Los animales más longevos: esponjas de 15.000 años y medusas inmortales

Medusas inmortales del Mediterráneo. Foto: medusas.org.

El ser humano, capaz de llegar a la Luna y portar en su mano un aparato con el que se comunica con todo el planeta, escucha música, ve películas y hace fotos, se marchita irremediablemente en la edad madura hasta vivir, más o menos, 84 años. Otros animales, sin avances tecnológicos, son poseedores de una casi eterna juventud y hasta de la inmortalidad, de infinitas vidas, como el vidrio, que para eso estamos en la sección ‘El Asombrario Recicla’. Este año, Wisdom, una hembra de albatros de Laysam, ha vuelto a ser madre a los 74 años de edad. En aguas de Groenlandia viven ballenas y tiburones que rondan, respectivamente, los 200 y 400 años. En la Antártida hay esponjas de mar a las que calculan 15.000 años de vida, y en el Mediterráneo medusas capaces de revertir su ciclo vital y volver al estado de pólipo. Y, claro, no paramos de rastrear las propiedades de las células de estas especies campeonas de la supervivencia para aplicarnos la ‘receta’.

Como ocurre con tantísimas especies de flora, fauna y de otros reinos en los que buscamos material biológico que sirva para mejorar el desarrollo humano, la longevidad de algunas esponjas de mar (hasta 15.000 años) y su capacidad para auto-regenerarse lleva a investigar su material genético de cara a sobrellevar mejor tanto la vejez como determinadas enfermedades. Ana Riesgo y Sergi Taboada, investigadores del Museo Nacional de Ciencias Naturales (MNCN/CSIC), nos ponen sobre la pista de compuestos médicos derivados de esponjas como los antihelmínticos (combaten gusanos parásitos), el aciclovir (contra el herpes labial) y la eribulina (retrasa el avance del cáncer de mama).

“Hay mucha investigación sobre las esponjas, pero éstas no suelen poner las cosas fáciles, a diferencia de los estudios que se hacen con ratones. Cultivarlas es tremendamente difícil y, cuando lo hacen, es de forma muy lenta. Aun así, hay algunas especies de esponjas de las que se sacan medicinas efectivas a través de muchos metabolitos secundarios, algunos de los cuales son antitumorales. El 95% de su cuerpo está compuesto de bacterias, porque se alimentan constantemente de ellas, pero es importante saber de qué tipo de bacterias”, explica Ana Riesgo.

Y sigue explicando: “Hemos estudiado la altísima capacidad de regeneración que tienen. Las capturamos, las disociamos, y las células que quedan sueltas se vuelven a agregar y a crear otra esponja gracias a que cuentan con muchas células madre. Esto les pasa también en libertad, ya que diferentes animales que se las comen a veces disocian sus tejidos, pero no se mueren del todo. Las esponjas no tienen tumores, no tienen células cancerígenas, las tienen muy controladas”.

Esponjas que vivieron con un Sáhara húmedo y fértil

Mientras, en la Antártida, a gran profundidad y fuera de los laboratorios, dos especies de esponjas, Anoxycalyx joubini y Cinachyra antárctica, desafían cualquier datación de edades de seres vivos y algunos ejemplares suman 15.000 años de vida. Por aquel entonces, la región del Sáhara era húmeda y fértil y los humanos hacían las primeras tentativas de domesticar ovejas y cerdos. Mientras, A. joubini crecía y crecía hasta llegar a los 1,5 metros de diámetro y 1,95 de altura, pero a un ritmo muy lento.

Afirma Sergi Taboada: “La tasa de crecimiento de la esponjas es muy pequeña, hablamos de milímetros al año, provocada por la baja temperatura a la que suelen vivir y la limitada disponibilidad de alimentos. Son organismos filtradores, y si el medio no es rico en fitoplancton y bacterias, no pueden crecer a una tasa alta y ralentizan su crecimiento”. Lo del metabolismo y tasa de crecimiento tan lentos lo corrobora Javier Cristobo, científico titular del Instituto Español de Oceanografía (IEO/CSIC).

Cristobo acaba de regresar de la Antártida, de una expedición que forma parte del proyecto internacional Ocean Census.  Ha trabajado junto a otros investigadores expertos en el medio marino a bordo del buque Falkor (too), del Schmidt Ocean Institute (Estados Unidos). “Algunas esponjas pueden crecer a lo largo de muchos años gracias a un metabolismo muy lento provocado por las bajas temperaturas de las aguas, medios casi inalterados y la profundidad a la que viven, donde gastan muy poca energía. En la campaña de Ocean Census hemos trabajado con vehículos submarinos (ROV, remotely operated vehicle) entre -0,5 y 1grado de temperatura y 3.000 metros de profundidad”.

Impactos rápidos en ritmos de vida muy lentos

El trabajo de este investigador continúa ahora en el Centro Oceanográfico de Gijón (IEO/CSIC): “Hemos conseguido muestras de todo tipo de invertebrados. Yo estudiaré 150 ejemplares de esponjas, entre las que esperamos encontrar de 5 a 10 especies nuevas, y hay otros grupos que trabajan con corales o equinodermos (estrellas, erizos y pepinos de mar) que también darán con nuevas especies para la ciencia”. Acelerar la identificación y descripción de nuevas especies y sensibilizar y fomentar la protección del medio marino son dos de los objetivos de Ocean Census. “En aguas tan remotas y profundas aún no se nota tanto el cambio climático y a los animales tan longevos les beneficia que no haya grandes diferencias de temperatura, pero tarde o temprano ese cambio llegará a todas las latitudes”, afirma Javier Cristobo.

