Mäbu, la banda que da que hablar porque no está de moda

Los integrantes de la banda Mäbu.

La solidez de sus directos y la frescura y sensibilidad de sus canciones, junto a la autenticidad de su propuesta, han hecho que Mäbu, una banda de pop independiente liderada por la cantante y compositora María Blanco (hija de aquel dúo tan famoso en los 70, Sergio y Estíbaliz) y el músico y productor Txarlie Solano, se haya mantenido sobre los escenarios durante 15 años. Entre sus trabajos discográficos se encuentran ‘Buenos Días’, ‘Detrás de Las Luces’, ‘Buenaventura’, ‘Décimo-Directo en Estudio Uno’, entre otros. María se sinceraba recientemente con su público en redes sociales, explicando que, aunque sus conciertos no sean multitudinarios, está bien así, y “venga quien venga, les vamos a dar mucho amor”. Hablamos con ella de su actual gira y la celebración de su 15º aniversario. “Parece que si estás fuera de los festivales, estás fuera del mercado, y es injusto porque ésa es sólo una parte de la industria”. 

 

Estáis celebrando 15 años como banda en el mundo de la música. ¿Cómo ha sido este recorrido?

Es un honor poder decir que llevamos 15 años en la música siendo una banda de perfil medio; no estamos de moda, no hemos estado nunca en el ojo del huracán y llevar todo este tiempo manteniéndonos, perteneciendo a ese espectro de artistas que se van nutriendo de ir poco a poco, de conciertos, de estar tocando mucho para la gente, es una maravilla. Mäbu es un camino de autodescubrimiento artístico, tantos años nos han permitido encontrarnos muy bien en lo que es el proyecto y cómo lo mostramos al público.

¿Y qué es el proyecto Mäbu, mas allá de etiquetas como pop independiente? ¿Cómo es la esencia, el alma de lo que hacéis?

Somos una banda de canciones hechas con mimo y con la intención de que suenen lo más diferentes y frescas posible. Queremos cuidar ese camino a la originalidad. Está todo inventando, obvio, quizá puede parecer muy ambicioso, pero sí es nuestro camino buscar y hacer canciones que suenen originales, con frescura, que suenen amables.

Antes de Mäbu, desde pequeña en tu familia has crecido con la música de tus padres (los artistas Sergio y Estíbaliz), pero ¿en qué momento empiezas a componer y a desarrollar esa faceta?

En mi adolescencia, cuando has dejado la infancia y el mundo ya es otra cosa, te empiezan a surgir problemas, dudas, te sientes extraña… Entonces empecé a escribir cuadernos, diarios, mis pensamientos, las cosas que me pasaban. Y un día empecé a escribir un poco más estético, con metáforas, con palabras más bonitas; se lo leí a mi padre y él, claro, como me quería mucho, me dijo que podía empezar a escribir canciones, y ahí se plantó la semilla de la idea, la posibilidad de que todo eso pudiera ser una canción. Pero me parecía dificilísimo que todo un texto pudiera meterse dentro de unas normas musicales. Y sin pensarlo mucho, un día hice una canción, con dos notas.  No sabía tocar la guitarra, fui aprendiendo luego motivada por la posibilidad de desarrollar esta manera de expresarme, liberarme y pasármelo bien.

Hay una canción, ‘Hallo’, que marca el inicio de Mäbu.

Sí, a partir de ahí, aunque yo había hecho alguna otra cosa antes, ya es la banda, conocí a Txarlie, nació Mäbu y hemos ido teniendo diferentes formaciones, contando con diferentes músicos para salir un poco del concepto de cantautora y productor, acercándonos más a un formato de banda en la que durante mucho tiempo fuimos cinco componentes. Hemos ido evolucionando y cambiando, afianzando un sonido más de trío con el que llevamos los últimos años, ahora con Susi Gamboa. Nos gusta mucho este formato ágil, escueto, de no ser un grupo al uso, porque hemos conseguido que sea nuestro sonido y nuestra manera de hacer.

En esta celebración del 15 aniversario estáis haciendo una gira presentando también canciones de lo próximo que viene.

