Luzinterruptus, ‘guerrilla’ luminosa en la oscuridad urbana
El colectivo Luzinterruptus está de aniversario. Se trata de un grupo indeterminado y anónimo de profesionales: fotógrafos, diseñadores, arquitectos, pintores, gestores culturales, antropólogos, sociólogos y escritores, que comenzaron hace ya una década a construir una serie de instalaciones artísticas destinadas a reivindicar asuntos relacionados con la ecología, la igualdad de género, la justicia social y los derechos humanos. Su principal característica: el uso de la luz en la oscuridad.
Su primer trabajo nació tras intercambiar ideas con una serie de artistas urbanos que pintaban los muros de Madrid. Así decidieron llenar las sombras de mensajes turbadores, fugaces, comprometidos y muy bellos.
La claridad es su moneda de cambio, las calles su lienzo, y el soporte urbano el escenario perfecto para sus intervenciones. “Activismo callejero y de guerrilla es la mejor forma de definirnos”, afirma su portavoz, al tiempo que lamenta cómo han cambiado algunas cosas en su primera década de vida. “Hay muchas empresas privadas que nos piden proyectos para lavar su imagen. La sostenibilidad no se libra de las garras de la moda. Organizan una campaña para recoger botellas en la playa y luego explotan los acuíferos. De momento seguimos fieles a trabajar, ya por cuenta propia, o bien para instituciones cuyas trayectorias respetamos”. Ecología, solidaridad, derechos humanos y perspectiva de género son los apartados de su declaración de intenciones.
No siempre la luz nos asalta al final del túnel. En cualquier rincón de la ciudad puede saltar la chispa. Las acciones del colectivo Luzinterruptus son destellos cargados de exigencias, imprescindibles para denunciar los puntos oscuros de la pésima gestión social y política en materia de medioambiente y derechos humanos. Disparos de luz directos a las conciencias dormidas, acciones efímeras, anónimas, perfectamente planificadas para parecer algo espontáneo. El arte de guerrilla pasa sin llamar; una de sus cualidades es precisamente la de no pedir permiso.
“Empezamos a actuar en las calles de Madrid a finales de 2008 tratando de llamar la atención con un punto luminoso, sobre ciertos problemas que detectamos en la ciudad y parecían completamente desatendidos por las autoridades e incluso ignorados por los ciudadanos. Pero no es subversivo todo lo que hacemos. En ocasiones solo queremos embellecer o sacar del anonimato lugares o rincones que nos parecen especiales. Lo hacemos con el material que más conocemos y más nos inspira: la luz”.
Las buenas intenciones de Luzinterruptus cumplen a rajatabla otros propósitos, como no deteriorar el mobiliario urbano y no privar de espacio al trabajo de otros artistas. “Además de la luz, la basura, el reciclaje, los materiales simples y cogidos del propio entorno también nos inspiran. La vida en la ciudad, el uso de los espacios públicos, los entornos inhóspitos, la naturaleza, las reivindicaciones sociales… Ese es nuestro caballo de batalla”.
Si trabajan en la calle es porque consideran que se tata del espacio donde la gente se aproxima con más naturalidad al arte. Sus proyectos tienen mucho de intuitivo, “nos funciona de maravilla dejarnos llevar”. La vida urbana y cotidiana intervenida por la luz.
Ropa tendida y tetas luminosas
Las instalaciones de este colectivo son casi siempre fogonazos imprevistos, de llamativa belleza. Más de 200 trabajos en sus primeros diez años de vida. Su primer proyecto se llamó Ropa tendida en la ciudad habitada, para el Festival Madrid Abierto 2009-2010. Varios espacios públicos se llenaron de prendas iluminadas por detrás y colocadas en diversos tendales de zonas transitadas de Madrid. Ropa básica y bombillas de bajo consumo en tiempos navideños. Una propuesta sobre el consumo responsable y sostenible que bien podría aplicarse tanto al derroche propio de las fiestas como a la iluminación mucho más barata de las ciudades.
Además de participar en la Marcha mundial por el clima, una de sus instalaciones más recientes se tituló El sueño de una noche de verano. Realizada hace unos meses, esta acción consistió en llenar de tetas luminosas lugares que todos transitamos en nuestra rutina diaria. Pechos femeninos con sus correspondientes pezones rellenos de agua y luces de colores. Se colocaron en las aceras, las alcantarillas, los cubos de basura, en las escaleras de acceso a un portal, descansando sobre los bancos de los parques… “Hay muchas excusas morales alrededor de las tetas femeninas, y siempre nos ha preocupado ese empeño en ocultarlas. Lo achacamos a la deficiente educación sexual, las mentes calenturientas, y el peso del machismo puritano. ¿Por qué se exhiben los pectorales masculinos y se ocultan los pezones femeninos?”.
Entre la primera y la última intervención refulgentes, ha habido muchas más. En pleno corralito griego, siete cajeros del centro de Madrid vomitaron en cascada una serie de billetes fluorescentes durante ocho horas. Eran dracmas. En otra ocasión, el césped que rodea la Puerta de Alcalá se encendía con un centenar de gafas de sol brillantes como luciérnagas, para denunciar el exceso de contaminación lumínica. Una noche, en la vallecana Plaza de la Constitución aparecen como de la nada una serie de retretes encendidos, junto a un folio de la Carta Magna que dice así: “El gobierno manda a la mierda a la Constitución Española”.
Correrías clandestinas y respetuosas
¿Tiene alguna utilidad el arte que no está en venta? “Para nosotros es un auténtico gustazo ver nuestras ideas materializadas. La gente interacciona y, por supuesto, el mensaje se difunde. Es un gustazo ver materializadas nuestras ideas, y por supuesto difundir el mensaje. No solo intervenimos las calles; en ocasiones trabajamos en festivales de arte urbano (Cascais, Londres, Bençon…) o realizamos encargos como el Laberinto de Residuos Plásticos presentado en las últimas fiestas de la Merce 19 en Barcelona, dentro del MAC Festival, el último septiembre”.
Luzinterruptus no tiene la menor autoridad en la edad que puedan alcanzar sus obras. La más efímera es aquella que no llega ni a completarse. “Todas las que hacemos de manera ilegal son muy breves, algunas lo han sido tanto que mientras íbamos montando nos iban quitando los materiales. No nos importa. Asumimos lo que ocurre cuando se trabaja en la calle. Obviamente, nos han pillado muchas veces en plena faena, y mucha gente cree que estamos rodando una película o nos asocian con un grupo de grafiteros. Si resulta que llega la policía y nos echa del lugar, pues no nos queda más remedio que suspender la acción y retomarla más tarde. Las que más duran son las que hemos montado para festivales o eventos públicos, algunas han podido seguir en pie hasta cuatro meses”. Acciones con un toque vampírico, que es al tiempo virtud y punto débil. Lo primero, por llamativo. Lo segundo, por efímero. Las obras de Luzinterruptus viven con la noche y mueren con el alba. A veces, sin dejar rastro.
De sus correrías clandestinas y respetuosas sacan muchas conclusiones, no solamente artísticas. Resulta que por la noche no todos los gatos son pardos. Nuestro miedo atávico a las tinieblas lleva a que las ciudades estén sobreiluminadas, haciendo noches tan claras que parecen días, sin un solo hueco donde reinen las sombras.
Noctívagos urbanos, presten mucha atención. En cualquier esquina, una mano invisible puede encender la luz.
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