Los cantantes hacen brillar una conservadora ‘Maria Stuarda’
Un trío de cantantes españoles, elegidos para protagonizar el segundo de los elencos propuestos, Yolanda Auyanet, Silvia Tro Santafé y Airam Hernández, logran hacer brillar en el Teatro Real la nueva y conservadora propuesta de ‘Maria Stuarda’, de Donizetti, dirigida por David McVicar.
No se puede decir que sea un mal espectáculo. En absoluto. Pero sí se le puede adosar el calificativo de conservador. El director de escena David McVicar, que ya nos sorprendió en la apertura de la temporada con una superproducción en su ‘Adriana Lecouvreur’, ha optado en esta ocasión por la sobriedad absoluta para el estreno mundial de su segunda aproximación a Maria Stuarda, la segunda de las óperas de la trilogía Tudor de Gaetano Donizetti. Su propuesta es algo más que correcta, pero no creo que llegue a ser una de esas producciones que el público termine convirtiendo en espectáculo icónico como sí lo han hecho otras de sus producciones, como el bolliwoodiense Julio César en Egipto para el Festival de Glyndebourne o su asombrosa Tosca para la MET Ópera de Nueva York o su Il Trovatore, que hace cierta apología del cartón piedra en una coproducción de la MET Opera, la Liryc Opera de Chicago y la Ópera de San Francisco.
McVicar lo apuesta todo en esta Maria Stuarda a los cantantes, a la partitura y al poder arrebatador de la música de Donizetti como materia prima para su puesta en escena. Es una propuesta a la antigua: pocos alardes escenográficos, pocos movimientos, sobriedad y tenebrismo para dejar todo el protagonismo en los cantantes-actores que construyen esta historia de mujeres que ostentan el poder en un mundo en el que los hombres siempre han sido los poderosos. Dos mujeres separadas por el orgullo, la ambición y por el amor de un hombre, según lo imaginó Friedrich Schiller en la obra de teatro en la que Donizetti quiso que estuviera basada su ópera.
Seguramente la decisión de McVicar no habrá sido nada fácil. Una tarima de madera un tanto ruidosa, una enorme mesa, un par de fondos para delimitar distintas localizaciones y una iluminación tenebrista de claroscuros intencionados que recuerda en muchas ocasiones el concepto de la luz que Rembrandt tuvo en su cabeza. Un suntuoso vestuario, sobre todo para la reina Isabel, y reciclado de su antigua producción de Gloriana de Britten para el coro, y poco más. Pero, finalmente, es una decisión feliz, porque efectivamente la música y el canto cobran todo el protagonismo en una obra muy discursiva en la que realmente no ocurre gran cosa.
Ni siquiera el encuentro entre las dos mujeres, Maria Stuarda e Isabel I, está lo más mínimo acentuado en la puesta en escena. ¿Para qué?, si ya se ocupa Donizetti de que la tensión se masque en el ambiente nota tras nota y palabra tras palabra.
Este cronista acudió a la primera función del segundo elenco el pasado lunes, 16 de diciembre. Todas las personas que cantaron sobre ese escenario se dejaron la piel para conseguir un resultado espeluznante en ocasiones y opresivo en otras. Se nota que McVicar ha aleccionado bien a sus actores y actrices, así como también es palpable aquello que ya dijo en la rueda de prensa de presentación: la victoria de Trump en Estados Unidos y el advenimiento de un nuevo paradigma político de negacionismo y ultraliberalismo salvaje han impregnado en cierta manera su producción. Se nota que el mundo de la política para McVicar tardará mucho en virar hacia algún color que no sea el negro. Ya en 2012, cuando la Ópera Metropolitana de Nueva York le encargó por primera vez la dirección de este título de Donizetti, el regista aseguró que su visión de Maria Stuarda “se centra en las profundas emociones humanas que se esconden detrás de los grandes enfrentamientos políticos». «No se trata solo de un duelo de poder entre dos reinas, sino de la lucha por la supervivencia y la identidad. Quiero que el público sienta esa tensión personal entre María e Isabel, más allá de su contexto histórico».
La dirección musical de José Miguel Pérez-Sierra también supo mimar a los cantantes en todo momento, haciéndoles brillar y ayudándoles en ocasiones allí donde más le necesitaban. La orquesta supo moderar en ocasiones su volumen y acompañar a los cantantes.
La Isabel I de Silvia Tro Santafé fue la primera de las sorpresas de la noche. Comenzó su papel con una seguridad aplastante. McVicar ha sabido encajarla perfectamente en el papel de mala, malísima de la película. Altiva, soberbia y brutal. Así cantó la mezzo valenciana. El tenor tinerfeño Airam Hernández, en el papel de Roberto Leicester, salió a arriesgar desde el principio. Tanto que en algún momento pareció que fuera a rompérsele la voz. Pero no. Siguió y siguió sacando fuerzas de eso que llaman la energía del teatro. Pasó alguna dificultad, pero tanto arrojo fue una de las cosas más emocionantes sobre el escenario en esa velada.
La soprano canaria Yolanda Auyanet estuvo centrada y brillante durante toda la representación, pero cantó un tercer acto para el recuerdo. Emocionantísima fue la escena de la plegaria acompañada por un coro también en estado de gracia. Los cantantes que dirige José Luis Basso no solo estuvieron perfectos, también supieron ser el instrumento perfecto para una escenografía bastante despejada que sin su presencia y su buen hacer no habría sido la misma.
Comentarios
Por Noticias musicales de diciembre de 2024 | Beckmesser, el 20 diciembre 2024
[…] EL ASOMBRARIO: Los cantantes hacen brillar una conservadora ‘Maria Stuarda’ […]