MediaLab Prado se consolida: stop a los pasivos culturales
Acaban de recibir uno de los reconocimientos más prestigiosos de Europa, el Premio Internacional Princesa Margarita, que otorga la Fundación Europea de la Cultura. Un galardón que viene a apuntalar la labor de este laboratorio ciudadano de cultura activa, MediaLab Prado, perteneciente al Ayuntamiento de Madrid, y que ha atravesado por etapas muy críticas en su trayectoria de 15 años. Muy desconocido aún, a pesar de contar con unas vistosas instalaciones junto al Caixa Forum, pasamos una tarde en el centro para enterarnos bien de qué es lo que hacen y contarlo (ahora y aquí).
Marcos García, su director, es consciente de lo que cuesta a veces explicar lo que hacen. Así que El Asombrario quedó con él un día de marzo, pasó una tarde en MediaLab Prado, y estas son, más o menos, las conclusiones a las que llegó:
«Esto es un centro cultural para la producción, un laboratorio ciudadano», dice Marcos, «que lo que persigue es más la generación de cultura que su consumo». O sea, no es el centro pintón de exposiciones de gusto masivo que recibe decenas de miles de visitas; no es un espacio cultural pasivo, sino activo. «Además, no busca la especialización en una disciplina, sino las interconexiones».
– Marcos, algo que no entiendo: Si aquí veo a gente que teje, que hace jardinería sostenible, si hay talleres muy manuales, ¿por qué en las banderolas de la entrada pone centro de cultura digital? Eso puede despistar, ¿no?
– Sí, y se crean malentendidos. Lo que queremos decir con cultura digital es el tipo de cultura 2.0, de compartir, de colaborar, de una sociedad conectada, en códigos abiertos, de una cultura libre; los procesos y sinergias que aquí se desarrollan no serían posibles fuera del tiempo Internet, de las redes. Este es un nodo de conexión de mundos diversos. Y la cultura digital no tiene por qué estar reñida con el conocimiento tradicional; todo lo contrario, en muchos casos acude en su rescate. Aquí tenemos grupos abiertos de textil y de agroecología que combinan muy bien todas esas perspectivas. Lo de conectarse puede entenderse en muchos sentidos, es un intercambio de saberes.
De hecho, la Fundación Europea de la Cultura, creada en Ginebra en 1954, apoya «las relaciones y expresiones culturales que permitan a los ciudadanos compartir un futuro común en Europa». Su primer presidente fue Robert Schuman, uno de los impulsores de la Comunidad Económica Europea, actual Unión Europea. Y, de hecho, el premio concedido este año a MediaLab Prado señala: «Además de resaltar la importancia de la cultura en la creación de una Europa más abierta e inclusiva, la Fundación ha querido apoyar a grupos que ‘reúnen a la ciudadanía y animan nuevos modelos de participación democrática’. Es decir, que son capaces de cambiar la forma de abordar problemas y contribuir a la reforma de las instituciones desde abajo y desde dentro».
Un poco de contextualización: MediaLab Prado nace en el año 2000 en el Centro Cultural Conde Duque. En 2002 toma el nombre de MediaLabMadrid, y en septiembre de 2007 se traslada a la Plaza de las Letras, en los bajos de la Antigua Serrería Belga. Desde entonces pasa a denominarse Medialab-Prado, en alusión a su nueva ubicación junto al Paseo del Prado; el equipo del alcalde Alberto Ruiz Gallardón y su responsable de Cultura, Alicia Moreno, deciden darle un empujón con este vistoso emplazamiento. Tras la rehabilitación del edificio, en abril de 2013 se convierte en su sede definitiva. Esta antigua serrería, construida en varias fases desde los años 20 del siglo pasado por el arquitecto Manuel Álvarez Naya, es una de las primeras arquitecturas madrileñas que empleó el hormigón armado visto y constituye uno de los pocos ejemplos de arquitectura industrial que perviven en el centro de Madrid. La adaptación de la Serrería Belga -más de 4.000 metros cuadrados- se ha llevado a cabo por los arquitectos María Langarita y Víctor Navarro, con un presupuesto de más de 7 millones de euros; su calidad ha sido reconocida con diversos premios de arquitectura. Su trayectoria ha sufrido altibajos, llegando a languidecer en tiempos de Ana Botella como alcaldesa; fue entonces cuando se habló de que el edificio de la Serrería podía pasar a manos privadas, a Telefónica, cedido por el Ayuntamiento. Se activó el movimiento popular Salvemos MediaLab. Y ese traspaso no se llegó a confirmar. Desde aquellas horas bajas, ha pasado al reciente resurgir con el nuevo equipo de gobierno municipal y los laureles del citado premio europeo.
