La nieve en Madrid se hizo hielo, tan duro como el corazón de quienes nos gobiernan
Al principio fue bonito. Poco acostumbrado a que el cielo se puntee de blanco y vaya perfilando las aceras y los edificios, también yo me quedé arrebatado ante la ligereza de la nieve que caía sobre Madrid. Pero con el paso de los días, la nieve se ha convertido en hielo, en un muro sucio y duro que nos aísla de la vida. Una metáfora del corazón frío de quienes nos gobiernan y han ido tiñendo Madrid de grisura.
Mientras miraba embobado la nieve desde la ventana, recordé ese poema de Ángel Campos Pámpano que te atraviesa el corazón, La semilla en la nieve, una hermosísima elegía a la madre muerta. “Sólo una vez viste la nieve / el blanco de la nieve su fulgor / una mañana juntos / en el umbral de casa / vino a posarse en las aceras / qué era ese frío / qué anunciaba / ya vestías de negro / y apareció la nieve / y te cegó los ojos”.
Cuenta el poeta extremeño que Pushkin, antes de morir, se despidió del mundo y de la vida con estas palabras: “Empieza a caer otro poco de nieve”. Él mismo, Campos Pámpano, lo había sabido a través de un poema de Nicanor Parra. La poesía, pues, cubría ahora a su madre muerta y de alguna manera la traía de nuevo a la vida. Aunque John Berger, otro poeta de cuya muerte se cumplen ahora cuatro años, nos recordó que los muertos circundan a los vivos. “Los vivos son el núcleo de los muertos. En este núcleo se encuentran las dimensiones del tiempo y el espacio. Lo que rodea al núcleo es infinitud”.
Al principio fue bonito, sí, pero después de varios días, la nieve se ha convertido en hielo, en un muro sucio y duro, que nos aísla de la vida y nos sumerge en un mundo que no tiene nada de distópico porque es absolutamente actual. Esa grisura es la que ha ido tiñendo la ciudad en los últimos tiempos, y no solo por la pandemia.
Abandonados a nuestra suerte, desde los despachos solo nos piden paciencia, una palabra con la que quienes nos gobiernan ocultan su propia ineficacia o desinterés. La dureza de corazones fríos que son capaces de permitir que más de 2.000 niños de la Cañada Real vivan sin electricidad estos días. Si mi sueño fuera ser rico, ¿trataría por todos los medios de ser accionista de una de estas compañías, o estar en su consejo de administración, para hacer caja pasara lo que pasara, sin importarme las desgracias ajenas, con el consentimiento y la connivencia de los políticos y sus puertas giratorias?
Parece que la semana que viene suben un poco las temperaturas. Y dan lluvias. El hielo se fundirá. El agua llegará a los ríos y de ahí alcanzará el mar. “Nuestras vidas son los ríos / que van a dar en la mar, / que es el morir”, nos dice la famosa copla de Jorge Manrique, con la que dialoga La semilla en la nieve.
Somos río y eso lo saben muy bien desde tiempos ancestrales otras culturas, como los maoríes. El último número de National Geographic, dedicado a Nueva Zelanda, recuerda en un estupendo reportaje de Kennedy Warne la histórica decisión del Parlamento de ese país de conceder al río Whanganui los derechos legales de una persona, tal como llevaban años reclamando los maoríes. “El gran río fluye desde las montañas hasta el mar. Yo soy el río, el río es yo”, dice un viejo proverbio de este pueblo.
Así había sido durante siglos. Los maoríes conocían el Whanganui como a su propio cuerpo y lo cuidaban como si fuera una prolongación de sus brazos y piernas. No solo porque de ahí obtenían su medio de vida, sino porque su vida era el río. “Pero cuando a mediados del siglo XIX llegaron los colonos europeos, la autoridad tradicional de las tribus quedó socavada. Y no tardó en verse definitivamente extinguida por decreto. Desde entonces, han asistido a la degradación y humillación de su río, por más que se celebrase como una maravilla paisajística. Se dinamitaron sus rápidos para abrir paso a los barcos de vapor turísticos y dejar el interior expedito a la adquisición de terrenos. Se extrajo su grava para construir vías férreas y carreteras, con el consiguiente deterioro del lecho fluvial y de las pesquerías. La desembocadura se convirtió en desagüe de aguas residuales urbanas”, escribe el reportero. Y lo peor es que para construir un proyecto hidroeléctrico la cabecera del río se desvió hacia otra cuenca. “En la cosmovisión maorí la cabeza es la parte más sagrada de una persona y para ellos este río es una persona”.
