Marta Sanz: el día a día de nueve meses de pandemia en Instagram
La escritora Marta Sanz es bien conocida en Instagram por las elaboradas entradas de su día a día, bajo el hashtag #ParteDeMí. Ahora, con ese mismo título, sale este libro en el que cuenta, con textos e imágenes, nueve meses de pandemia, entre el 17 de abril y el 31 de diciembre de 2020. Un testimonio lleno de vida, miedos, humor, sensaciones y detalles, de lo cotidiano y de lo extraordinario. Pequeños fragmentos de un día y otro día en la vida de una mujer que luchó por que las palabras, propias y ajenas, no se escondieran detrás del desánimo, de la desesperación, del descrédito y la desesperanza. El paisaje de la cerrada cotidianidad, dibujado con tiento e inteligencia por una narradora que no se calla nada y abre caminos.
Encontrarse con la portada de este libro es encontrarse con lo necesario. Es conocer ese mundo sin piedad que durante 2020 quiso desecharnos como a esas estatuas que ya no cuadran en el paisaje. Y, sin embargo, encontrarse con el estómago reconciliador de Parte de mí es saber moverse de manera frenética por esos lugares pequeños que deja sin querer esa pelea a muerte que reviven a diario la inercia y lo extraordinario.
Parte de mí nació de la inmediatez, de la quietud, de la necesidad de comunicación. Pequeños fragmentos de un día y otro día en la vida de una mujer que luchó a muerte por que las palabras, propias y ajenas, no se escondieran detrás del desánimo, de la desesperación, del descrédito y de la desesperanza.
Fue, es y será el paisaje dibujado con tiento e inteligencia por una narradora que no se calla nada, que reflexiona y abre caminos, que ejecuta una comparativa emocional a través de las páginas de este libro con una exactitud y una gentileza que la aísla del vil y retrógrado yoísmo, de esa áspera primera persona del singular.
Parte de mí es, por tanto, una inyección de inteligencia. Un epílogo de polaroids que buscan lo valioso alumbradas por flashes llenos de verdades y anhelos. En él no falta nada. Mientras lo lees sientes que estás sentada junto a su autora inhalando su humanidad y sus arriesgadas y contagiosas singularidades. Sentada junto a ese humor suyo que neutraliza sin piedad los abismos de quien lee.
Los renglones de este diario de lucidez y vida están llenos de posibilidades, de impagables micro-refugios. De palabras que se alejan de las texturas del bálsamo engañoso, que te enseñan a reflexionar sobre lo que no se cuenta, sobre lo que se le escapa a la mirada, sobre lo que nos arrebatan esas maniobras externas que manosean un día cualquiera:
“Caminar fuera del texto y vivir para contarlo son… parte de mí”.
La anatomía de este libro deslumbra por la tonificación de sus músculos lingüísticos, por la desaforada filantropía de sus tendones, por la espesura de una sangre que huía una y otra vez de la posibilidad de coagularse y de enfrentarnos a esa negrura capaz de desanimar el porvenir de nuestras venas:
“Se me acerca. Se llama Charo, como mi madre, y me cuenta que en Asturias no hay amapolas, que aquí todo es exuberante, que la amapola necesita una dureza pétrea, condiciones extremas, para vivir su delicada vida breve. Charo lleva en el bolso #pequeñasmujeresrojas y las dos entendemos que vivimos dentro de una metáfora”.
Deslumbra también por la limpieza de su realismo, de su intrincado mecanismo de defensa para reconstruir el mundo sin las pretensiones belicistas de un megalómano.
“Los animales en #pequeñasmujeresrojas no son como los ratoncitos buenos de las películas de Walt Disney, sino cómplices de una naturaleza despiadada, y a la vez, víctimas de una sociedad depredadora”.
Sin duda, Marta Sanz es la heroína que sabe habitar la soledad, el hada madrina que no hace ramplones trucos de magia, no, Marta Sanz es la Cassandra que supo neutralizar todos los venenos dentro de su boca para ser la portentosa analista y nodriza de un sinfín de generaciones.
