Man Ray: experimentar con lo que el ojo ve y el alma siente

Marcel Proust en su lecho de muerte. © Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019.

Marcel Proust en su lecho de muerte. © Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019.

Marcel Proust en su lecho de muerte. © Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019.

Marcel Proust en su lecho de muerte. © Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019.

Una plancha con tachuelas, una baguette azul, unas pesas firmadas… El artista francoestadounidense buscaba en los objetos cotidianos un espejo en el que reflejarse, en el que construir su mundo interior. Un perfil muy diferente de sus compañeros del movimiento Dadá que supo equilibrar la necesidad de sobrevivir con su trabajo y su deseo de plasmar su mundo en pintura, fotografía y escultura. La Fundación Canal expone una de las mayores muestras de obras de Man Ray, el artista surrealista multidisciplinar que nunca dejó de experimentar con lo que el ojo ve y el alma siente.

“La búsqueda de la libertad y el placer, eso ocupa todo mi arte”. Con esta frase en la cabeza es fácil sumergirse en el mundo onírico e introspectivo que creó Man Ray (Filadelfia 1890 / París 1976) gracias a la pintura, la fotografía, los objetos e incluso las técnicas inventadas. Como los rayogramas, una manera de fotografiar sin cámara fotográfica. Ray plasmaba los objetos directamente sobre el papel fotográfico, revelándolos sin necesidad de una lente intermediaria. Así, las siluetas de objetos como tijeras, botones o lápices aparecen en las obras como si de fantasmas de sí mismos se tratara. Esa sensación continúa en toda la muestra de la Fundación Canal que rinde homenaje a Man Ray: retratos, películas experimentales, esculturas nada convencionales que no tratan otra cosa que mostrar el interior del multidisciplinar artista.

La muestra, una de las mayores que se han realizado, con 107 obras procedentes de colecciones privadas de Europa, realiza un recorrido por la vida personal y artística de Ray, desde sus primeros años en Nueva York hasta su llegada a París, con todas sus idas y venidas. «Pinto lo que no puede ser fotografiado, aquello que procede de la imaginación, de los sueños o del inconsciente. Fotografío las cosas que no quiero pintar, las cosas que tienen una existencia en ese momento». Con sus propias palabras podemos resumir por qué elegía una u otra técnica para captar e inmortalizar lo que quería. Con una excepción, la fotografía. Se trató de una de las vías con las que logró sobrevivir económicamente, al convertirse en uno de los fotógrafos de moda que todo el mundo de la burguesía parisina quería que le retrataran. Tanto es así que el hermano de Marcel Proust corrió a buscar a Ray para que retrata al literato en su lecho de muerte. No quería que pasara al otro mundo sin que el artista surrealista le captara con su cámara. Y así fue. El retrato de Proust ya sin aliento puede verse en la muestra de la sala madrileña junto al de otros intelectuales de la época como Mina Loy, Tristan Tzara y Gertrude Stein, entre otros.

La artista Dora Maar en 1930. © Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019

La artista Dora Maar en 1930. © Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019.

Autorretrato de Man Ray en 1935. © Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019.

Autorretrato de Man Ray en 1935. © Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019.

Una de las grandes diferencias entre Man Ray y el resto de artistas que, primero en el Dada y luego en el surrealismo, avanzaron juntos en su expresión creativa era su origen humilde. De padres migrantes ucraniano y bielorrusa, Man Ray (cuyo verdadero nombre era Emmanuel Radnitzky) no contaba con el colchón financiero familiar del que disponían otros como Marcel Duchamp. Algo que le empujó a buscar el equilibrio entre las obras que realizaba para pagar las facturas (como los retratos o la fotografía de moda) y la experimentación artística que le hacía estar a la vanguardia del modernismo. Precisamente a su relación con Duchamp se le dedica una de las partes de la exposición de la Fundación Canal. Las bóvedas de la peculiar sala ofrecen un recorrido muy simbólico de lo que fue su amistad: proyectos juntos como Anemic Cinemá, los retratos del alter ego femenino del francés (Rose Sélavy) o las obras que Ray inmortalizó con su cámara de la producción artística de Duchamp. Una relación de trabajo mezclada con la amistad entre dos personas con un origen muy diferente (Duchamp disponía de una generosa herencia familiar) y que supieron avanzar conjuntamente en la ruptura de los cánones estéticos y la concepción artística.

Plancha. 1921. © Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019.

Plancha. 1921. © Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019.

Retrato de Rrose Sélavy en 1921. © Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019.

Retrato de Rrose Sélavy en 1921. © Man Ray Trust, VEGAP, Madrid, 2019.

“Man Ray, a la escucha de la luz”, decía de su obra el escritor André Breton. Y es que Ray fue de los primeros artistas en jugar con la luz a la hora de hacer más onírica la realidad y al revés. Aunque la técnica ya estaba inventada, Ray aplica la polarización a las fotografías con maniquíes (uno de sus fetiches que se repiten en las fotografías, junto a su pipa y las esferas), algo que enamorará a Coco Chanel y a múltiples clientes. La exposición Man Ray. Objetos de ensueño le dedica un apartado a la imagen de las mujeres en su mirada. Pueden contemplarse las conocidas fotografías e intervenciones sobre el rostro y el cuerpo de Lee Miller o de Meret Oppenheim, al igual que el alegato que hace de la fuerza de la presencia de la mujer más allá del erotismo o el concepto de objeto musa. Muchas de ellas fueron amantes, pero también artistas y compañeras de vanguardias. De hecho, la mayoría de las parejas que tuvo Ray eran artistas, como la poetisa belga Adon Lacroix, que fue su primera mujer, o Alice Prin (Kiki de Montparnasse).

Y de su relación con la fotógrafa Miller nace una de sus obras más conocidas: Objeto para ser destruido. Ray realizó esta pieza con instrucciones de uso: “Coloca en el péndulo de un metrónomo el ojo de la persona amada a la que ya no volverás a ver / Pon en marcha el metrónomo hasta el límite de tu resistencia / Con un martillo, intenta destruirlo de un solo golpe”. Cuando un grupo autodenominado nihilista llevó a cabo esta acción, la reacción del artista fue crear en cadena cien objetos similares pero, en lugar de añadir la fotografía de un ojo anónimo, lo hizo con el ojo de su recién ex pareja Miller. Esta muestra de desamor llegó a todos los rincones –incluida la colección del Reina Sofía y la exposición de Canal– haciendo realmente verdadero el nuevo nombre de la obra: Objetos indestructibles.

El final de la muestra se dedica a otro de los grandes hits de Man Ray, el ajedrez. Gracias a las figuras de este juego de mesa, el artista representaba el paso del tiempo, las impresiones del surrealismo e incluso la personalidad de sus amigos del grupo de vanguardia. Un detalle expositivo en el suelo lleva al visitante a esta última parte de la exposición, ideada y comisariada por Pilar Parcerisas. Una vida dilatada, la de Man Ray, que dejó épocas artísticas y personales que marcarían para siempre las vanguardias del siglo XX. Como reza el epitafio de su tumba en el cementerio parisino de Montparnasse, un artista “despreocupado, pero no indiferente”.

‘Man Ray. Objetos de ensueño’. En la Fundación Canal https://www.fundacioncanal.com/ (Mateo Inurria 2, Madrid) hasta el 21 de abril de 2019.

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