La música electrónica africana, un apasionante mundo por descubrir
La música forma parte del corazón de África. El continente que es la cuna de la Humanidad fue también el que nos hizo repetir rítmicamente los sonidos musicales que escuchábamos en la naturaleza desde antes de ponernos de pie. Mucho más recientemente, de allí ‘emigraron’, a menudo en barcos de esclavistas , ahora en pateras, las raíces del blues, del jazz, la salsa, el góspel o el afrobeat. Y ahora sigue siendo nido de una efervescencia creadora, que ya es de ida y vuelta, muy ligada a la urbanización de sus sociedades y a las influencias occidentales de sus más jóvenes artistas, siempre con un baño de sus culturas diversas, bien cargadas de ritmos de percusión. Un escaparate de lo que se está ‘cociendo’ en ese panorama nos lo presenta este fin de semana, hasta el domingo día 3, el Festival de Música Electrónica de La Casa Encendida, en Madrid.
Un año más –y esta es su 18º edición- La Casa Encendida indaga en estas nuevas latitudes, con el apoyo del colectivo musical barcelonés Jokkoo, una palabra que en el idioma wolof significa “conectar con alguien”. En este caso, el canal es la música y, en concreto, el sonido electrónico más actual y avanzado del continente africano y su diáspora.
“La música electrónica ya lleva tiempo extendida en Sudáfrica, pero en otros países está creciendo desde hace unos cinco años, sobre todo en países como Kenia, Congo o Uganda, donde se impulsó a raíz del festival Nyege Nyege. El origen de este tipo de música es occidental, porque es en el norte donde surgió al hacerse con máquinas digitales que estaban aquí, pero más allá de compartir técnicas y sonidos, los artistas de África lo llevan a otro nivel, transformando sus músicas más autóctonas en algo más moderno y sin perder sus ritmos”, explica Maguette Dieng, una de las participantes de este colectivo Jokkoo, que además de investigadora de nuevas tendencias, es DJ y compositora.
El festival se inaugura hoy, jueves, con un concierto de la rapera ugandesa MC Yallah, la reina del rap en su país, pero sigue durante tres intensos días en los que, si bien hay grupos ajenos al continente del sur, como los japoneses del grupo WaqWaq Kingdom (el domingo), tiene como platos fuertes figuras como la londinense Klein (mañana viernes), de padres nigerianos, que nos ofrece una música íntima y abstracta. También desde la capital inglesa llega la prolífica Loraine James, que se ha convertido en una de las más reconocidas artistas en la escena electrónica internacional. “Loraine, que también tiene orígenes africanos, deja claro en su último disco su exposición como mujer, negra y lesbiana en Gran Bretaña, porque si bien ella se considera británica, tiene un estilo con poli-rítmicas que hacen que su música sea muy mestiza”, apunta Dieng.
Otro de los imprescindibles, en un menú donde resulta difícil elegir, es el artista angoleño Nazar (el sábado), que en su primer disco de 2018, Enclave, dio a conocer un sonido totalmente único y complejo al que llamó rough kuduro, que en portugués significa ‘culo duro’. Se considera que el kuduro surgió en la década de los 90 en los barrios marginales de Luanda, capital del país, al sumarse a la música electrónica, versos de hip hop con las tradicionales kizomba y la morna. Con el tiempo, este género se convirtió en una especie de grito de guerra de las pandillas callejeras, un canal para expresar las dificultades de la vida de los jóvenes.
“Nazar llama a su música rough kuduro, porque le pone más capas, lo moderniza con una creatividad que sería imposible para un occidental, pero además su narrativa es muy distinta”, explica Dieng . “Él nos habla de la memoria de su familia, de la diáspora tras la guerra y también del conflicto en Angola. En su música se sienten mucho los horrores de la guerra y se conoce la historia de su pueblo”. Su obra es, aseguran en Jokkoo, “una reinterpretación extraordinaria e impresionista de la música moderna angoleña impregnada de capas de experiencia personal y colectiva”, que en esta ocasión podrá disfrutarse con los efectos visuales del director de cine Rob Heppell.
El mismo día, actuará Steloolive, que viene desde Ghana y que aún no tiene un disco en el mercado. Lo suyo es, según los comisarios del festival, un trabajo más social y callejero, en Accra, donde suele hacer performances a modo de instalaciones sonoras en las que los viandantes están invitados a participar. Por ejemplo, hizo un trabajo con la Dra. Katharina Fink, de la Graduate School of African Studies, en el que exploró el olor de la ciudad en un paisaje sonoro. Luego presentó una escucha sonora y una muestra visual de sus hallazgos olfativos en una instalación formada por un lienzo de vidrio en el centro de la ciudad.
Igualmente sensorial es el parisino NsDos, que parte del movimiento corporal para desarrollar su música y su arte visual, creando una conexión entre estos campos para ofrecer una experiencia que aseguran quienes le han visto que es cautivadora. Su intención es crear un vínculo entre la máquina y la materia, para lo que hace uso de sus propios sensores de captura de movimiento, junto con dispositivos interactivos y programas de codificación creativos.
Pero los cuatro días ofrecen mucho más: el rapero palestino de Jordania Lil Asaf & Ba (recordemos que en Amman hay muchos palestinos refugiados tras la guerra árabe-israelí), el techno astral ugandés de HHY & The Kampala Unit o el trabajo de la española Beatrix Weapons (del colectivo Women in Experimental de Música Dispers), única representante de nuestro país, que llega desde Murcia.
“Estamos muy satisfechos de retomar un festival que siempre busca entre lo más novedoso para darlo a conocer. Tras dos años de parón por la pandemia, este año nos volcamos sobre todo con África, que tantas músicas nos ofrece”, señala una portavoz de La Casa Encendida, que, por cierto, este año ofrece la posibilidad de sacarse un bono para no perderse nada.
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