Naturaleza sana: la gran vacuna
Esta primavera, FSC ha puesto en marcha la serie de charlas virtuales #BosqueHablado entre su director de Comunicación, el periodista César-Javier Palacios, y diversos expertos en naturaleza, líderes de opinión de lo verde. Comenzaron con Fernando Valladares, biólogo del Museo Nacional de Ciencias Naturales, especialista en cambio climático que con esta pandemia ha dado a conocer aún más su capacidad de divulgación científica. ‘El Asombrario’ recoge aquí parte de lo que dio de sí tan interesante charla sobre las conexiones entre nuestra salud y los hábitats saludables, como los bosques con riqueza de biodiversidad.
Valladares tiene un blog, La salud de la Humanidad, que se ha convertido casi, casi en algo profético de lo que nos está pasando. Su presentación no deja lugar a dudas: “El objetivo aquí y ahora es contribuir a que la humanidad adquiera una visión crítica de su relación con el planeta”.
Además, a través de entrevistas y artículos, este biólogo ha sido una de las voces más sabias durante el confinamiento al explicar la relación de esta emergencia sanitaria con el acoso de la Humanidad a la naturaleza y el deterioro del planeta. De eso habló también en la primera de las charlas #BosqueHablado de FSC .
“Me veo en esa posición, que no te creas que me gusta mucho, de ‘os lo dije, os lo dije’. Desde los años 90 empezamos a hablar de la no sostenibilidad. En los últimos 10 años, la cuestión ha ido tomando mayor preocupación. Y hace un año o dos, muchos científicos hemos decidido salir de los laboratorios y comunicar; yo intento no poner un tono muy catastrofista ni apocalíptico, pero los datos son bastante elocuentes. Con la pandemia estamos viendo esa conexión del medioambiente con nuestro propio bienestar y con la salud. ¿Cómo podemos no ver las conexiones de nuestra salud con la salud de nuestros ecosistemas, con la riqueza de especies? Tú a un coche no puedes quitarle 20 tuercas y 50 tornillos y que siga funcionando igual; pues lo mismo sucede con los ecosistemas”.
“No hemos sido capaces de ver el elefante que teníamos en la habitación, y deberíamos proteger la naturaleza, aunque solo fuera por puro egoísmo. Realmente, reflexiones como las de Félix Rodríguez de la Fuente no pueden ser más actuales, cuando decía que el ser humano no es un extraterrestre, que somos parte de la naturaleza. Y son reflexiones que realizaba hace más de 40 años. Pero es que la Cumbre de la Tierra es de 1992… ¡Han pasado casi 30 años! Son muchos años para no haber hecho, entre comillas, nada. Casi nada. Estamos con muchos deberes acumulados”.
“¿Cómo podemos pensar que si el 80% de la energía que generamos se produce a partir de combustibles fósiles y que esos gases emitidos a la atmósfera provocan un efecto invernadero, conocido desde hace tiempo, cómo podemos pensar que eso no tiene ningún impacto en el planeta? ¿Cómo vivir de espaldas a esas emisiones? ¿Cómo no vemos el elefante en nuestra habitación? Intentemos hacer esa reflexión. Cualquiera que mirara a la Tierra desde lejos, desde fuera, vería cómo todos estos homo sapiens vivimos de espaldas a las condiciones ambientales que favorecen nuestra propia existencia. Necesitamos esta atmósfera; nos sacan de ahí un poquito y morimos. ¿Cómo podemos no verlo? El planeta no está en peligro, los que estamos en peligro somos nosotros. Sabemos que es en unas condiciones muy estrechitas en las que nuestra vida es posible, y aún más estrechitas en las que nuestra vida es agradable, confortable, tolerable. Es muy obvio que lo que le estamos haciendo a la naturaleza es contraproducente para nosotros, por eso destaco la figura del egoísmo. Un poco de egoísmo no viene mal; se trata de preocuparnos de nosotros, y debemos preocuparnos por las condiciones del planeta que permiten que yo viva”.
Deforestación y pandemias
“La relación entre el deterioro de los ecosistemas, la deforestación, la pérdida de biodiversidad y la pandemia Ecovid19 está cada vez más clara. La deforestación y destrucción del hábitat tienen varios efectos. En primer lugar, nos pone en contacto directo con especies que hospedan patógenos, virus, para los cuales no tenemos desarrollado un sistema inmune; provocan el fenómeno de la zoonosis, saltos de patógenos de otras especies a la humana. Si a esto le sumamos otro ingrediente, la pandemia está servida: la globalización. Si este virus se hubiera originado por ejemplo en el África tropical posiblemente su expansión no hubiera sido igual. Wuhan está muy conectada, los bienes que se producen allí son inmediatamente distribuidos a miles de kilómetros por todo el planeta y en poco tiempo hombres de negocios que estaban allí trajeron el virus a Europa. El tercer ingrediente para meter en la ecuación de esta pandemia es la desigualdad, gente muy pobre que crea focos de contagio muy potentes. Es la ecuación del desastre: destrucción del hábitat + desigualdad humana (muchos muy pobres y unos cuantos ricos) + globalización, que multiplica la ecuación. Tenemos así la dimensión del desastre”.
