El mundo fantástico del Bosco en la mayor exposición nunca vista

Tríptico de las tentaciones de san Antonio Abad El Bosco Óleo sobre tabla, 131,5 x 111,9 cm (tabla central); 131,5 x 53 cm (tablas izquierda y derecha) h. 1500-5 Lisboa, Museu Nacional de Arte Antiga.

Tríptico de las tentaciones de san Antonio Abad El Bosco Óleo sobre tabla, 131,5 x 111,9 cm (tabla central); 131,5 x 53 cm (tablas izquierda y derecha) h. 1500-5 Lisboa, Museu Nacional de Arte Antiga.

Tríptico de ‘Las Tentaciones de San Antonio Abad’. El Bosco. Lisboa, Museu Nacional de Arte Antiga.

La exposición del año, la única, la que romperá el techo de visitantes. Señoras y señores, con ustedes El Bosco. La cita es en el Museo del Prado, que celebra el V centenario de la muerte del pintor con la mayor exhibición jamás vista, ya que ha logrado reunir la casi totalidad de las obras del artista prestadas por los más importantes museos de Europa –el Louvre de París, el Albertina de Viena, la National Gallery de Londres- y del Metropolitan de Nueva York.

“El maestro de lo monstruoso… El descubridor del inconsciente”. Son palabras de un psicólogo, Carl Jung. Todos, escritores, científicos, artistas, tienen teorías propias sobre los peces-pájaro, los artrópodos, monstruos-sapo, zuecos como barcos y bichos raros que aparecen en las pinturas de El Bosco. Y más ahora, en plena boscomanía, porque se celebra el 500 aniversario de la muerte del artista flamenco y el Museo del Prado se convierte en lugar de peregrinación para contemplar sus obras, las más importantes siempre expuestas en la pinacoteca madrileña, pero que ahora, en compañía de otras y a lo grande, movilizará a las masas. La exposición reúne más de medio centenar de obras, entre ellas 21 pinturas y 8 dibujos originales del Bosco, que constituyen más del 75% de su producción conservada, así como grabados, relieves, miniaturas y pinturas de otros autores que contextualizan el ambiente en que estas se concibieron.

De Jheronimus van Aeken, llamado El Bosco por el lugar donde nació en 1450, ‘s-Hertogenbosch (Bolduque en español), la ciudad holandesa al norte del ducado flamenco de Brabante, se ha escrito todo. Nada sobre su vida, de la que se desconoce casi todo, pero sí de la villa, un importante centro comercial con una industria de paños y famosa por sus fabricantes de órganos, de campanas y cuchillos. En la exposición es muy curioso contemplar una pequeña tabla, Mercado de telas en ‘s-Hertogenbosch, de un pintor anónimo, en la que se puede ver la casa del Bosco que hoy todavía sigue perteneciendo a la familia del artista.

Es difícil seguir sus pasos; no hay fechas de nacimiento, diarios o cartas. Tan sólo alguna referencia en las listas de los miembros de la Hermandad de Nuestra Señora, una corporación devota de la Virgen de la iglesia de san Juan. En los libros de cuentas se documenta que El Bosco recibió algunos encargos para la iglesia. Pero es difícil seguirle el rastro. Sus cuadros no están fechados, de varios se duda incluso de su autoría. Algunos descifraron sus temas como si fueran los de un alquimista, un hereje, un astrónomo o un surrealista del siglo XV sin tener en cuenta que en la época en que vivió, finales de la Edad Media, inicio del Renacimiento, los cuentos de brujas, las supersticiones y las críticas a los curas corruptos estaban a la orden del día. Lo más sencillo sería pensar en El Bosco como un moralista tremendamente pesimista, muy religioso y satírico, un narrador de historias que invitaban a conversar para descifrar los significados.

