Nanni Moretti: “Es indispensable la autoironía”

El director de cine Nani Moretti.

El director de cine Nani Moretti.

El director de cine Nanni Moretti.

El director de cine italiano ha creado a lo largo de su carrera un estilo muy personal que conjuga la familia y la intimidad con temas sociales y políticos. Con ‘La habitación del hijo’ logró la Palma de oro en Cannes, en 2009. Ahora estrena en España ‘Mia Madre’, una bella película que emociona porque se enfrenta a los obstáculos, porque toca puntos vitales, porque habla de la transmisión, del cariño, de lo que queda. Hablamos por teléfono con Nanni Moretti y nos desveló su universo personal.

Mia Madre cuenta la historia sobre una madre mayor (antigua profesora de latín) y sus achaques médicos y la relación con sus dos hijos: Margherita (Margherita Buy), una directora de cine, fría y calculadora que está en pleno rodaje de su última película; y Giovanni (interpretado por el propio Moretti), un ingeniero que llega a un momento profesional en el que empieza a plantearse muchas cosas. Mia Madre cuenta también con la presencia estelar de Jonh Turturro, que interpreta a Barry Huggins, un actor estadounidense en horas bajas que viene a rodar la película de Margherita. Huggins aporta un toque surrealista, alocado, divertido, y de vuelta de todo.

¿Le gustan las cosas de familia?

Digamos que hay cosas en la vida, y en mi vida, que son importantes. Y en mis guiones siempre están presentes estas cosas, no es ni siquiera una decisión mía o una dedicación precisa. Pero desde las primeras películas, hay momentos, lugares que vuelven: la comida familiar, la escuela, las llamadas telefónicas, el deporte. Son recuerdos recurrentes que vuelven a mi vida. Y que terminan en los guiones de mis películas. De todos modos, creo que sí que mi familia ha sido importante en mi formación. Mis padres eran ambos profesores y no tenían nada que ver con el mundo del espectáculo, pero cuando terminé el instituto les dije que no quería ir a la universidad porque quería hacer cine. Era algo como muy vago y muy lejano en el tiempo, porque no había estudiado en ninguna escuela de cine, no había trabajado de ayudante de dirección, no conocía a nadie en el mundo del cine. Pero mis padres eran muy liberales. Y fue muy importante su apoyo silencioso, discreto y afectuoso.

En su filmografía tenía más presente la esfera política y social, y ahora se centra mucho más en el microcosmos familiar…

En realidad, mis películas siempre han sido películas personales. A veces muy íntimas. Incluso en El Caimán (2006) estaba de fondo la política de aquellos años, pero en todo caso era la historia de una familia, de una pareja interpretada por Margherita Buy y Silvio Orlando, que se separaban. Y estaba el problema de cómo decírselo a los hijos y cómo gestionar esta separación. Por tanto, nunca he hecho una película exclusivamente política, o exclusivamente social, como hace Margherita en Mia Madre con la película que está rodando. Por tanto, cuando hablaba incluso de un cura en La misa se ha acabado (1986) no hablaba de la iglesia, sino que hablaba de la historia de una soledad. De relaciones con sus amigos, de la imposibilidad de desarrollar plenamente su propio papel. Habemus Papa (2011), también; es una película de un Papa que se siente inadaptado. Por tanto, yo no diría que se haya dado este cambio y que me haya concentrado en la familia. Muy a menudo cuento historias de familias en mis películas. Desde las primeras películas, que ahora ya tienen 40 años.

En ‘Mia Madre’ la película que dirige Margherita es cine de autor, social, pero toma cierta distancia y pierde cierta frescura. ¿Lo ve usted así?

Respecto a la película de Margherita, he dado unas pequeñas pinceladas, he hecho algunas escenas. En el guión no está toda la película de Margherita. He concentrado sólo algunas escenas. Pero digamos que no quería que la de Margherita fuera una película al estilo Nanni Moretti. Ella, que es tan confusa, hace una película muy clara: el patrón de un lado, los trabajadores que pueden perder su trabajo en la otra parte. Y no quiere que su vida personal, tan importante y difícil en ese momento, se refleje como un espejo infinito en la película que está rodando. Quiere que la película que rueda sea otra cosa.