“La biodiversidad –ecosistemas saludables, con mucha riqueza de especies– nos protege de varias maneras frente a pandemias y zoonosis. Por tres mecanismos. El más general es un control demográfico; un ecosistema muy rico en especies e interacciones hace que ninguna especie explote, que no se vuelva demasiado abundante; logra equilibrios de manera que los depredadores mantienen a raya los patógenos. Otro sistema de control es el de la dilución; cuando un ecosistema es sano y diverso, la carga vírica se diluye, no desaparece el patógeno, pero se reparte entre muchas especies, y eso tiene de bueno para nosotros que no todas las especies son igual de buenas como hospedadores, y así algunas actúan como cortafuegos del contagio, algunas desarrollan una carrera armamentística contra el patógeno que lo mantiene a raya antes de saltar a los humanos. Esas especies cortafuegos logran mantener cargas víricas bajas. Eso es la dilución. Y el tercer mecanismo es el de amortiguación, la diversidad dentro de una especie; lo estamos viendo en la especie humana, la distinta forma de reaccionar nuestros organismos frente al coronavirus. Parte de esa respuesta tan distinta depende de la edad, la alimentación, el estado físico, pero una parte importante tiene que ver con nuestra diversidad genética; esa diversidad dentro de una especie también hace de cortafuegos, de barrera frente a ese patógeno. Explotaciones ganaderas, agrícolas o forestales que reduzcan la diversidad genética nos hacen más vulnerables a todos frente a una pandemia. La riqueza dificulta que algo explote. Son los tres mecanismos de contención”.¡
Tener cerca las especies más peligrosas
“Bosques maduros, con buena salud y biodiversidad facilitan esas fronteras naturales. Entre un bosque de monocultivos, pobres en especies, con solo una o dos, y otro rico, maduro, estable, entre un bosque simplificado y un bosque complejo, la diferencia es radical. Y directa o indirectamente los humanos eliminamos las especies más interesantes y nos rodeamos de las especies más portadoras de patógenos, con más potencial de transmisión a los humanos. ¿Cómo es esto? Porque nos rodeamos de las especies más capaces de tolerar ambientes degradados, sistemas muy alterados, los más próximos a nosotros. Son especies que abundan y son las más peligrosas. Un ejemplo bien concreto es la enfermedad de Lyme, transmitida por garrapatas, y que es muy perjudicial para nuestra salud. Las zarigüeyas actuaban de cortafuegos, porque cuando las garrapatas contagiaban a una zarigüeya, esta actuaba de cortafuegos, pero si atacaban a los ratones, no, ellos hacían de transmisores; al simplificar, al degradar los ecosistemas y diezmar la población de zarigüeyas, la enfermedad progresaba vía ratones, la carga vírica aumentaba y las posibilidades de contagios aumentaban; la enfermedad se extendía a medida que la zarigüeya desaparecía. Es un ejemplo bien claro de cómo la riqueza de especies es la clave.
No olvidemos que la epidemiología es un tema de probabilidades, de bajar cargas víricas para bajar probabilidades de infección. Es el mejor antivirus”.
Bulos y divulgación
“En toda esta labor de concienciación y divulgación, al lenguaje científico debemos sumar el artístico y el de las ONG; es fundamental la labor de despertar que ha jugado siempre el movimiento ecologista. La dificultad de comunicar la pérdida de biodiversidad es un problema gravísimo. Vivimos de espaldas a la naturaleza. Por desgracia, en este mundo tecnológico y urbano, ese alejamiento del medio natural hace que sean complicados los mensajes para protegerla. Y gente como Félix Rodríguez de la Fuente, como Cousteau y David Attenborough han tenido esa capacidad de narrar que te conmueve, que te emociona, para llegar a partes importantes de la población”.
“Pero hay algo que me preocupa sobremanera. Todos y cada uno de nosotros deberíamos ser capaces de gestionar toda esta avalancha de información que nos llega por tantos canales; es todo un desafío gestionarlo y tiene que ir de la mano de una autocrítica tanto del emisor como del receptor. Me preocupan mucho los bulos y las pseudoverdades. Es el lenguaje del mal para echar a rodar mentiras. Se trata de liar las cosas, coger un pedacito de verdad, mezclarlo con un poco de lo que yo quisiera que fuera verdad, mezclarlo con algo emocional, algo que mueva las entrañas, agitarlo, ponerlo en un buen formato y lanzarlo para que llegue a miles de personas. Es tremendo y tenemos que ser capaces de identificarlo y neutralizarlo. Es el ruido; sumamos tanto ruido que me gustaría que no perdiéramos la brújula autocrítica para navegar”.
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