Lo ‘hipster’ no es nada nuevo

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‘ResNou’ (NadaNuevo) fue un ejercicio de estética ‘hipster’ adelantada a su tiempo. Navegando por la Red, la escritora Esther García Llovet descubrió esta obra rara, de fotos y película, de los años ochenta: el viaje en coche por EE UU de dos fotógrafos locos, Antoni Socías y Luis Pérez-Mínguez. Con máscaras. En pijama. Una declaración en toda regla de un mundo sin reglas, que no ha perdido modernidad y que nos cuenta ahora Socías.

ESTHER GARCÍA LLOVET

Los 80. El acrílico de los 80. La Luna de Madrid, el Rock-Ola y la cara translúcida de Isabella Rossellini en Terciopelo Azul recordándonos que entonces fuimos Fantasmas y ahora somos Materia. Fue en plena Movida, en el 87, cuando Antoni Socías y Luis Pérez-Mínguez decidieron coger la cámara, subirse a un coche y recorrer Estados Unidos en un viaje que resultó enloquecidamente raro y a veces rotundamente feo. Pasaron la noche en cuevas en pleno desierto, durmieron en un hotel atendido por dobles de los actores de la serie Hotel. En Palm Springs tuvieron que pagarle diez dólares a un ladrón para que les abriera el coche donde se habían dejado las llaves (acabó rompiéndoles la ventanilla con una piedra). Compraron soapstone en el desierto de Mojave. Antoni Socías nos recuerda hoy cómo fue aquel viaje, 25 años más tarde. Así fue ResNou (NadaNuevo), o eso creyeron ellos que hicieron.

¿Cuál fue el recorrido del viaje?

Fueron aproximadamente dos meses de viaje. ResNou es la síntesis de ese largo viaje por Estados Unidos y el norte de México. De Chicago a Tijuana, Rosarito, Ensenada. De Massachusetts a San Francisco. New York, Los Ángeles, Milwaukee, Salt Lake City, Las Vegas, Houston. Illinois, Utah, Nevada, New México, Indio, Lucia, Monterrey, Palm Springs, Palisades, Bryce Canyon, Monument Valley, La Jolla Beach. También comporta Resnou un vasto proyecto expositivo, que tuvo lugar en Sa Llonja (Palma de Mallorca) en abril de 1989, del que se conserva un contundente documento impreso. Desde fuera, concretamente de Estados Unidos, tuvieron que venir esas dos mujeres, Trudy Wilner Stack (Birmingham, Alabama) y Alisa Tager (New York), para que ResNou pudiera tener una segunda oportunidad en Live the Balcony Open (Fundació La Caixa, Barcelona, 1992). En efecto, nada nuevo.

Cuéntanos sobre las máscaras. Tengo entendido que las había metido el hijo de Luis, Manuel, en la maleta.

En efecto, así fue. Manuel Pérez-Mínguez (7 años en aquel momento) tuvo una premonición y no cejó hasta conseguir que metiéramos esas dos máscaras dentro de una de las maletas. Que las usáramos nos vino dado por la extraña sensación de abulia y de fracaso al mirar continuadamente por el visor de las cámaras fotográficas. Tanto a uno como a otro nos daba la impresión de haberlo visto todo antes. La ilusión de “fotografiar América” se nos vino abajo y fue cuando caímos en la cuenta de las máscaras de Manuel. En el Hotel Marriot de Chicago comenzamos a inventarnos nuestro viaje, nuestro propio viaje, el de dos tipos pasmados, que intentan abrirse paso en un mundo enorme, aunque previsible y muy evidente en muchos de los casos.

¿Y qué reacción tenía la gente al veros en pijama y máscara por la calle?

Chicago. Hotel Marriot. 14 de mayo. El comedor estaba hasta la bandera. Ejecutivos de todas las razas. Un congreso médico mundial. Con su cojera extrema, Luis intentaba abrirse camino, y yo apartándole toda suerte de elementos interpuestos, para que no tropezara con ninguno. Las cámaras al hombro; las caretas caladas hasta el tuétano. Al vernos aparecer de aquella guisa, contra todo pronóstico la gente comenzó a interesarse por nosotros. Se partían de la risa algunos. Nos invitaban otros a su mesa. Nos ofrecían cigarrillos, bollos, lo que mejor tenían a mano. Conversaban con nosotros durante el recorrido interior. “¡Hostia, funcionan!”, me gritó cuando alcanzamos el centro del salón. Años después, el doctor Yoshikazu Yonei y su esposa, de Kawasaki, Japón, continúan escribiéndonos para hacernos partícipes de eventos familiares significativos.

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Cuéntanos alguna anécdota de carretera.

De camino a Las Vegas, paramos el coche en una especie de oasis, bajo unos árboles. Un calor descomunal. Yo cogí la cámara y subí a una colina, donde me había parecido ver la boca de una mina. Ya sabes, como en las películas del Oeste. Había recorrido unos cinco o seis metros de ese túnel, cuando oí a Luis gritar ahí abajo como un energúmeno. Yo no le veía, debido a las copas de aquella media docena de árboles. De manera que, como es de suponer, me lancé cuesta abajo como un tornado. Y me lo encontré aterrorizado, junto al coche, con un monstruo gila (ese dragón del norte de México y California) a dos metros de él, meneando su lengua bífida como un loco. También recuerdo el extraño y extraordinario calor sufrido en Death Valley. Nunca había sufrido una paranoia tan grande como ese día. Por razones obvias, Luis se quedó dentro del coche y yo me fui a explorar un pequeño cañón. Sólo faltaban para completar la escena un viejo minero y un burro esquelético. Había recorrido 300 metros, más o menos, y me había bebido ya una botella de litro y medio de agua. Y la sensación de sed y de estar a punto de secarme no la he vuelto a sentir nunca. El termómetro del coche marcaba 55 grados centígrados.

