Tres libros para la resistencia, tres libros sobre Walter Benjamin
La obra y vida de Walter Benjamin nos recuerdan que nada es para siempre, que la historia es cíclica y que podemos volver a ser devorados por la serpiente del nazismo y la intolerancia, como se está viendo en Europa. Hoy nos detenemos en ‘Área de Descanso’ en tres libros sobre un pensador y escritor cuya figura humana e intelectual no ha dejado de crecer con el paso del tiempo: ‘Manifiesto Incierto’, de Frédéric Pajac; ‘Experiencia y pobreza’, de Vicente Valero; y ‘Un final para Benjamin Walter’, de Álex Chico.
Vemos, pero no miramos. Oímos, pero no escuchamos. Hace tiempo que en Europa suenan las alarmas, pero preferimos ponernos de perfil, como si no fuera con nosotros. La extrema derecha ha llegado a Italia, Austria, Holanda, Noruega, Francia, recientemente Suecia, por no hablar del antiguo bloque del Este, como Hungría (cuyo gobierno xenófobo y autoritario ha recibido el apoyo de Pablo Casado). Engordado por la crisis económica, las crisis humanitarias y migratorias y un modelo de globalización de corte neoliberal, el neofascismo/neonazismo ha venido para quedarse y el retumbar de sus botas está empezando a resquebrajar de nuevo la democracia y el pacto social sobre el que se construyó Europa después de la Segunda Guerra Mundial.
Hay muchos prefijos neo en todos estos movimientos que en realidad son muy viejos; es el mismo monstruo capaz de seducir a los descontentos con la simplificación de los problemas, que siempre pasa por culpar al otro, al inmigrante y al extranjero. Por eso, desde el otro lado necesitamos otro sentido de lo neo, necesitamos una neorresistencia global, como ya ha alertado la izquierda demócrata en Estados Unidos. Pero por ahora seguimos distraídos en el envoltorio de un mundo que se viene abajo.
El drama del siglo XXI es en parte el drama del siglo XX y uno de los escritores que mejor lo representan es Walter Benjamin. De origen judío, condición que entre otra cosas le impidió dar clase en la universidad y le sumió en la pobreza, su figura humana e intelectual no ha dejado de crecer con el paso del tiempo. Su triste y trágico final –se suicidó en Portbou en 1940 para no caer en manos de la Gestapo– nos recuerda una y otra vez que nada es para siempre, que la historia es cíclica y que podemos volver a ser devorados por la serpiente del nazismo y la intolerancia. El huevo estaba ahí, esperando el momento adecuado para romperse, y lo ha encontrado. La serpiente ya no se esconde, aunque aún camufle sus palabras y sus gestos.
Benjamin era un autor impuro, mestizo. Era marxista, pero no lo suficientemente materialista, en opinión de algunos miembros de la Escuela de Frankfurt, a la que estuvo ligado. En su juventud abrazó el sionismo cultural, pero no lo suficiente. Autor de obras de referencia de la crítica literaria y estética, Benjamin fue un adelantado a su tiempo. Impresiona comprobar la vigencia de su pequeño ensayo La obra de arte en la era de su reproductibilidad técnica. Sus libros nos siguen hablando un siglo después.
Desde distintas ópticas, complementariamente benjaminianas, tres libros que he leído este verano que hoy termina nos acercan de un modo u otro a este judío errante. El pintor y escritor Frédéric Pajac, en el segundo volumen de su Manifiesto Incierto (Errata Naturae), se ocupa de la relación de Benjamin con la ciudad de París, a la que le debe la escritura de algunas de sus obras más conocidas, como El libro de los pasajes. Pajac, con esa original mezcla de ensayo, novela gráfica y narración, sitúa a Benjamin, Breton y Nadja bajo el cielo de la Ciudad de la Luz, destino ineludible para los escritores y artistas de principios del siglo XX. Benjamin visitó París por primera vez en 1913, a los 21 años, y desde el primer momento le fascinaron su bohemia, sus escritores y sus calles, que recorrió con ojo de flaneur. En 1938 solicitó la nacionalidad francesa, pero la justicia nunca llegó a contestarle. Entre medias, vivió en otros países, entre otros en España, en Ibiza.