Mesa de los Pecados Capitales El Bosco Óleo sobre tabla, 120 x 150 cm 1505-10 Madrid, Museo Nacional del Prado. Depósito de Patrimonio Nacional

‘Mesa de los Pecados Capitales’. El Bosco. Madrid, Museo Nacional del Prado. Depósito de Patrimonio Nacional.

Tríptico del carro de heno El Bosco Óleo sobre tabla, 133 x 100 cm (tabla central); 136,1 x 47,7 (tabla izquierda); 136,1 x 47,6 cm (tabla derecha) h. 1512-15 Madrid, Museo Nacional del Prado

‘Tríptico del Carro de Heno’. El Bosco. Madrid, Museo Nacional del Prado.

Al Bosco lo llaman pintor de demonios, pero para Pilar Silva, jefa del Departamento de Pintura española y Pintura flamenca y Escuelas del Norte del Museo del Prado y gran comisaria de la exposición del V Centenario, es algo más: “Un artista que combina la técnica y la iconografía”. Pintaba el infierno con el sentimiento acumulado por el pesar de la condenación eterna y los terrores de la Edad Media. Culebras, víboras, dragones eran los actores que junto a figuras humanas se achicharraban en los horrores del Infierno. Pero la grandeza del Bosco es que amplia el repertorio, no le gusta repetirse y fusiona animales de los de verdad con otros extravagantes, inexistentes en la Naturaleza; hay monstruos con cuerpo de cola de pez y piernas que calzan vasijas. Embudos por capirotes. Cabezas sin cuerpo se desplazan sobre muñones. Es la mejor representación de cómo las leyes divinas se convierten en el infierno en una ciudad repugnante. El pecado y la locura acechan a los creyentes y el fuego del infierno es el elemento purificador.

Una de las características que pone en evidencia la exposición del Prado es cómo El Bosco pintaba como un dibujante y dibujaba como un pintor. En sus trípticos siempre se aprecia una moralina a la inversa. En El carro del heno, el pintor parece recordar una canción de aquella época que habla de cómo Dios puso todas las cosas buenas sobre la Tierra en una pila de forraje. El Bosco lo pinta como símbolo de las vanidades, de la vida construida sobre un montón de paja. El hombre, nos dice, no debe acumular riquezas y no hacer el mal. Ahí, en ese punto radica su misterio endemoniado, “porque El Bosco jamás dice: haced el bien”, señala Silva.

En El Jardin de las Delicias, una cabeza asoma por un extremo, observador de refilón de monstruos. El jardín es quizás la obra más popular del artista flamenco, un icono de la historia del arte reproducido en láminas casi desde que se pintó, y que ha servido de ilustraciones para Biblias, Libros de horas y catecismos. Es la obra fetiche de El Bosco, la que todos ansían contemplar. En su tabla central hombres y mujeres desnudos, unicornios, una gran fruta de color azul como el globo terráqueo que puede verse en sus puertas. Hombres y mujeres que retozan sin pudor. Es un jardín de lujuria.

La tabla de la izquierda es la de la Creación, con una larga fuente de la vida en el centro, donde todo es plácido y bello, pero la tabla de la derecha es el infierno más gore pintado por mano humana. Sangre, fuego, animales que cazan a sus cazadores, los engullen. Monstruos con cabezas de pájaros que cagan humanos.

El pintor y fotógrafo José Manuel Ballester realizó hace unos años una exposición que llamó Espacios ocultos. Eligió algunas obras maestras de la pintura y eliminó de ellas a la gente. Despojó al Jardín de las delicias de sus elementos más característicos y el resultado fue una fantasía, un cruce entre Walt Disney, Dalí o Miró en su etapa surrealista. Ballester lo transformó en El jardín deshabitado, con lo que la tabla se volvió aún más inquietante.

 Visiones del Más Allá (tablas de un políptico) El Bosco El Infierno, 88,8 x 39,6 cm 1502-3 Venecia, Gallerie dell’Accademia

‘Visiones del Más Allá’ (tablas de un políptico). El Bosco. El Infierno. Venecia, Gallerie dell’Accademia.

