Los ‘palomos cojos’ vuelan muy alto: un homenaje a Mendicutti
Eduardo Mendicutti ha cumplido 75 años. Y como homenaje, un libro, ‘Yo no tengo la culpa de haber leído a Mendicutti’, en el que 18 escritores (como Luisgé Martín, Boris Izaguirre, Alejandro Melero, Paco Tomás, Carlos Barea y quien firma este artículo) reconocen la influencia de este escritor, que ha retratado como nadie en España, con buena prosa y buen humor, la cultura gay desde la Transición. Con personajes inolvidables, como el niño de ‘El palomo cojo’ o ‘Los novios búlgaros’.
Tenía 13 años cuando murió mi padre. Ese mismo día, en mi colegio avisaron de que se cancelaban las clases de la mañana siguiente para que, quien quisiera, pudiera venir al entierro a mostrar su apoyo. Según me contó un amigo que vino a casa para intentar darme ánimos, nada más oír la noticia, un compañero se echó a reír y celebró que les dieran el día libre “porque se había muerto el padre de un palomo cojo”. Esas fueron sus palabras exactas y así fue como conocí, recién convertido en huérfano, la dichosa expresión. Por lo visto, estas aves necesitan las dos patas para montar a la hembra, ya que con una sola no se pueden agarrar ni tampoco realizar el cortejo previo, de ahí que se diga que alguien, en este caso mi yo adolescente, es más maricón que un palomo cojo.
Al dolor que sentía, se le sumó una oleada de rabia por ser insultado en un momento así. Me pareció una ofensa directa contra mi padre y me escandalizó que mis acosadores ni siquiera me dieran tregua en aquellos terribles instantes. Parecía que nunca iban a dejar de recordarme que no era como ellos ni a perdonarme por ser distinto.
Poco tiempo después, descubrí que existía una película llamada El palomo cojo (Jaime de Armiñán, 1995), basada en una novela del mismo título, escrita por un tal Eduardo Mendicutti. En ella, un niño aquejado de una larga enfermedad pasa el verano en casa de sus abuelos y se dedica a observar las rarezas de los estrafalarios personajes que deambulan por allí, reflexionando sobre la complejidad de las relaciones adultas y la extraña naturaleza de su propia identidad.
Al igual que tantos otros, me reconocí en ese niño que se asomaba al mundo para tratar de entenderlo y acababa por conocerse a sí mismo. Eduardo Mendicutti (Sanlúcar de Barrameda, 1948) le estaba dando voz a personas como yo, creando un espacio seguro para que los bichos raros, los palomos cojos, nos quisiéramos y nos aceptásemos tal cual éramos, a pesar de volar a contracorriente.
Toda su obra literaria, además de brillar por su humor y su ingenio, está plagada de personajes homosexuales y transexuales, precisamente cuando nadie se atrevía a hablar de ello, por miedo a no ser publicado o a no resultar comercial, y hace un recorrido por la historia de nuestro país digna de estudio.
«Escribo lo que quiero y como quiero, y he tenido siempre unos editores que me lo aceptan y promocionan mis libros sin ningún tipo de restricciones. Dicho esto, si etiquetan mi trabajo como literatura homosexual o se me etiqueta a mí como escritor homosexual, de verdad que no me importa absolutamente nada. Incluso lo defiendo”, decía el autor en una entrevista para www.zendalibros.com en 2017. Y es que, si algo define a Eduardo Mendicutti, además de su sensibilidad y de su gran sentido del humor, es precisamente su valentía.
Sus primeras novelas, Tatuaje y Cenizas, fueron censuradas a pesar de haber ganado importantes premios. Su primer gran éxito, que sigue vendiéndose y leyéndose a día de hoy, fue Una mala noche la tiene cualquiera (1982), donde Mendicutti cuenta la historia de una travesti, La Madelón, la noche del 23-F. Le siguieron las novelas Siete contra Georgia (1987), Tiempos mejores (1989) y El palomo cojo (1991), que fue finalista del Premio Nacional de Narrativa en 1992.
Con Los novios búlgaros (1993) emocionó al público con una agridulce historia de amor y prostitución masculina, llena de erotismo y ternura, cuya adaptación al cine en 2003 supuso la última película del célebre director Eloy de la Iglesia (1944-2006).
Su obra literaria y periodística es muy prolífica y diversa, con títulos que todavía resuenan en nuestra cabeza, como Yo no tengo la culpa de haber nacido tan sexy (1997), El beso del cosaco (2000), El ángel descuidado (2002), Duelo en Marilyn City (2003), Otra vida para vivirla contigo (2013), Furias Divinas (2016) y un largo etcétera de obras, todas ellas publicadas por la editorial Tusquets, para disfrute y gozo de sus seguidores.
Precisamente, somos 18 admiradores de Eduardo Mendicutti los que nos hemos reunido, bajo la batuta del escritor y activista LGTB+ Ramón Martínez, para homenajearlo, con motivo de su 75 cumpleaños, en una antología titulada Yo no tengo la culpa de haber leído a Mendicutti (Egales, 2023). Con prólogo de Boris Izaguirre y a través de cuentos y ensayos que analizan y celebran las múltiples voces del autor a lo largo de su carrera, cada uno de nosotros, de diferentes generaciones, hemos querido devolverle a Mendicutti un poco de la osadía, la libertad y la guasa que nos ha insuflado con sus historias de maricas y travestis durante todos estos años.
Me gustaría decirle a aquel niño que intentó burlarse de mí llamándome palomo cojo que, en realidad, tenía razón. Lo soy y a mucha honra. Lo que no podía imaginarme en aquel momento era que, muchos años más tarde, iba a tener la suerte de formar parte de una bandada de escritores dispuestos a volar muy alto. Y no lo hacemos de cualquier manera, sino juntos y orgullosos, siguiendo la estela de uno de los mejores autores españoles de todos los tiempos. Porque, como tuve la oportunidad de decirle en el homenaje que se le rindió en el Instituto Cervantes en Madrid durante la presentación del libro, puede que sea huérfano, pero considero que, tanto mis compañeros como yo, tenemos un padre literario y ese no es otro que Eduardo Mendicutti.
Comentarios
Por Los 20 libros LGTB+ que más nos emocionaron en 2023, el 16 enero 2024
[…] –entre los que se encuentran Paco Tomás, Carlos Barea, Dimas Prychyslyy, Carlos Valdivia, Luis Maura o Luisgé Martín–, hacen un homenaje a Eduardo Mendicutti en el año en que el mítico autor […]