¿Considera cine de autor su cine?

Espero y deseo que sí, que hago cine de autor. Como espectador y como director de mis películas, estoy muy ligado al cine de autor de los años 60, no sólo italiano: las primeras películas de Pasolini, Bellocchio, Bertolucci, los Taviani, Marco Ferreri, pero también la nouvelle vague francesa, el free cinema de Inglaterra, el nodo cine de Polonia (Polanski y más)… Fue una época muy fértil en toda Europa. Por tanto, primero como espectador y luego como director, me siento muy vinculado a este tipo de cine. Porque este cine se preguntaba simultáneamente: primero, sobre un nuevo cine posible; y también sobre una nueva sociedad posible. Por tanto, trataba de ser, desde el punto de vista del lenguaje cinematográfico, un cine nuevo que imaginaba una sociedad nueva. Una relación nueva entre las personas. Una nueva manera de trabajar y de ser. Me siento muy ligado a este tipo de cine.

¿Considera que ‘Mia Madre’ es un legado de esas madres mayores de las que parece que la sociedad se ha olvidado, pero que son fundamentales para transmitir valores, principios, pasión y mucho amor?

Quería contar la historia de este personaje (Ada). No tengo la pretensión de pensar que este personaje represente a todas las madres ancianas. Luego son los espectadores, los periodistas, los que tienen que decidir cuánto puede tener de metafórico esta historia de una sociedad, o representativo de todas las madres mayores. También es una película sobre la transmisión del saber de una generación a otra. De los libros en la biblioteca, de lenguas, de idiomas, de lenguas antiguas (el latín que enseña la abuela a la nieta). Transmisión de valores. Es una persona optimista esta madre. Cuando Margherita le pregunta a su madre en el hospital: “¿qué estás pensando?”; ella le contesta: “en mañana”. Quería decir también algo sobre la relación que tiene con su nieta, la hija de Margherita. Tiene una relación muy fuerte, muy directa, sin filtros, sin intermediación. Y esto suele ocurrir, porque las relaciones entre padres e hijos siempre están mermadas, siempre hay un velo que las cubre. Sin embargo, la relación que la abuela tiene con la nieta es limpia y neta, y llega rápido al corazón de la persona.

En sus dos últimas películas la muerte está presente, ¿le preocupa mucho?

Sí, pero sé que forma parte de la vida. Y para mí no es un tabú hablar de ello. Si tengo ganas de contar una historia, en la que esté presente también este elemento no me lo prohibo porque pienso que aleje al público de la película. Lo importante es cómo se cuenta un tema. Y creo que lo he hecho con mucha humanidad. No he insistido sobre los momentos más dolorosos. No he sido sádico con el espectador. No le hago sufrir. O no he sido complaciente conmigo mismo.

¿Le gusta tratarla en sus películas?

No es algo que me guste. Sé que forma parte de la vida. Cuando tenía 20 o 30 años, quizás no habría hecho ninguna de estas dos películas. Pero con el paso del tiempo, más me doy cuenta de que la muerte es algo natural, y que para mí, que no soy creyente, pues es algo que la cierra. Mia Madre también es una película sobre esto. Sobre lo que queda, lo que nos queda a los que seguimos vivos de las personas que se van, que mueren. También lo que cuentan los ex alumnos de la madre a Giovanni y Margherita.

‘Mia Madre’ tiene mucho de drama, pero también hay comedia. ¿Le gusta combinar ambos elementos?

Sí, me gusta. Pero, sobre todo, es algo natural para mí, en el sentido de que siempre ha sido así como me llegaba y se me aparecía la historia. Siempre están presentes en mis películas tanto el aspecto cómico como el dramático o doloroso. Y desde mis primeros cortometrajes con mi Súper 8, me parecía algo natural. Además, como contaba aspectos de mi mundo social, político, generacional, aparecía esta autoironía, que para mí es muy importante y fundamental cuando se hacen películas autobiográficas. Sin ironía, uno se lo toma demasiado en serio. Porque haces más una autocomplacencia que autobiografía. Y entonces es cuando se habla demasiado de tu propio mundo, o de uno mismo. Es indispensable la autoironía .

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