Tríptico del jardín de las delicias. El Bosco. Madrid, Museo Nacional del Prado. Depósito de Patrimonio Nacional

‘Tríptico del Jardín de las Delicias’. El Bosco. Madrid, Museo Nacional del Prado. Depósito de Patrimonio Nacional.

Este tríptico del Bosco está lleno de elementos, plagado de personajes y de alegorías. La creación, el paraíso y el infierno, o el esoterismo de los alquimistas representado por las crisálidas, el baño purificador o el huevo, origen de la vida, colocado en el centro exacto del cuadro. Y aves, muchas aves volando por los cielos bosconianos.

Como es imposible catalogar por fecha las obras del Bosco, Pilar Silva ha ideado un montaje en forma de aparadores lágrima para exhibir los grandes trípticos del artista y poder así contemplar sus traseras, esas puertas que nunca deben cerrarse. Grisallas perfectas, en el caso del Jardín de las Delicias, retratos de donantes en otros. Dividida en siete secciones temáticas, la muestra incluye también obras realizadas en el taller del Bosco o por discípulos y seguidores -posiblemente el más aventajado fue Brueghel el Viejo, el segundo Bosco-. Se incluye el manuscrito del Comentario de la Pintura de Felipe de Guevara, protegido de Carlos V y el más fiel valedor de las obras del Bosco. Gracias a él, Felipe II se hizo con la mayor colección de pinturas del artista flamenco. El rey se rodeó de ellas en El Escorial y algunas han estado en disputa entre El Prado y Patrimonio Nacional. A juzgar por las flores que se lanzaron a esta institución durante la rueda de prensa de ayer, el conflicto parece zanjado y El Jardín de las Delicias y la Mesa de los Siete pecados capitales se quedan donde estaban.

No acaban aquí los disgustos para el Prado. En noviembre del año pasado, el Bosch Research Project de Holanda desatribuyó tres de las obras que conserva el museo: Las tentaciones de San Antonio, La mesa de los pecados capitales y La extración de la piedra de la locura. El Prado, después de estudios científicos, como la dendrocronología que permite reconocer en qué año se talaron los árboles de los que proceden las tablas del Bosco –en todas se reconoce el roble del Báltico que el pintor utilizó-, los pigmentos –El Bosco fue pionero en utilizar menos capas de color y de menor grosor-, rechaza los argumentos de los holandeses. Pilar Silva subraya un detalle a la réplica, la figura del búho, lo que muchos aseguran es la firma del Bosco, aparece en los cuadros. Y además, “porque El Bosco siempre aconseja humildad a quienes lo estudian”, añade Miguel Falomir, director adjunto de Conservación e Investigación del Prado.

San Juan Evangelista en Patmos / La Pasión de Cristo. El Bosco. Berlín, Staatliche Museen zu Berlin, Gemäldegalerie

‘San Juan Evangelista en Patmos / La Pasión de Cristo’. El Bosco.
Berlín, Staatliche Museen zu Berlin, Gemäldegalerie.

Cuando visiten la exposición, no se pierdan una de las obras más sorprendentes prestada por la Gallerie Dell’Accademia de Venecia: cuatro tablas con visiones del más allá. La titulada La Ascensión al Empíreo, que muestra el camino de las almas sostenidas por ángeles hacia el cielo, es un sorprendente túnel de luz blanca como el que dicen se ve antes de morir. Pone los pelos de punta que un humano a principios del siglo XVI pintara lo que luego nos han mostrado las películas de ciencia ficción. 

El Bosco. La exposición del V Centenario. Del 31 de mayo al 11 de septiembre. Patrocinada por la Fundación BBVA. Se amplia en dos horas el horario de apertura, de viernes a domingo, del Museo del Prado. Compra anticipada de entradas en www.museodelprado.es Teléfono 902 10 70 77.

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Comentarios

  • Alex Mene

    Por Alex Mene, el 28 mayo 2016

    Gran exposición.

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