Madrid Design Festival, un fabuloso oasis de diseño, y después ¿qué?
Gracias y enhorabuena al Madrid Design Festival 20, que en esta su tercera edición está comenzando a hacer lo que es realmente complicado (ya sabemos que eventos que han alcanzado su primera edición, y solo esa, existen centenares), esto es, afianzarse y convertirse en una cita de referencia en el ámbito del diseño español, y esperemos que muy pronto del internacional. Pero el oasis dura un mes. Y después, ¿qué? Un espejismo. Ni Ayuntamiento ni Gobierno autónomo de Madrid apuestan por valorar el diseño los restantes 11 meses.
Una señal de que las cosas se están haciendo bien es que desde Barcelona, capital y referente durante muchos años del diseño patrio, se empieza a mirar a Madrid; espero que no con envidia, ya que ni la sana creo que engendre nada positivo, sino con verdadero interés y curiosidad, cualidades estas fundamentales, entiendo, en cualquier profesión ligada a la creatividad y que esperemos fructifique en sinergias y colaboraciones que beneficien a todos.
Aún recuerdo aquellos años cuando mi hermano y yo, allá por los comienzos de nuestra trayectoria, a principios de los noventa, bromeábamos al declararnos diseñadores anaeróbicos y cómo, llegado el mes de abril o mayo, nos dirigíamos hacia Barcelona con la intención de saciarnos del diseño que en todas sus variantes florecía y se mostraba esplendoroso en la, por aquel entonces denominada, Primavera del Disseny; una vez colmados, regresábamos a Madrid, nuestra ciudad, cargados del oxígeno creativo que nos permitiese mantenernos activos hasta el año siguiente.
Pero volvamos al presente; ahora, y gracias al Madrid Design Festival, supongo que bastantes colegas barceloneses, y quiero pensar que también del resto del país, comienzan a marcar en sus agendas, con bastante antelación, el mes de febrero como una cita ineludible con el diseño, en la que ver, conocer, debatir, compartir, mostrar y cuestionar su profesión, sus propuestas y su relación con los retos que nos plantea el mundo, la sociedad y sus necesidades.
Pero, ¿qué sucederá en Madrid cuando el día 29 de febrero el Madrid Design Festival eche el cierre y sus organizadores comiencen a trabajar en su cuarta edición?
Pues que nos encontraremos en una ciudad, y una comunidad, donde las exposiciones y eventos relacionados con el diseño, salvo los muy dirigidos a los profesionales, los presentados en espacios muy concretos y determinados (Central de Diseño, Museo Nacional de Artes Decorativas, Museo del Traje…), o los marcados por unos planteamientos expositivos de carácter histórico, tienen una presencia más bien escasa en la vida cultural, política y social.
No contamos con galerías o espacios específicos, ni a nivel privado ni público, ya sea Ayuntamiento o Comunidad, que de manera regular programen muestras de diseño y que equiparen esta actividad creativa con otras como las artes plásticas, la fotografía, la moda o el cine.
No existe una red de exposiciones que propicie el interés y la cultura del coleccionismo del diseño (por cierto, ¿para cuándo una Ley de Mecenazgo digna?, ¿y para cuándo la creación de un Museo del Diseño en condiciones?), y que permita a sus profesionales materializar y mostrar propuestas arriesgadas por su planteamiento experimental, o más cercanas al ámbito del arte, y que la industria o los clientes tradicionales difícilmente pueden asumir.
Ni a nivel municipal ni regional se muestra especial interés por galardonar, premiar o meramente reconocer los méritos a sus propios diseñadores, que viven y trabajan aquí (sobra indicar qué otras ciudades y regiones sí lo hacen), algunos de los cuales se encuentran entre los históricos de esta profesión y algunos más cuentan por ejemplo con el Premio Nacional de Diseño o la Medalla de Oro de las Bellas Artes.
Vivimos en una ciudad, y una comunidad, donde el reconocimiento y la valoración de la actividad del diseño en cualquiera de sus vertientes (material, cultural, técnica, económica…) son escasos, a pesar de darse la paradoja de ser una actividad que, a través de cualquier de sus especialidades (gráfico, producto, moda, internet…), de manera ineludible y masiva define nuestro entorno cotidiano más inmediato, y sobre el que recae gran parte de la responsabilidad para enfrentarse y resolver los retos a los que enfrentarnos.
Llevo mucho tiempo defendiendo que quien ha hecho bastante por la cultura, o al menos por la normalización de la actividad del diseño en España, ha sido, más allá de polémicas, escándalos e innegables errores de fondo en sus planteamientos, IKEA, que ha propiciado que entre el comprador medio, entre la gente corriente, no especializada o entendida, el término diseño no se vincule automáticamente a lo banal, inservible y económicamente elitista, y que detrás de esa actividad existe un profesional llamado diseñador.
Por eso necesitamos una ciudad y una comunidad, donde todos, profesionales, sociedad civil, administraciones, empresas, agentes culturales, medios, consumidores, etc, etc…, no nos conformemos con disfrutar durante un mes de un magnífico evento, frondoso y placentero, para vernos abocados a transitar durante los restantes once meses por un páramo donde sean escasas las sombras en las que cobijarnos o insuficientes las fuentes donde saciar nuestra sed.
En definitiva, gracias y enhorabuena al Madrid Design Festival, ¡y ánimo!
Comentarios
Por Luis, el 20 febrero 2020
Estoy de acuerdo en todo. Pero es que el madrileño (y yo lo soy y de 4 generaciones) y menos aún el rico no esta hecho para esto como el berlines o el londinense. Que tenemos otras grandes virtudes que nos hacen únicos y no tienen esos pero para el diseño no estamos hechos.