Max lleva al cómic la fantasía desbordante de El Bosco
Para abrir las celebraciones por los 500 años de la muerte de El Bosco, El Museo del Prado ha unido el nombre del pintor neerlandés de desbordante imaginación con otro nombre de prestigio actual, Max (Francesc Capdevila; Barcelona, 1956), autor de historietas e ilustrador, con una treintena de cómics publicados desde sus inicios en los años 80 en la revista ‘El Víbora’, y premio nacional de Cómic 2007. El resultado: ‘El tríptico de los Encantados’, una pantomima tan ‘bosquiana’ como ‘maxiana’, que acaba de presentarse. Hablamos con Max sobre tan sorprendente proyecto.
Tengo entendido que para acometer este encargo en forma de cómic del Prado, te empapaste de bibliografía sobre El Bosco y sobre las múltiples interpretaciones del tríptico ‘El Jardín de las Delicias’. ¿Qué teoría es la que te causó más sorpresa?
Pues precisamente la que está más extendida es la que me parece más disparatada: el carácter moralista de la obra, que El Bosco quiso pintar las fatales consecuencias de pecar. Con todos mis respetos, me parece una solemne tontería. Para empezar, hay mucho humor en todos esos tormentos reflejados, yo veo constantemente un sentido del humor a punto de explotar; y si algo caracteriza a los moralistas es su falta de humor.
Y finalmente la teoría con que te quedaste, la que a ti más te encaja…
La que desarrolla el filósofo e historiador francés Michel de Certeau en La fábula mística, que el principal enigma de ese cuadro es que da a entender que tiene un secreto, pero que, sigas la línea que sigas de investigación, te encuentras siempre en un callejón sin salida. El principal secreto de El Jardín de las Delicias es que quiere hacer creer que tiene un secreto. Para mí El Bosco queda retratado aquí como un auténtico místico, en el sentido original de la palabra, el que busca a Dios, no el que lo ha encontrado. Si lo sigues buscando es porque no lo has encontrado, porque, allí donde miras, lo que encuentras es un vacío. Yo lo que veo en su obra es el anhelo de encontrar a Dios, no que lo haya encontrado, nada me da a entender eso.
Y hay que tener en cuenta que, como todos los pintores de la época, trabajaba por encargo; así que ese sentido moralizante que muchos ven puede deberse simplemente al deseo de contentar al cliente; es algo que yo veo superficial. En este caso, parece ser que el encargo pudo venir de Enrique III de Nassau, y se cree que entonces la nobleza realizaba este tipo de encargos para luego organizar tertulias en torno a ellos. En ese sentido, El Jardín de las Delicias no tiene precio, es ideal para debatir, se presta a mil interpretaciones. Por otro lado, creo que debió de experimentar una gran tensión entre la fe y su enorme fantasía. En esos dos aspectos, me veo bastante colega de El Bosco; yo también me eduqué en un colegio de curas y también he trabajado mucho por encargo.
Que sea una pintura tan narrativa y dé pie a tantas interpretaciones lo aproxima también al lenguaje actual del cómic, y muy especialmente a tu obra, ya que tú sueles insistir en tu interés por no darlo todo cerrado, concluido, sino que buscas la interacción del lector, que complete él la historia a partir de sus propias interpretaciones.
Sí, en la última parte de mi trayectoria busco dejar espacios ambiguos para que el lector lo complete; y en ese sentido y en su carácter narrativo El Bosco me resulta cercano. En el Jardín de las Delicias hay un mosaico de muchas pequeñas historias.
El cómic El Tríptico de los Encantados parte de tres pinturas de El Bosco expuestas en El Prado: El Jardín de las Delicias, Las tentaciones de San Antonio Abad y Extracción de la Piedra de Locura. Durante su presentación la pasada semana, Miguel Zugaza, director del museo, explicó que éste es el primer peldaño del V Centenario de El Bosco, cuya gran exposición se abrirá del 31 de mayo al 11 de septiembre. Y José Manuel Matilla, jefe del departamento de Dibujo, Grabado (y ahora también Cómic) de la pinacoteca, destacó que es, además, el primer fruto de la línea abierta en el museo para introducir el cómic, a través de la colaboración de diversos autores de esta rama artística para aportar su visión libre sobre autores y obras del Prado, al estilo de lo ya realizado en otros grandes centros de arte del mundo como el Louvre. Matilla dijo que otros proyectos están ya preparándose, pero no quiso dar más nombres ni detalles.
