Dos libros y un documental para reflexionar sobre el horizonte de la Humanidad
Hoy, en este descanso dominical en el que Javier Morales propone cordura y buenas lecturas, nos detenemos en dos libros imprescindibles para mirar hacia un horizonte de la Humanidad que no caiga en el abismo. Avisos tenemos ya suficientes. Nos fijamos en ‘Naturalmente’, de César-Javier Palacios, y ‘Perdiendo la Tierra’, de Nathaniel Rich. Y como extra, ‘Planet of the humans’, el último y polémico documental de Michael Moore, que ha levantado ampollas.
Hay buenos libros que te hacen pensar, pero que te deprimen después de su lectura porque no te dejan ninguna luz. Otros que te hacen pensar pero que a la vez te incitan a vivir y a actuar. Creo que Naturalmente (Plaza y Valdés). Píldoras con ciencia y conciencia para disfrutar de la naturaleza sin dañarla pertenece a esta segunda categoría. El periodista y escritor César-Javier Palacios ha recogido en 66 artículos breves una auténtica visión del mundo.
La idea de base de Palacios, con una amplia formación humanística y periodística, es que no se puede cuidar de lo que no se ama. De ahí que conocer la naturaleza sea la mejor forma de protegerla. Y también de protegernos a nosotros mismos porque formamos parte de ella. Desde el mundo rural al urbano, de los requisitos para tener una vida sana o del controvertido turismo, de la felicidad en suma, de todo eso trata este libro entusiasta, ameno, en el que se unen anécdotas divertidas con la propia experiencia y vida del autor, siempre entrelazadas de verde (y violeta).
Son muchas las voces que nos alertan de que la actual pandemia es solo una señal de que nuestro alejamiento de la naturaleza nos está haciendo más vulnerables como especie. Y que esta tragedia será solo una anécdota comparada con los efectos más demoledores del cambio climático. Pero en realidad las alertas están ahí desde hace mucho tiempo. Y no son o han sido el canto de las sirenas, tampoco los truenos de la caja de Pandora.
En 1979, nos cuenta Nathaniel Rich en Perdiendo la Tierra (Capitán Swing), ya sabíamos todo lo que hay que saber sobre el cambio climático y cómo detenerlo. Con una prosa absorbente y una detallada investigación periodística, el autor nos cuenta cómo las siguientes décadas fueron decisivas y cruciales. Y que no hicimos nada. Que perdimos esa oportunidad absurdamente, entre otras razones, por el cálculo económico, rápido e inmoral de la industria de los combustibles fósiles. La guerra de Irak es solo un ejemplo de la fatídica alianza entre el poder económico y el político, de cómo las grandes corporaciones mundiales siguen decidiendo nuestros destinos, cueste lo que cueste. Los políticos negacionistas como Trump actúan con un cinismo criminal. Mientras que los no negacionistas viven engolfados en las buenas palabras, en el corto plazo, en acuerdos que no se traducen en nada.
La solución a la crisis climática, creo, no pasa por lo que algunos han llamado “capitalismo verde”. Capitalismo verde podría ser un bonito oxímoron si no fuera una terrible huida hacia delante de la humanidad hacia la esquilmación de la biosfera para dar sentido a la cuenta de resultados de unos pocos. De una manera torpe, con una estrategia errónea (en Estados Unidos su crítica a la industria verde acabó fortaleciendo el discurso a los negacionistas), es lo que nos viene a contar el último y polémico documental dirigido por Jeff Gibbs y producido por Michael Moore, Planet of the humans . No se trata de sustituir el coche de combustión por el eléctrico, como si eso bastase. No deja de ser un síntoma más del hambre del capitalismo por nuestra Tierra. Más bien se trata de vivir mejor con menos, nos dice Moore. (El documental lleva meses levantado ampollas. Así, La Vanguardia titulaba su crónica de mayo sobre la película: «Enfado ecologista por el filme de Michael Moore a favor del petróleo. El cineasta acusa a las renovables de ineficaces y corruptas». Y la revista Energías Renovables dedicaba en su número de junio este titular al filme: «Un cúmulo de falsas afirmaciones, errores e información obsoleta»).
Es mucho lo que hemos perdido, pero mucho más lo que aún queda por preservar: el hogar en el que hemos nacido por la conjunción de una serie de condiciones físicas y biológicas únicas e irrepetibles, tan mágicas que durante años hay quien ha visto y ve en ellas la mano de Dios. Pero ya nos enseñó Einstein que Dios no juega a los dados.
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