Lyuba Vinogradova conjura a ‘las brujas de la noche’
Las ‘brujas de la noche’ fue un grupo de intrépidas mujeres que pilotaron aviones de bombardeo nocturno del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial, sembrando el terror entre los soldados nazis. Ellos les dieron este apodo. Pero este libro no solo habla de ellas, sino también de las aviadoras que bombardeaban de día, de las pilotos de caza y de sus navegantes y mecánicas. Todas estas valientes conformaron los tres primeros escuadrones de combate aéreo exclusivamente femeninos de la historia. Un hecho excepcional sobre el que se conocía muy poco. Hasta la publicación de este libro.
POR ANA BLÉ
A través de la figura de Lilia Litviak, una piloto de caza excepcional, Lyuba Vinogradova empezó a descubrir el importantísimo papel que muchas mujeres tuvieron en el desarrollo de la guerra. Mujeres que pilotaban aviones de tela y contrachapado, que volaban sin paracaídas para poder transportar más bombas, y que apagaban los motores para no ser descubiertas por el enemigo. Mujeres que se jugaron la vida para liberar a su país del ejército invasor y que merecen un lugar en la historia.
Lilia Litviak fue un personaje muy particular, pero después de haber conocido al resto de sus camaradas, ¿hay alguna otra figura por la que hayas sentido predilección?
Por supuesto. No sé si el lector lo acabará de ver, pero para mí es evidente que en el libro hay dos tipos de mujeres claramente diferenciadas que están representadas por Lilia Litviak y por Galia Dokutóvich. Las dos son completamente opuestas, aunque las dos son de la misma edad, empiezan a luchar a la vez en la guerra, han vivido los mismos acontecimientos históricos, comparten los mismos ideales, y también mueren casi al mismo tiempo. Las dos conforman el hilo conductor de esta historia. Lilia es la que se cose trapitos, la que se riza y se tiñe el pelo, la que se fuga para ir a bailar a las fiestas, la que flirtea con todo el mundo. Galia es todo lo contrario. Cuando descubre que dos de las chicas de su regimiento se han hecho la permanente, no tiene palabras para describir su indignación, ¿a quién se le ocurre hacer eso en época de guerra y en el frente? Según ella, estas dos chicas no debían tener cabida en el ejército. Pero justo entonces fue cuando Lilia empezó a volar en un regimiento masculino y a hacer méritos derribando aviones enemigos. Para mí, estos dos personajes son los más importantes, con sus respectivas historias de amor incluidas.
Mencionas reiteradamente las ganas de las aviadoras por entrar en acción. Muchas de ellas venían de haberse formado en clubes de vuelo, el gobierno había proclamado la igualdad de sexos y esto les permitió acceder a una profesión que era considerada propia de hombres. Después de la guerra, aquellas que sobrevivieron, ¿pudieron seguir volando?
Todas estas mujeres eran civiles. Cuando las necesitaron para la guerra, las movilizaron, pero cuando terminó todo, volvieron a sus vidas fuera del ejército. La mayoría de ellas dejaron atrás los aviones igual que los hombres dejaron atrás las armas. Sí que había algunas chicas que venían de la aviación civil y que continuaron pilotando aviones comerciales, y también hubo algunas que se dedicaron a la aviación deportiva, pero ninguna continuó dentro del ejército.
La valentía y la capacidad técnica de estas mujeres las igualaban a los hombres, pero también describes detalles de su vida íntima que las diferenciaban de ellos. Hablas de cómo se arreglaban los uniformes, excesivamente grandes para ellas, o de cómo aprovechaban la seda de los paracaídas enemigos para confeccionarse bragas. Esto pone de manifiesto la nula atención por parte de sus superiores hacia las necesidades que tenían por el hecho de ser mujeres.
Se apañaban como podían. Con esta y con muchas otras cuestiones. No era la primera vez en su vida que tenían que enfrentarse a este tipo de privaciones. Algunas de ellas pudieron traerse la ropa interior de casa, aunque es verdad que cuando caía cerca un soldado enemigo, todas corrían a por el paracaídas para poder fabricarse más prendas. Pero esto no era nada extraño en la época soviética. El hambre, el frío, la carencia de muchos artículos de primera necesidad, eran algo muy común ya antes de la guerra. El verdadero problema eran las botas, que eran enormes. No había calzado de su número y eso sí que no había forma de arreglarlo cosiendo.