Sí, estamos tocando canciones nuevas de nuestro próximo trabajo. La verdad es que la gente lo está recibiendo muy bien. Y también lo hemos celebrado sacando cuatro canciones que se llaman Fotos perdidas, será un EP, son cuatro canciones que ya hicimos y que cantamos con otros artistas. Cuatro canciones que estaban un poco escondidas, perdidas en la discografía, que nunca han sido single, son cuatro caras B de nuestros discos. Las estamos haciendo en los conciertos en versión acústica.

Hemos estado tocando en Murcia, Albacete, Zaragoza, Granada, A Coruña, Vigo y próximamente estaremos en Bilbao, Cáceres, Barcelona y Madrid. Y en verano tocaremos en dos festivales de Palencia y León.

¿Nos presentas esas cuatro canciones perdidas?

La primera, En Navidad  , es una canción del último disco, nos da pena que no haya sido single nunca, nos gusta musicalmente, compositivamente, nos representa mucho. La cantamos con Gabriel de la Rosa.

A la vez es la segunda canción que compuse en mi vida. Guardo muy buen recuerdo, la produjeron otras dos personas antes de conocer a Txarlie, fue antes de Mäbu, y cuando le mostré a él mis canciones y el empezó a producirlas vi que era la persona que podía acompañarme y hacer crecer las canciones para que adquirieran otra dimensión. Le tengo mucho cariño a esa canción. Con David Otero.

La tercera, En las alturas, con Guadi Galego, es una canción no canción, es muy cortita, no tiene estribillo que se repita mucho, es como una pincelada y nos apetecía hacerla más canción, desarrollarla, hacerla como una canción más al uso; se nos quedó poco producida en el disco.

Y Bola de Cristal es una canción que escribí cuando falleció mi padre, es un tema muy especial y creo que es de las que menos ha sonado y nos apetecía mucho darle espacio en este EP, cantando con Judit Neddermann.

Celebrásteis también vuestros 10 años de carrera grabando un recopilatorio con 10 artistas (Mikel Erentxun, Marlango, Rayden, Jorge Marazu, María Rozalén, La Oreja de Van Gogh…) y hay una colaboración muy especial, una canción que grabaste con tu madre, Estíbaliz Uranga. ¿Cómo fue ese momento tan redondo de cantar juntas?

Cantar con mi madre siempre ha sido algo natural que ha ocurrido en nuestro día a día, en reuniones, por ejemplo. Pero a la hora de compartir una canción nuestra con ella todo cobra un sentido más de profesional a profesional; una experiencia de aprendizaje brutal. Te das cuenta en seguida de toda la escuela que lleva detrás y toda la escuela que me queda por delante. Una experiencia necesaria.

¿De dónde bebe Mäbu, cómo ha sido vuestro proceso evolutivo como banda y cuáles son las raíces, el anclaje que permanece?

Hemos bebido mucho de la canción de autor anglosajona, sobre todo al principio. Pero toda la música que ha llegado a nuestros oídos, que nos ha movido y nos ha gustado, nos ha influido, de todo tipo. Ahora la inspiración es el formato que tenemos, cómo poder hacer sonar las canciones con lo que usamos en directo.

De tanto trabajo que hay detrás, intentas que tu proyecto evolucione y tenga una marca reconocible, definida, personal. El trabajo continuo te hace tener un sonido muy sólido. Aunque podamos ser flexibles, hay una solidez. Y las raíces, después de todos los bandazos que hemos dado, creo que tienen que ver con la honestidad con uno mismo. Porque, al final, si tú como persona no eres honesto, la falta de honestidad se traslada a lo que haces.

¿El público percibe esa verdad sobre el escenario?

No sé si el público, pero desde luego, yo sí. A mí me gustan las verdades y siento que la gente va a agradecer eso, pero es un punto de vista muy personal. Creo que buscamos un público que necesite eso, escuchar canciones cantadas con cariño, a veces hay cosas incómodas, a veces hay alegría, otras rabia o tristeza. No todo el mundo quiere escuchar ese tipo de música, pero nosotros hacemos eso.

Y desde esa honestidad es desde la que has hablado hace poco en las redes sociales, expresando un mensaje sencillo, muy necesario en estos tiempos, y que ha tenido una repercusión que no te esperabas. Con naturalidad, claridad, diciendo: “a nuestros conciertos viene poca gente y no pasa nada”.

