Loïe Fuller, guerrillera de la danza
Toda una revolucionaria. Desde su cuerpo, desde un escenario, desde la danza. Precursora de los efectos visuales y la libertad de la mujer. Se inaugura en La Casa Encendida, de Madrid, la exposición ‘Escenarios del cuerpo. La metamorfosis de Loïe Fuller’, que da cuenta de las aportaciones de esta pionera de la ‘modern dance’, feminista y guerrera como ninguna.
Fueron mujeres las que dieron el grito separatista que permitió a la danza liberarse de las ataduras del ballet en los albores del siglo XX, en Estados Unidos. Pioneras, feministas, guerreras amazonas de un nuevo ideal, destacan Isadora Duncan y sus principios de libertad en términos absolutos, Ruth Saint-Denis como la artífice de una nueva danza con vocación de espectáculo y Martha Graham como la creadora de una metodología al servicio de una danza capaz de hablar de las pasiones humanas. Ellas cambiaron la concepción, empujaron la danza hacia un nuevo territorio inexplorado. No obstante, hay una cuarta mujer, cuyas aportaciones visionarias contribuyeron enormemente e enriquecer los aspectos visuales y sensoriales de la danza sobre la escena. Es verdad que Loïe Fuller (Illinois, 1862-París, 1924) no fundó una escuela ni creó una corriente y, ante el avance imparable de la tecnología del espectáculo, su aportación hoy parece menor. Pero no lo fue. De ello da cuenta la exposición Escenarios del cuerpo. La metamorfosis de Loïe Fuller, que se inaugura el 7 de febrero en La Casa Encendida, de Madrid, desplegando hasta el 7 de mayo fotografías, películas y documentos provenientes de colecciones norteamericanas y europeas, además de la proyección de un nuevo filme realizado en su homenaje, que viene firmado por la destacada coreógrafa de vanguardia La Ribot, en colaboración con Carles Santos.
En sí misma la exhibición es un acto de justicia hacia una de las figuras más fascinantes de aquel fascinante período, en el que la danza, rebelde y reivindicativa, comenzaba a romper con los ideales de belleza, ornamento y entretenimiento burgués que había alcanzado tras el apogeo del Romanticismo. Actriz y bailarina desde niña, más vinculada al vodevil y al burlesque que al ballet, Loïe Fuller no tuvo escuela y fue bailarina autodidacta. De una manera intuitiva y casual dio con las bases de lo que sería su danza, un modo escénico adelantado a su tiempo que en Estados Unidos fue inicialmente visto más como atracción de feria que danza culta, lo que la empujó a trasladarse a París, donde reinó en el Folies Bergerés y se codeó con artistas, científicos e intelectuales de la talla de Raoul, Rodin, Thomas Theodor Heine, la Reina María de Rumania, Marie Curie y, entre tantos otros, Henri de Toulouse Lautrec, que la inmortalizó en una de sus pinturas. En los círculos parisinos, Fuller fue toda una revolución.
Fue la dueña de un efecto escénico singular y único, que encajaba con el advenimiento de los grandes cambios tecnológicos e industriales. La llegada de la electricidad y el invento de la bombilla le dio acceso a un uso poético del prodigio eléctrico. Vestida con trajes de seda enormes que ondeaban al viento con el movimiento de sus brazos, extendidos gracias a largas varas, la luz ubicada en distintos ángulos y pintada artificialmente de colores, producía un efecto hipnótico en el espectador, que jugaba a imaginar orquídeas, moluscos o mariposas gigantes en las propuestas de aquella artista que transmutaba su cuerpo en pura magia escénica, que desaparecía literalmente para dar paso a un caleidoscopio de luz fundido en una danza intencionadamente abstracta pero poderosamente sensorial.
La danza serpentina (1891) fue la primera de una larga serie de solos que giraban alrededor de la misma idea pero que explotaba escénicamente de manera distinta, cada vez más arriesgada, cada vez más ingeniosa. Su influencia va a ser enorme. Años más tarde, el también precursor de la modern dance norteamericana Alwyn Nikolais basaría toda su propuesta visual en los principios de Loïe Fuller, que ha sido auténtica precursora en el uso expresivo de la iluminación teatral y una tecnología del espectáculo que ha conseguido, un siglo más tarde, llevar los efectos visuales a territorios impensables.
Son numerosos los pensadores, artistas y científicos que han ido desvelando las aportaciones de Loïe Fuller en distintos campos. El filósofo Jacques Rancière, en su tratado de Estética, ubica sus performances en París, en 1893, como emblemáticas del Art Noveau, al tiempo que Sally Sommer ha escrito en profundidad sobre la relación entre la propuesta de Fuller en concordancia con los avances de su tiempo. Varias biografías, siendo destacables las de Giovanni Lista y Marcia y Richard Current, más Quinze ans de ma vie, la propia autobiografía escrita por Fuller, con prólogo de Anatole France, ofrecen una aproximación a sus aportaciones, que ahora quedan evidenciadas en la exposición Escenarios del cuerpo. La metamorfosis de Loïe Fuller, que hace justicia a la figura de una de las precursoras indiscutibles de la danza del siglo XX.
Comentarios
Por kety martínez, el 05 febrero 2014
Aunque la figura protagonista en este artículo es Loïe Fuller y su reivindicación muy merecida, me gustaría mencionar (si me lo permite el autor del artículo) a otra mujer olvidada, revolucionaria y pionera del cine, Alice Guy autora de La danza serpentina, ya que gracias a ella podemos hoy disfrutar de estas imágenes.
Por Carmen, el 05 febrero 2014
¿Sabe si la autobiografía de Fuller «Quinz ans de ma vie» está traducida y editada en español?