De todo lo que fuiste averiguando a lo largo del proceso de investigación, ¿qué fue lo que más te sorprendió?
Me impresionó muchísimo el trabajo tan duro que hacían las técnicas que estaban en tierra. Las aviadoras habían elegido su profesión, pero las mecánicas no. Algunas de ellas se habían ofrecido voluntarias, pero muchas otras fueron obligadas, no les dieron opción. Y era un trabajo muy pesado.
En algunos momentos explicas la dificultad que tuviste a la hora de poder reconstruir ciertos pasajes debido a la información contradictoria que recibías. ¿Cómo lo resolvías?
Era muy complicado. De hecho, había documentos de archivo que eran claramente erróneos, era imposible que hubiera pasado lo que ahí decía que había pasado. Intentar encontrar la versión que pudiera ajustarse más a la verdad era una auténtica lucha. Por otro lado, las entrevistas y las memorias son también fuentes muy subjetivas, así que me encontraba constantemente en el dilema de si creer o no creer.
¿Has tenido que poner mucho de tu imaginación para reconstruir estos pasajes complicados?
No, no se me da muy bien eso de usar la imaginación (risas). De hecho, creo que no sería capaz de escribir una novela.
Sin embargo, los diálogos que incluyes para ilustrar la relación que había entre las protagonistas son muy eficaces.
Pero estos diálogos no dejan de ser una transcripción de lo que a mí me contaron que dijeron, aunque tampoco podamos saber si aquellas fueron las palabras exactas. Por eso está muy bien cuando puedes encontrar más de un testimonio sobre un mismo hecho, así puedes comparar y acercarte más a la verdad.
Además de la información ambigua y contradictoria, ¿qué otras dificultades encontraste, tanto a la hora de recopilar los datos como de transformarlos en narración?
El mayor problema que tuve fue que solo encontré una piloto de caza con vida para que me diera su testimonio. Esto supuso una gran limitación a la hora de entender cómo se desarrollaban los combates en el aire, que eran una experiencia clave en las vidas de estas aviadoras. Aunque tuve mucha suerte, porque mi marido es piloto aficionado y me ayudó mucho con este tema. Me explicó cómo podían haber sido las piruetas que hacían las aviadoras, y eso me sirvió para hacerme una idea. Además, pude volar con él en un Yak de exhibición.
Hablas del machismo que tuvieron que sufrir las aviadoras, tanto por parte de sus compañeros como de sus superiores. Se burlaban de ellas, se sentían en la obligación de protegerlas, y las consideraban una carga en vez de colegas. Tú misma, como investigadora experta en la Segunda Guerra Mundial, ¿has tenido problemas para desarrollar tu trabajo? La guerra suele ser un tema de hombres…
A una mujer joven le resulta muy fácil acercarse a la gente mayor y hacer entrevistas a los veteranos de guerra. Además, me sentía segura porque estaba entrando en un territorio muy particular de la Segunda Guerra Mundial; pensaba que mi libro sería percibido como una cosa de mujeres, sobre mujeres y para mujeres, que abordaba un punto de la historia de esta guerra que los investigadores no suelen tratar. Pero por lo que puedo saber ahora mismo, el libro lleva más de 5.000 ejemplares vendidos allí y los hombres también lo están leyendo, así que veo que me equivoqué de lleno al pensar que solo interesaría al público femenino.
¿Cómo llegó a interesarte la Segunda Guerra Mundial hasta el punto de investigar sobre ella y hacerte especialista en el tema?
Siendo muy joven empecé a trabajar como traductora con Antony Beevor. Ahí comencé a desarrollar mi curiosidad por la historia, y en particular por la historia de las personas, sobre todo si se encuentran en condiciones extremas como pueden ser las guerras. Me interesa mucho comprender cómo afrontan estas situaciones y cómo evolucionan. A veces podemos colocamos en este tipo de condiciones extremas dentro de nuestra imaginación, pero siempre es enriquecedor saber qué es lo que hicieron otras personas en circunstancias reales.
¿Cómo has desarrollado tu trabajo en colaboración con Antony Beevor y con Max Hastings, y cómo has vivido la experiencia de hacerlo en solitario?
Aprendí muchísimo de ellos. Aprendí a manejar las fuentes, a localizar los documentos que pueden proporcionar información clave, ¡aprendí a hacer una entrevista! Aunque ya trabajaba por mi cuenta cuando colaboraba con ellos, porque nos dimos cuenta de que era más fácil entrevistar a un veterano de guerra ruso si estaba yo sola.
