Los diarios de Jane Birkin: de niña con uniforme a mito erótico
Hace unos días comencé a leer los diarios de la gran Jane Birkin, una colección de relatos explícitos, inocentes y profundos en los que la actriz y cantante anglo-francesa que se convirtió en mito erótico mundial va desgranando su vida sin olvidar nada, ni lo luminoso ni lo turbio. Birkin (que cumple 77 este año) narra el tormento y éxtasis de una vida vivida a destajo desde lo sexual y lo sentimental. A Birkin le gusta jugar a ser escandalosa, pero jamás consigue la mujer de voz susurrante desprenderse de su contumaz candidez. Ella quiere trasgredir, pero solo logra hacerlo a través de su trabajo, y de su devoción y convivencia con Serge Gainsbourg. Se muestra como una mujer profundamente enamorada de un hombre extraño en lo físico y en lo vital, un crápula que vivió en una continua contradicción por tenerla a su alcance.
Acceder a la biografía de quien admiras a través de sus diarios es siempre un ejercicio de generosa inconsciencia porque suelen estar perlados de zonas oscuras y de verdades incómodas para el admirador. Sin embargo, leerlos es toda una aventura porque alivian la molicie de nuestra propia vida. Da igual que sean escandalosos o aburridos, sean como sean son auténticos imanes para el lector.
Hace unos días comencé a leer los diarios de la gran Jane Birkin, una colección de relatos explícitos, inocentes y profundos a partes iguales que, por fortuna para el lector, quedan expuestos a través de la fabulosa edición y traducción que Felipe Cabrerizo ha hecho para la recién nacida editorial Monstruo bicéfalo. Con una estética imbatible, ese juego entre el azul y el blanco es sencillamente delicioso, Birkin va desgranando su vida desde la legalidad emocional más absoluta, sin olvidar nada, ni lo luminoso ni lo turbio, sin escribir un diario timorato o digno de una pequeña burguesa como lo fue ella.
Birkin narra el tormento y éxtasis de una vida vivida a destajo desde lo sexual y lo sentimental, con una prosa atractiva y productiva que mantiene la atención de quien lee desde la primera página. A Birkin le gusta jugar a ser escandalosa, pero durante los 25 años de vida a los que tiene acceso quien compra el libro, jamás consigue, la mujer de voz susurrante, desprenderse de su contumaz candidez. Ella quiere trasgredir, pero solo consigue hacerlo a través de su trabajo, a través de su devoción y convivencia con Serge Gainsbourg.
Birkin es un alma perdida sin el fumador de Gitanes, una niña de ojos azules que entró demasiado pronto en la carrera de la vida.
Madre de dos niñas, Kate y Charlotte, no consigue despojarse de su pasado con el primer amor, no consigue superar la desgana y la humillación con que John Barry devastará sus 18 años. Su ninguneo y su afición a la infidelidad harán de Birkin una mujer marcada. Ya jamás le será útil el deseo que despierta en los demás. Jamás le será útil codearse con la élite del cine europeo o americano, jamás le será útil ser la madre de dos muchachas únicas, pero marcadas por la insatisfacción de su madre.
Munkey diaries es un libro de rasgos brillantes, pero de alma atormentada. De hecho, el único momento en que Jane se siente libre es cuando le cuenta aquello que la hiere al muñeco que la acompaña desde niña. Hablando con él puede justificar su indolente inocencia y volver a sentir ese furor con que el porvenir late en las sienes de quien cree que lo ha perdido todo. Pero no siempre lo escoge como interlocutor y eso hace de este conjunto de diarios un lago en el que la visibilidad no siempre está garantizada.
Birkin y Barry tienen una relación desastrosa en la que Birkin no es más que una estatua que calienta la cama de un hombre vago, débil y despreciable.
Birkin y Gainsbourg tienen la relación tóxica más hermosa – perdonen la boutade–, del siglo XX, y sobre ella se centra, y con qué riqueza narrativa, el grueso de este libro.
Birkin y Doillon son dos amantes desesperados cuya solidez acabará evaporándose incluso antes de su existencia.
Birkin es dueña de un efervescente candor, pero lo es también de una temible lengua. Una lengua que a ratos es racista, a ratos clasista y a ratos impredeciblemente proletaria. Birkin es una excepcional y contradictoria mujer que no tiene miedo a contar la verdad, aunque la verdad la dibuje en ocasiones como un monstruo caprichoso y beligerante que trata de reducir a ese inaprensible y adorable diablo que fue Gainsbourg.
