Manuela Trasobares: “Como ente que soy, no creo en la realidad”
A finales de los noventa, Manuela Trasobares se doctoró como icono del colectivo LGTBI tras rebelarse contra la transfobia en un debate organizado en el programa autonómico ‘Parle vostè’. El día de marras, harta de escuchar comentarios cargados de tópicos y prejuicios sobre la transexualidad, la artista e intelectual autodidacta tiró una copa contra el suelo del plató y acabó cantando un aria de ópera. Desde entonces, no ha dejado de reivindicar públicamente su total naturaleza, ni tampoco su esencia artificial, escéptica, antirreligiosa y anárquica. “Una de las cosas que más me gustarían ser es diputada y salir en la tarima del Congreso, súper Drag Queen, super montada, barroca hiperbólica, y romper los esquemas de esta falsa sociedad en la que todos los políticos no son más que unos cínicos”, asegura la catalana en ‘Voluntad de poder’ (Editorial Hidroavión), su primer libro, donde repasa diferentes acontecimientos históricos y personales, con el fin de revelar la manipulación que en su opinión se esconde tras la voluntad de un poder ilimitado. Hemos hablado con ella.
En tu libro afirmas que “la voluntad de poder” hipnotiza a las personas desde que nacen…
Así es. La voluntad de poder se encarga de sugestionarnos desde que nacemos. La sugestión es tal que concebimos lo que no existe como algo real. La realidad es una falacia.
¿Has aprendido a no tener miedo a nada?
Sí, puede ser. He aprendido a defenderme y a no creer que existen buenos y malos. Ya teniendo una cierta edad y mucha capacidad de escepticismo, no tengo miedo a nada porque no espero nada de nadie ni de nada. Nada me sorprende ya.
¿Cómo reaccionaban tus padres cuando, ya con tres años, les repetías constantemente que querías “ser una nena”?
Fatal. He sido una niña muy precoz. Igual lo heredé de mi padre, porque él con ocho meses ya hablaba. Yo también lo hacía con nueve meses. Recuerdo perfectamente que, recién nacida mi hermana, mis padres me decían que la habían comprado en una tienda. Yo no paraba de preguntarles por qué no me llevaban entonces a mí a esa tienda y me cambiaban por una nena, porque se habían equivocado conmigo.
¿Es cierto que tu madre te llevó a un psiquiatra después de que, tras una revisión médica organizada en tu escuela, un médico le dijera que había que tratar la “obsesión maniática” sobre tu feminidad?
Sí, aquello fue tremendo y lo recuerdo con mucho dolor. Esa es una de las cosas que más me hizo reaccionar. En ese momento, yo no sabía que uno podía cambiar de sexo, porque en España todo esto no estaba a la orden del día. Sentí mucha frustración y vergüenza cuando el médico de aquella revisión me hizo sentir una realidad que hoy, gracias a Dios, sabemos que es falsa, porque los conceptos de hombre y mujer son una mera convencionalidad producida por Estados fascistas. Me hicieron sentir muy humillada. De postre, aquel médico sádico hizo que mi madre me llevara a un psiquiatra de la época, para que acabara de rematar aquella faena taurina castigándome. Le dijo que cada vez que yo mostrara algún afeminamiento debía meterme en un cuarto oscuro durante las horas que fuese necesario, porque decía que esa anomalía tan atroz debía corregirse.
Cuentas que en aquellos años te habrías muerto de pena de no haber encontrado en tu tía Mercedes una aliada…
Sí, sí. Pienso que la vida es muy dura, pero que siempre hay alguna salida. Mi tía fue una grandísima madera en medio de un naufragio, porque me dejó ser yo misma. Ante la irracionalidad, los niños actúan siempre con una maestría genial. Pese a todo el océano de adversidades en el que me encontraba, yo actuaba tal y como me sentía. Mi tía no era una mujer culta, pero entendía mi naturaleza y empatizaba con ella, en un momento en el que hacerlo era muy difícil. Gracias a ella, pude disfrutar un poco de una infancia que fue, simplemente, horrible.
El dibujo fue otra de las cosas que te ayudó a soportar tu vida. ¿Podríamos decir que Salvador Dalí fue tu maestro?