Parte de mí es un paseo por la literatura y la vida, es la alimentación del árbol genealógico cuando algunos se empeñan en brindar por su muerte. Es sostener la carne de los muertos con esa delicadeza con que se sostiene la madre de una viña rescatada de un incendio o de una plaga, es reivindicar el peso de las mujeres que tejieron entre dolor y vida la resistente tela sobre la que ahora nos paseamos como si fuésemos funambulistas en sus días de gloria:
“Mi abuela Juanita, pequeña mujer roja…, obrera de una fábrica de perfumes… que enseñaba a leer a quien no sabía con las páginas de El Socialista y sufrió prisión en Cuéllar… Que se ha quedado en el fondo de un espejo y me enseñó a celebrar el 1 de Mayo, es… parte (medular de mí)”.
Parte de mí es un ejercicio de intrusismo inalienable y generoso. Un mural de vida por persona interpuesta que nos expone y nos salva, que nos aísla de un recuento invisible hasta que llega la mano tendida de la escritora. Es también una bandera blanca que nos enseña el verdadero significado de la palabra paz, que nos aleja del servilismo y que nos entrega 227 salidas de emergencia; letreros de neón que llenan nuestros ojos de súper poderes y de luz.
Quizás los malintencionados lo señalen como un ejercicio de frivolidad in extremis, en una manera de resarcirse del lento goteo literario que ha llegado después de la pandemia; pues déjenme decirles que están completamente equivocados porque Parte de mí es una rosa de los vientos en la que los puntos cardinales se ponen a disposición de todos los habitantes del mundo para deshacer los ajados mapas que tratan de dirigir nuestras vidas desde sus cariadas bocas.
Parte de mí es una nueva cartografía, una cartografía humanitaria y viral en la que los paisajes, los animales y los hombres han dejado de fiarse de un Dios cuyo lenguaje es ya una inasumible rapsodia:
“Este frío que corta y este hielo que quema; la desnudez, el abandono; la sospecha de que nada aprendemos del sufrimiento son… parte de mí”.
Parte de mí es un tango apache arrancado al silencio de una isla vacía, la coreografía de una cultivada cantante de rock. El fascinante muestrario que nos atrapa con sus colores vivos y que nos hace entender que los colores neutros no son un mal presagio cuando llegan.
Parte de mí es también un elixir que atempera nuestra desidia, que ataja el sádico aire con que lo inesperado zarandea nuestros cuerpos.
Marta Sanz es el oráculo inesperado, locuaz, distendido, poderoso y efervescente que ha sido capaz de dictarle al lector al oído, despacito y sin revanchas, la reconstruida biografía de un país.
Marta Sanz es la dueña del pasado, del presente y del futuro, es el bicéfalo apeirógono capaz de ofrecer lo que le falta a la contradicción que lleva implícito estar vivo.
Por eso no dejen de leer Parte de mí, porque es la bellísima e inteligible metáfora de la quietud, de la soledad, de la victoria, del reajuste. Un entramado de pequeños detalles que brillan como esos escaparates hermosos y asépticos de Place Vêndome, que incitan, liberan y comprometen a quien mira a reorganizar la geometría de la mirada y del deseo.
No dejen de leer Parte de mí porque es mucho más que el diario que promete la contra del libro. Porque es el folio por estrenar que nos entrega su autora libre del miedo a la página en blanco para que seamos capaces de encontrar el espacio para nuestras propias reflexiones, para nuestras propias biografías, para esa resurrección que nada tiene que ver con la carne y que tanto tiene que ver con el corazón y la memoria.
‘Parte de mí’. Marta Sanz. Anagrama. 227 páginas.
Comentarios
Por Eduarda López-Cabañas, el 06 julio 2021
¿Cómo puedo adquirir un ejemplar de «Parte de mi»? Gracias