Ha sido un ejercicio muy importante. Yo no lo he vivido siempre así, claro que ha habido frustración también hasta que me he aburrido. En redes sólo veo macro festivales abarrotados, éxito por todos lados, y me encanta verlo, pero cuando me comparo me frustro. ¿Por qué no puedo honrar lo que me toca a mí? ¿Por qué tengo que esconder lo que nos pasa a nosotros? La cantidad de gente que acude a un concierto no determina la calidad del trabajo que hay encima del escenario.

A ver, si llevamos 15 años y no tuviéramos calidad no nos hubiéramos sostenido. Pero hay muchas personas que son buenos profesionales y están igual que nosotros y parece que si estás fuera de los festivales, estás fuera del mercado y es injusto, porque ésa es sólo una parte de la industria. 


A nuestros conciertos viene poca gente, pero lo damos todo, es así. Para mí ese mensaje fue decirme a mí misma: “Bueno, pues esto es lo que hay y lo que te toca, bastante fortuna hemos tenido de poder llevar tantos años cantando”. Claro que quiero que nuestros conciertos estén petados: petados de gente disfrutando, llenos de emoción. Ver la emoción de las personas me eleva y me hace feliz.

Es una reflexión muy poderosa en un momento en el que vamos a golpe de clic, de números y cifras, y tú conectas con algo que no es desde el derrotismo, sino desde respetar la esencia de las cosas y de lo que hacéis.

Lo siento así de verdad, diciendo eso públicamente lo he integrado en mí, me lo digo a mí misma porque siento que es la manera, es como que me he liberado.

Nuestra gira es en salas, como ha sido siempre, y a veces te vienen 50 personas, otras 100, otras 400 y otras 20. Cuando al final de los conciertos me quedo hablando con la gente y vendiendo discos, me dicen que tendría que haber más gente, pero no quiero que sientan pena por nosotros, porque nosotros decidimos ir a una ciudad a dar un concierto con todas las consecuencias. Yo he estado en esa pena, pero si te quedas ahí, lo dejas. Y vamos a dar siempre mucho cariño y mucho amor.

Si no disfrutas cantándole a cinco personas, no disfrutarás tampoco cuando le cantes a mil.

Es que para mí es ése el trabajo personal, el mío, es sentirme bien cantando, escuche quien escuche. Mi búsqueda es interna. ¿Dónde está mi felicidad cantando? No puede depender de lo externo, por eso cuando te colocas ahí, todo cambia. Nosotros vamos a seguir invitando a que la gente no se quede en nuestras redes sociales, porque nosotros no estamos ahí, estamos en las salas de conciertos.

“Formamos parte de una resistencia porque hemos ‘mamao’ la música y es nuestra forma de vida. Y quizá ha llegado el momento de explicarlo así. Es un honor vivir así. Está todo bien”, escribías en redes sociales.

Y, sobre todo, que la gente no se quede con “joé, 15 años después y venden 20 entradas”. Pues sí, si en esta sala toca cantar para 20 personas lo haremos y es lo que hay, no nos vamos a esconder, lo vamos a dar todo. Damos por supuesto que seremos más felices si ocurre otra cosa en el futuro, si petas todas las salas, pero yo no lo sé. No estoy ahí, pero sí estoy aquí ahora. Vives y disfrutas con lo que hay. No hay escapatoria, toca vivir en cada momento lo que tenemos que vivir.

¿Dónde encuentras la magia de la música?

La encuentro en el intercambio emocional entre el artista y el oyente. La encuentro sobre todo ahí en los conciertos. También hay magia cuando estás componiendo y aparece una letra y ves cómo ha quedado estéticamente y es como un desahogo. Pero sobre todo en los conciertos. Me gusta mucho ver qué pasa al otro lado, mi espectáculo es el público. Que una risa me reporte algo, que una expresión me reporte algo, que un bostezo me reporte algo. No es unidireccional, están pasando muchas cosas. Me gusta mucho aprender de lo que pasa abajo… Esta persona ha venido con este amigo, parece que al amigo le ha gustado esta canción… Y al final, es lo que hablábamos antes, honrar todo, ese momento, estar conectada a nivel profundo con el trabajo que haces.

Próximos conciertos de Mäbu:
 Cáceres, 28 junio (Boogaloo Club). Barcelona, 5 julio (Sala Laut). Madrid, 6 julio (Galileo Galilei).


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