¿Por qué era más fácil? ¿Estaban menos a la defensiva contigo por ser una mujer joven?
Más que la edad o el género, el gran problema es la barrera con el extranjero. El hecho de que yo sea rusa hace que estas personas se abran más y estén dispuestas a explicar más. Además, en este tipo de entrevistas pasa mucho, y es uno de los momentos más importantes, que el entrevistado diga: “ahora te voy a contar una cosa, pero esto mejor no lo escribas”. Y entonces surge el dilema moral sobre si callar o hablar de ello.
¿Quieres contarme algo sobre lo que prefieres que no escriba?
(Risas) El comienzo de mi próximo libro, que hablará de francotiradoras.
Creo que tiene mucha relación con Las brujas de la noche.
La narración empieza en el sur de Rusia, en la ciudad de Krasnodar, con un avión cayendo en llamas. En el interior se encuentra Galia Dokutóvich. En ese preciso momento, en el ejército de tierra, chicas de 17 años están siendo reclutadas como francotiradoras. Las han llamado al frente justo después de haber liberado Krasnodar. Algunas de ellas, las que no querían luchar, se escondieron, tal y como hicieron mis abuelas, pero muchas otras sí acudieron. En total eran unas 100 chicas. Les pedían que supieran disparar bien. A una de ellas la hirieron enseguida. Antes de empezar la guerra tocaba la guitarra, y en medio del caos y de las llamas, herida de muerte, lo único que hacía era preguntar a gritos dónde estaba su guitarra. Así comenzará mi próximo libro. Contaré la historia de estas chicas en el infierno. No habrá nada de romanticismo, será totalmente distinto a Las brujas de la noche, porque la guerra en tierra era mucho más dura y mucho más sucia que en el aire.
También cuentas la historia de una amiga tuya, Yelena Kulkova.
Yelena Kulkova fue otra piloto que empezó a volar en 1943 en Bielorrusia, y que no aparece en Las brujas de la noche porque ahí solo abordo los primeros años de la guerra. Nació en 1917 y murió el año pasado. Venía de la aviación civil y, junto con otras aviadoras, aprendió a pilotar bombarderos pesados. Era una mujer muy experimentada, con muchísimas horas de vuelo. El mismo año que empezó a volar, su aparato fue alcanzado y ella resultó herida. Fue justo después de haber soltado la carga explosiva. Se sentía muy mal, pero no podía aterrizar porque se encontraba dentro de territorio enemigo, así que su navegante le iba dando a oler sales para mantenerla consciente y que pudiera seguir pilotando la nave hasta el primer aeródromo soviético que venía indicado en los mapas. Cuando estaba maniobrando para tomar tierra, otro avión había ocupado el espacio para el despegue, así que tuvo que volver a levantar el aparato y dar otra vuelta en el aire para esperar a que la línea de aterrizaje se quedara libre. Lo que hizo ella, volver a levantar aquel bombardero pesado cuando ya había iniciado el descenso, a pesar de las condiciones físicas en las que se encontraba, con una profunda herida en el estómago que la estaba desangrando, no habría podido hacerlo cualquiera. Ni siquiera el hombre más experimentado. Yelena me contó con gran orgullo cómo al final consiguió aterrizar la nave con la suavidad de un guante. Después se desabrochó el cinturón y se volvió todo negro. No recordaba nada más.
Si tu próximo libro se centra en la historia de las mujeres que lucharon en tierra, ¿por qué quieres contar también la de Yelena, si era aviadora?
Para mí está todo relacionado, también aparecen algunas francotiradoras en Las brujas de la noche. Me gustan las historias que tienen continuidad de un libro a otro, que se entrecruzan.
Así que veremos más brujas.
Sí, también habrá alguna que otra bruja (risas). Será como cuando, en un lugar inesperado, te encuentras con una vieja amiga.
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Ana Blé (Madrid, 1973) es gestora cultural especializada en el sector del libro. Ha publicado en Burlesque Fanzine y escribe en Culturamas. Colabora en la librería solidaria Aida Books&More y en el proyecto Bubisher, que facilita el acceso a la lectura a la población de los campamentos de refugiados saharauis.
Interpretación español-ruso de Alexandra Rybalko
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