Mis contactos con algo tan duro
«Tenía solo 15 años, fue mi primer contacto con algo duro que estaba entre las piernas de un hombre». Así comienza el relato que Isabel Coll aporta a la serie ‘TEXTOSterona’ que ha coordinado el fotógrafo Alexis W. en torno al desnudo masculino y que ‘El Asombrario’ está publicando este agosto.
Por ISABEL COLL
Tenía solo 15 años, fue mi primer contacto con algo duro que estaba entre las piernas de un hombre. Estaba en un guateque y bailaba una música lenta con un joven; esa sensación de rozar algo duro la desconocía, me creó cierto nerviosismo, mis brazos separaron el torso del muchacho, pero él volvió a la carga, un sudor frío me recorría la espalda y mis brazos se dolían de la acción separatoria.
A partir de ahí siempre bailé separada de los hombres.
Uno de los veranos que pasábamos en el campo, llevaba dos meses que no me venía la regla y mi madre me preguntó si había hecho algo con algún chico, yo no tenía ni idea de qué hablaba, me insinuó si estaría embarazada y me explicó cómo te puedes quedar embarazada, yo le pregunté que si por bailar pegados te podías quedar embarazada, me dijo que no y salió espantada del salón al ver mi incultura sexual. Luego finalmente me vino eso, la regla, porque teníamos prohibido llamarlo por su nombre y jamás se volvió a hablar del tema.
Un día de ese verano me caí en una bicicleta de barra y se me mancharon las bragas de sangre, todas mis amigas decían que probablemente la bicicleta me había desvirgado. Así que viví con esa duda hasta que ocurrió el acto supremo de la desvirgación, en el cual sí salió sangre para alegría de mi desvirgador; yo creía que sería algo maravilloso, sin embargo aquello no solo no me proporcionó placer sino que me dolió bastante.
Desmitificado el acto sexual, llenaba mi tiempo libre haciendo fotografías y quedando con mis amigas. Probé con otro chico, pero no había manera de que aquel palo duro entrara en mi vagina. Más tarde aprendí que a las mujeres hay que calentarlas primero estimulando el clítoris. Cogí un espejo y busqué mi clítoris. ¡Ahí estaba! ¡Pequeñito, pero juguetón! Empecé a estimularlo y me gustó, pegué un grito que se oyó en toda la casa. ¡Qué bueno! Y ¿por qué eso no lo habían visto los hombres?, ¿quizás porque era chiquitito? Bueno, de cualquier manera yo ya había encontrado «mi chiqui”.
A partir de ahí empecé a investigar cómo llegar al orgasmo con un hombre, ya que para mí era algo inalcanzable con ellos. Comencé a combinar mis encuentros con mi “chiqui” con mis encuentros con los penes. Daba una clase introductoria al susodicho caballero sobre “cómo saber dónde está el chiqui” (con una pizarra pequeña lo dibujaba). Al principio bien, pero luego me cansé de la falta de espontaneidad que suponía esta introductoria enseñanza. Así que mi vida se enfocó a algo que no exigiera tanto esfuerzo, «los objetos eróticos”. Les llegué a coger cariño y luego… Pero ¡esa es otra historia!
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Isabel Coll está volcada en el cine. Autora de ‘Fisura’, acaba de finalizar el guión del que será su primer largometraje, ‘Salitre en el alma’, que recreará «la historia de amor reprimida vivida por dos jóvenes homosexuales en La Gomera en el año 54». Además, está volcada en el Festival de Cortos de Madrid de la Plataforma de Nuevos Realizadores, que ella misma preside desde hace dos años y en sus cursos de guión en Madrid.
La revista TEXTOSterona coordinada por Alexis W. se puede adquirir en la galeríaMad is Mad y la librería Berkana en Madrid y en BIBLI en Santa Cruz de Tenerife.
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