De sus dos estancias en esta isla, en 1932 y 1933, se ocupa el libro del escritor ibicenco Vicente Valero Experiencia y pobreza (Periférica). Con un gran trabajo de documentación, el libro de Valero se lee como una novela en la que entrevera la vida de Benjamin allí y la de sus habitantes. Ibiza era entonces un paraíso natural, alejado de la civilización, cuyo “estado salvaje” y primitivo había atraído a pintores, músicos y escritores. La impresión que tuvo Benjamin de Ibiza en sus dos visitas fue desigual, del entusiasmo de la primera a un cierto desencanto en la segunda. Como en tantas cosas, el autor de Infancia en Berlín (que en parte escribió durante su estancia en la isla) fue un visionario y, por ejemplo, ya supo ver los estragos que el turismo podría llegar a traer. Valero, con un estilo sutil, elegante, nos ilumina sobre la relación entre paisaje y creatividad y nos da claves para entender el germen de algunas obras de Benjamin.
El tercero de los libros, Un final para Benjamin Walter (Candaya), de Álex Chico, es tal vez el más benjaminiano de todos. Poesía, narración, ensayo (“ensayo ficción” lo define el propio autor), periodismo, se mezclan en una obra que sorprende por su originalidad. Chico viaja a Portbou en busca de las huellas de Benjamin, pero como buen flaneur se encuentra con otra cosa. “A medida que pasaban las semanas fui descubriendo que el motivo principal de mi viaje iba variando, que había ido a Portbou siguiendo la pista de un autor muerto y que, en su lugar, me había encontrado con un pueblo”, escribe Chico. El autor extremeño, que vive en Barcelona desde hace años, emprende entonces un camino arriesgado desde el punto de vista literario. Lo “fácil/obvio” habría sido ceñirse exclusivamente a tratar de recrear linealmente esos últimos momentos en la vida de Benjamin. Sin embargo, lo que hace Chico con gran acierto es hablarnos de un pueblo fronterizo hoy olvidado, Portbou, para hablarnos así de Benjamin. Comprendemos al apátrida Benjamin a partir del hueco dejado por la historia en Portbou.
Escrito con el pulso de un novelista, la musicalidad de un poeta y la lucidez de un ensayista (es un libro para subrayar), Un final para Benjamin Walter no es solo un libro sobre Benjamin, sobre Portbou, sobre la escritura y la creación, sobre el arte, sobre el paso del tiempo, sobre el papel del intelectual en el mundo, sobre el sinsentido de las fronteras, sobre el paisaje como metáfora de la vida. Un final para Benjamin Walter es todo eso, pero sobre todo es un libro híbrido y benjaminiano que nos habla del mundo de hoy y nos alerta del peligro que supone olvidar. “Por eso importa poco que la tumba de Benjamin siga guardando sus restos. Lo que realmente debe llamar nuestra atención es esto: que ahí no solo reposa lo que queda de un hombre, sino la suma de restos y personas que alguna vez huyeron de la barbarie”, escribe Chico.
Tres libros que desde ya deben formar parte de nuestra mochila de resistencias.
Comentarios
Por felix, el 23 septiembre 2018
Que nos ha pasado para que Europa se este volviendo racista y fascista, que no entendimos del pasado, que estamos repitiendo los mismos errores, hasta donde seremos capaces de llegar en esta sin razón, olvidando aquellos valores que nos definían como seres solidarios, humanitarios y pacíficos. Hitler, Mussolini y Franco esistieron y
estos mismos generaron un holocausto en europa, millones de muertos. por favor otra vez no.
Por Javier Javier, el 24 septiembre 2018
En Europa….pero en España el fascismo franquista nunca había desaparecido…al contrario…..sucedió al franquismo de Franco en esta «democracia» presidida por un Rey nombrado por el mismo Franco