Los papeles olvidados sobre Lorca y su relación con Joaquín Amigo
Recientemente hemos recordado que hace 86 años fue asesinado Lorca. Hoy entrevistamos a Ana Merino. Poeta, dramaturga, novelista, responsable del programa de escritura en español de la prestigiosa Iowa University, Ana Merino desgrana en esta conversación los ejes sobre los que se sustenta su última novela, ‘Amigo’ (Destino). Joaquín Amigo mantuvo una estrecha relación con Federico García Lorca y, como el poeta granadino, fue asesinado en los albores de la Guerra Civil.
El hallazgo de unos documentos le sirven a la autora madrileña como punto de partida para construir una narración en la que se hibridan la ficción y la no ficción, la novela de campus, la investigación literaria y el viaje interior de Inés Sánchez Cruz, la protagonista, quien encuentra en el pasado algunas de las referencias que necesita para entender su propia vida.
En alguna entrevista has comentado que diste con los papeles de Joaquín Amigo un poco por azar. Como ocurre muchas veces en la literatura, ¿no?
Efectivamente, fue durante el confinamiento. Rocío Camus una gran amiga de la carrera organizó sesiones de yoga virtuales y en ellas coincidí con María Bastos Amigo. Ella, que sabía que era investigadora y estaba trabajando en Estados Unidos, me pidió ayuda para organizar todos aquellos documentos. Cuando me acerqué a su casa en Madrid, fue una sorpresa increíble. Los papeles contenían tres cartas largas, postales y notas de Lorca. Mucha documentación sobre la revista Gallo y otra correspondencia de la época con gente fascinante, además de apuntes de las clases de Ortega y Gasset. Todo lo que sucedió con el archivo y la forma en la que accedo tiene esencia novelesca.
El proceso de revisión y análisis de los documentos, ¿fue algo parecido a lo que le ocurre a Inés, el personaje de ficción que protagoniza la novela?
Quería reflejar en la novela la emoción del descubrimiento, la forma en la que un investigador trabaja en esas primeras lecturas de unos documentos. En Amigo vemos cómo la protagonista afronta sus tres semanas iniciales de investigación tratando de dar sentido a las cosas que va encontrando. Es una aproximación intuitiva, y en su caso arrastra las penas y los sinsabores de su vida personal. Por eso, todo lo que lee para ella tiene un significado especial. Buscaba que la investigación tuviera fuerza literaria para que los lectores también disfrutaran de las sensaciones y del proceso mismo. Ver cómo el sentido de otras vidas del pasado podían darnos aliento en el presente. El valor de la memoria y de la historia que es parte de todos nosotros.
Inés es profesora de escritura creativa en Estados Unidos, escritora, como tú misma, y aunque es una pregunta tópica, ¿hasta qué punto Ana Merino se ha ocultado en ese personaje? Yo lo veo más bien como un juego entre la ficción y la no ficción, ¿no?
En este caso hago un guiño a la cultura de Estados Unidos y a la complejidad de los programas de escritura creativa, pero yo no soy Inés. Por temperamento me parezco más a Sergio, el hermano forofo de los cómics que siempre trata de animarla. La Ana Merino poeta digiere las cosas de otra manera. Aquí Inés es un personaje autónomo que enfrenta dificultades diferentes a las que yo me enfrenté cuando montaba mi propio programa en Iowa. En mi caso implementé el multitallerismo y evité que se generaran tensiones entre la poesía y la narrativa. Inés representa muchos aspectos que me preocupan sobre la realidad de la poesía y cómo está perdiendo relevancia social. Por otra parte, me interesaba construir un personaje que pudiera asomarse a los papeles llevando sus propias preocupaciones, pero que no arrastrara ideas preconcebidas de la España de los veinte y treinta del siglo pasado. El juego entre ficción y no ficción lo hago cuando inserto a María Bastos Amigo y a Rocío Camus como personajes ayudando a la protagonista.
Aunque confluyen, hay dos tramas principales. Por un lado, el análisis de los papeles de ‘Amigo’. Por otro, la crisis personal por la que pasa Inés. Está decepcionada con un antiguo amigo, la Universidad se ha convertido en un “nido de víboras”. En torno a todo eso, sobrevuela la amistad verdadera y sincera entre Amigo y Lorca.
Me gusta decir que hay tres novelas. Por un lado, la de campus que fragua la atmósfera de la academia y sus tensiones y enfrentamientos por el poder. Por otro, la novela de investigación donde descubrimos los documentos reales y el significado que tienen en la realidad de Inés. La novela se cierra con una peripecia que es un claro homenaje a la literatura y la fuerza de la imaginación como esencia de vida y renovación. La amistad verdadera de Joaquín Amigo y Federico García Lorca es esa energía esperanzadora que ayuda a Inés a entender su propia vida. La novela es una apuesta por la ficción y por la vida real, y por la literatura como parte de nuestra humanidad real.
