Más ‘cuenteros’ y menos ‘cuentistas’
Este es un homenaje a la narrativa oral, a menudo tan incomprendida. A la tradición oral. A la historia y a las cosas bien dichas. Necesitamos más ‘cuenteros’, más de quienes nos anclan a la tierra, las experiencias y las emociones; y menos ‘cuentistas’, en el sentido de quienes nos mienten, manipulan y nos conectan con los bajos instintos. Hablamos con Maísa Marbán, narradora oral, sobre su trabajo y cómo dignificarlo.
Hoy El Asombrario quiere darle tiempo al tiempo y hacerle un hueco entre tanta letra digital, entre tanto mensaje virtual, entre tanta urgencia a menudo sin sentido, a la narrativa oral. Me reúno con Maísa Marbán, una mujer de cuarenta y tantos cuya pasión es la palabra. Y ya desde el primer momento, desde que te cuenta la razón de su nombre, uno disfruta escuchando su dicción clara y temperada. «Maísa, porque mi madre era muy fan de una artista brasileña de los años cincuenta que se llamaba Maysa Matarazzo. Pero en aquella época el cura no dejó que me bautizaran con ese nombre. Mi madre, lista y rápida de reflejos, decidió ponerme María Isabel, porque del apócope de los dos nombres le salía Maísa, y así podía llamarme como era su deseo. Hasta los 22 años arrastré en mi documentación oficial lo de María Isabel; pero a esa edad logré cambiarme ya a Maísa, y así hacerle el mejor homenaje a mi madre».
A ti, a vosotros, se os conoce como cuentacuentos, ¿no?
«Ay, cuentacuentos, sí, qué cruz. Se confunde la actividad con quien la practica. Nosotros nos hacemos llamar contadores de historias o narradores orales».
¿No vale cuentista?
(Risas). «No, no, esos son los que escriben las historias; y también los que inventan y difunden trolas y mentiras, como los políticos. Nada que ver con nosotros. En todo caso, cuenteros; como se nos llama en Latinoamérica».
Maísa es filóloga de Hispánicas y Portugués. Y en los noventa, «lo habitual para mi generación», comenzó a preparar oposiciones. Pero un fin de semana, a mediados de esa década, unos amigos la llevaron al mítico bar Libertad 8, en Chueca, en Madrid… Y todo cambió. (Este local sigue apoyando la narración oral y a menudo programa citas de este tipo).
«Mira, Rafa, yo vi allí a una mujer subida al escenario, contando una historia del siglo XIX, La señorita Perla, de Guy de Maupassant, y eso dio un vuelco a mi vida. Me quedé impresionada e inmediatamente supe que eso era lo que yo realmente quería hacer. Salí cambiada. Cerré el curso de Salamanca, donde vivía dando clases de español para extranjeros, y me trasladé a Madrid con la decisión firme de dedicarme a la narración oral».
Y comenzó a formarse, desde aprendizaje de artes escénicas y expresión corporal, desde liberar miedos y perder el sentido del ridículo a, sobre todo, el cuidado y la modulación -«¡puede tener tantos matices!»- de la principal herramienta en este trabajo: la voz. Desde su parte física -cómo no dañarla, cómo respirar, cómo proyectarla- a la intencional… Y desde entonces hasta ahora mismo. Doce años ya.
¿Recuerdas, Maísa, el primer texto que preparaste?
«Sí, claro, en el taller de formación, uno dificilísimo, muy literario, de la brasileña Clarice Lispector… Como venía de una tradición filológica… El primero ya sobre un escenario fue La noche de los feos, de Mario Benedetti, un autor que, a día de hoy, me gusta de manera irregular».
No puedo dejar pasar, porque viene muy a cuento, el homenaje que tributa a la narración oral Luis Landero en su última novela, El balcón en invierno.
Aquí dos pasajes, como reconocimiento a una tradición tan olvidada y a la que se entregan con pasión y profesionalidad gente como Maísa:
Escribe Landero:
«Alrededor del fuego, aprendí raros saberes de labios de mis mayores. Ellos tenían un vasto y viejo repertorio de refranes, canciones, adivinanzas. cuentos, leyendas, versos, fábulas, chistes, anécdotas, decires, habladurías, sucesos famosos y verídicos ocurridos desde antiguo en el pueblo o en sus contornos, y uno no se cansaba nunca de escuchar aquellas historias, porque la repetición les daba una pátina que, como a ciertos objetos, las hacía aún más valiosas. Y mientras se contaba, se estaba libre de miedos y de amenazas».