¿Jugasteis en Las Vegas?

No, en absoluto. Jugamos sí, pero no a lo que se juega en Las Vegas. De Las Vegas nos sorprendieron los buffets libres por tres o cuatro dólares. Eso era la hostia en verso; se podía comer de lo mejor, de cualquier manjar que pudieras imaginar y sin limitaciones. Asistíamos a muchos conciertos buenísimos por las noches y totalmente gratuitos. Lo pasamos de miedo en esa ciudad. Pero no jugamos ni un solo dólar.

¿Quién es Rita Ricardo?

Concretamente es Rita Ricardo’s Love Act. Se trata de un club erótico del Down Town de San Francisco. Un lugar al que fuimos con la intención de buscar imágenes de un mundo sórdido. Picamos como dos pardillos al oír los mensajes de un coche publicitario (como los de los circos) que invitaba a acercarse a ese club, para ver fornicar en directo. Lo cierto es que fue un fracaso, como una especie de show turístico repelente.

¿Te trajiste algún souvenir del viaje?

A excepción de un par de pares de miles de negativos, recuerdo que me traje dos grabaditos miniatura, que me regaló una artista mexicana a la que conocimos en Los Ángeles. Armandina Lozano. Su historia era realmente singular, pues fue ella quien diseñó el holograma de la famosa paloma que ilustra (o ilustró durante muchos años la VISA y el mundo VISA). Nos contó que le tomaron el pelo, que firmó algo que no debía y que no cobró nunca ningún derecho por esa imagen.

¿De dónde son las fotos de Luis bajo el agua con la máscara?

Son de un motel en Las Vegas. Tenía una piscina con grandes ojos de buey, que daban a la calle y por los que la gente podía verte nadar y bucear.

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¿Qué leías en el viaje?

No te lo vas a creer, pero en esos tiempos leía muchísima Física (para encontrar caminos de relación con el arte), leía a Thomas S. Khun, a Werner Heissenberg…, leía también a Italo Calvino, a Wittgenstein…

¿Cómo conociste a Luis y cómo fue la relación entre vosotros?

Conocí a Luis en Arco83, justo después de haber visto su gran exposición en la Biblioteca Nacional de Madrid; lo conocí en la librería de Arco, mientras estaba birlando una serie de libros de su propia exposición. Fue un flechazo en toda regla. (No hablamos de amor convencional entre individuos). Nos habíamos descubierto mutuamente despistando ejemplares de la misma publicación y en la misma librería. “¡Mi libro!”. ¡Su libro! En efecto, se trataba del catálogo de la exposición en la Biblioteca Nacional. Un 12 de febrero de hace tres décadas. Con el cuerpo del delito a medio camino entre las manos y el macuto, me soltó, de frente, sin mediar presentación: “Mira, resulta que en el Ministerio son unos rácanos y a estas alturas de la vida no me encuentro preparado mentalmente como para tener que sufragar mis propios libros. Con los que me han dado no tengo ni para empezar, de modo que cada día hago este paseíllo y con ello me voy haciendo un rinconcito”. Acabamos la faena y, de ahí, nos dirigimos a la cafetería. Le conté lo hechizado que me había quedado al ver la muestra y las sorprendentes coincidencias temáticas y de concepto que se daban en el trabajo de ambos: ¡Tengo fotos idénticas a las tuyas! No me había sucedido nunca nada parecido: encontrar a alguien que no conoces de nada y con el que tienes tanta afinidad. Y era cierto; lo pude comprobar más tarde, cuando fui a Mallorca un mes después, invitado por él. Nuestra relación siempre ha sido muy complementaria. A pesar de que es muy duro manejar a Luis, uno está hecho a todo y nunca ha habido el menor problema. A esta gran travesía le habían precedido y le siguieron otras y de todas ellas sacamos un excelente partido. Básicamente, producto interior. Marruecos, Túnez, Argelia, Egipto, Mali, RD Congo, Gambia. México, Brasil, Cuba y Canadá frustrado. Italia, Alemania, Francia, Holanda, Bélgica, Portugal, Dinamarca, Suiza. Tailandia, Japón…

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Hay un documental, ‘ResNou’, muy difícil de encontrar. ¿Podrías proporcionarnos algún dato?

Existe… y lo he reeditado completo con motivo de la exposición de Gran Canaria. Dura casi una hora y es muy entretenido. Al ir a hacer una copia del master original, al ir a digitalizarlo, nos dimos cuenta de que estaba hecho polvo, inservible. De manera que me puse a pedir (a través de correo electrónico y de Facebook) a gente que pudiera conservar cámaras de vídeo 8 de los años ochenta, si podía vendérmelas. Conseguí hasta seis diferentes, que acabaron hechas ceniza al poco de usarlas. Con ellas, machacándolas una a una, conseguí visionar las ciento y pico horas de grabación y digitalizar lo antiguo y también nuevos temas, que habían pasado desapercibidos al inicio del trabajo.

www.resnou.blogspot.com.es

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