‘Más cerca’, retrato a cinco fotógrafas de la identidad y la intimidad
La exposición colectiva ‘Más cerca’ recoge el trabajo en torno a lo íntimo de cinco fotógrafas: Arianna Corral, Elisa González, Brenda Moreno, Mar Sáez y María Sánchez presentan sus proyectos fotográficos en la galería madrileña Mad is Mad hasta el 4 de junio. Roberto Villalón, comisario de la muestra, explica en este artículo las claves para disfrutarla: género, intimidad, proximidad, afecto e identidad.
Elegir a quién propones y por qué es el primer reto que hay que afrontar al organizar una exposición. La fotografía española está viviendo un momento importante. Una nueva generación de fotógrafos está saliendo a la luz e intenta hacerse un hueco en el panorama actual. En tiempos de crisis económica, han tenido que buscar sus propias vías para darse a conocer. Pero también están intentando crear sus propias formas de expresarse a través de la fotografía. Intentan buscar referentes nuevos, muchas veces fuera, usando formatos diferentes, como las webs interactivas, las fotoapps, etc., o redefinir formatos antiguos como los fotolibros o las exposiciones.
En ese contexto, he partido de algunas premisas para realizar este trabajo. Por un lado, elegir mujeres, como forma de compensar su menor presencia en medios, concursos y exposiciones. Curiosamente, no he sido el único que ha pensado de esta manera y la muestra ha coincidido con el lanzamiento de la iniciativa Género y Figura o la exposición en EFTI Woman to woman. Tal como están las cosas, hay que hacer una llamada de atención sobre la invisibilidad de las mujeres en el mundo de la fotografía. Sí, ellas están y son tan buenas como ellos.
Una vez decidido esto, he buscado mujeres que hablaran de lo cercano. En un momento donde la fotografía es un fin en sí misma, que se preocupa por la propia fotografía como lenguaje, siendo la descomposición de ese lenguaje parte importante del contenido de las fotos, yo he preferido poner el foco en fotógrafas que utilizan el medio para expresarse sobre lo que les resulta cercano, sobre su forma de ser, sobre su mundo. Que no utilizan el lenguaje fotográfico como fin, sino como medio para expresarse. Fotografía sobre lo cotidiano. Así se fue componiendo este equipo.
Tengo una teoría según la cual la fotografía funciona como los olores. Viene a decir que la fotografía está muy limitada para contar historias, más aún para certificar verdades, pero tiene una gran capacidad de evocación. Al igual que el olor de una prenda te puede llevar a tu primer amor, el de una comida a tu infancia, etc., las fotos, cuando son buenas, nos llevan a sentimientos o estados especiales. También sucede con las canciones. Por ello me propuse que el ramo que tenía que componer para la expo ofreciera unas fragancias armoniosas entre sí, con tonos sutiles, pero con suficiente fuerza como para que distinguiéramos cada olor.
Se le adjudica a Robert Capa una cita que dice: “Si una foto no es buena, tal vez sea porque no te acercaste lo suficiente”. Aunque es una frase que se usa
especialmente para hablar de fotografía bélica o de acción, es precisamente esto, la cercanía, el elemento en común que buscaba en estas artistas. Que hablaran de la intimidad, del respeto, de las guerras, pero guerras internas, de la familia y nuestro lugar en ellas, el amor, la identidad, la camaradería, el equipo, la sexualidad, la renuncia, la autodefinición, los roles sociales…
El resultado de la búsqueda para Mad is Mad: cinco grandes fotógrafas con cinco maneras de fotografiar. Sus nombres: María, Arianna, Brenda, Mar y Elisa.
Elisa González (Madrid, 1978) tiene un currículo bastante completo, donde destaca la beca del World Press Photo o el premio Fotopres por anteriores trabajos. Pero también es muy importante su labor como docente; es cofundadora de la escuela de fotografía Madphoto. Es seria en su fotografía, pero una sonrisa constante en el tú a tú, de esa gente que trasmite inteligencia para vivir. El proyecto que expone en Mad is Mad, Ovum, es un trabajo sobre cómo la sociedad nos impone sus roles, que determinan nuestra forma de actuar incluso en aquello más íntimo: desde nuestra manera de comportarnos socialmente a cómo amamos. “Con este proyecto quiero cuestionar cómo una sociedad y sus estándares determinan el comportamiento de un individuo y limitan el desarrollo de su identidad. Me preocupa que una persona por el hecho de nacer y vivir dentro de una cultura cumple un rol que le viene impuesto, y lo hace inconscientemente, sin preguntarse los porqués, ni plantearse que puedan existir otros caminos».