Llegamos a día de hoy, en que se consolida su formato: Medialab Prado es un centro cultural orientado a la producción, en el que los propios usuarios forman grupos de trabajo y desarrollan diferentes proyectos de manera colaborativa. Actualmente acoge 32 grupos de trabajo activos; las áreas son tan diversas que van desde los usos creativos de la electrónica y la programación, a la experimentación audiovisual, la cultura de las redes, visualización de datos o talleres experimentales de costura. El año pasado recibió la visita y participación de un total de 65.700 ciudadanos, de los cuales, en torno al millar se implicaron más activamente en sus actividades y líneas de colaboración. Se desarrollaron 124 prototipos. Estos experimentos siguen la filosofía del código abierto y se documentan de tal manera que se puedan reproducir y utilizar en otros lugares. Las iniciativas se enmarcan en campos tan diversos como el diseño y la fabricación distribuida de prótesis (Gadgetobrazo), la visualización de datos medioambientales o videojuegos experimentales.
Con toda esta filosofía y un presupuesto anual de millón y medio de euros, no es de extrañar que Marcos García lo defina como «incubadora de comunidades»; es decir, se trata de incorporar a los ciudadanos en la construcción de la cultura, que no sean meros receptores pasivos, contenedores, sino parte activa, colaboradores en la generación de contenidos.
Y ahí está gente entusiasta de la cultura participativa que conocimos esa tarde de marzo. Como los mediadores Julián, Francisco y Chema; hay ocho, seleccionados el año pasado entre 420 solicitudes, que desarrollan su proyecto durante un curso -prótesis mioeléctricas, nuevas narrativas digitales, agroecología y permacultura-, a la vez que trabajan en el centro orientando a visitantes y grupos de trabajo. Como Susana Moliner, comisaria/coordinadora de Gri-Gri Píxels, «una propuesta que busca crear sinergias entre comunidades y colectivos de cultura libre españoles y diferentes medialabs africanos»; en marzo, en colaboración con cuatro personas africanas en residencia en MediaLab, han puesto en marcha un proyecto de energías alternativas a partir de materiales reciclados. Como el grupo de jóvenes que se reúnen para experimentar con la programación musical en directo, con los sentidos puestos en la celebración de sus primeros conciertos y algo-raves. Como Maialen Parra, una de las promotoras de Tejiendo Medialab, taller de ganchillo colaborativo en el que les gusta experimentar con nuevos materiales y aprovechar las opciones de apertura de mente que ofrece el centro, desde tejer con lanas conductivas a crear una alfombra multisensorial.
Desde luego, MadiaLab Prado es otro mundo, situado en un barrio de Madrid que nos transmite la ilusión de encontrarnos en una ciudad como de otras latitudes, como del norte de Europa. Otro mundo donde incorporar a los ciudadanos en la construcción de la cultura; entendernos como elementos activos en la generación de cultura, y no meros receptores.
Lo mejor es pasarse por allí, en el 15 de la calle de la Alameda, y husmear y preguntar a los mediadores; a Chema, a Julián, a Francisco…
Comentarios
Por chifus, el 28 marzo 2016
– gracias y bravo
– recomendaria añadir a ls ecologico las prespectivas de la permacultuta : rizar el rizo
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