Una película sobre cómo la miseria extremeña cambió y engrandeció a Buñuel
POR BEGOÑA PIÑA
Nada hay más surrealista en el cine de Buñuel que todo lo grotesco que existe en la realidad y que él detectó desde sus inicios. En 1932, cuando Luis Buñuel era un joven director recibido con los brazos abiertos por los surrealistas que estaban fascinados con ‘Un perro andaluz’ y ‘La edad de oro’, cayó en sus manos el estudio antropológico que Maurice Legendre había hecho de Las Hurdes. Y ahí “nació el gran Luis Buñuel”. Ahora Salvador Simó cuenta en ‘Buñuel en el laberinto de las tortugas’ la historia de aquel rodaje en la España más negra.
Sobre la novela gráfica de Fermín Solís, Buñuel en el laberinto de las tortugas, y con un guion coescrito junto a Eligio Montero, Salvador Simó cuenta la historia de aquel rodaje en la España más negra, su relación de amistad con el intelectual anarquista Ramón Acín –productor del filme gracias a un premio de la lotería–, la forma en que la realidad de la miseria extremeña cambió su mirada y, sobre todo, la manera en que él mismo se transformó.
Buñuel en el laberinto de las tortugas, ganadora del Premio a la Mejor Banda Sonora (Arturo Cardelús) en el Festival de Málaga, es un retrato del genio aragonés sin edulcorar ni sacralizar, realizado desde una hermosa animación y con algunas imágenes inéditas del rodaje real de Las Hurdes, tierra sin pan. “Ya conocía a Luis Buñuel, claro, pero esto ha sido como hacer una tesis doctoral”, dice Simó. “Se trataba de entender un poco cómo pensaba cuando era un joven director de 32 años…”.
El viaje a Las Hurdes cambió su manera de entender el cine y le abrió a su época más importante, la mexicana.
Sí, con el viaje a Las Hurdes ellos querían cambiar el mundo y no se dio cuenta de que también estaba cambiando él. Y la consecuencia directa de Las Hurdes, tierra sin pan, aunque hizo otras películas antes de encargo, fue Los olvidados, su gran obra. Así que sí, ese es el nacimiento del gran Luis Buñuel.
¿También empezó ahí a alejarse de Dalí y del surrealismo?
Sí, aunque nosotros hemos hechos una representación dramática, nos hemos tomado algunas licencias. Juan Luis, el hijo de Buñuel, nos contó el episodio en el que su padre estaba en un apartamento de Nueva York y no tenía dinero para pagar, le faltaban como 15 dólares, y se enteró de que Dalí estaba en un súper hotel en la ciudad y se fue a pedirle el dinero. Dalí no se lo dio. Juan Luis nos contó que su padre le dijo que tenía razón, que a los amigos no se les prestaba dinero, se les daba.
La película huye de sacralizar la figura de Buñuel.
No hemos pretendido en ningún momento edulcorar nada, sino mostrar una realidad que existía en esos momentos. No podíamos maquillarlo, ni a él ni lo que pasaba, ese mundo donde había crueldad con los animales que era muy machista… Su padre le enseñó cómo unos buitres estaban comiéndose un burro muerto y a él le fascinaron los buitres, así que en otra ocasión, cogió la escopeta para matar un burro y volver a ver buitres. Solo que los buitres no aparecieron. Eso se cuenta en Mi último suspiro.
Por otra parte, ¿hay un esfuerzo por acercar la figura de Buñuel al público?
Manuel Cristóbal, el productor, me dijo que esta película tenía que hacerla para un señor de Wisconsin que no conociera para nada a Buñuel. Y ahí era interesante mostrar también la crueldad de esa época, el momento.
Esta es una película de animación para adultos…
…No es para niños. La animación no es solo para niños, aunque nos lleva a nuestra infancia, porque hay algo en ella que te recuerda cuando te contaban cuentos de niño. Eso da una libertad creativa brutal.
Uno de los atractivos de la película son las imágenes reales de aquel rodaje, ¿algunas son inéditas?
Sí, sacadas de los descartes de la película. Si hubiéramos dibujado eso, la gente no se lo habría creído, pero lo que rodó él es incuestionable. Hubiera sido un sacrilegio cambiar esas imágenes. Eso es el poso de realidad de lo que estaba sucediendo en esa época.
¿Qué significa Buñuel hoy?
Su obra es tremendamente actual. Buñuel pretendía siempre provocar al espectador, hacer que el espectador piense, algo a lo que hoy no estamos acostumbrados. Ninguna de sus películas se ha quedado vieja con los años.
Ha hecho con la película un pequeño homenaje a Ramón Acín. ¿Era la intención desde el principio?
No. El personaje apareció y era bueno para contar una parte de la historia, pero al conocerlo nos enamoramos de él y encontró su propio espacio en la historia. Era un hombre y un artista comprometido socialmente y fue el que nos hizo ver la historia de amistad. Él cumplió su palabra y cuando le tocó la lotería, le dio el dinero a Buñuel para la película. No sé si nosotros haríamos eso ahora.
¿Usted cree que lo haría o no?
La figura de Ramón Acín supone una reconciliación con el género humano. El cine, la publicidad, todo hoy nos lleva a pensar que no lo haríamos, pero ahora creo que no es verdad y que sí lo haríamos.
Aquella película fue el descubrimiento para Buñuel del cine como herramienta de labor social, ¿sigue creyendo usted que esto es así?
Sí. Sigue habiendo gente comprometida con el arte del cine que intenta mejorar las cosas y lo hace de corazón. Pero el veredicto está en manos del espectador. El espectador también tiene una responsabilidad. Hace falta una labor de educación para todos.
Comentarios
Por Bibi, el 27 abril 2019
No creo que a Buñuel le interesan los hurdanos ni la pobreza de las Hurdes. Vio un filón donde sacar provecho y así lo hizo. La mayor parte de las imàgenes de su obra: Hurdes, tierra sin pan, son manipuladas, hasta límites que hoy sería condenable: la cabra no se despeñó, le tiraron un tiro. Al burro lo cubrieron con miel, no le interesaba la realidad, sino exagerarla. Soy hurdana y ha hecho daño a la comarca. Sí. Es cierto que a raíz de su obra, la comarca se dio a conocer, pero esas ayudas no nos interesan. Sacar esa imagen que quedó grabada en la mente de muchos es un precio demasiado alto que todos los hurdanos debimos pagar.