«La mejor narradora, y la que más cosas sabía, que parecía un pozo sin fondo, era mi abuela Frasca. Había sido pastora desde la niñez hasta el matrimonio y era totalmente analfabeta, pero dominaba como nadie el arte de contar, y eso se notaba enseguida en el tono, en la línea melódica de la voz, en las pausas, en el movimiento acompasado de las manos, en cómo unía entre sí las frases, que parecía que una atraía como un imán a la siguiente, y lo mismo los episodios, donde uno hacía de larva, otro de crisálida, otro de mariposa, y en el ritmo del relato, ahora lento, ahora rápido, ahora viene una descripción, ahora se crea un suspense que pone en tensión toda la historia, ahora nos ponemos cómicos y ahora trágicos, ahora fingimos que no nos acordamos de un lance crucial del relato, ahora interrumpimos la narración para intercalar una poesía o una canción que vienen muy al caso y de las que de ningún modo se puede prescindir, ahora resulta que en plena aventura el héroe se sienta a la sombra de un níspero a merendar de su fiambrera, y ahí tenemos que seguir esperando a que ella diga exactamente lo que comió y lo que bebió, ahora se da una palmada en la frente porque se ha olvidado de contar algo que era muy importante para el cuento….».
De Landero volvemos a Maísa. Se confiesa: «Me ha costado muchos años de aprendizaje encontrar mi propia voz narrativa. Porque unos narradores procedemos, como yo, de una tradición más literaria. Otros, de una más popular. Otros, del canto o del teatro. Y cada cual tira al principio de lo que siente más cercano. Yo con el tiempo me he ido alejando de la literatura y me he ido volcando más en la tradición popular, del canto y baile populares… Yo creo que ahora, con 20 años de oficio, de dar muchas vueltas por España y Latinoamérica, he encontrado mi voz, mi propia identidad, que es un yo mentiroso, en el que parto de relatos literarios escritos por otros, pero los hago míos, los traslado a mis circunstancias; rescato realidades de mi entorno y las fusiono con esos relatos; hago una mezcla entre historias inverosímiles y un yo anclado en verdades».
Pero, ¿por qué se os llama, de forma reduccionista, cuentacuentos?
«Somos un oficio demasiado joven y se nos sigue asociando con la actividad de cuenta-cuentos infantiles. Es cierto que la narración infantil es lo que nos ofrece desde hace años mayores oportunidades de trabajo; y en los últimos tiempos se está abriendo el mercado incluso para los bebés, de hasta 3 años. Pero eso es sólo una pequeña parte. Estamos intentando profesionalizar nuestro trabajo; darle valor a cada profesional, con sus peculiaridades y sus proyectos. Porque hasta ahora muchas veces en los programas se ponía sólo «actividad de cuenta-cuentos», así en genérico, y ni siquiera se especificaba el nombre del profesional encargado. Hay que dignificar esto».
Cuenta Maísa que entre esa asociación facilona con el cuenta-cuentos y el boom del monólogo de comedia -del stand up- que triunfó en formato de cafés y cuyo éxito luego, con la televisión, se disparó hasta Saturno, les cuesta enormidades hacerse entender, que les escuchen, que les valoren y les atiendan bien. Y eso, si es duro para todo el mundo, más aún debe de ser para quienes viven de que les escuchen. «El stand-up comedy», dice Maísa, «es un género fantástico, pero explotó tanto que nos desplazó… Nos comió…».
¿Y qué diferencias hay?
«Muchas y grandes. El narrador oral es capaz de llevarte de la risa al llanto, de trasladarte a territorios variados, a la melancolía, al estupor, a la sorpresa, a algún miedo; es mucho más rico en sensaciones, porque juega con el imaginario colectivo y con los más diversos estados de ánimo. En el stand up comedy, el lugar común es muy poderoso, la relación vivencial es más plana, se basa en la actualidad, en los tópicos, los clichés, las rutinas, en las frases hechas…. El narrador busca remover la público. El stand up lo que persigue es la risa liberadora».
¿Se puede vivir dignamente de esto, y no quiero decir del cuento?
«Sí. Si no tienes grandes ambiciones económicas, sí. Yo he pasado cinco años muy malos. En 2002, cuando decidí dedicarme por entero a esto, pasé unos años realmente buenos, entonces había más alegría económica, se movía el dinero, pero cuando estalló la crisis nos descabezaron, porque las redes de bibliotecas públicas echaron rápidamente el cerrojo a nuestros programas. Ahí perdimos una gran fuente de trabajo, de la principales. Y ahora estoy empezando de nuevo a sacar la cabeza».