Una de las últimas investigaciones en el campo de la longevidad de la vida animal lo ha liderado Daniel Sol, investigador del Centro de Investigación Ecológica y Aplicaciones Forestales (CREAF) y del Instituto de Biología Evolutiva (IBE) : “Sabemos que una reducción del riesgo de mortalidad favorece vidas más largas, porque permite que la selección elimine genes perjudiciales y potencie la inversión en el mantenimiento del cuerpo. En cambio, el papel de las adaptaciones protectoras ante nuevos retos ha recibido menos atención de los científicos».

El estudio se ha centrado en comprobar la longevidad de aves y mamíferos adaptados a la vida marina y cómo una vida más lenta hace que sus poblaciones sean muy vulnerables a amenazas como colisiones con barcos, contaminación acústica, enredos con redes de pesca, derrames de petróleo y caza comercial, a las cuales han tenido pocas oportunidades de adaptarse. Según el CREAF, para empeorarlo, como se reproducen también a un ritmo lento y el tiempo de cada generación es muy largo, hace que la recuperación de las poblaciones sea lenta y que cualquier ajuste evolutivo, si es posible, tarde mucho en producirse. «La gran paradoja es que las mismas adaptaciones que permitieron el extraordinario éxito evolutivo de los pájaros y mamíferos marinos ahora pueden poner esta diversidad en riesgo», concluye Daniel Sol.

Esponja Aphrocallistes Beatrix del Cañón de Avilés que pueden llegar a vivir hasta 4000 años.

Esponja ‘Aphrocallistes beatrix’ del Cañón de Avilés; pueden alcanzar los 1.000 años. Foto: J. Cristobo.

Puntas de arpones de hace 200 años en ballenas actuales

Seguimos el trabajo de Ana Riesgo y Sergi Taboada porque, aunque confirman que también en aguas con temperaturas más benévolas del mar de la China Meridional y el mar Caribe habitan especies que sobrepasan los mil años de vida, como la esponja de cristal Monorhaphis chuni y la esponja barril gigante Xestospongia muta, respectivamente, hay que volver a las más frías para dar con los vertebrados más longevos. El Atlántico Norte y el Círculo Polar Ártico son el hábitat predilecto del tiburón de Groenlandia, el vertebrado al que se otorga más edad, cerca de 400 años. Similares aguas frecuenta la ballena boreal o de Groenlandia. En la piel de algunos ejemplares vivos se ha detectado la huella de arpones de puntas de marfil que se utilizaban hace 200 años.

Javier Cristobo vuelve a enfocar la mirada hacia aguas cada vez más cercanas para dar con más especies de larga vida como la esponjas y otras: “Hay esponjas de cristal como Aphrocallistes beatrix en el Cañón de Avilés. Forman arrecifes en los que crecen ejemplares uno encima del otro. Los de la base pueden alcanzar los mil años. También hay corales negros (Leiopathes), que algunas investigaciones han llegado a cifrar en 4.000 años”.

La inmortalidad reside en el Mediterráneo

Nos mantenemos en aguas muy cercanas a nuestras costas, en el mar Mediterráneo, porque allí se han encontrado ejemplares de la que se considera no la especie más longeva, sino inmortal. “Algunos invertebrados que viven a gran profundidad se transforman en pólipos y es muy difícil determinar su edad”, afirma Cristobo. Es el caso de medusas como Turritopsis nutricula, que tras alcanzar su madurez sexual puede revertir su crecimiento y volver al estado de desarrollo que les vio nacer como pólipos.

Al ser, hasta el momento, la única forma de vida conocida con esa capacidad de revertir continuamente su desarrollo vital, T. nutricula se ha convertido en otra especie habitual en los laboratorios. El pasado año se publicó una investigación de expertos de diversos organismos científicos japoneses que concluía: “Fragmentos de la cavidad gastrovascular podrían utilizarse para estudios relacionados con la respuesta al estrés y la senescencia sistémica, mientras que los del anillo nervioso servirían para explorar el rejuvenecimiento, la auto-reparación y la regeneración sistémica”. ¡¡¡Qué mejor ejemplo de reciclaje!!!

Wisdom, mamá a los 74 años

Ya no como inmortales, pero algunos erizos de mar, tortugas gigantes, peces roca, almejas y esturiones también están en lo alto de la lista de especies más longevas. La gran mayoría en el mar, en ambientes poco alterados, y en latitudes o profundidades frías, donde, como se ha visto, se adaptan ralentizando su metabolismo. No precisamente dentro del mar, sino fuera, muy cerca de este medio, acaba esta historia de los animales más longevos del planeta, con un ave marina que bien se merece este homenaje final.

Tras las cifras expuestas, no está entre los animales más longevos sobre la tierra o bajo las aguas, pero Wisdom, la hembra de albatros de Laysan que ya en su nombre científico apunta maneras (Phoebastria immutabilis) es un auténtico prodigio de la naturaleza. Aunque, como muchas especies de albatros solo pone un huevo en cada época de cría, este año es posible que haya puesto el número 60  ya que lleva desde 1956 siendo madre casi anualmente. Ese año fue anillada en las islas Midway del Pacífico y ya se la suponía una edad de cinco años. Ahora, con 74, es el ave más longeva datada y todavía con capacidad para reproducirse.

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