Munir Hachemi, contar “el horror del asalariado en este sistema capitalista”

El escritor M

El escritor Munir Hachemi.

Munir Hachemi ha escrito su último libro, Cosas vivas (Periférica), como una muestra de las diferentes formas de la explotación capitalista actual con el fin de abrir un poco más la visión de campo a todo el que se acerque al libro. A través del relato de unos jóvenes que terminan trabajando en unas granjas de pollos, se cuelan temas laborales (el horror del trabajo), de animales, de amistad, de razas, que permiten entender la explotación en su totalidad (o casi). Y con un final poco obvio, que rompe los esquemas capitalistas.

Dices: “Este texto es un libro, en la medida de que todo es un libro”. ¿Es todo narración?

Yo no sé si todo es una narración, pero creo que en la sociedad hipersignificante en la que vivimos, en la que todo tiene que tener sentido, todo está sujeto a la interpretación. La realidad es un libro en cuanto a que la leemos. En ese sentido, me parece que un libro puede hacer un calco de la realidad: más que decirte qué tienes que ver, hay un juego de prejuicios con el lector que puede llevarle a leer la realidad de otra manera. No sólo el libro. Este libro es conscientemente anticapitalista, ya que el capitalismo actúa de forma muy obvia y en el libro hay una fuerte decepción al final. Esto, me parece que podía llevar a leerlo de una manera diferente. Dependiendo del marco de lectura de cada lector, cada uno llega a un lugar. Yo abro el camino únicamente.

¿Qué papel juegan en todo esto realidad y ficción? A nivel de libro, de hechos, de mentiras.

En los libros de ficción se suele decir que no hay nada de verdad. Esto me parece muy vago, porque si el libro no tiene nada de realidad, no puede operar sobre lo real. Me parece que ahí está la unión entre realidad y ficción: en el lector. Este viene con su carga de experiencias y en la confrontación con la lectura puede encontrar esa unión. La literatura tiene el poder de cambiar el ángulo de vista.

Antes de la entrevista me comentabas que el capitalismo nos lleva a intentar darle sentido a nuestra vida, a buscarle un relato lineal. El libro parte de esto: de cuatro amigos que se van a buscar una historia. ¿Hasta qué punto nos hemos creído esta mentira?

Muy buena pregunta. Es verdad que la idea de la vida de relato coherente tiene que ver con la del sujeto occidental que tiene un origen y una meta. Creo que tiene más lógica dentro de la modernidad que del capitalismo. El capitalismo nos vende lo que necesitamos para conseguir ese relato. Esos viajes iniciáticos creo que sí están en esa mentira. Ahí está la frase de Unamuno: “El racismo se cura viajando”. Hay grandes viajeros que han sido fascistas. Quizá haya una forma de viaje que te abre la subjetividad, pero me parece que lo que hacemos es ensancharla para darle un poco más de valor. En ese currículum de la vida que hacemos, nos abrimos para llevarnos una experiencia a casa, no para abrirnos. En ese sentido, creo que nos hemos creído totalmente esta mentira.

¿Cuál crees que sería el otro lado de la balanza, esos viajes que se hacen para abrirse?

Se han ensayado ejemplos como las comunas o el regreso al campo. Yo sí creo en otro tipo de viaje, el que va a dejar algo de ti, más que para llevarse. Desde luego, las ciudades tal y como las conocemos a día de hoy, no son un ejemplo.

Mi pregunta venía porque el capitalismo a día de hoy tiene las puertas tan amplias que no parece que se puede escapar de ellas.

Yo creo que sí. No podemos caer en que todo es capitalismo. Tiene que haber algo que se le escape, ya que ha habido sociedades precapitalistas. Incluso anticapitalistas. Tenemos que buscarlas. Y eso pasa por nuestro marco de lectura. Destapar el capitalismo no tiene que ver con una acción concreta, sino con cómo tú miras el mundo. Parece muy simple, pero me parece que es una realidad. Aunque mañana se termine el dinero, sí habría una crisis o una guerra, pero se acabaría restituyendo porque lo tenemos en la cabeza. El dinero lo llevamos con nosotros. Tenemos que buscar otras formas a partir de ahí.