Nosotros también deberíamos recuperar la cabeza, aprender de los maoríes y de otras culturas borradas por un capitalismo devorador que ha convertido nuestra casa en un lugar cada vez más inhabitable y oscuro. No es que la naturaleza deje de existir sin nosotros. Es que nosotros no podemos vivir sin ella. ¿Haremos caso a las señales de humo que nos llegan sin cesar?
Comentarios
Por Victor, el 17 enero 2021
Estimado Javier Morales,
Yo resido en Coslada, municipio gobernado por PSOE/Podemos. Aquí la nieve también se ha convertido en duro hielo. Igual de duro que el corazón de quien nos gobierna.
Las mismas críticas que se vierten sobre los dirigentes del PP en el Ayuntamiento de Madrid o en la Comunidad, han de verterse sobre los dirigentes en Coslada.
Y no sólo aquí. Aunque no he podido salir de mi municipio, tanto por la nevada como por la incidencia del Covid sobre nuestra movilidad, mis compañeros de trabajo, con los cuales hablo, me enviaban iguales fotos y vídeos de sus municipios, repartidos por toda la Comunidad de Madrid.
El desastre ha sido igual en todos los sitios. Y no es excusa para nadie, porque TODOS sabíamos lo que AEMET anunciaba.
No hace falta compararse con maories, ni con Bollullos del Condado. Quizá hace falta menos opinión partidista y más periodismo real. Más capacidad crítica y menos visión lateralizada y sesgada por colores políticos.
La gestión ha sido pésima. En todos los sitios. Y la gestión es responsabilidad única de los gestores, que son políticos.
La política es una profesión de gestión y ante un evento de emergencia se puede evaluar esa gestión en su absoluta totalidad. Los políticos cobran por ese trabajo. Y en este caso, TODOS han sido un desastre.
Planteese que en vez de opinar sobre un lado y otro, el ejercicio crítico reside más en opinar si son necesarios unos gestores que ante una emergencia no lo hacen bien, si es necesario pagar unos sueldos a quien no realiza su trabajo y en definitiva, si no es necesaria una reforma real de nuestro sistema y una modernización, cambiando a una democracia digital completa, donde la capacidad de decisión recaiga de verdad sobre la sociedad en el día a día, y no una vez cada cuatro años, con las decisiones delegadas.
Por último, decirle que echo de menos el periodismo. Ya apenas se ejerce en este país. Se opina, y cada uno desde su ladito, pero no hay periodismo apenas. Para ejemplo, acuda a cualquier tipo de prensa o medio, y si no es de su «punto de vista» político notará que le crece el enfado en su interior… Y solo le parece bien aquel que está en su «lado» del arco político. Eso lamentablemente, es la fehaciente prueba de que ya no se busca la verdad, motivo del periodismo, sino el refuerzo de la propia opinión. Y eso nos lleva a una sociedad polarizada y fanática en los extremos.
Sea crítico, con usted mismo, con su trabajo y con su sector. La crítica es siempre un ejercicio constructivo.
Un saludo
Por Jaime, el 17 enero 2021
Solo puedo decir Victor :amén men
Por Sergio, el 18 enero 2021
Para Víctor:
Hola, después de leer tu comentario me sorprende que aconsejes autocrítica al autor. No he sido capaz de encontrar alusión partidista en el artículo, sólo dice que los que nos gobiernan (entiendo los políticos a nivel general) tienen el corazón duro y frío como el hielo…Ruego me indiques dónde está ese supuesto ataque a un partido político (si es por el asunto de la Cañada Real, te recuerdo que ningún partido ha solucionado esa situación, habiendo estado en manos de diferentes signos a lo largo del tiempo). Gracias
Por Julian, el 17 enero 2021
Estoi asimilando
Por Dani, el 18 enero 2021
VICTOR, el periodista.
Por Pelayo, el 18 enero 2021
Podemismo puro y duro, como los muros de hielo negro que hay en Coslada por ejemplo.