La madre que premedita un castigo aterrador para su hijo
Hay oculta en este breve libro una conmoción que se espera, pero que no se quiere ni descubrir ni sentir. El lector avanza en la lectura y sabe que en cada página está escrito el monstruoso desenlace de este libro. Un libro que no usa subterfugios, sino que hace frente a una realidad que nos cuesta creer. Los lectores avezados podemos esperar en la vida y en la literatura cualquier conducta, por aterradora o inapropiada que sea, por parte de un padre; sin embargo, una madre siempre ha sido, antes de leer este libro, un animal sagrado. Pero llega ‘El hijo’, de Gina Berriault (California, 1926-1999), novela escrita en 1966, y todo salta por los aires.
El hijo es una novela que te asfixia, que deja una huella oculta, el principio de una herida con un fatídico pronóstico. Habla de la maternidad como nunca se ha hablado de ella. Habla de una madre que se olvida de que lo es. Habla de fantasmas, pero también de cuerpos que golpean la voluntad y el destino de quien no puede o no quiere sujetarlos. Berriault narra con una habilidad sobrecogedora a una madre perdida frente a una mujer perdida. Vivian, la protagonista de este libro, se niega a huir, pese a que su cuerpo, su vida y su memoria arden de esa forma en que arden los deseos de los penitentes cuando la vela que sostenían con fervor sobre su mano se apaga.
Escrita con una belleza alejada de lo impostado y abogando por la naturalidad, aunque sea monstruosa, de cada emoción, El hijo es una novela durísima, con un núcleo alimentado por la deriva de una mujer que es objeto y que, por mucho que pelee por cada amor, por cada obsesión, jamás logrará su meta de ser sujeto.
El hijo es la historia de una Medea emocional que mata al hijo sin derramar su sangre, que intercepta su porvenir atrapándole en una venganza injusta e inapropiada, despiadada y antinatural que la convierte en una aberración incuestionable pese a la forma en que la narradora la presenta.
No es sencillo conservar la calma mientras se lee esta historia. Las sombras que proyecta sobre el lector son firmes muros contra los que su paciencia se estrella una y mil veces. El lector se ve tentado a abandonar esta aventura, a prescindir del brutal camino que crea la soledad de su protagonista, a cerrar la boca para que el veneno que lanzan sus movimientos, y su manera de estar viva, no invadan y contaminen su cuerpo. El hijo es la historia de una madre que premedita un castigo aterrador para su hijo.
No son muchos los datos que deben darse sobre esta narración, porque cualquier pista neutralizaría su validez.
Sí debe decirse que la traducción de Blanca Gago, la conexión que va realizando de los pecados cometidos y acumulados por Vivian componen un vía crucis desolador para el hijo que persigue a la madre y una y otra vez se encuentra con la mujer. También debe decirse que Berriault ha escrito una novela excepcional, alejada de lo establecido, sin necesidad de una trasgresión malditista ni a través de actos efectistas. Berriault llega al terror emocional con el cuidado con que Pulgarcito fue dejando sus miguitas de pan sobre el camino de un bosque que jamás intuyó que fuese infernal.
También debe decirse que el hijo es una novela que no se olvida con facilidad, un acto de sencillez extrema para contar el abismo y la locura al que a veces conduce el falaz amor romántico.
Dura y extrema pese a la normalidad que aparenta custodiar a la protagonista. Abisal y paradójicamente deslumbrante, El hijo te arranca de cuajo la mojigatería y te sumerge en un poderoso combate moral en el que la cartas están magistralmente marcadas por su creadora.
No dejéis de leerla porque no hay novela que haya contado como se cuenta en ella que la soledad crea monstruos que la razón no entiende.
‘El hijo’. Gina Berriault. Muñeca Infinita. Traducción de Blanca Gago. 159 páginas.
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