Las mujeres en obras de Lorca, Strindberg, Williams, Koltés
La temporada pasada llegaba a la escena madrileña ‘La mujer en obras’, un montaje que reflexionaba sobre el género femenino dentro y fuera del escenario. Un año (y una oleada de feminismo después) el montaje vuelve a ver la luz en Madrid, en Nave 73, con el acento nuevamente puesto en unos corsés y ataduras que sirven ahora como reflexión y como elemento de creación. Como colectivo hablan de ‘LA’ para ‘El Asombrario’.
Once mujeres desenvolviéndose en el difícil y repleto mundo de la escena madrileña. Once actrices que pierden la memoria ante el público y que utilizan los roles de género como reivindicación de su «ser mujer» y de su trabajo. Esto es LA (mujer en obras), el proyecto teatral que Javier Ballesteros estrenó hace un año y que ahora vuelve a poner ante los ojos del espectador distintos personajes femeninos que forman parte del imaginario colectivo. Así, estas actrices interpretando a actrices nos traen también a la Adela de García Lorca, la Margaret de Williams o la Señorita Julia de Strindberg, junto con otros personajes de nueva creación. Todas ellas conviven sobre las tablas agarrándose unas otras, sosteniéndose, interpelándose. Dejándose al desamparo y cuidándose. Ni una palabra en su hora y media de duración está dicha al viento: vestidas por el artista Ernesto Artillo, once mujeres habitan un texto donde la dureza se disfraza de humor para dar lugar a un aparente disparate que solo se puede conseguir gracias a un argumentario muy bien hilado. Ellas habitan el texto y crecen, y el espectador, sin saberlo, crecerá con ellas.
¿Qué puede aprender un hombre (y un hombre actor) con ‘La Mujer en Obras’?
Seguramente el aprendizaje está ligado a la observación de las presiones y las armaduras a las que se expone la mujer. A la observación de un nuevo espectro de personajes femeninos. Observar las particularidades y las peculiaridades de cada una de nosotras, y, por ende, de todas las mujeres que se sientan reflejadas a través de nuestros personajes.
La mujer empieza a tomar, cada vez más, puestos de responsabilidad, pero le cuesta llegar siempre a los primeros planos. Así, ella es la protagonista de vuestro proyecto; sin embargo, el director, autor e ideólogo es un hombre…
El hecho de que Javier sea el director siempre ha sido una cuestión más allá del género. Siempre hemos considerado la compañía como grupo, como colectivo donde los roles de género de primeras no ocupaban ningún protagonismo. De hecho, Javier es EL elemento por el que la pieza de LA ha salido. Su inteligencia, sensibilidad, respeto y sobre todo amor por el teatro y el entendimiento del trabajo a través de un único lenguaje es la razón por la que LA y Mujer en Obras existe.
El proyecto surge con la vocación de sacaros vosotras mismas las castañas del fuego. ¿A qué dificultades os enfrentáis hoy en día para sacar adelante vuestro trabajo?
Desde luego, la duda está todo el rato actuando como elemento clave en la pieza. El hecho de que como actrices nos enfrentemos a un vacío en el escenario, un vacío en la ficción que solo nosotras mismas podemos sostener, hace que durante la obra estemos muy concentradas y pendientes de todo lo que está ocurriendo en el escenario. Hoy en día somos conscientes de las dificultades que presenta nuestra profesión, nos sentimos unas heroínas simplemente por el hecho de ser actrices. La suerte que tenemos contando con este espacio de creación artística es evidente. Es un lugar al que recurrir, a pesar de los obstáculos que pueda presentar la profesión.
Estar en obras, en continuo proceso de aprendizaje ¿os hace estar, paradójicamente, más completas?
Absolutamente. El hecho de estar en la búsqueda, en la pregunta, en la duda hace que estemos todo el rato planteándonos dónde estamos y qué queremos. Nos hace sentir más completas sobre todo porque trabajamos con el deseo de actuar, y eso, como actrices, es un motor que nos engancha desde el minuto uno.
Actualmente (y afortunadamente) vivimos una ola necesaria de feminismo, ¿hubiera sido posible ‘LA’ hace unos años?
El año pasado estrenamos LA en un momento en el que la ola del feminismo asomaba y apretaba fuerte. El recorrido que ha tenido el feminismo este año ha sido apabullante, y verdaderamente todos como individuos y artistas hemos evolucionado con él. No somos las mismas personas que éramos hace un año, como mujeres y hombres hemos entendido y empezado un proceso de re-educación, aspecto que está integrado en la función. Hay mucha revisión de la imagen de la mujer en el montaje de este año, elementos nuevos que se han introducido a raíz de la reflexión que venimos haciendo en torno al lugar que ocupa la mujer en el mundo actualmente. LA hubiera sido posible igualmente porque la imagen de la mujer siempre ha sido y seguirá siendo un tema a destrabar.
Muchos textos y muchas referencias a lo largo del montaje… ¿No os da pena no poder vivir más tiempo del montaje en personajes como Adela o Margaret?, ¿emociona verlas convivir en el mismo espacio?
Es muy emocionante ver cómo se ha armado una dramaturgia en la que conviven mujeres de textos teatrales universales de todos los tiempos en un breve espacio. Desde Lorca, Strindberg, Tenessee Williams, Koltés y los textos del propio Javier… Autores que han creado personajes femeninos muy distintos entre ellos y que en LA se juntan a través de las actrices para generar teatro. Es muy bello, y claro que dan más ganas. Dan ganas de quedarse a vivir en LA. Pero como toda pieza de teatro, tiene que tener un principio, medio y fin.
El vestuario no es baladí; ¿cómo os sentís enfundadas en esos trajes tan particulares?, ¿hasta qué punto os ayudan en el montaje?
A través de la nueva imagen de LA que propone el artista Ernesto Artillo, se invita a reflexionar sobre las herramientas tradicionalmente inseparables del concepto de belleza. ¿Qué nos fascina y horroriza de los elementos que construyen socialmente el imaginario femenino?¿Una mujer es más guapa maquillada y con las uñas pintadas? Con el vestuario de esta nueva pieza, Ernesto propone la intervención y desmontaje de vestidos ostentosos para reflexionar junto al espectador a través de un proceso de extremos. Todo o nada.
¿Qué parte de vuestra feminidad –o no– ha intervenido en el proceso de construcción del montaje?
Hemos puesto toda nuestra carne, imagen, emoción, sudor y lágrimas en la construcción de la función. A través de Javier y las propuestas que iban armándose en los ensayos, hemos ido redescubriendo una parte de nuestra feminidad y de nuestras herramientas como actrices. Desde la intervención con el público, las coreografías, el trabajo grupal, el trabajo con el texto… En definitiva, ponerse en manos de las compañeras para crear las escenas y confiar en ellas. Otro aspecto importante también es la máscara que dejamos caer al principio de la función para estar en contacto con nuestra verdadera mujer, nuestra verdadera particularidad.
¿Queda mucho por explorar de la mujer actriz?
Sí, queda mucho, pero también vivimos un momento en el que estamos desmontando, por fin, los cánones establecidos tanto para mujeres como para mujeres actrices. El hecho de poder salir al escenario arropadas, sosteniéndonos la una a la otra, ya cuenta mucho. El desmontaje que hay de la imagen y el amago de despojarse de lo que nos sobra es un elemento clave en la función. Aun así, queda mucho por hacer, también en otros medios, tanto en cine como en televisión.
Las dos últimas funciones de ‘LA mujer en obras’ se representarán hoy, 20 de junio, y mañana, jueves en la sala Nave 73, Madrid.
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