“Los negacionistas climáticos, que hablen con los abuelos”
En el mundo de la consultoría ambiental y energética hay una persona que lleva décadas siendo ‘punta de lanza’ de iniciativas imprescindibles para cambiar el rumbo, siempre desde la acción colectiva. Fundadora en su día de lo que hoy es la cooperativa Ecooo Solar, dedicada a promover el autoconsumo de energías renovables, Cote Romero se considera hija de la generación a la que Félix Rodríguez de la Fuente inoculó la pasión por la naturaleza. Ahora está inmersa en un proyecto que, confiesa, la “enamora” y tiene que ver con cambiar la cultura energética y promover el ahorro en espacios tan fundamentales como son los centros educativos.
¿En qué consisten estos proyectos 50/50 con los colegios?
Se trata de cambiarles su cultura enérgica con proyectos pedagógicos que les permiten gastar menos en agua y energía. Se llaman 50/50 porque el 50% del ahorro final en las facturas se debe reinvertir en nuevas medidas de eficiencia y el otro 50% es para que la comunidad educativa lo gaste en lo que considere. Y vemos que, en solo un curso, el cambio de hábitos genera grandes resultados. Es importante destacar que hay tres patas para conseguirlo: implicar a toda la comunidad educativa en la medición del consumo real; la comunicación interna para que se cambien esos hábitos, a través de charlas, talleres, señalizaciones, etcétera; y las mejoras técnicas, desde cambiar un grifo que gotea hasta regular mejor la calefacción. Pero sin las dos primeras patas, las mejoras no servirían porque no se cambiaría la cultura. Acabo de ver que un colegio de Moralzarzal que ha ahorrado en seis meses unos 13.982 euros en agua y energía. Es fantástico. Trabajar con personas de forma colaborativa es muy gratificante.
¿Cuál crees que es el principal reto ambiental al que nos enfrentamos?
Por la urgencia, el cambio climático y, por sentido común, la crisis de la biodiversidad y la contaminación. Pero todo tiene una raíz común, que es la forma de vivir y relacionarlos. De ahí que me enfoque en salir de la cultura del híperconsumo inconsciente y de sus efectos devastadores en la naturaleza, en las relaciones sociales y en la psicología humana. El consumismo se basa en un extractivismo sin control, en el uso masivo de energía y en producir cantidades ingentes de basura poco reutilizable porque, además, sus materias primas están contaminadas. Pero no vamos a la causa raíz y nos vemos envueltos en grandes contradicciones. Queremos abordar la emergencia climática, que pasa por las energías renovables, y no queremos grandes parques eólicos o solares en el territorio, con unos beneficios que van a pocas manos. A la vez, tampoco nos replanteamos el consumo. Son tres piezas que no pueden encajar.
Echando la vista atrás, ¿hemos avanzado en conciencia ambiental al ritmo esperable?
La evidencia de los impactos del cambio climático está aumentando esa conciencia, aunque no atajamos las causas. La gente no sabe qué hay que hacer y en la sociedad puede el individualismo porque no hay redes sociales reales. He visto que cuando tenemos una red de apoyo mutuo enfocada en las alternativas, los cambios que se adoptan tienen sentido y van rápido.
¿Qué es para ti la economía circular?
Una herramienta para salir del ciclo de extracción, producción, distribución, consumo y residuo y entrar en otro en el que ese residuo es un tesoro. Para ser pragmática, sólo podremos adoptar estos cambios si implicamos a toda la sociedad, también al poder económico. Si no, serán utopías. Es importante que las empresas vean el nicho de negocio en reciclar, reparar, reutilizar e innovar. Si no encuentran su hueco, serán un palo en la rueda. Hemos vivido desde 1950 una economía donde los consumidores somos marionetas de un sistema poderoso de publicidad, que nos genera una gran insatisfacción personal si no compramos. Es difícil salir de ahí, pero la oportunidad es trabajar colectivamente.
¿Qué prácticas ambientales ponen en marcha en tu día a día?
El mejor laboratorio del cambio es lo cotidiano. Como no podía ser menos, pongo mucho el foco en el consumo de energía y agua en casa, con regletas para evitar ese 10% extra del stand by, regulo la calefacción, uso materiales aislantes detrás de los radiadores que dan a la calle, juego con las persianas, coloco perlizadores en los grifos. En las compras, siempre repienso si lo necesito realmente y no estoy bajo los efectos de la publicidad. También voy a todos los sitios andando o en transporte público.
¿Optimista o pesimista de cara al futuro?
Ni una cosa ni otra. Soy práctica. Los cambios que se producen por la toma de conciencia no son lineales, sino exponenciales. Lo he visto en mi experiencia y lo compruebo en colegios, en ayuntamientos… Cuando empezamos a poner el foco en cómo ahorrar energía, cambia todo lo demás desde el sentido común. Y eso es capacidad, no es resignación, y es un cambio contagioso. Un proyecto colectivo permite replantearse muchas cosas. Sé que esto funciona, y por eso me dedico a ello.
¿Qué dirías a los escépticos del cambio climático, del reciclaje?
Los del cambio climático, si no quieren ver, no lo harán. No les vale el argumentario científico, pero sí les aconsejaría que hablen con los abuelos de los pueblos, porque verán que los efectos son evidentes. Respecto al tema de reciclar o reutilizar, seguro que el sistema es mejorable, pero ¿prefieres nuevas extracciones a reciclar? Hay que enseñarles imágenes de minas y de vertederos.
¿Un lugar al que regresar?
Quizá es un poco metafísico, pero es el lugar al que regreso cada día: el de la inocencia. Más geográfico, me encanta ir a Asturias y Galicia, paraísos naturales a los que me encanta regresar.
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