El nacimiento de un hijo desde el punto de vista del padre
En el debate feminista, más que opinar al mismo nivel de las mujeres, movidos por nuestro irrefrenable deseo de acapararlo todo, lo mejor que podemos hacer los hombres es mirar hacia nuestro interior, tratar de vislumbrar qué parte de nuestro comportamiento y visión del mundo obedece a puro machismo y no a reglas universales, también en la literatura, algo que a los escritores se nos olvida intencionadamente o no. Por eso me ha interesado y conmovido tanto el último libro de Andrés Neuman, ‘Umbilical’ (Alfaguara), en el que el autor narra con lirismo el nacimiento su hijo (Telmo), desde su gestación hasta el encuentro.
Ya sabemos que el embarazo, el hogar, la vida cotidiana y otros temas que la crítica y quien establece el canon han visto como secundarios son cosa de mujeres. Se los ha ninguneado durante siglos y se los ha considerado temas menores. De ahí que el punto de partida que adopta Neuman me parece muy acertado: tiene claro que no es el personaje principal, una tentación muy masculina, sino uno de esos secundarios inolvidables que mejoran una película. No se trataba de quitarle el protagonismo del embarazo a la madre, también escritora, sino de buscar un acomodo entre una experiencia fundamental en la vida del autor y el sabio reconocimiento de quien es importante de verdad en el proceso es el otro.
El libro, fragmentario y escrito con prosa poética, está divido en tres partes. La primera, El imaginado, es el tiempo de la espera, de las ecografías, de la vida que crece en la barriga de su compañera y que cada vez es más palpable. Es el de los miedos (estamos en plena pandemia), de las incertidumbres, de la certeza de que tu vida ya ha cambiado para siempre y siempre para mejor, para ser otro. Es el momento del aprendizaje (“se te aprende a querer mientras no vienes”) y el de la creación en todos los sentidos posibles, entre otros el de la “escritura de un personaje” que ya está (“–Ya está en el mundo –insisto”), pero con quien aún no te has encontrado. Es el tiempo de construir un nuevo lenguaje entre padre e hijo del que formarán parte las canciones.
Serán esas canciones las que reciban al ser imaginado en la segunda parte, El aparecido. “Nos conocimos sin presentaciones en una madrugada de anestesia. No sé qué canté, pero escuchabas. / Te traían desnudo y así me desnudabas”. Aquí nos encontramos con el temblor de la inmensidad de lo pequeño, de un ser que ya lo cubre y lo altera todo, desde el sueño de la madre y el padre a la piel del mundo, que ahora se concentra en las paredes de la casa donde ha irrumpido una nueva vida.
La tercera parte, Y un monólogo mínimo, es un sugerente juego vital y literario porque el autor adopta el punto de vista del niño. “Me hablan muy convencidos. Parecen creer que entiendo lo que dicen. Y, aunque no entiendo, sí. / Esa música extraña que sale de sus bocas. Es como si la hubiera oído antes. ¿Pero antes de qué? / Quiero tener la boca. Quiero tener la música”.
Neuman ha escrito un libro original y luminoso, un viaje umbilical a través de la palabra. En medio de las tinieblas de un mundo que parece ir en contra de la belleza y de la vida, este autor inclasificable apuesta por la belleza y por la vida
No hay comentarios