Pues sí. Fue mi gran maestro, no solamente como pintor, sino también como persona. Tuvo una sensibilidad increíble hacia mí, algo que es propio de un genio. Sus clases de dibujo y ese mundo mágico de las pinturas y la ilustración fueron otro salvavidas para mí en esa España tan gris que me tocó vivir. Salvador Dalí fue una de las personas que me hizo entender que este país estaba muy atrasado, que era posible otro mundo y que había vida más allá de España. Nunca jamás tocamos el tema [de mi transexualidad], porque era algo muy obvio. Aun así, una vez sí que se le escapó llamarme de forma cariñosa ‘la sirenita del Ampurdán’, por la famosa sardana L’Empordà, donde se habla de una sirena. En todo momento, Dalí se comportó conmigo como una persona muy seria y respetable. Él entendía el momento histórico en el que vivíamos, y conocía el infierno que yo vivía, pero sabía que a una criatura tan pequeña no podía meterle ideas que pudieran hacernos daño a ambos o malinterpretarse. En esos momentos era muy difícil ayudarme, pero él lo hizo. Mi padre, cuando se enteró de que me estaba dando clases, puso el grito en el cielo y no me dejó ir más a su casa. Decía que Dalí era un maricón pedófilo que me podía pervertir. Vivir en esa época era horrible.
Cantar en el coro de tu colegio fue otro desahogo a tu tortura. ¿En qué momento sentiste que tu voz femenina y afinada podía granjearse una carrera?
Mi voz fue otra de las cosas que me ayudó a ser feliz y a salvarme de la castradora voluntad de poder franquista. Tuve como referentes a la Blancanieves que cantaba, al disco de Luis Aguilé Juanita Banana y a mi padre, que era cantante y en el tema de la música sí que nos abrió un camino. Cuando me ingresaron en el colegio de los maristas, tuve la oportunidad de estudiar música. Como mi voz cantaba las notas agudas de soprano, pude acceder al maravilloso mundo de la música, algo que me abrió otro camino. De adulta, me puse a estudiar canto lírico, ya de forma profesional, en la Universidad de Sofía (Bulgaria).
Antes de la muerte de Franco, ya eras amiga de todas las travestis de La Rambla barcelonesa. ¿Fueron ellas las que te animaron a empezar a hormonarte por cuenta propia?
El ser humano tiene un inconsciente que es superior a todo y que, sin darse cuenta y sin querer, va donde tiene que ir para conocer. Enseguida me di cuenta de que allí había una solución a mis problemas. Ellas me ayudaron enormemente, pero lo hicieron toda la vida. En momentos en los que yo necesitaba ayuda de mi familia, las que me ayudaron fueron ellas. En muchos momentos, me salvé de situaciones muy tremendas gracias a ellas. De todas formas, el tema de la transexualidad solo forma parte de dos capítulos del libro. El resto de los capítulos hacen referencia a los diferentes cambios de voluntad de poder que históricamente se nos han presentado como soluciones o evoluciones de este mundo. También de momentos como el de la mal llamada Guerra Civil española, que fue una revolución social entre anarquistas, burgueses y fascistas.
El PSOE se ha apropiado de lo que fue el Frente Popular, cuando los que realmente hicieron la revolución social fueron los anarquistas, que han sido ninguneados y hasta maltratados por todos. Es importante hablar de todo esto, porque la historia está llena de mentiras y hay que desmitificarla. Todos los paradigmas de aquello que se ha considerado revolución no son más que excusas para que se perpetuara alguna voluntad de poder determinada que en el momento interesaba. Todo eso tiene que ver con los cambios de sexo, con las conformaciones del ser como hombre y mujer… La cultura, el saber y el arte están muy relacionados entre sí. Por encima de todo, yo soy un ente metafísico. Cada día estoy más alejada de lo que es el sexo y, como ente que soy, no creo en la realidad. La realidad es un convencionalismo creado por el poder de turno. La voluntad de poder es el término que encontré para definir el poder que tiene el poder, es decir, el poder de hacernos ver lo negro como blanco o viceversa.
¿Las diferentes revoluciones sociales no han sido entonces soluciones beneficiosas para el pueblo?
Para nada. Si aquí hubiera algún político decente de verdad ahora mismo, tendría que decir: ‘Señores, señoras, pueblo, ustedes no tienen la soberanía. Es mentira. Ni siquiera somos un pueblo soberano, porque solo somos una marioneta de las grandes voluntades de poder que existen en la sombra en España’. Nosotros dependemos de lo que digan los americanos, la Unión Europea, Rusia, China y todos los grandísimos monopolios oligárquicos que ostentan la deuda. La deuda es el gran negocio de este sistema capitalista, o incluso comunista, porque el comunismo no es más que un capitalismo de Estado. El socialismo no ha existido jamás. Los que han existido han sido todos falsos socialismos.
