Los machos alfa de la arquitectura del siglo XX

Interior de la Johnson Wax Company de Frank Lloyd Wright

UN ANÁLISIS DEL LIBRO ‘LA ARQUITECTURA MODERNA Y SUS CREADORES’ DE MARTIN FILLER. UN EXHAUSTIVO, Y A VECES SOCARRÓN, RECORRIDO POR LOS GRANDES NOMBRES DEL ARTE DE PROYECTAR EDIFICIOS.

A. F. RUBIO

¿Sabía que la ropa que vestían Ray y Charles Eames, sin duda la pareja más encantadora del diseño y la arquitectura del siglo XX, solían encargársela a Dorothy Jeakins, la laureada directora de vestuario de Sonrisas y lágrimas? ¿A quién recuerdan los vestidos pichi de Ray Eames sino a la mismísima Julie Andrews? Martin Filler, en su libro La arquitectura moderna y sus creadores (De Frank Lloyd Wright a Frank Gehry), recién editado en España por Alba Editorial, relaciona el vestuario de Ray Eames con Judy Garland en El mago de Oz. Pues bien, este tipo de anécdotas puntean, afortunadamente,  el  texto de Martin Filler. Y el autor las va introduciendo con una gracia y un sentido periodístico admirables.

Giorgio Vasari y su Vida de los mejores arquitectos, pintores y escultores italianos sigue siendo una referencia indispensable del siglo XVI por cuanto su mezcla de comentarios y anécdotas (y en algunos casos leyendas e invenciones) resultan aun hoy formativos e irresistibles y contribuyeron a crear un género. No resulta gratuito comparar el clásico de Vasari con el libro de Martin Filler. Una compilación de textos, publicados por Filler en The New York Review of Books y revisados y ampliados para este volumen,  que recupera la gran tradición de las semblanzas (en este caso las de 20 arquitectos que marcaron el siglo XX) a base de observaciones inteligentes, erudición, concisión, visión de conjunto y sentido del humor. El crítico de arte Robert Hughes dijo del libro de Filler:  “De lejos los escritos más inteligentes y agudos sobre arquitectura aparecidos en los últimos años”.

Son textos concebidos por un historiador del arte (y en este sentido cabe agradecerle que se aleje de esa visión totémica y autorreverencial de la que tanto abusan en sus escritos los arquitectos), y por un periodista de los buenos (es decir, no sujeto a intereses ocultos corporativos, atrevido, incisivo y, sobre todo, muy entretenido). Según John Guare, y no le falta razón, “el mejor curso universitario en el que haya podido matricularse” cualquier interesado en la arquitectura se halla en este volumen. Y el desfile resulta fascinante: del dandismo anacrónico de Frank Lloyd Wright y de sus “titánicos logros” al “huero simbolismo” del “simplista” Calatrava; de los esquemas biomórficos y el arrebatado humanismo de Alvar Aalto a la apabullante influencia de Le Corbusier, la mayor en los cuatro siglos después de Palladio; de la maestría de Renzo Piano y su música de cámara en un trío de pequeños grandes museos (los tres situados en Texas) a la “cruda energía” de Frank Gehry, un arquitecto que, en opinión de Filler, está destinado a ocupar, como Mies van der Rohe, un lugar eminente en la historia de la arquitectura moderna. Del “menos es más” de Mies van der Rohe al “menos es aburrido” de Robert Venturi.

Puntilloso y deslenguado, a veces injusto, Filler no es lo suficientemente generoso con Norman Foster (aprovecha para zaherir al crítico de The New Yorker Paul Goldberger por decir que Foster es el Mozart de la arquitectura moderna, lo cual, en su opinión, demuestra el “pésimo oído” de su colega). En otros momentos chirría su apuesta por obras de la arquitectura norteamericana (por ejemplo en  su defensa de la sala de conciertos de Los Ángeles Walt Disney frente al Guggenheim de Bilbao, ambas obras de su amado Frank Gehry). Aunque, por fortuna, y pese a sus ocasionales intentos de barrer para casa, Filler no pierde nunca su mirada crítica. Por ejemplo en su denuncia, en el demoledor capítulo dedicado a Philip Johnson, de cómo este arquitecto autor de algunas grandes obras (todas anteriores a 1977) representa con sus posteriores rascacielos posmodernos, monumentos vacíos e insustanciales exhibidos como trofeos por las grandes empresas en los años de Reagan, la “sintomática pobreza de la cultura civil de América de finales del siglo XX” (en España no hay más que ver las torres KIO en la plaza de Castilla de Madrid, firmadas por Johnson,  para entenderlo).