En el caso del acercamiento de Max a El Bosco, tuvo bastante que ver una anterior obra del ilustrador, Vapor (La Cúpula, 2012), en la que ya aparecía como personaje el anacoreta que sufre tentaciones.
¿Por qué esa atracción por las tentaciones del ermitaño?
Es un tema que siempre ha dado mucho de sí; ha sido muy tocado desde el Renacimiento a surrealistas como Max Ernst. Ahí está también por ejemplo la maravillosa película de Buñuel Simón del Desierto; además, vivo en Mallorca, donde San Antonio arrastra mucha devoción y con múltiples representaciones con las tentaciones del diablo.
¿Cuáles son las tentaciones mundanas que acechan al Max absorto en su creación?
Básicamente, leer y salir al campo. Bueno, y también salir de cervezas…
¿Qué otros pintores del Prado podrían interesarte para versiones así, en forma de cómic?
Mi corazoncito lo tengo puesto en la pintura flamenca de los siglos XIV y XV. Bruegel, El Viejo incluso me parece más interesante que El Bosco, por su temática más punki. El triunfo de la Muerte, por ejemplo, me parece apabullante; ése sí que ha dejado huellas imborrables en mi trabajo.
Aparte de Brueghel, ¿quién recuerdas que te marcara más en tus primeras visitas al Prado?
Sin duda, Goya. Las pinturas negras, Saturno devorando a su hijo…
Tengo entendido que en tu nuevo trabajo te sueltas definitivamente la melena, y es un ejercicio muy libre y experimental sobre el proceso creativo…
Sí, será un trabajo largo, de 150 páginas, en blanco y negro, sin palabras, en torno al acto creativo de dibujar, una especie de aventura exploratoria desde las pinturas prehistóricas a Marcel Duchamp, que plasmó la primera obra de arte conceptual. No es nada convencional. Por fin me voy a dar el lujo, será mi cómic más experimental.
En este acercamiento a El Bosco, intuyo ya cierta reflexión sobre el hecho de crear, un preámbulo a tu nueva obra…
Como se cuenta en una de las tres historias entremezcladas, el hecho de tener una piedra de locura incrustada en el cerebro -o de fantasía, imaginación, creatividad- es fuente de sufrimiento, pero, si te la sacan, carecer de ella es fuente de desgracia.
Quizá haya que ver ahí, aunque el cómic está muy abierto a la libre interpretación del lector, una crítica velada al interés cada vez mayor en darnos un formato homogéneo a todos y extirparnos la piedra de la fantasía y la imaginación, que siempre nos hace más libres e individuales… Max, en tus 35 años de trayectoria, ¿en qué has cambiado?
Creo que soy más escéptico, más reflexivo…, más inteligente, espero… En el paso de la vida, ganas unas cosas y pierdes otras; y hay muchos trabajos de mis comienzos de los que no me siento especialmente orgulloso; no es que reniegue de ellos, porque todo en su tiempo tiene su sentido, pero sí que me parecen ahora poco interesantes…
‘El Tríptico de los Encantados’ (ediciones en español e inglés) cuesta 15 euros y puede comprarse en librerías y en la tienda del Prado: www.tiendaprado.com
Como complemento, el autor ha seleccionado una ambientación sonora para su lectura: «Una cabalgata que atraviesa jardines, paraísos, desiertos, bosques, también infiernos. Nunca se detiene, da vueltas y vueltas en torno a lo ilusorio. No existe una meta para los encantados». Playlist disponible en Spotify bajo el título ‘La cabalgata de los encantados’:
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