Los desternillantes 13 cortos que lanzaron a El Gordo y El Flaco

El Gordo y El Flaco en ‘Do detectives think?’.

En 1921 Stan Laurel y Oliver Hardy coincidieron por primera vez en una película. Quedaban seis años para que unieran sus carreras y se convirtieran en la pareja cómica más famosa del mundo: El Gordo y el Flaco (según sus nombres en español). En el año de su nacimiento, 1927, estrenaron de marzo a diciembre 13 cortometrajes, cinco de ellos emparejados. La complicidad que desprendían, el humor que brotaba instantáneo al compartir escenas convenció a sus productores de que tenían entre sus manos un suculento material cómico. Aún no hablaban, pero su gestualidad más característica (los llantos y movimientos de cejas y boca de Laurel, los mohínes de la cara hinchada de Hardy) ya quedó establecida en esos filmes. Esta es su prehistoria.

Su dura vida de internados ingleses la conjuraba Stan Laurel haciendo el payaso. Así se recordaba cuando, ya famoso, le preguntaban por sus orígenes cómicos. A su lado, si no estaba de gira, tenía a su padre actor como inspiración. A los 17 años ya se desempeñaba en el teatro. Primero, junto a su progenitor. Luego solo, sin más asideros que su propia energía y talento. Trabajó, aún en Inglaterra, con Charles Chaplin en la compañía Karno de music hall. “Fred Karno nos enseñó a Charlie y a mí todo lo que sabemos sobre comedia”, evocó Laurel. También les llevó, en la segunda década del siglo, a Estados Unidos. Allí, el actor firmó en 1918 su primer contrato para el cine.

Tres años después apareció por primera vez con Oliver Hardy en el cortometraje Lucky dog. A diferencia de la figura espigada de Laurel, Hardy era obeso. Un tipo alto de casi 1,90. Había estudiado canto y de su provecho obtuvo sus primeros sueldos cantando en cabarets y vodeviles. Pero era el cine lo que le fascinaba. Debutó en 1914 en el corto Outwitting Dad. Con su físico, menudeaban para él los papeles de matones, tipos pendencieros o malencarados, dispuestos a soltar guantazos y puñetazos. Instalado en Hollywood en 1917, ya no dejó de actuar. En Lucky dog, una comedia de persecuciones, volvía de nuevo a hacer de matón que acosa a un incauto  ciudadano (Laurel). Aquel primer encuentro entre ambos pasó desapercibido y no volverían a encontrarse hasta 1926, cuando rodaron 45 minutes from Hollywood, otro cortometraje en el que Laurel aparece brevemente, casi al final, interpretando a un actor enfermo acostado en una cama del hotel para el que Hardy trabaja como policía. Durante unos segundos coinciden en la pantalla, cuando Hardy, persiguiendo a un ladrón, irrumpe en la habitación de Laurel.

Aunque hay disputas sobre la paternidad de El Gordo y El Flaco (o, por escribirlo como se les reconoce en inglés, Stan y Ollie), no cabe duda de que Leo McCarey, el director de Tu y yo, intuyó la capacidad cómica de ambos como dúo cuando los vio juntos en 45 minutes from Hollywood y les sugirió que formaran pareja, según sostienen José Sanmartín Esplugues y José Alfredo Peris Cancio en el estudio Leo McCarey y el modelado de Stan Laurel y Olive Hardy.

A lo largo de 1927, el año del nacimiento de El Gordo y El Flaco, Laurel y Hardy rodaron 13 filmes de dos rollos, es decir, de unos 20 minutos de duración. Todos se han conservado menos uno, Hands off, del que solo perviven unos fotogramas y las cartelas con los diálogos. Dos ediciones recientes de los filmes de aquel año restaurados se recogen en Laurel & Hardy: Year One, The Newly Restored 1927 Silents, de Flicker Alley (que incluye los dos previos de 1921 y 1926), y Laurel and Hardy: The Silent Years (1927) de Masters of Cinema Series.

La primera película en estrenarse, Duck soup, se presentó el 13 de marzo. Fue su primer recital conjunto, como atrabiliarios vagabundos que huyen de una recluta obligatoria para el servicio de bomberos y acaban en una casa desocupada asumiendo la falsa identidad de propietarios. A medida que fueron estrenando las siguientes, McCarey observó con disgusto el desperdicio que se producía ante algo palpable: el humor que brotaba naturalmente cuando los dos actores actuaban a dúo, como hicieron en Do detectives think?, rodada en abril, y donde interpretaban a dos detectives de la policía enviados por su jefe para proteger a un juez sobre el que pende la amenaza de muerte de uno de sus condenados escapado de la cárcel.

