Daría todo por una mariposa o una luciérnaga, como Pasolini

Pier Paolo Pasolini. Foto: Domenico Notarangelo/CC:

Ahora que el militarismo ha regresado con fuerza, es más importante que nunca reivindicar el pacifismo y la no violencia. En línea con Pasolini, al que hay que leer y releer siempre, que escribió: “Sea como fuere, por lo que a mí respecta, quiero que quede claro: yo, por muy multinacional que sea, daría toda la Montedison [multinacional de la industria química] por una luciérnaga”. Y yo… Yo daría todo Amazon, Tesla o Inditex por una mariposa, ahora que leo que la mitad de los lepidópteros han desaparecido de varias zonas españolas y europeas. Redoblan los tambores de guerra, pero es que hace ya muchas décadas que emprendimos otra descomunal: contra el planeta, como nos advirtió un sabio, Barry Commoner, en un libro indispensable, ‘En paz con el planeta’.

En mis clases pregunto de vez en cuando a los otros escritores por qué están ahí, por qué escriben. Mi respuesta, cuando me preguntan, es que escribo para conversar con los muertos. Escribir y leer, caras de una misma moneda, no son más que eso, prolongar una conversación con personas que un día habitaron este mundo y que, de alguna manera, no se han ido del todo. Desde esta perspectiva, me considero un narrador que pertenece a un coro de voces más sabias que yo, que me enseñan e iluminan, como digo, aunque hayan muerto.

Una de las voces que hay que leer y releer, siempre, es la de Pier Paolo Pasolini. Nos habla en sus películas, en sus versos y en sus ensayos. Nos habló con su vida, malograda. Fue un personaje molesto para todas las castas y nos alertó de la devastación ambiental y de la inmoralidad del consumismo. He vuelto a hablar con él después de leer en la prensa que el mundo se queda sin mariposas. La mitad de los lepidópteros han desaparecido de varias zonas españolas y europeas mientras que en Estados Unidos han perdido casi la cuarta parte en lo que va de siglo, cuenta Miguel Ángel Criado en El País a partir de una investigación publicada en la revista Science.

Pasolini ya nos advirtió que la desaparición de las luciérnagas, ya que no pueden vivir en un aire contaminado, no era más que un símbolo terrorífico del triunfo de un nuevo fascismo: el consumismo. Ese fascismo se muestra ahora con otro rostro, con el pelo y la cara naranja, como un dibujo de los Simpson, pero se fraguó hace más de 50 años.

No nos engañemos. Querido lector, en su biblioteca pueden faltar la mayoría de los títulos que se publican cada año, incluidos los míos por supuesto, pero no Escritos corsarios (Galaxia Gutenberg), de Pasolini. En 1975, poco antes de su muerte, escribió: “Sea como fuere, por lo que a mí respecta (si es que esto tiene algún interés para el lector), quiero que quede claro: yo, por muy multinacional que sea, daría toda la Montedison [multinacional de la industria química] por una luciérnaga”.  Como el autor de Las cenizas de Gramsci, yo daría todo Amazon, Tesla o Inditex por una mariposa.

¿Cómo será el mundo sin mariposas? ¿Qué hacer para revertir la situación?  ¿Qué hacer? He ahí la gran pregunta, siempre. Creo que esas son preguntas fundamentales no solo para la supervivencia de nuestra civilización, también para la literatura. Un mundo sin mariposas es un mundo aún más feo en el que no me gustaría vivir.

Ahora que el militarismo ha regresado con fuerza y cuando todo está preparado para la guerra y el rearme, es más importante que nunca reivindicar el pacifismo y la no violencia. Llámenme woke, signifique esa palabra lo que signifique. Echemos el cierre a la OTAN, organización en la que nunca deberíamos haber entrado. Paremos todas las guerras, también la que emprendimos contra el planeta, como nos advirtió un sabio, Barry Commoner, en un libro indispensable, de los que no pueden faltar en su biblioteca: En paz con el planeta (Editorial Crítica, 1992).

El científico norteamericano estableció cuatro leyes de la ecología: solo hay una ecosfera, en la que todo está interconectado; no hay residuos ni un afuera como tal; la naturaleza es la más sabia, pues lleva millones de años autorregulándose, pero la tecnología ha interferido en ese proceso; nada es gratis y nuestra guerra contra la naturaleza conlleva pérdidas irreparables. Escribe Commoner: “Este libro representa un esfuerzo por analizar la guerra entre la ecosfera y la tecnosfera, escrito con la convicción de que comprenderla, en oposición a reaccionar frente a ella, es el único camino hacia la paz”. ¿Hay alguna editorial dispuesta a reeditarlo, por cierto?

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