El mágico camino de manuscritos que une Toledo con Tombuctú
No hay muchas historias que puedan trasladarnos a una ciudad tan mítica como es Tombuctú por un sendero de manuscritos, algunos con más de 500 años de historia. No hay muchas ocasiones para acercarse a un bibliófilo del desierto que desde que nació cabalga entre las letras que le dejaron en herencia unos antepasados con raíces ancladas en la Península Ibérica, un legado que forma parte tanto de la historia de grandes imperios africanos como de ese islamismo empeñado en destruir todo pensamiento intelectual que no comulgue con su radicalidad.
Ambas oportunidades se cruzan en la obra De Toledo a Tombuctú: un camino de manuscritos, escrita a cuatro manos por el maliense Ismael Diadié Haidara y el granadino Antonio Llaguno. Su objetivo es dar a conocer su fascinante recorrido del Fondo Kati desde que hace 552 años el antepasado de Ismael, Alí B. Ziyab (de la familia Banu al-Quti), abandonó Toledo camino del sur de Al-Andalus hasta llegar a esa ciudad asombrosamente hermosa y culta en mitad del Sáhara. Tombuctú, surgida junto a la curva del estrambótico río Níger, que se empeña en cruzar un desierto, era parte de la región donde los Songhai tenían establecido su imperio y aquel antepasado del escritor actual se casó allí con una princesa y comenzó a incrementar lo que hoy es aún una biblioteca única en el mundo, por desgracia de nuevo dispersa y oculta para protegerse de la nueva-vieja intolerancia integrista que amenazó con destruirla.
“Es una historia fascinante que viene para quedarse, cargada del exotismo que evoca el nombre de Tombuctú y su río de arenales. Nos sumerge en el pasado de los grandes imperios africanos, de los que tan poco sabemos, y en la relación que este lugar tiene con los hispanos. También nos habla de Ismael, que es quien ha puesto cara a la saga familiar y a ese pasado de manuscritos, reinos y tesoros”, señalaba el día de su presentación Manuel Pimentel, ayer ministro y hoy a cargo de la Editorial Almuzara que, además, en este caso ejerce de prologuista de la obra.
El Fondo Kati, iniciado por aquel migrante hispánico, creció con el tiempo hasta contener los 12.647 manuscritos que hoy tiene inventariados. Son obras de filosofía, astronomía, comercio, derecho, matemáticas…. Obras escritas en árabe, en hebreo, en el castellano aljamiado de los moriscos. Hasta 2012, el Fondo estaba a buen resguardo en el edificio que Ismael Diadié Haidara logró construir en la ciudad maliense, gracias a la ayuda de la Junta de Andalucía, solo pendiente del día en el que tuviera financiación suficiente para digitalizarla y que estudiosos de todo el mundo pudieran investigar su contenido. Lo que siempre tuvo claro es que no podía salir de Malí porque era parte de su patrimonio cultural.
“Pero las penalidades que había sufrido esta biblioteca a lo largo de cinco siglos no habían terminado, así que en 2012 llegaron los yihadistas a Tombuctú, destruyendo todo. Ismael consiguió ayuda para esconder los manuscritos dispersos por la región antes de conseguir salir de su país, sin que haya podido regresar”, explica Llaguno.
Aunque los islamistas ya dejaron la ciudad, aún andan cerca, como bien sabe el escritor y bibliófilo maliense, un hombre de profunda formación humanista que ha tenido en estos años de residencia en España una relación variable con su pesada herencia. Por momentos, dedicado en cuerpo y alma a buscar apoyos para conservarla; en otros, agobiado por ver cómo esa dedicación exclusiva afectaba a su propia obra literaria. “Debo reconocer que al principio no me hizo mucha ilusión un libro sobre el Fondo Kati y Tombuctú, pero ahora estoy plenamente satisfecho”, comenta Ismael. “Vivimos en un mundo donde hemos construido 140.000 kilómetros de muros que separan culturas, gentes y países. El Mediterráneo, que era el centro de nuestra civilización, hoy es un mar de muertos. Este libro ahora creo que es necesario porque nos permite conocer todo lo que España tuvo que ver con otro continente, África, que hoy es olvidado, ignorado o despreciado. Nos permite construir puentes y ahora necesitamos cosas que nos unan”.
En la primera parte de este libro-puente nos enteramos de que Tombuctú tiene el nombre de mujer, una pastora tuareg llamada Buctú que, allá por el siglo XI, cuidaba del pozo al que acabó por dar nombre. Y nos sumergimos en los vaivenes de una ciudad hecha en barro de la que se llegó a decir que el oro corría por sus calles… Y de ahí a los primeros extranjeros que llegaron a sus puertas o a exploradores como René Caillé, a quien nadie creyó cuando, a comienzos del siglo XIX, contó en Francia lo que había visto en este lugar. Además, nos adentramos en la historia de los Kuti, que quedó escrita en más de 7.000 notas en los márgenes de los manuscritos a lo largo del tiempo…
La segunda parte del libro es una larga conversación entre ambos autores en el que Manuel Llaguno pregunta e Ismael Diadié Haidara va respondiendo con su vasto conocimiento de la historia familiar. Así, nos enteramos cómo el Fondo Kati se fue enriqueciendo con el tiempo, de sus vicisitudes, de cómo se dispersó y se recuperó mil y una veces, para resurgir aún más grande y diverso y de la historia de sus más preciadas joyas literarias. El Fondo Kati es un espejo en el que encontrar una parte de la desconocida historia imperial y cultural africana.
Y, por último, en la última se hace un repaso a documentos que nos hablan de otras famosas bibliotecas de manuscritos, como la de Chinguetti, cuyos cientos de obras, conservadas bajo una capa de polvo, pude ver en una biblioteca en mitad de las dunas de Mauritania. O la de Walata, en el mismo país y en similares condiciones… Para acabar con algunos de los textos más reseñables que en tiempos más recientes se han dedicado a un patrimonio de la Humanidad que, esperemos, un día vuelva a reunirse.
“Ahora, 552 años más tarde, la historia es la misma. Vecinos, campesinos, niños… ayudaron en 2012 a salvaguardar el Fondo Kati. Pero aunque poco se sepa, seguimos luchando en Tombuctú contra el integrismo. Este año van 500 muertos, pueblos arrasados, ganado quemado… Estamos al borde de la guerra civil. Y en medio está la biblioteca Fondo Kati, la única europea en África, imprescindible para que haya cordura aquí y alla”, asegura Ismael.
Por lo pronto, acercarse a conocer la historia de “Tom-Buctú”, de los imperios africanos y la familia Kuti, entre otras, nos abre unas puertas sobre nuestra propia historia que no conocemos. “No es una historia extraordinaria”, concluye Ismael, “es una pesadilla extraordinaria que a su vez quiere ser una invitación al diálogo porque una civilización cerrada entre muros se pudre por dentro”.
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