Un manual para vivir en la era de la incertidumbre
La globalización y el malestar que genera. El autor se toma como licencia de fin de año recomendar el ensayo que ha escrito junto al jurista y filántropo Antonio Garrigues Walker: ‘Manual para vivir en la era de la incertidumbre’ (editorial Deusto). Vivimos un momento de cambio, de transición hacia otro orden mundial, en el que pesa mucho la incertidumbre, la desconfianza, las angustias y el miedo respecto al futuro. En la disociación entre lo que prometen los cambios y lo que vivimos es donde Garrigues Walker insistió siempre en centrar sus reflexiones.
Cada cierto tiempo –no tiene por qué coincidir con el final de año y los generalizados nuevos propósitos– me pregunto si mis hábitos de lectura han cambiado. Tanto en el tipo de libro que elijo como en la forma en que llego a ellos o en las horas y momentos en los que me los leo. 2018 ha sido para mí un año de muchos cambios, de mudanza de ciudad y de un nuevo trabajo.
Pero he mantenido la vinculación con el mundo del libro y el periodismo cultural. He traducido dos libros que saldrán en 2019 y he escrito decenas de artículos y reseñas literarias. Incluso, este año, y en colaboración con Antonio Garrigues Walker, yo mismo he publicado un ensayo. Pero los cambios, lógicamente, han tenido su efecto en mis lecturas.
He seguido leyendo mucho periodismo en distintos formatos, como siempre. También mucho ensayo político o económico, pero menos. Intuyo que estar todo el día con un trabajo intenso relacionado con eso me ha devuelto la atención a novelas y libros de filosofía e historia, no como vía de escape, sino para procurarme una visión más de conjunto, menos vicaria de las coyunturas del día a día.
En cambio, no ha variado la forma en que he llegado a ellos. A las recomendaciones de los amigos cercanos y familia de Málaga con los que asiduamente hablo, este año he incorporado varias de los nuevos compañeros en Madrid. Sigo leyendo los principales suplementos culturales españoles, anglosajones y alguno francés, y en las redes presto atención a muchos buenos prescriptores informales que ni siquiera saben que lo son. Pero la historia de cada libro es también la de la persona que te llevó a él. También la de los buenos libreros, cuyos escaparates y mesas bien escogidas son un reclamo poderoso que me es difícil esquivar. Una trampa en la que caigo con felicidad y regodeo.
El año pasado por estas fechas, hablé aquí de tres libros que me habían gustado especialmente en 2017, y lo hacía disculpándome por añadir otra lista con recomendaciones a las ya habituales de Navidad. Allí decía que ningún lector veraz necesita listas, sino tiempo para leer lo que ya tiene pendiente. Pero como somos animales paradójicos y contradictorios, llega la fecha y me es difícil resistirme a no poner, a modo de balance, algunos libros importantes para mí que haya leído ese año –y que no necesariamente son de ese año– de los que no haya hablado ya en algún artículo previo. Asumo mis contradicciones y vuelvo a caer en el gesto altivo e indecoroso de la recomendación, con el atenuante de ser sólo uno esta vez, pero con el agravante de ser el libro en el que he participado. No sin antes desear felices fiestas a quienes hayan tenido la generosidad de leerme durante este año en El Asombrario.
En febrero de este año, Roger Domingo, director editorial de Deusto –y amigo– me llamó para encargarme que ayudara al jurista y filántropo Antonio Garrigues Walker (Madrid, 1934) a escribir un libro que tenía en mente sobre la globalización y el malestar. Acudí a su despacho en Madrid del bufete Garrigues –del que es presidente honorífico–, donde charlamos en profundidad y congeniamos desde el primer momento. Allí me dio un sobre grande lleno de papeles y notas, y en las semanas sucesivas yo le fui preguntando qué opinaba sobre determinados temas como las guerras comerciales, el movimiento feminista, el auge de China, la revolución digital o la perspectiva de la inmortalidad. Casi siempre por teléfono, aunque volví varias veces a verle a su despacho. Poco a poco, le fui presentando borradores de capítulos e ideas, que siempre acogió con entusiasmo y agradecimiento, incluso cuando quería que le diera una vuelta más o cambiar algunas cosas.
Pocos días antes de que los editores cerraran el plazo para cambiar cualquier cosa, Antonio Garrigues insistió en que yo debía aparecer con él en la portada, y además escribió una introducción reconociendo y agradeciendo mi trabajo junto a él. Aprendí muchas cosas de él mientras escribía borradores: sobre política, historia, teatro o ciencia. Pero, sobre todo, aprendí de su calidad y calidez humana, y me reconfortó y reconcilió su actitud hacia mí, además de hacia el mundo.
Así, sin esperarlo, este Manual para vivir en la era de la incertidumbre se convirtió en la primera obra que firmo, en este caso como colaborador. Por tanto, 2018 ha sido para mí un año muy importante también en mi relación con los libros. Más que porque mi nombre aparezca como colaborador, siento este libro como propio también porque comparto con Antonio Garrigues Walker su mirada humanista hacia el mundo, hacia la economía, la política, la ciencia o las culturas orientales.
Vivimos un momento de cambio, de transición hacia otro orden mundial en el que el peso de los avances científicos y técnicos van a cambiar muchos aspectos de nuestras vidas, también a mejor. Sin embargo, en el debate público predomina la incertidumbre, la desconfianza, las angustias y el miedo respecto al futuro. En esa disociación entre lo que prometen los cambios y lo que vivimos es donde Antonio Garrigues insistió siempre en centrar sus reflexiones. En diagnosticar el exceso de euforia de los 90, en analizar la precipitada entrada de China en la OMC, en hablar del auge del terrorismo islamista y el fracaso de la Primavera Árabe. También en analizar la Gran Recesión económica, la construcción europea, el auge de los populismos y de los nacionalismos, y en general, la crisis de la democracia liberal.
También era importante para Antonio Garrigues que reflexionáramos sobre los cambios de paradigma en la relación del ser humano consigo mismo que traerán muchos avances científico-técnicos. Conceptos como inmortalidad, criogenización o transhumanismo han ido ganando protagonismo en nuestros debates sobre el futuro inmediato, y a ellos ha estado siempre muy atento Antonio Garrigues. También desde el punto de vista jurídico y de cómo ha de adaptarse el derecho a la nueva realidad que viene.
Una vista panorámica que ayude, como dice el título, a mitigar la sensación de incertidumbre irresoluble y que intente, como dice el primer capítulo, a reconciliar al ser humano con el continuum histórico, ahora que no sabemos bien hacia donde nos dirigimos.
Un honor y un lujo haber trabajado con Antonio Garrigues Walker en este libro. Pero, sobre todo, tenerlo ya como un buen amigo.
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