De nuevo aparece la figura de Luis Rosales. ¿Crees que algún día quedará aclarada para siempre la participación que el poeta tuvo en la muerte de Lorca? Durante muchos años se le llegó a considerar cómplice y esa visión no cambió prácticamente hasta el libro de Félix Grande, que sale en su defensa.
Luis Rosales era un poeta magnífico que sufrió lo indecible porque perdió a sus dos grandes amigos, a Joaquín y a Federico, que le ayudaron mucho en sus inicios como poeta. En la novela vamos descubriendo las complejidades y contradicciones que Rosales encierra como personaje y el poso que ha dejado su imagen en diferentes momentos de la historia. Félix Grande, que era otro poeta formidable, da interesantísimas claves sobre su figura. Recupero la mirada de Félix Grande que ayuda a Inés, mi protagonista, a entender las contradicciones y lo que pudo significar tanta pérdida absurda.
Diría que un “personaje” más del libro es la Residencia de Estudiantes, ¿no? O una época gloriosa de la cultura española. ¿Qué ha quedado hoy de esa herencia?
La Residencia de Estudiantes sigue muy viva preservando la época gloriosa donde germinaron voces claves de nuestra cultura. Pero también se ha convertido en un centro catalizador y promotor de saberes. Yo tuve la inmensa suerte de trabajar allí en los noventa como colaboradora antes de irme a Estados Unidos. Fui testigo de esa atmósfera, de las nuevas generaciones de becarios y de investigadores y creadores que por allí pasaban. Por eso celebro ese lugar con tanta pasión. Porque continúa promoviendo el diálogo y el conocimiento.
También hay un retrato de la enseñanza de la escritura y de las universidades en Estados Unidos. En este sentido, podría leerse también como una novela de campus, ¿no?
Claro, juega a reflexionar sobre el aprendizaje y la creatividad. Los talleres son un espacio muy rico en la cultura académica estadounidense. Han reglado el proceso creador y lo condensan en centros universitarios. Pero en la novela problematizo las rivalidades humanas y las tensiones que generan las luchas de poder. La literatura busca la reflexión y los dilemas. Inés añora el lugar de la poesía, y la novela celebra la poesía y está llena de poetas reales a los que se alude de forma directa o indirecta: Federico García Lorca, Luis Rosales, Félix Grande, Concha Méndez, Paca Aguirre…
Joaquín Amigo fue ajusticiado poco después de la muerte de Lorca. ¿Crees que el hecho de que sus asesinos fueran milicianos republicanos ha propiciado que no se hable tanto de él?
En la novela se explican las circunstancias por las que los documentos tardan tanto en salir a la luz. Por un lado, está el sufrimiento de Rosario de la Quintana, viuda de Joaquín Amigo, que los protege, y no quiere que se pierdan. Luego, su hija Lourdes, que al heredarlos trató de darlos a conocer, pero evitando que se politizaran, por lo que los hizo accesibles a un investigador, que por diferentes avatares fue retrasando los resultados de sus pesquisas. Cuando ella y su esposo fallecen de forma súbita, son los hijos los que los heredan. Todo esto también es muy novelesco, la historia de cómo unos documentos formidables por diferentes circunstancias tardan casi un siglo en salir a la luz.
Aunque hay muchas diferencias, en algún punto tu novela me recordó a ‘Los papeles de Aspern’, de Henry James. ¿La tuviste en cuenta a la hora de escribir?
No, no tuve en cuenta esa novela, y ahora que la citas la voy a releer pues la recuerdo muy lejanamente de mis años universitarios. Estaba metida en una novela sobre las emociones de Inés y su conflicto con el espacio del campus estadounidense y apareció el archivo. Fue un regalo del azar en medio del proceso creador de la historia de Inés y entendí que ese archivo era lo que mi personaje estaba buscando en Madrid.
Uno de los logros de la novela es la equilibrada relación entre la literatura y la vida de los personajes, cómo introduces la metaliteratura, siempre desde el corazón.
Gracias por tus palabras. Quería que literatura y vida se entendieran desde la naturalidad de las palabras, construyendo mundos reales e imaginarios. Nuestra existencia navega entre lo vivido y lo soñado; la ficción son los sueños que creamos despiertos y nos enseñan a dialogar con la realidad.
En tu anterior novela apelabas a la bondad en la literatura, a la creación de personajes buenos, algo que es poco frecuente y que me interesó mucho. ¿Por qué en la literatura hay tanto interés en crear personajes digamos “malos” y muy pocos buenos, de dotar a estos últimos de una épica?