Explica que algunas bibliotecas públicas han mantenido su apuesta por la narrativa oral, pero en la Comunidad de Madrid contadas con los dedos de una mano. Maísa quiere agradecer la labor de las bibliotecas de Las Rozas, Fuenlabrada y Colmenar Viejo; y las librerías El Dragón Lector y El Reino de Bután (en San Sebastián de los Reyes). Quiere subrayar, además, tres convocatorias: en Ávila, Guadalajara y Agüimes. Ávila de Cuento es un festival dirigido por la propia Maísa y por Héctor Urién. Nace en 2011 como propuesta de los dos narradores al Ayuntamiento de Ávila y, desde su primera edición hasta ahora, ha crecido consolidándose como un referente en la narración oral en Castilla y León. Se celebra del 26 al 30 de diciembre y acoge sesiones para bebés, infantiles y adultos. «Es un proyecto al que tengo enorme cariño porque hemos conseguido, desde la nada, que durante cinco días intensos y cargados de cuentos, las gentes de Ávila, desafiando al frío, se acerquen a escuchar historias». El Maratón de los Cuentos de Guadalajara es un evento muy completo que se celebra a mediados del mes de junio desde 2009. Cuenta con Agüimes (Gran Canaria) es el festival de narración oral más antiguo de España, lleva 21 ediciones; el de este año se celebra muy pronto, entre el 22 de febrero y el 2 de marzo.
¿Y ahora en qué andas?
«Pues ando volcada en la publicación de un álbum ilustrado que trata sobre la muerte. Es un tema tabú, difícil de tratar en nuestra cultura y sociedad, pero es la única certeza que tenemos como seres humanos y hace tiempo que siento la necesidad de trabajar en esa línea. Y en ello estoy. Como proyecto es verdaderamente importante para mí, por el reto que supone, ya que la muerte no es un asunto que despierte voluntad de colaboración. Además, estoy ya rematando mi último espectáculo para público adulto, en el que trabajo sobre la tradición oral leonesa (de mi tierra). Quiero hacer un homenaje al pueblo de mi padre, Palanquinos, trabajar el universo de recuerdos de mi infancia y rescatar mis raíces. Todo ello, desde el trabajo de la tradición popular. Quiero estrenarlo en mayo».
Para terminar, Maísa, un texto que te haya inspirado especialmente.
«Me parece que este poema de León Felipe resume la vital importancia que los cuentos tienen para el ser humano (hombres y mujeres). Acompañan no sólo lo cotidiano sino también cada momento existencial».
SÉ TODOS LOS CUENTOS
Yo no sé muchas cosas, es verdad.
Digo tan sólo lo que he visto.
Y he visto:
que la cuna del hombre la mecen con cuentos,
que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos,
que el llanto del hombre lo taponan con cuentos,
que los huesos del hombre los entierran con cuentos,
y que el miedo del hombre…
ha inventado todos los cuentos.
Yo no sé muchas cosas, es verdad,
pero me han dormido con todos los cuentos…
y sé todos los cuentos.
Os dejamos con León Felipe y con Maysa Matarazzo.
Asociaciones profesionales:
– MANO. Asociación Madrileña de Narración Oral.
– AEDA. Asociación de Profesionales de la Narración Oral en España.
– ANIN, la asociación catalana, la más veterana, fundada en 1998.
Este mes, podemos escucharla en ‘Las aventuras de Lolota’, cuenta-cuentos para niños a partir de 5 años, en:
Sábado 21: Sede de AFAC (Asociación Familias Adoptantes en China). Farell 3, 1º, 2ª, Barcelona. 12.00 h
Sábado 21: Casa del Libro, Passeig de Gràcia, 62, Barcelona. 18.00 h
Sábado 28: FNAC Plaza Norte, San Sebastián de los Reyes (Madrid). 12.30 h
Sesión de adultos: Viernes 27: ‘Lo nuestro no tiene nombre’ (junto a Concha Real). Biblioteca Pablo Ruiz Picasso, Calle Iglesia, 12, Colmenar Viejo. 21.00 h.
Comentarios
Por Romer Enrique Gonálezez, el 21 febrero 2015
Excelente, transmite el sentimiento sexual atractivo entre un hombre y la mujer la pasión por el amor a ella y ella a él. En esto se basan los cuentos de amor, poetas de amor.