Al cabo de los meses, McCarey tomó la decisión de emparejarlos. Resolvió escribir él mismo los guiones y encargarse de controlar la producción de las películas de quienes serían oficialmente El Gordo y El Flaco a partir de The second hundred years, estrenada el 8 de octubre de 1927, un filme carcelario en el que Laurel y Hardy interpretan a dos presos que escapan de la prisión y, tras dar vueltas y vueltas por la ciudad, regresan inesperadamente al lugar de su condena.

Las formas del humor con que se identificarían sus personajes quedaron fijadas entonces: un Flaco entre medroso y osado, entre naíf y justiciero, sometido por un Gordo ensoberbecido pero igualmente torpe, una especie de hermano mayor o amigo abusón que lleva la voz cantante en la relación, pero sin que logre que se respete su presunta autoridad.

El propio Hardy llegó a identificar muy bien cómo eran esos personajes, según recogen McCabe, Kilgore y Bann en su biografía Laurel y Hardy. Este tenía la costumbre de sentarse en los vestíbulos de los hoteles y observar a la gente. “Veo”, decía, “a muchos Gordos y Flacos: el tipo muy tonto al que nunca le pasa nada malo y el tipo muy inteligente que es más tonto que el tipo tonto, solo que no lo sabe”.

Una imagen de ‘The second thousand year’.

Una imagen de ‘The second hundred years’.

¿Qué hicieron Laurel y Hardy en la mayoría de las películas estrenadas aquel año donde sus personajes no tenían relación entre sí? Por ejemplo, en Slipping Wives (3 de abril de 1927), Laurel es pintor y Hardy el mayordomo de la casa a la que Laurel llama para ofrecer sus servicios y la dueña de la casa lo utiliza para dar celos a su marido. En Love’Em and Weep (12 de junio de 1927), Laurel entretiene a la amante de su jefe, mientras este recibe en una cena a unos amigos, entre ellos Hardy. Y en Why Girls Love Sailors (17 de julio de 1927), el capitán de un barco secuestra a la chica de Laurel, pescador, y se la lleva a su barco donde Hardy es su segundo.

Uno entiende a McCarey, porque, efectivamente, las escenas aisladas con ambos actores son las más cómicas en estos cortos. En una de ellas, de Why Girls Love Sailors, Laurel se deshace de la pendenciera tripulación del barco disfrazándose de mujer. Cita uno a uno a los marineros y los deja fuera de combate golpeándolos. Ya desmayados, los conduce a la borda del barco, donde Hardy, de espaldas, contempla el mar. Laurel coloca en posturas burlonas a los marineros y llama a escondidas la atención de Hardy, que los observa indignado, los golpea de nuevo y los arroja al agua.

Las dos últimas películas estrenadas ese año inaugural, bajo la sabia mano de McCarey, consolidaron la alianza. Putting pants on Phillip muestra a un joven escocés (Laurel), vestido con falda y gorra, al que recibe su tío (Hardy) en el muelle donde atraca el barco que lo trae de Europa a Estados Unidos. Caminando por las calles de la ciudad portuaria, la visión de aquel traje tradicional desata las carcajadas de los transeúntes, que enseguida rodean al joven para burlarse de él. Su tío avergonzado lo mete en una sastrería y ordena que le hagan unos pantalones.

The battle of the century, la más divertida y lograda de las que rodaron aquel año del descubrimiento, la componen dos secuencias: un combate de boxeo entre un Laurel enclenque enfrentado a un peso pesado, desoyendo las indicaciones desesperadas de su entrenador (Hardy) y una de esas hilarantes y multitudinarias escenas de peleas de tartas en la calle que siguen haciendo reír y en la que se emplearon cerca de 4.000 pasteles recubiertos de crema batida.

A partir de entonces, Laurel llevaría la parte más creativa del dúo, implicándose en los diálogos, en la elaboración de las escenas, en la edición. No en vano, en esa década de los años 20 llegó a dirigir 12 cortometrajes. Hardy, sin embargo, a medida que crecía imparable el éxito de la pareja, podía disfrutar de largas sesiones de su deporte favorito: el golf. Pero sobre todo fraguó una amistad duradera. “Era como un hermano para mí”, confesó Laurel al morir Hardy en 1957, cuando ya habían rodado más de un centenar de películas y las multitudes los acogían desbordadas en giras de presentación. Sus reconocibles figuras, tan icónicas como otras leyendas del mudo como Chaplin o Keaton, siguen diciéndonos que las relaciones entre diferentes duran cuando se aceptan
esas diferencias.

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