Cervantes es un excelente creador de grandes personajes buenos. Con Don Quijote y Sancho tenemos dos estupendos ejemplos. La bondad tiene muchísimas texturas y posibilidades literarias porque se enfrenta a los dilemas de la vida, y los personajes tienen que interpretarlos y actuar en consecuencia. La novela literaria, como la de Cervantes, se alimentaba del alma humana y sus inquietudes. Creo que el alma humana tiene un fondo bondadoso que permite que perduremos como especie. También creo en la literatura que construye personajes complejos, y la bondad es un sustrato con enorme complejidad que nos permite ahondar en las posibilidades más expresivas de la ficción.
La enseñanza de la escritura, normalmente en el ámbito universitario, tiene una larga tradición en Estados Unidos, también en otros países americanos como México o Argentina. En España es un fenómeno relativamente reciente. Uno de los talleres donde yo mismo imparto clase, el de Clara Obligado, tiene 40 años, es quizá el más veterano. Pero en las últimas décadas ha habido un boom. ¿A qué crees que es debido este proceso?
Nosotros hemos tenido la tradición histórica de las tertulias literarias, que era el espacio en el que los escritores compartían sus procesos creadores. Aunque de manera informal, esos encuentros eran una forma de taller. Estados Unidos es un país gigantesco y el intercambio se ha generado en las universidades, precisamente para agrupar el talento y que se conocieran los creadores. Respecto a lo reciente de los talleres en España, como bien dices, llevan ya 40 años de manera informal, aunque ahora se están potenciando mucho más, pero todavía no están suficientemente reconocidos en el ámbito académico de las universidades.
Recuerdo a mi padre, el escritor José María Merino, que me ayudó muchísimo a preparar materiales pedagógicos para el programa de Iowa; ya daba talleres de cuento cuando yo estaba en la universidad. Pero no eran reglados, porque las universidades españolas no lo han incorporado de la misma forma. Hay ya ahora algunas maestrías puntuales, pero no se han potenciado como en Estados Unidos.
Pasa igual con el cómic y los estudios culturales. No han abierto campo de estudio sobre la creatividad creando plazas reales con profesorado de esa especialidad. No hay cursos suficientes que puedan justificar plazas para un profesorado titular de escritura creativa o de cómic. Ambos son temas que trabajo en la Universidad de Iowa, una universidad de primera línea de investigación. He tenido la suerte de poder desarrollar una carrera académica que defiende la creatividad en español, porque Estados Unidos tiene claro que tanto la cultura y el conocimiento generan poder. Es una pena que España no lo vea de esa forma y terminamos perdiendo talento y grandes sinergias. Los talleres informales de ahora son hijos de esas tertulias literarias que tanto animaron a los escritores de antaño.
Impartes clase en la Universidad de Iowa, un referente y un mito dentro de la enseñanza de la escritura. ¿Cómo es trabajar en un lugar donde fue alumno y luego profesor Raymond Carver y por donde han pasado grandes de la literatura norteamericana, como Cheever?
En las universidades estadounidenses se trabaja muy bien. Por eso somos muchos los que nos hemos ido. Nos permiten abrir campo y nos apoyan. Yo me fui a Estados Unidos en 1995, y ahora, que me hago mayor, me pesa la distancia. Llegué a la Universidad de Iowa en 2009 con un reto, el de crear un MFA en español que tuviera continuidad y dialogara con los otros programas de escritura creativa. Decidí dejar un magnífico trabajo en Dartmouth College porque creía, y todavía creo, que el español es una lengua muy potente que merecía su espacio dentro de los talleres de Iowa. Conocía bien la historia de los escritores anglosajones, pero quería que los escritores en español también hicieran brillar las llanuras que rodean a Iowa City. La literatura en español también es grande y yo era joven y muy tenaz. Dejé la posibilidad de otra vida en Nueva Inglaterra para montar un MFA de escritura en español y generar las infraestructuras con un sistema sólido de becas para las voces del futuro. Trabajar en Iowa forma parte de ese propósito: que los escritores en español del presente y del futuro que pasen por Iowa ayuden a construir ese mito literario y se enriquezcan con la experiencia de lo que les ofrece la universidad.
¿Tus proyectos en la actualidad?
La poesía siempre me acompaña, acabo de publicar el poemario Salvamento de hormigas y sigo trabajando en nuevos poemas que quiero que formen parte de una antología que saldría el próximo año. Por otra parte, estoy dándole vueltas a los materiales del archivo y me gustaría completar esa parte escribiendo el ensayo que le promete el personaje de Inés a la sobrina de Joaquín Amigo. Además, tengo en mente otra novela de la que ya he avanzado un par de capítulos. Y en el marco del cómic estoy organizando con dos colegas en Iowa City un Seminario Sawyer Mellon sobre representación racial y justicia social.
No hay comentarios