que no me gustaría leer en una obra de ficción. Es posible que pudiera leer y me pudiera interesar una novela en la que la pedofilia apareciera de forma tangencial, pero no una novela que gire en torno a ese tema y a cómo la víctima sufre este abuso. Este mismo rechazo he sentido con diferentes novelas que me han llegado y que narraban la historia del monstruo de Amstetten, aquel austriaco que había encerrado a su hija y durante años había mantenido relaciones con ella y con la que había tenido varios hijos. Como no me interesan este tipo de libros, tampoco me interesa recomendarlos a otra gente y menos todavía publicarlos.
En el momento de publicar, ¿cuál es el equilibrio entre tu gusto lector como editor y unos cálculos más economicistas en torno a los intereses lectores del mercado?
En editoriales tan pequeñas como puede ser Libros del Asteroide no hay mucho cálculo economicista. Si se suman todos los costes que implica traducir la obra, corregirla y editarla, una obra cualquiera de las que publicamos nosotros necesita vender unos 1.500 ejemplares para recuperar gastos; arriesgarse no es en absoluto un suicidio económico, pero conviene no dejarse llevar simplemente por el gusto de uno mismo. Creo que lo que es imprescindible ante la decisión de publicar un libro o no es pensar y estudiar si el editor va a poder convencer a los lectores de que se interesen por él, no se trata de adivinar si hay un deseo previo de leer ese libro, se trata de saber si uno va a ser capaz de generar ese deseo; si uno no se ve capaz de hacerlo, es mejor no editarlo. Hay un cierto cálculo, por tanto, pero no es lo decisivo. En cuanto al catálogo, los libros que lo componen responden a mi gusto personal y al gusto de quienes presumiblemente son los lectores de Libros del Asteroide: lo que cuenta es que el libro encaje en el catálogo, es decir, que responda coherentemente a la línea literaria que desde la editorial queremos proponer.
Libros del Asteroide es un ejemplo de cómo tener una coherencia interna a pesar de publicar tradiciones literarias muy diversas: de la anglosajona a la hispano-americana, pasando por la francesa, húngara, filipina o china. ¿Cómo llegas tú como editor a estas obras? ¿Las lees tú o tienes lectores de los que te fías?
Sólo hemos publicado dos libros sin que yo los hubiera leído antes, sólo a partir de unos informes de lectura. Yo leo inglés, francés, italiano y portugués, cuatro lenguas que te abren bastantes puertas para descubrir novedades; es verdad que, como te decía, en un par de casos me he fiado de otros lectores, pero por lo general me cuesta fiarme ciegamente, siento que debo leer yo la obra antes de tomar una decisión. De estas lenguas más lejanas no tengo ningún lector del que pueda fiarme ciegamente, así que busco traducciones de las obras al inglés o a una de las lenguas que yo soy capaz de leer, o pedimos que se traduzca una parte, para conocer la obra y luego decidir.
¿Ves una mayor dificultad a la hora de llegar a los lectores cuando publicas una obra del Este de Europa o de Oriente frente a tradiciones más cercanas como la francesa o la inglesa?
Yo sí que noto cierta dificultad en el momento de publicar literatura china; a los lectores, la cultura y la literatura chinas parece no interesarles, todo lo contrario de lo que sucede con la literatura japonesa. Nosotros hemos publicado libros de autores chinos muy notables, tanto clásicos como contemporáneos, como por ejemplo Familia, de Ba Jin, que es una novela preciosa que explica perfectamente el momento en el que se desmoronaba el sistema feudal, o libros más modernos como El pequeño guardia rojo, unas memorias preciosas que ilustran maravillosamente los últimos 30 años de historia china; y ninguna de estas novelas ha despertado un particular interés en los lectores.
¿Cuál crees que es la razón ante esta disparidad en la recepción?
Creo que tiene que ver con la cercanía y con la educación lectora: la gente no está acostumbrada a leer sobre la cultura y la historia chinas, mientras que sí que está acostumbrada, y por lo tanto les resulta familiar, a leer ficciones norteamericanas o españolas. No creo que esto sea un déficit de nuestra cultura: hace unos días comentaba precisamente esta cuestión con un editor alemán, que se lamentaba del hecho de que a los lectores alemanes les resulta mucho más cercana la realidad norteamericana que la española, por no hablar de la realidad norteafricana o asiática. Pero es así, es normal que suceda esto; basta repasar las canciones que hemos escuchado y seguimos escuchando, las películas que hemos visto desde la infancia… La cultura norteamericana forma parte de nuestra cultura. ¿Esto es bueno o malo? No es ni malo ni bueno, simplemente es.
Por tus palabras y por otras declaraciones que te he escuchado, me da la impresión de que no tienes una mirada negativa ante el panorama cultural/literario, sino más bien al contrario; creo que intentas comprender dicho panorama antes de condenarlo.
