Los libros raros con gotelé y alucinógenos de Caniche
En ‘El Asombrario’ nos llamaban la atención esos libros raros. Un fotolibro de Alaska y Nacho Canut sobre sus viajes a México. Otro libro con tapas de gotelé. Otros que eran piezas únicas de libros pintados… Libros de tiradas muy cortas y que nunca se reeditan. Detrás, una pequeña y personalísima editorial: Caniche. Nos propusimos saber más sobre esta aventura ‘underground’ de papel.
Hace año y medio echaba a andar Caniche, una pequeña editorial atendida hoy por cuatro personas -Carlos, Patxi, Ernesto e Isabel- a los que les unen sobre todo dos pasiones: los libros y el arte. Nos hemos fijado en esta pequeña gran aventura, que cuenta con seis libros muy especiales, y hemos querido saber qué les llevó a estos locos a emprenderla. Hemos hablado con Carlos Copertone y Patxi Eguiluz, que nos contestan a la par.
«Nacimos de manera fortuita, casual y atropellada, con ausencia total de pretenciosidad. Pensamos: qué bonito sería hacer algo para alumbrar proyectos que, de lo contrario, no verían la luz. Y así, como auténticos apasionados de rarezas bibliográficas, decidimos lanzarnos a sacar unos libros».
O sea, creasteis Caniche para hacer los libros que queríais leer y quizá no podríais encontrar de otra manera…
El proyecto surge totalmente del gusto por querer hacer algo para uno, de querer hacer lo que te gustaría realmente comprar.
Explicadnos qué tipo de libros editáis.
Arte de la manera más abierta y amplia. Son todos libros de artista, con lo amplio de ese concepto y con especial atención a la arquitectura, que para nosotros es esencial (no perderse las cuentas de Instagram de @carloscopertone y @fjeguiluz). Es más, si nos gusta un artista o un colectivo, eso nos lleva a pensar qué podríamos hacer con ellos, cómo transformarlo en un libro.
Os digo cada uno de los seis títulos que habéis editado y en una línea me explicáis de qué va… ‘Ready-Made’, el primero. 400 copias.
El primero fue un poemario; nos apetecía arrancar con un poemario una editorial dedicada fundamentalmente a las artes plásticas. En todas las vanguardias históricas, la poesía había tenido un peso esencial, estaba íntimamente ligada a las artes plásticas, y, sin embargo, ahora mismo parecían haber tomado caminos separados. Así que hicimos un poemario con Mateo Navarro.
El segundo, ‘The Way Things Go’, con unas llamativas cubiertas acabadas en gotelé. 100 copias.
Un proyecto de la arquitecta Paula García-Masedo, con MAIO y Taller de Casquería. Un proyecto de arquitectura que reflexionaba sobre cómo circulan las informaciones y sobre cómo los fallos van generando nuevas lecturas de la realidad.
Tercero: ‘Obras completas’.
Puro libro de artista de Guillermo Mora, que intervino libros de su biblioteca personal, los atrapó con pintura, veinte piezas únicas.
Cuarto: ‘MX Ultra’, de Nacho Canut y Alaska. En este os volvisteis locos con una tirada de 900 ejemplares.
No queríamos quedarnos con lo obvio, sino hacer lo que en ese momento no se esperaba de nosotros, y en ese momento lo más arriesgado nos pareció hacer algo para no encasillarnos, apostar por la libertad. Y optamos por MX Ultra porque siempre nos ha gustado mucho la visión tan distanciada de la realidad que tienen Nacho y Olvido. Ha sido un poco un libro de encargo sobre sus viajes a México, y cómo consideran este país una especie de realidad paralela, un mundo lisérgico.
‘Historia de la fuerza’, 300 ejemplares.
Un libro de David Bestué, un artista que nos fascina; su visión tiene mucho que ver con una historia alternativa de España, él siempre ha trabajado mucho con qué significa España, dónde está la esencia de nuestro escenario común, y uno de los puntos esenciales para tratar la historia es a través de la ingeniería. Nos parecía muy atractivo cómo un artista plástico dialogaba con las estructuras, y eso le servía de repaso a la historia de la ingeniería.
El último, ‘Urbanismos de Remesas’, de Husos Arquitectos.
