“Los artistas han de bajar de su atalaya e implicarse en el activismo”

La artista y activista por el clima Marta Moreno Muñoz.

Marta Moreno Muñoz, artista y activista por el clima, no puede parar. De caminar o de idear nuevos proyectos. Ahora está inmersa en la iniciativa La Cultura Declara la Emergencia’, que ya aglutina a 1.800 instituciones y personas en todo el mundo y que busca expandir por España. Es nuestra nueva invitada en la ‘entrevista circular’.

Hasta el pasado año, el proyecto The Walk de Marta Moreno Muñoz la tuvo ocupada en un viaje –convertido en película y libro– que buscaba visibilizar ‘una necesaria revolución climática’ en los tiempos de crisis que vivimos. Presente en escena con performances y piezas de vídeo-arte con las que ya ha recorrido parte del mundo, ahora desde un rincón rural de Granada trabaja, además de en su tesis, en su participación en una nueva forma de ampliar el foco del cambio, implicando a agentes culturales que, como nos explica, no pueden quedarse al margen en un contexto de emergencia para la Humanidad.

¿Cómo fue que acabaste recorriendo, con el proyecto ‘The Walk’, casi 5.000 kilómetros, desde Granada a Helsinki?

En 2019 comencé a colaborar con Extinction Rebellion, volcada durante cinco años en la organización de las campañas. De ahí surgió la idea de hacer una caminata en solitario, que al final hice en 2022 acompañada. El viaje duró siete meses, de los que cinco viví a la intemperie. No hice los 5.000 kilómetros caminando, como había pensado, pero sí anduvimos mucho en los diferentes países. En el recorrido, fui dando charlas y formación en activismo directo no violento y contactando con otros activistas y expertos. Acabó con una campaña de desobediencia civil de Scientist Rebellion (Rebelión Científica) junto a otras plataformas. En Múnich, en una protesta, fui detenida y estuve una semana en la cárcel, en aislamiento porque era la única mujer. Aún estamos pendientes de juicio. Pero eso no es nada en comparación con lo que les pasa a las activistas del Sur Global. Lo triste es ver cómo en Europa va escalando la represión con legislaciones que se endurecen y permiten esta represión.

¿A qué atribuyes que la gente joven esté menos concienciada con el clima que hace unos años e incluso vote a negacionistas?

Vivimos un momento de multicrisis en un mundo cada vez más complejo y con el auge de las fake news cada vez es más difícil discernir lo que es verdad o mentira. Hay personas que en momentos convulsos prefieren agarrarse a una explicación total y simple, aunque sea falsa, a investigar cuáles son las soluciones más democráticas desde lo colectivo.

¿Por dónde consideras que podría venir un cambio en esa tendencia?

Me parece imposible dar un giro al timón si no cambiamos el modo de producción y consumo. Es necesario un decrecimiento y debe ser planificado, con criterios justos y solidarios.

Se detecta cierta ‘ecofatiga’ climática en la sociedad cuando se habla del ‘colapsismo’.

Eso es una indefensión aprendida. Cuanto más nos organicemos y aprendamos a escucharnos y crear espacios de participación democrática, podremos mitigar los peores escenarios de la catástrofe. Ahora vivimos una ansiedad colectiva. En las conversaciones, se evita el tema. También afecta que tras la pandemia muchas personas prefieren vivir en un carpe diem que considero criminal. Ya hemos visto los efectos de la DANA de Valencia.

En este escenario surge la iniciativa ‘La Cultura Declara la Emergencia’…

Nació en 2019 en Reino Unido, paralelo al surgimiento de Extinction Rebellion, pero para el sector cultural. En España, surge como evolución de The Walk. En ese camino reflexioné sobre qué hacer a mi regreso para compaginar ser artista y activista y llegar al público desde lo más emocional. Para ello es importante movilizar al sector artístico y generar diálogo sobre un tema que aún es minoritario en este sector. Sí se crean algunos productos culturales que abordan el tema, pero falta compartir experiencias, por ejemplo en asambleas culturales climáticas. Ya hemos realizado dos, en Granada y Girona, y queremos replicarlas en otros lugares. También queremos que más entidades, colectivos y artistas se sumen a nuestra declaración, que reflexionen sobre su rol y comprueben si su práctica daña o regenera, si promueve la justicia social.  Pienso que hay que ir hacia un decrecimiento radical. Es una paradoja, por ejemplo, que se viaje en avión para ir a congresos o encuentros sobre sostenibilidad.

¿Cuál dirías que es el principal reto ambiental para la Humanidad?

Hoy para mí la prioridad absoluta es Palestina. La batalla climática no está perdida y la de cada comunidad cuenta, cada décima de grado cuenta y cada especie cuenta, pero ahora mismo el foco es la no respuesta a un genocidio. Representa lo que somos como humanidad, retrata a Occidente como una sociedad enferma. Necesitamos que los artistas se impliquen en los movimientos sociales, en el activismo, que bajen de su atalaya.

En tu día a día, ¿qué hábitos ambientales tienes interiorizados como parte de ese pensamiento?

Llevo una vida muy austera desde siempre. He vivido en diferentes latitudes y con el nivel de vida que había en esos lugares. Los cambios individuales, aunque necesarios, son insuficientes. Abogo por un cambio sistémico del modo de producción y consumo. Mi forma de vida es muy sencilla, lo que contaba en The Walk es lo que vivo a diario. Me muevo siempre en transporte público o caminando, ni siquiera tengo carné de conducir; soy vegetariana desde los 15 años y estoy muy vinculada a proyectos de vida en comunidad. Se puede hacer. El decrecimiento está en mi día a día.

¿Crees que la concienciación ambiental ha cambiado en los últimos 20 años?

Sí, claro. En 2019 ya se había conseguido llevar el cambio climático al debate político y público, pero llegó 2020, con la pandemia, y todos los movimientos sociales vivieron una regresión y se perdió lo logrado. No lo hemos recuperado, pero hay que conseguirlo.

¿Qué dirías a las personas negacionistas?

Hay estudios que demuestran que los datos no hacen cambiar de opinión a quienes tienen pensamientos irracionales, así que no les diría nada. Mi miedo es llegar a un momento que no sepamos distinguir lo real de lo irreal. Sí que hay que seguir haciendo pedagogía, escucharles y crear espacios de conversación para todos.

¿Cuál es tu próximo proyecto artístico?

Vengo del vídeo-arte y arte de acción. Tras The Walk viví aislada en una caravana, sin motor, en mitad de la sequía en Lleida, sola. El proyecto se llama La fuente, porque iba a recoger cada día el agua a una. De ello hay otro vídeo que aún no he publicado. Si The Walk mostraba cómo vivir en un mundo post-petróleo, aquí me anticipo a una vida de nuevo con tracción humana, sin esa energía barata. Suelo crear nuevos contextos vitales, existenciales, y explorar la subjetividad.

¿Un lugar de la naturaleza al que regresar?

Soy muy nómada. Vivo siempre en un entorno rural. Quizá eligiría Las Alpujarras en Granada, donde he vivido. Ahora estoy cerca, en el valle de Lecrín.

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