Los verdaderos movimientos revolucionarios han sido sofocados por aquellos que se hacen llamar revolucionarios. Robespierre, Danton y todos esos ilustrados que fueron la esencia ideológica de la Revolución Francesa, y que luego salieron en las enciclopedias, no son quienes hicieron la revolución. Quien realmente la hizo fue el pueblo llano, todas esas personas que acudieron a enfrentarse a María Antonieta con sus hoces y cuchillos. Los burgueses usaron al pueblo para que les hicieran el trabajo sucio, y luego ya vemos el resultado. ¿Qué clase de incongruencia es esa que permite que se mate a Luis XVI y se torture a los nobles para que luego aparezca en su lugar un imperio como el napoleónico? Cualquiera se da cuenta de que eso no es lógico. La llamada Revolución Francesa es una estafa.
¿Piensas que la democracia española quedará algún día libre de deudas con las personas trans?
Estoy a favor de todo lo que sea aperturismo y entendimiento, y estoy a favor de la ‘ley Trans’, pero hay cosas que faltan en esa ley. Se debe pensar en las personas que aún están en edad de trabajar, y habría que hacer una campaña de discriminación positiva para que las personas trans accedan al mundo del trabajo. Si tú no trabajas, no tienes dinero y, por lo tanto, no tienes libertad. Uno de los problemas más grandes que tiene el colectivo trans es que no tiene trabajo. Hay que entender que existen una serie de personas que han sido víctimas de un mundo malsano y tiránico que fue el franquismo, porque el señor Franco fue muy salvaje. Las personas de mi edad merecemos un perdón y unas pensiones compensatorias, porque no hemos podido acceder al mundo laboral, ni hemos podido cotizar. Nos vemos mayores y sin ningún tipo de paga ni respeto. ¿Ampara esto la ‘ley Trans’?
También hay que adoctrinar a los niños en las escuelas para que entiendan que el mundo es muy plural. Si a mí con cinco años me llegan a poner un vestidito y unas trenzas, habría sido la niña más feliz del mundo. Lloro de pena pensando en todo lo que me he perdido y en la canallada que me han hecho de niña y de joven. Tengo fotos de cuando era una criatura y cuando las miro veo a una niña con una cara de pena que da lástima mirar. A mí y a todas las de mi generación se nos debe una explicación. Fuimos víctimas del terror franquista. Franco no era un abuelito simpático y bonachón, sino que fue un asesino, un criminal apoyado por Hitler, Mussolini y todo lo peor que había en el mundo.
Ciertos partidos luchan por acabar con la enseñanza relacionada con las políticas de memoria en España…
Hoy no se estudia historia, humanidades o filosofía, porque al sistema le interesa que el pueblo ignore lo que de verdad pasó. Si tú aprendes historia, aprendes a darte cuenta de que todos los acontecimientos y anomalías se repiten una y otra vez. La gente tiene que saber que el capitalismo es malo, que el capital viene chorreando sangre y lodo. La voluntad de poder es la porquería que hace que estemos anestesiados con barbaridades como el fútbol, Eurovisión, Miss Universo o esos programas de mierda que se hacen en todas las televisiones. Encima somos tan borregos que aceptamos que esos futbolistas, que lo único que saben hacer es dar patadas a un balón, sean millonarios. El pueblo se tendría que formar, para darse cuenta de que la cabeza no se utiliza solamente para hacerse peinados o llevar un sombrero. El saber es lo que te da la libertad. El conocimiento de las humanidades y de la historia es lo que te hace entender lo equivocados que estamos.
Comentarios
Por joana, el 29 diciembre 2022
Maravilloso el artículo, conocí a Manuela en los años 80,en Barcelona, y también en París, pues anduvo un tiempo por allí también. Soy una mujer trans, como ella, y de su misma edad.
Manuela en aquella época era guapísima, luego empezó con las cirugías y destrozó su físico. Ella podía haber tenido una carrera como modelo en aquella época, pero eran tiempos muy duros para nosotras, teníamos que hacer cualquier cosa para sobrevivir, la mayoría de aquellas trans ya murieron, somos muy pocas las que hemos resistido con vida a aquellos años tan duros.
Ella tiene razón en todo lo que dice, sobre todo en el tema laboral, nosotras no pudimos cotizar porque no nos daban trabajo en ningún lugar, aparte de que fuimos expulsadas de casa por nuestros propios padres.
Ojalá algún partido político se aperciba del problema que tenemos las pocas que sobrevivimos a aquellos años
Por diego, el 02 enero 2023
yo tengo el libro..MANUELA!