Un proyecto muy social, y bastante político: Urbanismos de Remesas trata de cómo, en Colombia, con el dinero que los emigrantes en Europa y Estados Unidos envían a sus familias, construyen de una manera precaria y desordenada, pero muy definitoria.
Y cada uno es de su padre y de su madre, sin lo que podemos entender la homogeneidad de una colección.
No hay una predeterminación por nuestra parte, sino que Caniche se adapta a lo que cada libro quiere o pide. A pesar de eso, de que afrontamos cada proyecto como un universo en sí mismo, sí creemos que hay una cierta identidad, una imagen reconocible.
¿Y el siguiente?
Va a ser casi con toda seguridad un libro de fotografía de las dos primeras décadas del siglo XX de un fotógrafo que queremos rescatar, Martín Gamero, muy desconocido y que cuenta con una plasticidad enorme, sobre los trabajadores de las empresas tabaqueras en Extremadura; un libro de carácter esencialmente documental, centrado en el mundo del trabajo, con perspectiva claramente antropológica.
¿Qué habéis aprendido en este tiempo como editores?
Muchísimo. Cada libro te enseña algo. Para mí lo esencial es estar siempre empujando, apoyando y protegiendo al artista, ponerle las mejores condiciones para que pueda desarrollar su idea. Ese es nuestro objetivo esencial. Y eso da lugar a que las ediciones sean bastantes cuidadas, porque están hechas pensando más en que sea una obra más dentro de la trayectoria de ese artista que como un producto más para poner en el mercado.
¿Y qué habéis aprendido de los lectores?
La distribución la hacemos nosotros, porque Ernesto [Ernesto Miralta, pieza fundamental en el germen de Caniche] insistió desde el primer momento en que teníamos que conocer el sector desde abajo, y por eso vamos nosotros con el carrito de aquí para allá, y nos pasamos horas y horas en las ferias, vendiendo libros y testando a la gente de primera mano, en directo. Eso es muy enriquecedor. Conoces los problemas a los que se enfrenta cada libro, y por qué un libro puede funcionar en una librería y no en otra. Hay muchos libros que se venden porque los explicas. Caniche es un proyecto muy personal, que surge como un proyecto para enriquecernos nosotros desde el punto de vista emocional, y en ese sentido está bien conocer el proceso a todos los niveles.
El proyecto de Caniche va más allá de lo editorial, ¿no?
Efectivamente. Caniche no es sólo una plataforma dedicada a los libros, sino que también tenemos proyectos expositivos para desarrollar en paralelo. Hasta ahora hemos tenido dos y nos apetece insistir más en esa línea. Hemos hecho Gotelé + Proyecto para la recuperación de las paredes lisas de la galería, con Paula García-Masedo y Andrea González, y otro, Ambergris, en una carbonería, con Raúl Domínguez, un artista que trabajaba con carbón, todo muy abisal, y se nos ocurrió que no nos apetecía el cubo blanco de una galería sino que nos apetecía ver esa obra en una carbonería que siguiera funcionando, y así lo hicimos, en Carbones Lorences, en La Latina, donde se expuso la obra durante un día. Son proyectos expositivos, pero fuera de contexto. Los llamamos asaltos.
¿Trabajáis más a saltos o asaltos?
(Risas) De las dos maneras.
Y de ahora en adelante…
Trabajar en esa línea de ensayo; tenemos ya dos proyectos en firme, uno con Txomin Badiola. Un libro con Cristina Garrido, una de las artistas que creemos que mejor ha sabido ver la contemporaneidad y cómo el mercado del arte funciona al final como una metáfora del sistema capitalista. Otro con Teresa Solar, una de nuestras artistas favoritas, que trabaja mucho con el tema de la comunicación y el lenguaje. Y un libro con Yolanda de Andrés , que para nosotros es el máximo exponente de una artista totalmente underground, punk. Yolanda, a través de sus trabajos de bordados, es un ejemplo totalmente carismático de búsqueda personal y de búsqueda de conexión con un público. Por una circunstancia personal tuvo que apartarse de todo material tóxico de las bellas artes, algo que me parece muy metafórico también sobre el arte; echó la vista atrás, a su pasado, y ahí encontró un camino. Nos interesaba no solo esa búsqueda de una vía propia, sino también los circuitos que genera, a través de los talleres que ella imparte, con un componente performativo total, y con un alto grado de afectividad y empatía entre mujeres, algo que en el arte contemporáneo se estaba perdiendo.
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