MAR, Ayuso, el fango y ‘el periodismo secuestrado’
La maquinaria comunicativa de los negacionistas es una auténtica metralleta. No se lanzan uno, sino muchísimos bulos a la vez. Porque el objetivo no es establecer un debate serio y sincero, sino sepultar tus argumentos bajo una montaña de mentiras y conspiranoias. Para que no se te escuche. La ‘fachosfera’ está muy entrenada y su maquinaria ‘periodística’ y de opinadores muy bien engrasada económicamente. Hablemos de cambio climático, de la corrupción que rodea al PP, de la familia Ayuso…
Hace casi 20 años me explicaron por primera vez cómo funcionan las campañas de comunicación de los negacionistas. Fue durante una charla de mi amigo Mario Cuéllar, por aquel entonces presidente de Globalízate, organización nacida a principios de este siglo con el objetivo de alertar sobre las consecuencias de la globalización neoliberal, con especial hincapié en el cambio climático.
En el año 2001, cuando arrancaron con su actividad, era casi misión imposible encontrar información de calidad sobre el asunto, motivo por el decidieron suministrarla a través de su página web, que empezaron a llenar de contenido de gran interés, en forma de traducciones científicas, reseñas, artículos propios, informes, estudios y noticias. Globalízate se convirtió en una referencia para quienes ya estábamos empezando a comprender la gravedad del cambio climático. Como era de esperar, también llamaron la atención de los negacionistas, que pronto les pusieron en su punto de mira.
Por todo ello, cuando tuvo lugar esta charla, más o menos un lustro después de que Globalízate, hoy en situación de cese temporal, comenzase su actividad, Mario conocía más que de sobra, precisamente por sufrirla de manera habitual, la maquinaria comunicativa de los negacionistas. Y lo primero que hay que decir es que esta maquinaria es una metralleta. No se lanzan uno, sino muchísimos bulos a la vez. Porque el objetivo no es establecer un debate serio y sincero, sino sepultar tus argumentos bajo una montaña de mentiras y conspiranoias. Para que no se te escuche.
Si, por ejemplo, a Mario o a cualquiera de su compañeros o compañeras les empezaban a echar a la cara un supuesto informe pseudocientífico que demostraba que el cambio climático era un fenómeno natural y no provocado por el ser humano, pongamos por caso, y Globalízate intentaba contestar con argumentos contrastados, la respuesta de los negacionistas, más que entrar con seriedad en el debate, sería aprovechar la misma para lanzar otros tres o cuatro bulos más. Se trata de que el divulgador serio no pueda centrarse en dar información científicamente rigurosa y solvente, sino que tenga que gastar sus energías en sobrevivir a este bombardeo masivo de tonterías. Porque sí, las fake news son un arma de destrucción masiva. De la verdad y, también, de la calidad de los temas y de los argumentos sobre los que versa la discusión pública.
Alguien podría decir que la solución es muy sencilla: no respondamos a los planteamientos absurdos y falsos, basados, como mucho, en pseudociencia de cuatro frikis, ¿verdad? Ojalá fuera tan sencillo. El problema es que esos negacionistas que contestaban a los activistas de Globalízate en los foros presenciales y en las redes sociales venían leídos e informados de algún lado. Y sus fuentes de información, por mucho que dicha información fuera mercancía averiada, eran a veces extraordinariamente potentes.
Por ejemplo, según un estudio de InfluenceMap, las grandes petroleras se gastaron desde los acuerdos de París de 2015, y hasta el año 2018, más de 1.000 millones de dólares para bloquear medidas contra el cambio climático. Mucha de esa descomunal cantidad de pasta se destinó a esparcir teorías negacionistas en redes sociales.
Y lo que es peor, los medios de comunicación supuestamente serios también llevan décadas publicando estas mentiras, como explica este artículo de la BBC sobre la campaña ideada por Bruce Harrison, uno de los grandes gurús de las relaciones públicas. Cuenta este texto que, poco después de la emblemática Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro (1992), Harrison diseñó una potente campaña financiada por las industrias más contaminantes y cuyo objetivo era “convencer al público de que los datos científicos sobre el cambio climático no eran fiables y que, además del medio ambiente, los políticos debían tener en cuenta cómo (…) las medidas contra los gases contaminantes perjudicarían los empleos, el comercio y los precios”.
Según el texto, “la jugada se llevaría a cabo a través de una amplia campaña en los medios de comunicación, en la cual no solo se publicarían artículos de opinión, sino que se contactaría directamente a periodistas para convencerlos de que el cambio climático no era una amenaza”.
Básicamente, lo que hizo Harrison fue copiar una estrategia que ya había demostrado anteriormente su utilidad. Buena fe de ello pueden dar en la industria tabaquera, para la que también había trabajado el gurú, y que igualmente no escatimó en medios, incluidos los de comunicación, para desacreditar los estudios científicos que vinculan tabaco y cáncer.