«Hablo sobre las chicas que parecen muñecas, sobre la objetualización de estas mujeres al servicio de una sociedad y unas costumbres que generan comportamientos autómatas”. Para ello se centra en chicas japonesas que se visten, maquillan y casi se comportan como muñecas. Pero lo hace desde el retrato cercano, sin cargar las tintas en la vestimenta o en otros aspectos que pudieran ser más llamativos, con el fin de no centrarse tanto en lo anecdótico, para tratar de universalizar esos rostros. Todos, y no sólo esas mujeres, vivimos bajo la dictadura de la sociedad en que nos movemos. El trabajo de Elisa, tanto éste como otros proyectos anteriores, parte de una visión subjetiva con la que trata de definirse a ella misma: “Todos somos seres únicos con nuestros miedos y fortalezas. Yo también, y eso lo vuelco en mi trabajo. Me importa mucho la honestidad conmigo misma a la hora de fotografiar, y esto no es fácil de conseguir, es un continuo reto”.
Las cinco están de acuerdo en que para ellas la fotografía es una herramienta para expresarse, para contar su mundo. La fotografía es una necesidad. Brenda Moreno (México DF, 1984), una morena expresiva, rotunda, directa, nada más alejado de una princesa Disney que espera a que la rescaten, también habla de la fotografía como vehículo. “Es una herramienta para hablar de un mundo interior que creo que tengo, que me permite desarrollar mi lenguaje. Somos espejo de todo lo que vemos. Todos los fotógrafos tienen alguna conexión con aquello que fotografían, aunque sea de manera inconsciente”. Esta mexicana, que acaba de recibir la Beca de Jóvenes Creadores de su país, expone un proyecto llamado B to B. En el origen, unos cuadernos en los que ella utiliza las fotografías que la definen, que hablan de ella misma, de su entorno. Y los interviene: recorta, cose, pega, añade otros elementos… Para la exposición ha extraído unas reproducciones de esa especie de diarios, junto con fotos con las que se identifica y unas esculturas, unos cubos que tratan de mantener el mismo espíritu. “Llevo tres años y medio con este proyecto. Necesito hablar de aquello que conozco. Y con este proyecto me estoy conociendo como fotógrafa y como persona. Es mucho trabajo de hacerme consciente de ciertas cosas y esto se refleja en los personajes que retrato. Mis cuadernos documentan mi vida. Y cuando retrato a alguien es porque veo reflejado algo mío en esa persona. Por eso hablo de memoria, de familia, de identidad, y para eso uso un planteamiento muy personal”.
María Sánchez (Ávila,1977) utiliza la fotografía con otro fin. María es rubia, tímida, sorprendente. Con una enorme capacidad de trabajo y para inventar proyectos. Es lava, avanza lenta, pero cambiando todo en su camino. Ya tuvimos una aproximación a su obra en una entrevista en El Asombrario. En ella nos hablaba sobre su concepto de intimidad. Licenciada en Bellas Artes, asegura que en su obra actual, aquella con la que más se identifica, ha dejado atrás la esclavitud estética. Aborda la fotografía como motor de cambio, pero un cambio personal. Realiza acciones que supongan un reto para ella. “También utilizo la fotografía como herramienta. A veces como documento y a veces como expresión, aunque reconozco que no consigo expresarme a través de ella, decir todo lo que quiero. Simplemente me sirve para documentar y acercarme a algo que quiero contar. El hecho de que lo relevante sea la acción me hacía cuestionarme sobre si hubiera realizado las acciones sin las fotos. No sé si hago la acción para documentarla o si simplemente me gusta hacer la acción. Pero sé que necesito hacer la foto. Ahora bien, no tengo claro si cuando pienso la acción es con la finalidad de una foto. El hecho es que siempre he documentado mis acciones”. María nos presenta su proyecto No nos demoramos. Para realizarlo, elegía un objeto que tuviera una importante carga personal (su taza preferida, unas sábanas que le gustan, un salero…) y lo cambiaba por otro que no significara nada para ella, en un lugar despersonalizado, documentándolo mediante vídeo o polaroid. Son intervenciones minúsculas que suponen un gran esfuerzo personal. La clave está en cómo se describe, su seña de identidad: “Creo que soy la fotógrafa que soy porque le pongo cariño. Si no hay momento real, vivido, deja de interesarme la foto. No me interesa lo construido sólo para la foto. Me interesa que haya algo que suceda. Tal vez esa sea una característica de mi trabajo”.
