Maestros de la Bauhaus en el Thyssen, tan ‘influencers’ como hace 100 años

Paul Klee. ‘Casa giratoria 1921, 183’. Museo Nacional Thyssen Bornemisza, Madrid.

Paul Klee. ‘Casa giratoria 1921, 183’. Museo Nacional Thyssen Bornemisza, Madrid.

Hay una ‘casa giratoria’ de Paul Klee que te puede volver loco. Y una ‘casa blanca’ de Josef Albers que te dejará la mirada pegada al cartón sobre el que está pintada. Son dos de las 14 grandes pinturas elegidas entre las colecciones del Thyssen para montar una exposición de acceso gratuito –tan pequeña en tamaño como enorme en talento– en torno a la Bauhaus, aprovechando el centenario de esta institución, que ha influido como pocas en la concepción del arte, la arquitectura y el diseño en el último siglo.

Duró solo 14 años, de 1919 a 1933, pero la llegada del nazismo al poder en Alemania, que clausuró el centro por considerarlo “bolchevismo cultural” obligando a sus seguidores y maestros a una fructífera diáspora por EE UU, acrecentó el valor de esta “marca cultural”, como la calificó Guillermo Solana, director artístico del Museo Nacional Thyssen-Bornemisza, durante la presentación el pasado lunes de la exposición La Bauhaus en las Colecciones Thyssen, abierta hasta el 12 de enero.

Efectivamente, Bauhaus se ha convertido en una marca cultural de enorme éxito en todo el mundo, sinónimo de modernidad y cultura democrática, frente a la catástrofe en todos los sentidos que supuso el advenimiento de los fascismos en Europa. Porque la Bauhaus no fue solo diseño industrial, diseño gráfico y arquitectura, sino que concebía todas las artes íntimamente ligadas a la vida y a la sociedad; buscaba romper el aislamiento del creador en su torre de marfil. Tampoco era solo blanco y gris, líneas puras, sencillas, racionalismo. Porque su intención no era diseñar otras sillas, otras lámparas, otros edificios, sino –muy ingenuamente a la vista de lo que sucedió poco después, con la llegada de Hitler al poder– diseñar otro mundo. La Bauhaus (que quiere decir casa en construcción), abierta en Weimar en 1919, era más una forma de hacer las cosas, se dirigía a los estudiantes/obreros y a los artistas/artesanos.

Walter Gropius, su fundador, entendía que las academias de arte debían ya independizarse de tanta mirada al pasado y al clasicismo, para apuntar hacia el futuro, hacia un mundo diferente; y, en ese sentido, veía a los pintores como los artistas que aportaban una mirada más moderna a comienzos del siglo XX. Por eso fueron sobre todo pintores los primeros maestros de la Bauhaus.

Y ahí estaban, y en la sala balcón mirador de la primera planta del Thyssen están: Johannes Itten (todo un personaje, miembro de una secta estadounidense cercana al zoroastrismo; que seguía una estricta dieta vegetariana y practicaba meditación como medio para alcanzar el equilibrio interior, principal fuente, según él, de la inspiración artística), Paul Klee (que en esa línea de mirar hacia el futuro llegó a decir: “El pintor no debe pintar lo que ve, sino lo que será visto”), Wassily Kandinsky, László Moholy-Nagy, Lyonel Feininger, Oskar Schlemmer y Josef Albers, todos ellos profesores de la escuela, más Sándor Bortnyik, artista húngaro muy próximo a sus ideales y que alcanzó mucha fama como fotógrafo.

Josef Albers, ‘Casa Blanca B’. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

Paul Klee. ‘Bodegón con dado’. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

A través de ellos, y de manera muy resumida, podemos comprender la evolución desde el lenguaje expresionista inicial hacia otro más próximo a las corrientes constructivistas de los años 20. Catorce obras geniales que el barón Hans Heinrich Thyssen Bornemisza comenzó a comprar en 1962, poco después de iniciar su labor como coleccionista de arte moderno.

Como además la Bauhaus fue una de las iniciativas de educación artística más innovadoras del siglo XX, el Thyssen ha querido subrayar la parte pedagógica de esta exposición, con talleres y visitas dirigidas a estudiantes, contando con el apoyo de la embajada de Alemania y el patrocinio de la Fundación Abertis.

Hay unos Segmentos de Círculo de Moholy-Nagy, una Tensión suave de Kandinsky y una Constelación estructural Alfa de Albers que te pueden solucionar un día de otoño, pensando que el mundo podía ser de otra manera, más armonioso y sencillo, y que una vez un grupo de maestros creadores lo intentó con entusiasmo, y aunque acabó fatal –muchos bauhausianos emigraron a EE UU y alcanzaron allí gran éxito e influencia, como Josef Albers, junto a su esposa, Anni, pero más de medio centenar de estudiantes y profesores fueron represaliados, asesinados, encarcelados o enviados a campos de concentración por el III Reich, acusados de ser comunistas o judíos–, siguen siendo influencers 100 años después.

Como dijo el embajador alemán en España, Wolfgang Dold, en la presentación de la muestra, “sigue influyendo en cómo construimos, diseñamos y vivimos hoy en día; sigue siendo una fuente inagotable de ideas, de inspiración”.

Y Juan Ángel López-Manzanares, comisario de la muestra junto a Leticia de Cos y Elena Rodríguez, los tres del área de conservación del museo, resaltó esa idea primigenia de la escuela: “Con un espíritu utópico, trataban de edificar un mundo nuevo”. “Era un proyecto para cambiar el mundo”.

“Arte degenerado” lo llamaron los fascistas.

La exposición ‘La Bauhaus en las Colecciones Thyssen’ puede verse en el Museo Thyssen en Madrid hasta el 12 de enero. Acceso gratuito.

Johannes Itten. ‘Grupo de casas en primavera’. Museo Nacional Thyssen-Bornemisza.

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