Este manual de comunicación del negacionista conspiranoico se ha empleado para muy diferentes cometidos: para cuestionar el cambio climático, la relación entre tabaco y cáncer o entre pesticidas y muy diversos problemas de salud; para justificar las invasiones ilegales de otros países, por ejemplo, Irak, o para atribuir falsamente –sin éxito, si hablamos del gobierno de Aznar, pero la historia ha sido bien distinta para los periodistas que participaron de la ignominia, y a los cuales les ha ido, ciertamente, muy bien– los atentados más salvajes que hemos vivido en España. También fue la estrategia que el líder popular, Núñez Feijóo, usó en el debate electoral en televisión con Pedro Sánchez (hasta bloquear al presidente con una retahíla de acusaciones falsas), y, de manera muy notoria, es la que se está usando en los últimos días para gestionar la estrategia comunicativa de toda una presidenta de la Comunidad de Madrid, como bien sabe su mano derecha, Miguel Ángel Rodríguez (MAR), otro estudiante aventajado de estos maestros de la mentira.
La metralleta para defender a Ayuso: hay mucho dinero en juego
Así se ha puesto de manifiesto en el nuevo escándalo protagonizado por la familia de Ayuso; en este caso, por su actual pareja. La defensa ha consistido, como no podía ser menos, en sacar la metralleta negacionista-conspiranoica. Por ello no son una, sino muchas, las mentiras que se van sucediendo. Y nos atrevemos a añadir que, si no logran acallar el asunto, seguirán añadiendo más y más montañas de información averiada y convenientemente difundida por medios de comunicación y redes sociales.
La idea, una vez más, es que no se hable del tema o bien desviarlo hacia otros enfoques más cómodos que incluso nos sirvan para presentarnos como víctimas, por ejemplo de supuestas y nunca probadas revelaciones de secretos a cargo de la vicepresidenta Montero y de la Fiscalía de Madrid; o del increíble, por poco creíble, caso de los encapuchados periodistas de eldiario.es. Y así con cualquier otro bodrio que se atrevan a sacar, por mucho que no se pueda sostener racionalmente. Pero la verdad da igual cuando hay mucho dinero en juego. Para algo el PP de Madrid lleva años regando con millones de euros de publicidad institucional a sus medios de comunicación afines. Y si mañana Ayuso dice que están lloviendo gatos por Madrid, sus escribas a sueldo se centrarán sin duda en analizar las razas y los colores de los felinos que están cayendo del cielo.
Para entender más en profundidad todo esto, recomendamos un libro que, si bien no es actual, ciertamente explica de manera magistral cómo hemos llegado hasta aquí. Hablamos de El pensamiento secuestrado, de Susan George, figura histórica de ATTAC y autora también del célebre Informe Lugano. En El pensamiento secuestrado, George explica cómo la derecha y la ultraderecha son quienes mejor han entendido, paradójicamente, el concepto de hegemonía cultural del filósofo marxista italiano Antonio Gramsci.
El planteamiento es tan sencillo como eficaz: se trata de inundar las fundaciones, los medios de comunicación y cualquier centro de creación cultural y de ideas en general de “intelectuales orgánicos”, afines a tus planteamientos ideológicos para que los mismos se conviertan en el “sentido común” dominante. Como se explica en el libro: “Uno de los miembros del conservador círculo de Chicago, Richard Weaver, había titulado su obra de 1948 Las ideas tienen consecuencias. Ese título podría servir como una especie de lema para los neoconservadores (…) Compraron y pagaron a un enorme cuadro de especialistas y hábiles comunicadores en una red de instituciones y centros de estudios académicos y no académicos. Crearon prácticamente de la nada todo un clima ideológico en el que seguimos viviendo hoy día, tan peligroso en sí mismo para el mundo social como lo es el calentamiento global para el mundo natural”.
La metáfora con el cambio climático nos parece tremenda y terriblemente acertada. Como es igual de terrible que los medios de comunicación también hayan sido comprados a través de esta misma estrategia. Prosigue George: “También desarrollaron una labor de promoción y técnicas de relaciones públicas formidables, comprendiendo que los periodistas de la prensa escrita y audiovisual de la corriente dominante utilizarían su trabajo (…). Las acciones que se cotizan de cualquier negocio neocón incluyen la preparación de millares de notas de prensa, comunicados y comentarios listos para usar; y el suministro de expertos con capacidad de expresión para aparecer en programas de entrevistas y cadenas de noticias (…). La izquierda no tiene nada parecido a la maquinaria, el dinero, la habilidad en materia de comunicación y el personal que pueden movilizar los neocón. Ésa es una de las formas en que han desplazado el equilibrio más y más a la derecha”.
Hay que recordar que este libro fue publicado allá por el año 2007. Con la perspectiva que nos da todo este tiempo, en el que la situación no ha dejado de empeorar a ritmos cada vez más vertiginosos, podemos asegurar que George dio en el clavo y que la izquierda hizo muy mal en no entender su aviso. Y aclaramos que aquí no estamos hablando de hacer lo mismo que la derecha, pero desde la izquierda. Porque, además, no necesitamos ni la mentira ni la conspiranoia para convencer a nadie. Sobre todo cuando hablamos de verdades científicas con claras consecuencias sociales y económicas, principalmente para los más vulnerables, como sucede con la emergencia climática.
Pero sí que creemos importante insistir en que es necesario que desde las posiciones progresistas y ecologistas se deje de pedir perdón casi por existir, para pasar a la ofensiva en materia cultural y comunicativa. Es fundamental que desarrollemos nuevas y modernas narrativas, tan solventes y rigurosas como atractivas y, sobre todo, bien estructuradas, apoyadas y financiadas, desde las que seamos capaces, al menos, de disputar la hegemonía cultural y de contrarrestar esta situación agónica que vive la profesión periodística, casi secuestrada por quienes están mucho más interesados en el poder que en la verdad de los hechos.
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