Birkin pasa de ser una niña con uniforme a un mito erótico y lo cuenta a través de estos diarios y a través de todas aquellas personas que sostuvieron su dolorosa transición. Pero estos diarios no hablan solo de ella, sino que nos permiten adentrarnos en las vidas y en las obras de las figuras más deslumbrantes del cine francés. Delon, Schneider, Barri, Trintignant, Deneuve o Depardieu aparecen antes o después en esta biblia en la que los evangelios los escribe una mujer profundamente enamorada de un hombre extraño en lo físico y en lo vital, un crápula que vivió en una continua contradicción por tenerla a su alcance.
Ella ama a Gaisnbourg y, sin embargo, no le deja en muy buen lugar, habla de él como un hombre violento, sucio, descuidado, posesivo, bebedor. Un fumador de corazón frágil tremendamente generoso, detallista y apegado a su familia con una devoción que nadie podría adivinar viéndole moverse bajo las cámaras y sobre los escenarios. Él es el padre de su hija Charlotte, esa niña rara y avara que le enseña a ser madre en toda la extensión de la palabra. Hasta que llega, ella cree que juega a las muñecas con esa hija dócil que es Kate, la niña abandonada por todos.
Birkin no le entrega una biografía delicada y fácil al lector, sino un buen puñado de controvertidos cuadernos en los que debe leer cómo el autor del célebre Je t’aime ma non plus… la abofetea (también lo hace con otras) a sus anchas cuando beben más de la cuenta. Y en los que a ratos se muestra como una mojigata al servicio de un pervertido que no existe tal y como ella cuenta una y otra vez mientras dura la escritura. Birkin idolatra a Gainsbourg:
«Se dice que en el momento de morir se tiene el nombre de un solo hombre en el corazón».
E inventa para él ese deseo que necesita sentir ella. Ella es una conseguidora a ratos patética y a ratos adorable que se crece en ese malsano desequilibrio.
Es también este libro una miscelánea tremendamente evocadora en la que se alterna su amor desmesurado por la familia, en especial por su padre, y su amor por el trabajo (bellísimo es el relato de la grabación del LP Historie de Melody Nelson), por cada paso que da para cumplir su sueño de ser una estrella. Fuera de sus relaciones personales, Birkin tiene carácter, sabe lo que quiere y no todo vale para promocionar y promocionarse. Ella quiere ser un mito erótico, pero jamás un estandarte de la pornografía.
Confesaré que esperaba algo distinto de este libro, menos autodestrucción y menos chismes, y sobre todo más erudición cinematográfica; sin embargo, he de decir también que es un volumen cuya lectura resulta imposible abandonar. Birkin sabe contar, sabe purgar la rutina para ofrecer aquello que la hará transcender y por eso comienza esta narración con dos frases que la exculparán por completo de todos sus fracasos:
“Al volver a leer mi diario se me hace evidente que no se cambia nunca. Lo que era con doce años es lo que soy hoy. Solo reconoces la felicidad cuando ya ha pasado el tiempo… Un diario es por fuerza injusto, pone todas las cartas boca arriba… Solo he cortado allí donde podía hacer daño a alguien. Me parece que sigo siendo infantil y agotadora”.
Birkin es víctima de su perniciosa ingenuidad, un puñal que atraviesa su vida una y otra vez y que agujerea con saña su biografía. Birkin no olvida, pero es incapaz de acceder a cualquier versión de la venganza. Cuando discute con Gainsbourg lo relata de esa manera liviana y sin importancia en que una niña relata siempre sus pequeños hallazgos.
Birkin es una reina de la experimentación que a veces acaba herida por culpa de su inexperiencia en esas lides. Birkin jamás podrá dejar de ser una niña, dará igual las tragedias que viva, y que no relataré yo aquí, porque en nada competen a este libro, morirá siéndolo. Será para siempre ese alter ego de Alicia, el celebre personaje de Carroll, y vivirá cayendo en habitaciones mágicas y demasiado lisérgicas por siempre jamás.
Es por tanto este hermoso y a ratos fatídico diario un castillo de naipes que el lector tendrá que reconstruir a cada paso, pero que quedará ligado a su memoria con esa potencia con que las esquirlas que escupe una bomba quedan ligadas a la anatomía de quien las recibe.
‘Jane Birkin. Diarios 1957-1982. Munkey Diaries’. Monstruo Bicéfalo Editorial. Traducción de Felipe Cabrerizo. 333 páginas.
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