Vera y Victoria es el título del proyecto que nos trae Mar Sáez (Murcia, 1983). Digna representante del fotoboom murciano, madurada al sol de fotoperiodismo, es práctica, inquieta y resolutiva. Iluminada por el brillo de diferentes premios, ha sido seleccionada por la revista Ojo de Pez, destacando su trabajo en el último número. Es licenciada en Psicología y en Comunicación Audiovisual, y su paso por la prensa está presente en su trabajo. Aquí la cercanía no tiene tanto que ver con su propio mundo, sino en el grado de intimidad que consigue con lo fotografiado. “En Vera y Victoria muestro la relación de pareja de dos chicas, de las cuales una es trans. En este proyecto llevo trabajando dos años y medio. Nunca me ha interesado el concepto cazador de imágenes que tanto critica Susan Sontag. A mí me interesa conocer a las personas, y luego ya irme metiendo en su mundo, generar lazos, empatía, amistad. Yo no conocía de nada a Vera y a Victoria, y ahora son grandes amigas”. Con un estilo de documentalismo clásico, Mar busca que la fotografía sirva como herramienta de cambio social. “Me interesan los temas en los que yo pueda aportar mi granito de arena al cambio social. Quiero eliminar prejuicios y quitar barreras mentales”.
De forma directa o indirecta, estos trabajos, como se puede ver, abordan no sólo cómo somos, sino cómo nos desarrollamos en nuestro entorno, cómo nos construimos como personas, nuestros roles, nuestra identidad. Otra forma de abordar esta forma de presentarnos al mundo es Velvet, la serie de retratos con los que participa Arianna Corral (Caracas, 1982). Esta venezolana bajita, suave, positiva y risueña se dedicó a fotografiar a sus compañeras de equipo de fútbol. “Les pedí que posaran justo después de jugar o entrenar para fotografiarlas tal cual salían del campo, y luego, por otro lado, les pedí volverlas a fotografiar, pero esta vez en su ropa de calle. La idea era comparar ambas fotografías y evadir el estereotipo de género que muchas veces se crea cuando, en este caso, una mujer realiza una actividad que comúnmente efectúan los hombres (el fútbol, sin duda, es una de ellas). En el fondo, la intención era mostrar que seguimos siendo mujeres, cada una con nuestra particular individualidad”.
Género e identidad, algo que parece imposible de eludir en esta exposición. Sobre su visibilidad, Brenda nos da un dato: “En México hay muchas más fotógrafas que fotógrafos. Puede ser porque socialmente no se le da importancia a la fotografía y ellos suelen tener otros oficios que dan dinero”. También destaca una particularidad: “Por causas sociales, las mujeres suelen tener acceso a ciertos mundos. Por ejemplo, cómo se acerca una mujer a un grupo de prostitutas para fotografiarlas es diferente a cómo lo va a hacer un hombre, pero no creo que haya una mirada femenina”. María, por su parte, señala: “Es importante que se piense en mujer en diferentes espacios al mismo tiempo, con diferentes exposiciones o plataformas. Y ser mujer te hace ser especial, por la forma de trabajar. La diferencia no es de vida, es más bien cómo nos enfrentamos a la sociedad”. Algo con lo que está de acuerdo Mar, que piensa que su condición de mujer ayuda a su manera de trabajar. Arianna no tiene tan claro que el sexo del fotógrafo tenga mayor relevancia. “Cada fotógrafo hace fotos de aquello que le mueve, no importa si detrás de la cámara hay un hombre o una mujer”. En cambio, Elisa tiene otro parecer sobre el hecho de ser fotógrafa y no fotógrafo: “Ser quien soy determina toda mi fotografía, soy una mujer y muchos de los temas que me interesan han sido mayormente tratados por mujeres, como los relacionados con el género y los roles. Creo que estamos en un buen momento para tomar la voz que antes no hemos tenido, y para buscar nuestro lugar, y siento la responsabilidad de aportar algo para que esto suceda”.
María Sánchez realizará el sábado 9 de mayo, una acción abierta para explicar su obra y su proceso de trabajo. Galería Mad is Mad (Pelayo, 48, Madrid). A las siete de la tarde.
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