¿Cómo definirías ‘Cosas vivas’?

Para mí es un artefacto textual que utiliza la ficción policial para intentar realizar el cambio en la mirada del que hemos hablado antes. Para alguien que no lo ha leído, lo definiría como la historia de cuatro chavales que van a vendimiar a Francia y no lo consiguen. Así que encuentran otro trabajo en unas granjas de pollos y acaban viviendo unas formas de explotación que hasta el momento no habían sido capaces de ver. Y se meten en una trama de asesinatos.

De tu descripción salen muchas aristas. El tema de la explotación laboral quizá sea principal del libro.

Sí y no. La novela se ha leído mucho como una obra sobre el veganismo. Pero a mí no me satisface este tipo de lecturas. Hay varias formas de explotación que hacen un nudo. Muchos puntos que arrojan luz para poder ver cómo se entrelazan. Te voy a responder a la pregunta anterior: es un dispositivo para exponer problemas. Y en su relación con ellos. En este sentido, la explotación laboral no se puede separar de la explotación colonial, animal, racial… He de apuntar que no he incluido la de género, porque no creía que tuviera voz para hacerlo. No se pueden entender unas sin las otras. Si alguien no cobrara tan poco, dando de comer a los animales como se les da a muchos, no podría haber tanta carne. Y a un precio tan reducido. Yo quiero exponerlo en esa trenza.

¿Exponerlo para qué?

Porque quizá, cuando se hace visible en el libro, se hace visible en la sociedad. No enseñarle algo al lector, porque me parece algo paternalista, sino modificar su forma de mirar.

¿El libro como acto político?

Sí, por ahí va. Pero sin mensaje. Sólo expongo formas de explotación trenzadas, en las que el capitalismo es el eje vertebrador.

¿Qué es el horror en esta época postmoderna?

Una cosa blanda, dice literalmente en la novela. El horror es una cosa inenarrable, pero no en el sentido romántico de la palabra. Esta novela bebe mucho de una de Piglia que se llama Respiración artificial. Este escritor le da un giro muy interesante a la forma de contar, ya cuenta cómo fue la dictadura en Argentina, mientras había censura. Eso nos enseña que, para contar lo que no se puede, siempre hay que dar un giro narrativo.

Lo que intenta Cosas vivas, siempre respetando que no es lo mismo que contar las desapariciones y muertes de una dictadura, intenta contar el horror del trabajo. Algo que no es fácil: cuando tú estás trabajando, no tienes derecho a él, no es tuyo. Además, el trabajo se basa en la rutina. ¿Cómo cuentas la rutina? Cuentas un día y ya has contado todos. Es complicado. Ese era un poco el reto. Si tú no tienes las herramientas para narrar ese horror, no puedes vivirlo. Y cuando ya han pasado 40 años y te has hecho mayor, dices: qué mierda de vida he tenido. Por eso la consigna de estar en contra del trabajo asalariado es muy bestia, pero hay que decirlo la mayor cantidad de veces posible.

Leí hace poco una frase de Belén Gopegui que decía algo así como “el sueldo es la mejor forma de acabar con los principios”.

Sí. Tener un curro fijo, casarte… Son dispositivos sociales para meterte en vereda. Siempre desde fuera es fascinante. Cómo puede ser que ese chaval que era anticapitalista se haya convertido en esto. Pero en realidad es muy simple, es muy lógico. Los espejos no existen para mirarse a uno mismo. Con este libro intento que sí se pueda ver uno.

Hay una cita que dice: “Consumir la juventud en la búsqueda de un cuerpo que siempre está un paso más lejos, todas las consecuencias liberales de esa forma de mercancía, el tiempo libre, expresión perversa porque da por hecho otro tiempo que no es libre, que no nos pertenece”.

Como la idea de perder el tiempo. Son expresiones totalmente irreales que nos hacen perder nuestra vida. Y narrarla es recuperarla de alguna manera.

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