Cúpula del Reichstag de Norman Foster

La extraordinaria semblanza del astuto caradura Philip Johnson, con un pasado de simpatías nazis en su juventud que trató de ocultar toda su vida, articula el interés de Filler por desentrañar el tema tabú de los arquitectos y Hitler: el coqueteo, caso de Alvar Aalto, cuando no directamente la interesada y pavorosa implicación, caso de Mies van der Rohe y Le Corbusier, de algunos de los grandes arquitectos del siglo XX con el nazismo. Otra de las más logradas semblanzas de Filler es la de Richard Meier (con el pormenorizado relato del fracaso del arquitecto en su “obra maestra fallida”: el complejo del Museo Getty de Los Ángeles, que costó mil millones de dólares y define la “exuberancia irracional característica de la nueva economía de los noventa”). Y también la dedicada a Daniel Libeskind, un personaje tragicómico protagonista y gran perdedor frente a David Chids en el enredo de la reconstrucción de la Zona Cero de Manhattan; y aquí interviene  la crítica de arquitectura Ada Louise Huxtable ejerciendo de Casandra al escribir un texto premonitorio en The Wall Street Journal donde auguraba el triunfo de los constructores y la codicia (habría que añadir: y de la mediocridad) mientras se desperdiciaba una oportunidad extraordinaria para la ciudad de Nueva York.

De Sullivan o Mackintosh a Louis Kahn, o la pareja formada por Robert Venturi y Denise Scott Brown, las semblanzas de Filler sirven para escudriñar a los arquitectos desnudos (y sí, para compadecerse de ellos por su narcisismo, su loca y muchas veces oscura ambición, su inconsistencia ideológica, sus empeños de dioses tantas veces abocados al fracaso por causas incontrolables). El libro es también, y por eso poner a Filler en compañía de Vasari no supone una exageración que no pueda ser argumentada, un canto apasionado a la arquitectura y en especial al Movimiento Moderno que articuló los logros constructivos del siglo XX. Y aquí Filler, historiador del arte, hace una pertinente asociación entre Le Corbusier y Picasso, ambos hermanados “por sus innovaciones formales, su evolución estilística, su indagación incansable de las posibilidades expresivas de las artes plásticas y su vitalidad demoníaca”. Así son estos titanes de hormigón y acero. Algunos, filósofos-artistas como Le Corbusier; otros, audaces aunque poco amantes de los libros como Louis Khan. Y entre ellos, muy pocas mujeres. Esperemos que en el volumen que Filler prepara para 2013, continuación de éste, las amazonas de la arquitectura del siglo XXI se abran paso.

FEMENINO PLURAL

A lo largo del libro de Martin Filler sorprende la prácticamente nula presencia femenina en ese mundo de machos-alpha de la arquitectura del siglo XX, síntoma de un problema que, según Filler, sigue sin resolverse. Aunque baste citar a cuatro mujeres que auguran en el siglo XX la profunda transformación a la que se enfrenta el oficio gracias a la creciente presencia femenina en las aulas y en la práctica arquitectónica (con la diva Zaha Hadid como abanderada, o también Kazuyo Sejima; y en España, ¿Izaskun Chinchilla?):

Ray Eames, nuestra favorita, infravalorada durante mucho tiempo hasta que la biografía del matrimonio Eames obra de la historiadora Pat Kirkham dejó claro el carácter “de igual a igual” en la relación profesional  entre ambos y su crucial influencia, con fuerza e intuición, en el desarrollo artístico de Charles.

Olgivanna Ivanova Lazovich Hinzenberg, la excéntrica bailarina montenegrina que irrumpió en la vida de Frank Lloyd Wright y fue el apoyo principal y posiblemente la principal motivadora de la arrolladora vuelta del arquitecto en los años treinta. Interasante asimismo su figura como una de las primeras viudas “sobreprotectoras de la memoria” de un artista.

Aino Aalto, la primera mujer de Alvar Aalto, arquitecta fallecida en 1949 (él murió en 1976) y una de las principales colaboradoras del genio finlandés, cuya influencia abarca no solo los objetos y el mobiliario que diseñó sino también algunos de sus proyectos legendarios, desde la Villa Mairea a la biblioteca de Viipuri o el sanatorio de Paimio.

Denise Scott Brown, alter ego de Robert Venturi, una de las parejas más estimulantes intelectualmente en el campo de la arquitectura y el arte, si bien sus propuestas y legado constructivo sean con frecuencia (y con razón) puestos en solfa. El libro que ella inspiró, ‘Aprendiendo de Las Vegas’, coescrito con Venturi y Steven Izenour, sigue siendo una referencia para entender la cultura pop norteamericana y los delirantes principios del capitalismo.

‘La arquitectura moderna y sus creadores (de Frank Lloyd Wright a Frank Gehry)’. Autor: Martin Filler. Editorial: Alba. Traducción: Pablo Sauras. 410 páginas. 

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