Sí, no me gusta la mirada derrotista y sobre todo la mirada de quien no intenta comprender lo que sucede y por qué sucede. Estamos en una industria e, independientemente de que me guste leer y de que sea mi pasatiempo favorito, tengo que mantener un negocio editorial. Publico libros que están muy bien, buena literatura, y consigo que de estos libros podamos vivir las cuatro personas que trabajamos en la editorial. Recorro las librerías españolas y creo que están muy bien, tienen una oferta muy buena, con títulos muy interesantes y muy bien editados; hay lectores que compran libros en esas librerías, y también hay medios que nos permiten dar a conocer nuestros libros y libreros que los recomiendan a sus clientes. No creo sinceramente que nos debamos quejar en exceso, el panorama no es tan devastador como a veces se quiere pintar. Creo que lo que se podría criticar más es la educación y la formación de nuevos lectores, ahí es donde de verdad habría que incidir.
Pero todo es siempre mejorable, ¿no crees?
¿Podría ser mejor? Indudablemente que sí, se podría por ejemplo dejar de hacer ruido con libros que no tienen calidad alguna. Sin embargo, no hay que ser extremadamente negativo con todo lo que se publica y, sobre todo, hay que ver también las posibilidades que ofrece la publicación de determinadas obras: el lector en España de un best-seller de cierta calidad, como podría ser un lector de las novelas de María Dueñas, o de autores más literarios como Almudena Grandes, son autores que crean lectores, que pueden comenzar con este tipo de narrativa, adoptar (o retomar) el hábito de la lectura y luego leer también libros más complicados, por decirlo de alguna manera, más exquisitos literariamente. Y esto es algo muy positivo. Además, hay que tener en cuenta que en este país nunca se ha leído tanto como se lee ahora y nunca se ha editado tan bien como se edita ahora; y si bien es cierto que el mercado ha caído mucho en los últimos siete años, el panorama actual no es completamente negativo.
¿Podríamos por tanto decir que la mejora en el campo editorial estaría en parte en una apuesta más firme por la literatura de calidad?
El problema es que resulta más fácil pedir a cualquiera que sale en televisión que escriba una novela, puesto que su libro se venderá con gran facilidad, que pedir algo literariamente mejor a un autor desconocido. Este hecho pervierte completamente el mercado del libro, como también lo pervierten algunos premios literarios que encumbran determinados libros que no lo merecen, motivados únicamente por la apuesta económica que ha realizado por ellos la misma editorial que concede el premio. De esta forma, convencen al lector de que el libro ganador es el mejor libro que había ese año, aunque en realidad no sea así. La consecuencia de esto es que el lector medio se interesa por el libro premiado y como el libro no despierta su interés lector, precisamente a causa de su bajo nivel literario, lejos de criticar la obra, asume con extrema humildad que la culpa es suya: el lector termina por convencerse de que si esos libros premiados y recomendados no le gustan es porque es un mal lector. Lo que hay que decirles a los lectores es que el problema no es que sean malos lectores o que no les guste leer, el problema es que seguramente el libro que tienen entre manos no vale nada y no tenía que haber recibido premio alguno.
Eres muy crítico con la dinámica de los premios literarios en España, ¿crees que el modelo francés o el italiano de premios a obras ya publicadas sería lo deseable?
Efectivamente. Lo terrible es que en España tenemos premios concedidos por las propias editoriales que luego van a publicar a los ganadores; sería diferente si aquí tuviéramos, como en Francia, Italia o Reino Unido, cuatro o cinco premios concedidos a obras ya publicadas de tal manera que fuera el propio mercado el que señalase las obras que verdaderamente merecen ser premiadas. En España los únicos premios que funcionan según esta política son el Premio Llibreter y el del Gremio de Libreros de Madrid; es una pena que no haya más. Ahora más que nunca es necesario recomendar y hablar de buenos libros: el libro es un objeto caro y el tiempo disponible para la lectura es poco, así que no me parece adecuado que en los medios se hable sólo de libros en el momento en que se conceden los premios con más eco y que, además, se hable de ellos sin prestar atención al valor literario del libro en cuestión.
Ya por último, y en relación a lo que comentabas, ¿crees que ante este panorama que puede resultar, en parte, algo desalentador, la única respuesta que puede haber es un compromiso no sólo con la literatura sino con un proyecto cultural como elemento definitorio de una editorial?
Nosotros trabajamos en un sector donde para hacerlo bien hay que buscar un equilibrio entre la calidad literaria de lo que publicas y el rendimiento económico que necesitas obtener de la obra. Lo mismo sucede con los libreros: como nosotros, ellos buscan un equilibrio entre la labor de difusión literaria, que es fundamental, y el rendimiento económico que deben obtener con las ventas. Lo deseable es que las dos partes de la balanza estén equilibradas, puesto que significa que cumplimos con nuestra función. Desgraciadamente, en determinados ámbitos del sector editorial esta idea de difusión cultural no está nada clara, aunque tengo la esperanza de que antes o después esto cambie y que aquellos que sólo buscan el beneficio mercantil se den cuenta de que la labor de una editorial es algo más que ganar dinero. Debemos asumir que la labor cultural que realizamos es tan importante como el beneficio económico que obtenemos con ello.
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